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Vol. 76/No. 26      16 de julio de 2012

 
Wisconsin: voto no es un
golpe para la clase obrera
(portada)
 
POR JOHN STUDER 
El gobernador de Wisconsin, Scott Walker, fue reelegido el 5 de junio con unos 170 mil votos por encima de su contrincante del Partido Demócrata, el alcalde de Milwaukee, Tom Barrett. Las elecciones especiales fueron resultado de una campaña para destituir a Walker organizada por el Partido Demócrata y líderes de los sindicatos de trabajadores públicos del estado.

Trabajadores, agricultores y jóvenes organizaron movilizaciones importantes en la primavera de 2011 para protestar contra la legislación que Walker había impulsado que pone límites a los derechos de negociación colectiva de los trabajadores públicos, aumenta considerablemente los pagos que los trabajadores tienen que hacer para el cuidado médico y las pensiones, y eliminan la práctica de que los empleados públicos tengan que pagar cuotas obligatorias a sus sindicatos.

¿Qué representa el fracaso de la campaña de los Demócratas para destituir a Walker”? ¿Es prueba de un viraje político hacia la derecha o de la presencia de actitudes retrógradas de los trabajadores? ¿Representa una derrota para la clase obrera?

Todo lo contrario. Hay un creciente descontento entre los trabajadores y un deseo de resistir a los ataques de los patrones y su gobierno.

El problema es el rumbo político carente de perspectivas que la cúpula sindical ha mantenido por décadas, el cual subordina los intereses de la clase obrera a la búsqueda de un “terreno común” con los patrones, racionalizando y ayudándolos a imponer concesión tras concesión con el fin de asegurar que “nuestras” industrias sean competitivas, además de brindar respaldo al Partido Demócrata, el cual ha sido el ejecutor principal de los ataques anti-obreros de los patrones.

En respuesta a la caída de su membresía, los altos funcionarios de los sindicatos no trataron de convencer a los trabajadores que su unión era indispensable organizando una lucha seria contra los patrones.

En lugar de hacer esto dependieron de manera creciente de métodos puramente administrativos para mantener su base de cuotas —apoyándose en el respaldo legislativo de los políticos del Partido Demócrata, de los cuales han dependido— incluyendo la deducción obligatoria de cuotas sindicales, el establecimiento de “tarjetas de autorización” que supuestamente obligan a los patrones a reconocer un sindicato sin que se lleve a cabo una elección sindical, etc.

Cuando la legislatura de Wisconsin eliminó el pago obligatorio de cuotas sindicales, más de 33 mil miembros del sindicato de empleados públicos AFSCME optaron por abandonar la unión.

Las consecuencias de este curso de la cúpula sindical, el debilitamiento del movimiento obrero que ha causado, quedan en mayor relieve a medida que la profundización de la crisis del capitalismo plantea cada vez más la necesidad de luchar, y de luchar de manera efectiva o sufrir los golpes de los dueños del capital.

Hay un aspecto anti-democrático en los métodos de la campaña pro-Partido Demócrata, anti-Walker que, sin duda, desanimó a muchos trabajadores.

Esto queda ejemplificado por los 14 legisladores demócratas (conocidos como los “14 fabulosos”) que abandonaron la ciudad para bloquear una votación que creían no poder ganar, el escándalo que organizaron contra Sarah Palin en un esfuerzo para impedir que hablara en un mitin en apoyo de las propuestas del gobernador y el mismo referéndum demagógico, cuyo único objetivo era imponer un gobernador demócrata después de no lograr que uno fuera elegido menos de un año antes.

En los talones de las movilizaciones de 2011, unas 900 mil personas respondieron a la campaña de peticiones para tratar de destituir al gobernador, la cual los dirigentes sindicales y las personalidades políticas demócratas presentaron como un vehículo para luchar contra el ataque anti-obrero.

Esta estrategia canalizó la lucha a la arena electoral burguesa, subordinándola al apoyo al demócrata Barrett, el cual prometió reducir a un “tamaño adecuado” a los trabajadores públicos del estado —recortando empleos, salarios y beneficios.

Barrett hizo todo lo posible para distanciarse de la lucha de los empleados públicos, y rara vez siquiera la mencionaba.

Después de las elecciones, los funcionarios del Templo del Trabajo en Madison pusieron un cartel que decía, “No dejaremos de luchar por los derechos de los trabajadores”. Pero los dirigentes sindicales no han estado llevando a cabo una lucha, y para muchos, sus promesas suenan huecas.

Las personas votaron de una manera u otra por muchas razones diferentes. Pero las elecciones no fueron un referéndum a favor o en contra de los sindicatos.

Entre algunos de los que votaron a favor de Walker están, probablemente, muchos con una aversión al “gobierno grande”, una actitud positiva que está ganando terreno en la clase obrera a medida que los liberales demócratas encabezan el impulso para expandir los poderes del gobierno y su interferencia en la vida de los trabajadores para que nos “cuiden” mejor.

Entre los trabajadores que votaron por uno o ninguno de los candidatos están muchos que están más receptivos a una perspectiva de lucha de clases. Esto es de buen augurio para el futuro.

A través de la lucha obrera nuestros sindicatos se transformarán en instrumentos de combate de clases, que defenderán los interés económicos y sociales de todos los trabajadores, creando escuelas para la transformación revolucionaria.  
 
 
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