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Vol. 75/No. 17      2 de mayo de 2011

 
1961: Significado de victoria cubana
(editorial)
 

El 19 de abril de 1961, dos años después de tomar el poder a través de un levantamiento de masas revolucionario, los trabajadores y campesinos de Cuba aplastaron en Playa Girón una invasión organizada por Washington. Rompieron así el mito de que el imperialismo norteamericano es invencible. Cincuenta años más tarde, la lección de 1961 aún es verídica —aún un ejército respaldado con todo el armamento y tecnología que puede desplegar la clase capitalista multimillonaria del mundo, no es equiparable a un pueblo trabajador que se ha transformado a si mismo al arrancar desde sus raíces al sistema de explotación de clases de los terratenientes, propietarios de fabricas y banqueros.

La invasión estuvo muy bien organizada por el Pentágono y la CIA. Pero “fallaron al medir la moral de la relación de fuerzas”, dijo Ernesto “Che” Guevara, un dirigente importante de la revolución cubana en un discurso poco después del fiasco de los gobernantes norteamericanos. Cuando los invasores de Washington desembarcaron se toparon con milicianos campesinos quienes habían obtenido títulos de tierras por primera vez en sus vidas; con trabajadores de la caña armados, quienes por primera vez tenían garantizado su sustento y la educación para ellos y sus hijos. Los soldados forjados en la guerra revolucionaria que derribó al títere de Washington Fulgencio Batista, estaban decididos a que las clases acaudaladas a cuyos intereses Batista servía nunca jamás recuperaran el poder en la isla.

Los invasores por otro lado eran hijos de ex terratenientes, propietarios de casinos, banqueros y profesionales de clase privilegiada. En su discurso del 8 de mayo de 1961, Che recordó que, cuando Fidel Castro preguntó a uno de los mercenarios capturados si alguno de ellos había cortado caña alguna vez, solo uno alzó la mano, “Ellos no saben lo que es un cañaveral”, dijo el Che. “No saben lo que es el hambre… no saben lo que significa ser un trabajador sin empleo”.

Uno de los mercenarios fue Luis Posada Carriles. El nunca llegó a Cuba, ya que la invasión fue aplastada antes de que su unidad pudiera siquiera despegar. Posada llegó a ser un agente de la CIA muy preciado, empleado directamente por la agencia hasta mediados de los años 1970. Se le busca por una larga serie de ataques mortales contra Cuba. Pero nunca ha sido acusado en un tribunal de Estados Unidos de ninguna de las múltiples muertes de las que fue responsable. Ni tampoco Washington ha aceptado la petición de las autoridades cubanas o venezolanas para su extradición y juicio legal.

Más bien, en un calculado insulto al pueblo cubano, Posada fue acusado de mentir a funcionarios de inmigración norteamericanos. El 8 de abril una corte estadounidense lo absolvió inclusive de esa acusación. Una declaración del gobierno cubano señaló que Carriles todavía transita libremente por las calles de Estados Unidos mientras que los cinco cubanos revolucionarios —Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González— aún permanecen prisioneros con cargos fabricados por monitorear las actividades de mercenarios violentos como Posada en el sur de la Florida.

Cincuenta años después de su primera derrota militar en las Américas en Playa Girón, Washington sigue dependiendo de las clases de las que Posadas es ejemplo para mantener su poder al sur de su frontera y alrededor del mundo. Mientras tanto, la Revolución Cubana, que depende del poder de la movilización de la clase obrera y el campesinado permanece firme y sin haber sido derrotada, y continúa siendo un ejemplo para el pueblo trabajador de todo el mundo sobre como luchar contra los explotadores capitalistas y ganar.
 
 
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