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Vol. 71/No. 29      6 de agosto de 2007

 
¡Libertad para Genarlow Wilson!
(editorial)
 
Nos unimos a las 2 mil personas que se movilizaron en Douglasville, Georgia, para demandar la libertad para Genarlow Wilson.

Wilson, un hombre negro de 21 años de edad, ha pasado casi tres años de su vida en prisión. Fue condenado de “abuso sexual agravado de un menor”, un crimen grave que lleva una sentencia mínima de 10 años de cárcel, después de que la policía encontró un video de él y otros cinco jóvenes de 17 años de edad teniendo sexo oral consensual con una compañera de clase de 15 años de edad en 2003.

La sentencia marca a los seis de “ofensores sexuales”. Bajo leyes reaccionarias serán forzados a inscribirse como tales en un registro público donde quiera que vivan. No hay mejor ejemplo de porque el pueblo trabajador debe demandar la abolición de todas estas leyes.

“Cruel e inusual”, fue como un juez de la corte del condado denominó a la sentencia de Wilson. Cruel lo es. Pero para trabajadores jóvenes negros, más que en cualquier otro sector de la sociedad, las sentencias de cárcel draconianas por crímenes menores están lejos de ser inusuales.

Los hombres afro americanos tienen una probabilidad de estar desempleados que es más del doble que la de los hombres blancos, y la probabilidad de estar encarcelados es casi siete veces más alta. Desde 1980 la población en las prisiones ha aumentado más de cuatro veces llegando a 2.2 millones, de los cuales el 60 por ciento son negros o hispanos. A través de sentencias obligatorias para crímenes relacionados con drogas y otras medidas, los gobernantes “democráticos” de Estados Unidos, un país con aproximadamente el cinco por ciento de la población mundial, cuentan en sus prisiones con el 24 por ciento de los presos del mundo.

El caso de Wilson refleja exactamente las intenciones del sistema de “justicia”. Esta siendo castigado por haberse rehusado a declararse culpable y a quedar marcado como abusador sexual de menores. Y ha continuado luchando por justicia desde la cárcel.

Su sentencia no tiene nada que ver con el supuesto “crimen” del que se le acusa. Tiene como propósito recordarle a Wilson y a todos sus semejantes de su lugar en la sociedad, y quienes son ellos ante los ojos de los gobernantes capitalistas.

La policía y las cortes del sistema capitalista no ofrecen justicia para el pueblo trabajador. Son un arma de dominio de clase usada por la minoría millonaria contra la gran mayoría de trabajadores para socavar la solidaridad y desmoralizar al pueblo.

Protestas como la marcha en Douglasville deben ser emuladas. Este es el camino para lograr la libertad de Wilson y de los centenares de miles de hombres y mujeres jóvenes como él que están tratando de defender su humanidad desde detrás de las rejas que los enjaulan injustamente.
 
 
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