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   Vol. 70/No. 34           11 de septiembre de 2006  
 
 
El fascismo: una forma de
mantener el dominio burgués
 
El siguiente texto es un extracto de la sección “Capitalismo y fascismo” de una charla de noviembre de 1992 publicada en El desorden mundial del capitalismo por Jack Barnes. Reproducido con autorización. Copyright © 2000 por Pathfinder Press.

POR JACK BARNES  
En [su libro] Teamster Politics [La política de los camioneros], Farrell [Dobbs] explicó cómo pequeñas bandas fascistas empezaron a crecer en este país en respuesta a la profunda crisis económica y social así como al auge de luchas obreras en los años treinta. “Los choques entre el capital y los trabajadores en momentos de crisis social tienden a estimular la actividad entre los demagogos políticos de mentalidad fascista”, escribió. “Ellos prevén que la intensificación de la lucha de clases hará que secciones de la clase dominante le den la espalda a la democracia parlamentaria ya sus métodos de dominio y recurran al fascismo como forma de mantener el dominio del poder estatal y proteger los privilegios especiales”.

Farrell entendía que si se induce a los trabajadores a creer que existe alguna opción entre el capitalismo tal como lo conocen y alguna forma del capitalismo cualitativamente peor —llamada fascismo— entonces el argumento de optar por el capitalismo tal como es —y hasta luchar por defenderlo bajo ciertas condiciones— puede lucir convincente. Durante décadas, así hicieron los estalinistas para maleducar a los trabajadores, convenciéndoles de que subordinaran sus propios intereses y organizaciones de clase a los diversos partidos y gobiernos burgueses: para prevenir que algo peor sucediera. Los estalinistas dicen que hay “capitalistas democráticos” y hay fascistas; entonces los trabajadores deben apoyar a los capitalistas democráticos para poder detener a los fascistas.

Sin embargo, el fascismo es un movimiento iniciado y financiado precisamente por sectores de la clase dominante que se sienten desesperados, con el propósito de mantener el dominio capitalista. No es una alternativa al “capitalismo democrático”; lo engendra el “capitalismo democrático”. Una vez que los trabajadores entienden a cabalidad qué es el fascismo, entonces la magnitud de la responsabilidad de eliminar el capitalismo —tarea que sólo la clase trabajadora es capaz de organizar y dirigir— se vuelve más clara.

Cuando decimos que el fascismo no es una forma de régimen capitalista, sino una forma de mantener el régimen capitalista, lo hacemos para subrayar el hecho que el fascismo no es una forma de organizar al capitalismo. En cambio, es un movimiento pequeñoburgués radical en las calles, el tipo de movimiento más horrible y maligno de la historia. Figuras banales, mediocres —pero que son adeptos a la demagogia, al nacionalismo, a la fraseología vacía ya la organización radicales— avanzan al liderazgo de estos movimientos.
 
 
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