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Vol. 77/No. 18      13 de mayo de 2013

 
Elecciones en Venezuela muestran crisis
social del capitalismo, injerencia de EUA
 
POR SETH GALINSKY 
Dos cosas sobresalen, por encima de todo, tras la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 14 de abril en Venezuela,. Washington se mantiene resuelto a socavar un gobierno cuyas políticas han sido contrarias a las del imperialismo norteamericano desde la elección de Hugo Chávez en 1998. A la vez, la muerte de Chávez el 5 de marzo ha acelerado el debilitamiento de su partido, el Partido Unido Socialista de Venezuela, un proceso que está arraigado en la profunda crisis del capitalismo y las consecuencias económicas y sociales que ha causado al pueblo trabajador de ese país.

El candidato de la oposición, Henrique Capriles, exigió un recuento de los votos después de que se anunció que Maduro había ganado por un margen menor del 2 por ciento. Washington intervino en el momento justo: “Una auditoría del 100 por ciento de los resultados” es “importante, prudente y necesario”, dijo el portavoz de la Casa Blanca Jay Carney el 15 de abril.

El Concejo Nacional Electoral de Venezuela anunció el 18 de abril que llevaría a cabo una auditoría completa.

Chávez, un ex comandante del ejército, fue elegido presidente en 1998, durante movilizaciones de los trabajadores en contra de la austeridad y la represión del gobierno. Su plataforma prometió una “tercera vía” entre el socialismo y el capitalismo. Fue reelegido en 2000, 2006 y luego otra vez contra Capriles en 2012.

Chávez reorganizó la industria petrolera del país, convirtiéndola en una empresa capitalista del estado, una medida que ganó el odio de Washington y de gran parte de los capitalistas de Venezuela. Utilizó parte de las ganancias del petróleo para subsidiar los precios de alimentos y combustibles y para financiar programas sociales. Chávez denunció la guerra de Estados Unidos en Afganistán; mantuvo buenas relaciones con los gobiernos de Irán, Libia y otros países que están en conflicto con Washington; y lo peor de todo para los imperialistas en Washington, mantuvo vínculos estrechos con Cuba revolucionaria.

El 11 de abril de 2002, los capitalistas y generales venezolanos, con el respaldo de Washington, arrestaron a Chávez. En respuesta, decenas de miles de trabajadores salieron a las calles. El comando militar se dividió, el golpe fracasó y el gobierno democráticamente electo fue restaurado, lo que prestó confianza a los trabajadores y dio impulsó a las luchas de los trabajadores y agricultores.

El gobierno venezolano enfureció aun más a Washington al aceptar la ayuda de Cuba para crear misiones integradas por decenas de miles de voluntarios cubanos. Las más destacadas son la conocida como Barrio Adentro, en la que unos 20 mil médicos cubanos brindan atención médica gratuita y la Misión Robinson, un programa de alfabetización que ha enseñado a leer a más de 1.5 millones de venezolanos.

Como parte de un acuerdo de cooperación mutua, el gobierno de Chávez ha estado enviando más de 100 mil barriles de petróleo subsidiado diarios a Cuba, lo que ayuda enormemente a que este país supere los efectos paralizantes del embargo económico de Estados Unidos.

Sin embargo, la expansión de los programas sociales del gobierno, el control de precios y de la moneda y las nacionalizaciones no hicieron a Venezuela menos vulnerable al impacto de la crisis económica mundial que está afectando de manera especialmente dura a los países semicoloniales. A medida que se agudiza la crisis, también lo han hecho las contradicciones de la tercera vía, la cual más tarde fue denominada “socialismo del siglo 21”.

La producción de petróleo venezolano ha disminuido en un 25 por ciento desde 2001. La inflación, entre 20 y 30 por ciento al año, ha afectado a los trabajadores especialmente duro. Y el crimen se ha convertido en un problema social descontrolado.

En febrero de este año, el gobierno de Chávez implementó una devaluación de la moneda del 80 por ciento, con el propósito de reducir significativamente el creciente déficit del presupuesto del gobierno. Esto significó un drástico aumento de los precios de bienes importados por encima de la ya alta inflación.

Durante las elecciones, Capriles intentó re moldear su imagen para presentarse como un político “progresista” que atacaría la “corrupción” de Maduro y los chavistas.

Capriles prometió aumentar los salarios un 40 por ciento y dijo a sus seguidores que hablaran con los “franelas rojas” (seguidores de Chávez) para combatir el crimen.

Capriles dijo que iba a “fortalecer las misiones”, mientras que en el mismo aliento anunció que expulsaría a los asesores cubanos del ejército venezolano y que “ni una gota de petróleo iría para financiar el gobierno de los Castro”.  
 
 
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