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Cuba: 1 500 médicos listos a ayudar a damnificados
Oferta de gobierno revolucionario da ejemplo de solidaridad
 
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Un semanario socialista que defiende los intereses del pueblo trabajador
Vol. 69/No. 36EDICION ESPECIAL, 19 de septiembre de 2005

 

Nueva York, domingo 11 de septiembre:
Cuatro años después: resistiendo el ataque global de los
gobernantes de EUA contra los trabajadores y agricultores

(portada/Declaración de la campaña del Partido Socialista de los Trabajadores)
Partidos capitalistas culpables de desastre
social en el Golfo, necesitamos partido obrero
basado en sindicatos combativos
 
AP/Eric Gay
Policías de asalto patrullan el 1 de septiembre cerca de trabajadores alojados en el Centro de Convenciones de Nueva Orleans tras el huracán Katrina.

A continuación publicamos una declaración emitida el 7 de septiembre por la Campaña Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores en 2005.

La catástrofe social surgida tras el huracán Katrina representa una condena del sistema bipartidista capitalista en Estados Unidos mediante el cual un puñado de familias multimillonarias mantiene su poder político y riqueza.

La mortífera falta de preparación para la crisis que se desarrollaba en la Costa del Golfo, así como la brutal y tardía respuesta del gobierno, dan muestras adicionales de cuáles son los intereses de clase que representan los políticos a nivel federal, estatal y local. Sin excepción —ya sea la Casa Blanca republicana y el Congreso bipartidista, la gobernadora de Louisiana y el alcalde de Nueva Orleans, ambos demócratas, u otros funcionarios demócratas y republicanos en ese estado, o en Mississippi, Alabama y más allá— estos sirvientes políticos de la clase patronal demostraron su desprecio de la clase trabajadora y su fría indiferencia hacia sus condiciones de vida y su propia supervivencia.

Mientras que los ricos y los profesionales de clase media, incluyendo muchos médicos muy necesitados, lograron salir de Nueva Orleans, junto con todos aquellos que pudieron irse por sus propios medios, decenas de miles de trabajadores y sus familias --en su mayoría negros--- quedaron abandonados en la ciudad. El gobierno no hizo esfuerzo alguno para hacer que todo avión, autobús, tren o automóvil disponible se usara para ayudar a evacuar a los menos capaces de evitar el peligro. A raíz de esto, miles de trabajadores resultaron muertos por la indiferencia de aquellos cuya riqueza se basa en la explotación de nuestra mano de obra.

Muchos otros trabajadores en Nueva Orleáns --y por toda la Costa del Golfo-- tuvieron que arreglárselas solos, sin atención médica, alimentos o agua. Se desplegaron fuerzas policiacas y soldados en barrios obreros con órdenes de impedir que la población obtuviera artículos que necesitaba urgentemente para prevenir el hambre, la deshidratación y las enfermedades que iban creciendo. Decenas de miles de personas, desprovistos súbitamente de sus viviendas y pertenencias, fueron llevados como ganado -aún sin alimentos, sin agua y sin atención médica— a instalaciones mal equipadas que pronto se volvieron insalubres como el estadio Superdome y el Centro de Convenciones.

El rápido estallido de esta calamidad social puso de relieve nuevamente el faccionalismo que ya caracteriza la política burguesa en Estados Unidos, conforme el capitalismo cae en las etapas iniciales de aceleradas crisis económicas y financieras, descomposición social y guerras a nivel mundial. A medida que las muertes y la destrucción se hicieron más evidentes a todo el mundo, la demagogia de los políticos demócratas y republicanos se volvió más estridente. Intensificaron lo que ellos mismos denominaron “el juego de recriminación”, exigiendo que “caigan cabezas” y haciendo llamamientos mojigatos para que se hagan investigaciones “imparciales”. Así, el rostro de lo que la clase patronal denomina “política” aparece más abiertamente como expresión de los valores de “sálvese quien pueda”, de individualismo y de presiones que socavan la solidaridad humana y son fundamentales para el funcionamiento del capitalismo: desde la competencia por los empleos y luego en las fábricas, hasta los demás aspectos de la vida social.

