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Vol. 76/No. 6      13 de febrero de 2012

 
Impuestos: La cuestión
es quién nos los imponen
(portada)
 
POR JOHN STUDER  
Todos los candidatos capitalistas para presidente de Estados Unidos en las elecciones de 2012, desde el presidente Barack Obama hasta sus rivales republicanos, están promoviendo nuevas propuestas de impuestos, que dicen que van a “estimular” la economía, crear empleos y ayudar a la “clase media”.

Cada uno a su manera busca el apoyo de los trabajadores y de la clase media. Pero la clase obrera no tiene interés alguno en cómo los gobernantes capitalistas se organizan para recaudar ingresos para su gobierno. La cuestión no es quién paga los impuestos, ni cuánto paga, sino quien los impone.

Es cierto que el gobierno de los capitalistas enfrenta problemas fiscales, y la clase dominante en general trata de evitar aumentar los impuestos, ya que en última instancia esto reduce el excedente, la plusvalia, que extraen del trabajo de los trabajadores. Todos sus planes fiscales actuales están ligados a planes para recortar los programas sociales de los cuales dependen los trabajadores, incluyendo Medicaid, Medicare y el Seguro Social.

Los candidatos republicanos están proponiendo simplificar los códigos de impuestos, así como recortar los impuestos de las corporaciones y de los ricos, a los que llaman “creadores de empleo”, para impulsar la inversión en la producción.

Newt Gingrich propone ofrecer dos regímenes tributarios entre los cuales las personas podrían elegir entre el sistema fiscal actual y un “impuesto único” del 15 por ciento de los ingresos, amortiguado por una exención personal de 12 000 dólares. Esto va acompañado de una reducción de la tasa de impuestos de las corporaciones del actual 35 por ciento a 12.5, y la eliminación de los impuestos sobre las ganancias de capital, dividendos e intereses.

Mitt Romney dice que si es elegido va a mantener las tasas tributarias tales y como están ahora, y luego diseñaría un gran plan de reformas, según él, para “igualar” los impuestos federales. Reduciría la tasa del impuesto de las corporaciones al 25 por ciento.

Ellos argumentan que estas propuestas, que van en la dirección de regímenes fiscales mas “homogéneos” y más simples, reducirán la burocracia federal. Apelan demagógicamente a la creciente desconfianza en el gobierno grande y su creciente interferencia en las vidas de las personas. La disminución de los impuestos a las empresas, según ellos, daría a los patrones los medios para proveer empleos.

La clase obrera tiene mucha experiencia con los impuestos “homogéneos” regresivos. Estos nos agobian a diario, con los impuestos sobre las compras, los impuestos sobre la vivienda, los impuestos sobre la gasolina, el alcohol, el tabaco, las colegiaturas, los almuerzos escolares, los peajes, los servicios públicos, las licencias de conducir, los certificados de nacimiento, las licencias de matrimonio, etcétera.

‘Impuestos a los ricos’ es demagogia

El presidente Obama ha intensificado su demagogia populista llamando a a que se aumente los impuestos a los ricos, el “uno por ciento”, saludando así a los simpatizantes del movimiento “de Ocupar” que él espera poder utilizar para su campaña. Su objetivo es recaudar los ingresos necesarios para financiar una burocracia gubernamental expansiva que haga “buenas obras” y regule el comportamiento de los trabajadores. Un ejemplo de esto es un nuevo impuesto a los refrescos para que no engordemos demasiado.

Obama invoca lo que él llama la “regla de Buffet”, declarando que las personas con ingresos anuales superiores a un millón de dólares —menos de 450 mil de los 144 millones de personas que presentaron declaraciones de impuesto en 2010— deben pagar por lo menos el mismo porcentaje de impuestos que aquellos con ingresos promedio.

Warren E. Buffett, la inspiración de Obama, el tercer hombre más rico del mundo desde noviembre de 2011 según la lista de “Multimillonarios del Mundo” de la revista Forbes, cuenta con cerca de 39 mil millones de dólares.

(Esto, por supuesto, es pura demagogia. Buffett y otros como él conocen todas las artimañas para evadir los impuestos y pueden pagar a todos los abogados y contadores que necesiten. Pueden darse el lujo de no pagar impuestos. Es su sistema.)

Los trabajadores son bombardeados con todos estos regímenes fiscales e instados a elegir el veneno con el fin de salvar “nuestra” economía. Pero esta no es “nuestra” economía, o “nuestro” gobierno. Vivimos bajo su gobierno, la dictadura del capital.

Los trabajadores no tienen interés alguno en cómo la clase capitalista se organiza para obtener el dinero para financiar su gobierno. Esta es la razón por la que la clase capitalista recauda impuestos: para reforzar a su policía y sus prisiones, para pagar por su gobierno cada vez más grande, para pagar los intereses que ganan los tenedores de bonos del gobierno, para equilibrar su presupuestos. Todo lo que necesitan para avanzar sus intereses de clase, que son irreconciliables con los de la clase obrera.

Por esta razón, los comunistas no tienen un “programa de impuestos”, instando que se aumenten algunos impuestos y que se corten otros. Los comunistas se oponen a todo tipo de impuesto sobre los trabajadores. Hasta 1943, los trabajadores en Estados Unidos no pagaban impuestos sobre su ingreso. El primero fue impuesto por el demócrata Franklin D. Roosevelt, porque los gobernantes de Estados Unidos necesitaban pagar los costos de su campaña para dominar al mundo capitalista a través de la masacre de la Segunda Guerra Mundial.

Impuestos no son camino al poder

La clase obrera necesita trazar su propia trayectoria política. No hay manera de que los trabajadores encuentren el camino hacia la toma del poder político de manos de los explotadores capitalistas a través de los impuestos. No hay manera de cambiar el gobierno y sus prioridades de clase mediante la promoción de más impuestos a los ricos.

Esto sólo se puede hacer a través de las batallas libradas por el pueblo trabajador para defenderse a sí mismos y a otros, profundizando la conciencia de clase, librando una lucha revolucionaria victoriosa por el poder político.

Esto requiere una ruptura con los dos partidos políticos capitalistas, los demócratas y republicanos. Tenemos que terminar con todas las ilusiones de que su sistema puede ser reformado para servirnos.

Los trabajadores saben que los ricos se salen con la suya. También saben que la burocracia del gobierno capitalista es una pesadilla para nosotros. Pero ninguna reforma o régimen fiscal puede alterar la naturaleza de clase del poder que enfrentamos.

Es el trabajo de los trabajadores lo que crea la masiva plusvalía que los capitalistas apropian y de la cual derivan sus ganancias y su poder. Nada de lo que los trabajadores reciben en términos de educación, atención médica o de las pensiones es caridad, todo lo producimos nosotros.

Un gobierno de los trabajadores y agricultores no cobrará impuestos a los trabajadores, sino que proveerá educación universal de por vida, cuidado de la salud y beneficios por discapacidad y pensiones utilizando los enormes excedentes de riqueza de la sociedad —riqueza producida de una y sólo una manera, por la clase trabajadora.  
 
 
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