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Vol. 76/No. 47      24 de deciembre de 2012

 
(artículo principal)
Presidente egipcio intenta
restringir derechos políticos
En medio de protestas, trabajadores defienden espacio
 
AP Photo/Petr David Josek
Protesta en palacio presidencial en el Cairo el 9 de diciembre contra propuesta de constitución del presidente Mohamed Morsi que limita derechos democráticos, uniones y libertad
de culto.

POR SETH GALINSKY  
Desde el 22 de noviembre cuando el presidente de Egipto Mohamed Morsi decretó que todas sus decisiones son “finales y vinculantes” hasta que una nueva constitución sea aprobada, cientos de miles de opositores y partidarios de su gobierno han participado en manifestaciones rivales por todo el país.

Morsi, un líder de la Hermandad Musulmana, anunció el 9 de diciembre que se celebrará un referéndum el 15 de diciembre sobre la nueva constitución, la cual codifica restricciones a los derechos democráticos, los sindicatos, y la libertad de religión, rechazando los llamados de una serie de partidos de la oposición burguesa y de muchos sindicatos para posponer la votación. Morsi dijo que había autorizado al ejército a arrestar civiles para mantener el “orden público” hasta que la votación haya terminado.

Morsi también modificó el decreto de que sus decisiones son la ley y no pueden ser apeladas ante los tribunales. Dijo que esto solo se aplica a las “declaraciones constitucionales”.

Morsi fue elegido en junio después que el ejército removió al dictador Hosni Mubarak en febrero de 2011 tras varias semanas de protestas de cientos de miles de personas inspiradas por el movimiento que derrocó a la dictadura de Ben Ali en Túnez. Las protestas continuaron en contra del régimen militar que inicialmente tomó el lugar de Mubarak.

Bajo la excusa de consolidar la “revolución” y prevenir el regreso de un régimen militar directo, la Hermandad Musulmana —el partido capitalista más grande y mejor organizado del país— está tomando medidas para cerrar el espacio conquistado por los trabajadores en el curso de esa lucha.

En varias ciudades los opositores y los partidarios de las medidas han tenido confrontaciones, con muertos y heridos reportados en ambos lados.

Aunque el proyecto de constitución usa la palabra “libertad” 42 veces, limita la libertad de expresión a través de medidas que prohíben que se insulten a los profetas o individuos. Incluye disposiciones ampliamente vistas como una aplicación más estricta de la ley del sharia y limitan la libertad de religión, lo que permite el control estatal de las finanzas de la iglesia cristiana copta. Cerca del 5.3 por ciento de los 80 millones de habitantes de Egipto son cristianos coptos.

También debilita el derecho de los trabajadores a organizarse al estipular que solamente se permite un sindicato “por profesión”. El proyecto elimina una cláusula de la antigua constitución que prohibía la discriminación “sobre la base del sexo, origen, religión o credo”.

Para mantener la difícil alianza entre la Hermandad Musulmana y el alto mando militar, la constitución permite juicios militares a los civiles “para los delitos que afecten a las fuerzas armadas” y mantiene el presupuesto militar en secreto.

“Es evidente que los decretos del gobierno no sirven los intereses de los trabajadores”, dijo al Militante Ibraham Hamdi, un trabajador de una fábrica textil estatal en Mahalla El Kubra, en una entrevista por teléfono el 8 de diciembre. “Es por eso que miles de nosotros hemos participado en manifestaciones exigiendo que los deroguen”.

“Nuestras principales reivindicaciones sindicales giran en torno a la seguridad en el empleo y las inversiones públicas para activar la producción con el fin de contratar a más trabajadores”, agregó Hamdi, y señaló que miles de trabajadores han perdido sus trabajos durante los últimos años.

“Morsi ya no tiene legitimidad”, dijo por teléfono Gamal Abu’l Oula Hassamin, director del Centro para Servicios de Sindicatos y Trabajadores, que ayuda a organizar a los trabajadores en Mahalla. “Trabajadores de las fábricas textiles, otros trabajadores y residentes de los barrios están discutiendo qué se debe hacer”.

Georges Mehrabian en Atenas, Grecia, contribuyó a este artículo.

 
 
 
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