Al encarar los horrores de los últimos días, el pueblo trabajador ha hecho lo posible para bregar con estas condiciones de emergencia y cuidar los unos a los otros. Sin embargo, puesto que los partidos de los patrones y su gobierno han mostrado que no están dispuestos ni son capaces de proveer las más mínimas necesidades para sobrevivir, se ha patentizado la necesidad de que la clase trabajadora tenga sus propias organizaciones independientes, organizaciones que hablen y actúen a favor de los intereses de la gran mayoría.

Esto comienza con organizar, utilizar y ampliar los sindicatos, las instituciones elementales de defensa de la clase trabajadora. Los trabajadores necesitamos cuesto propio partido político, basado en un combativo movimiento sindical. Necesitamos un partido obrero que organice, actúe y se pronuncie en nombre de los trabajadores y los oprimidos, independientemente de los partidos gemelos de la clase patronal. Un partido que represente los intereses de una clase trabajadora internacional que no tiene fronteras.

Por este camino, la clase trabajadora y los sindicatos hoy día necesitan exigir que Washington y los gobiernos locales y estatales envíen ayuda masiva en materia de alimentos, alojamiento, ropa y medicamentos a las zonas afectadas de la Costa del Golfo y a los lugares donde los trabajadores y sus familias han sido evacuados.

Necesitamos hacer campaña por un masivo programa federal de obras públicas, con salarios a escala sindical, para reconstruir viviendas, escuelas, hospitales y otras instalaciones e infraestructura destruidas por el huracán y las inundaciones.

Necesitamos exigir juicio y castigo a los policías y a las tropas responsables de matanzas y de acciones que violen los derechos del pueblo trabajador.

Necesitamos exigir una moratoria a las ventas forzosas de fincas, así como ayuda masiva del gobierno a los agricultores que perdieron sus cosechas, granjas, equipos y sustento.

La actual resistencia de trabajadores y de nuestros sindicatos a los ataques patronales —desde los mineros del carbón en el Oeste hasta los huelguistas de la aerolínea Northwest, los empleados de la Boeing, los empacadores de carne en el Medio Oeste y los obreros de la costura desde Seattle a Florida— señalan el camino: el de confiar en nuestra fuerza colectiva y la solidaridad.

En Cuba, un país con muchos menos recursos económicos que Estados Unidos y donde los trabajadores y agricultores conquistaron el poder político hace casi medio siglo, los huracanes golpean más ferozmente y afectan un porcentaje mucho mayor del país cada vez que suceden. Sin embargo, con una clase trabajadora dotada de conciencia política y en pie de movilización, el gobierno revolucionario de Cuba se ha organizado para enfrentar estas fuerzas naturales mortíferas con un mínimo de pérdidas de vida. En contraste con Estados Unidos, la principal prioridad del gobierno cubano es la de proteger la vida y la salud de la población.

Es más, Cuba ha enviado a miles de médicos, constructores y otros voluntarios cuando las tormentas, los terremotos y otros desastres naturales han azotado a países de América y otras partes del mundo. La oferta del gobierno revolucionario de Cuba de enviar más de 1 500 médicos, enfermeras y otro personal médico a Nueva Orleans y a la región es un ejemplo de la ayuda internacionalista que se puede brindar cuando la sociedad se organiza en base a la solidaridad humana.

La respuesta más eficaz que puede dar el pueblo trabajador en Estados Unidos al desastre en la Costa del Golfo consiste en dar los próximos pasos rumbo a la organización de un movimiento político independiente que pueda librarnos de la dependencia del gobierno patronal y sus partidos, así como de sus limosnas.

No existe institución alguna en la Tierra que detenga la fuerza de un huracán. Pero con nuestro propio partido político, basado en un combativo movimiento sindical, la clase trabajadora y nuestros aliados sí podemos librar batallas victoriosas contra las familias gobernantes cuyo orden mundial imperialista es responsable de las guerras, catástrofes económicas y calamidades sociales que cada vez más amenazan a la humanidad.

Esto es lo que están divulgando los 34 candidatos del Partido Socialista de los Trabajadores en 14 elecciones locales y estatales en 2005. Súmese a nuestra campaña por esta perspectiva obrera internacionalista, por la que luchamos los 365 días al año.
 
 
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