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Vol. 76/No. 2      16 de enero de 2012

 
‘Diversidad’ burguesa
y acoso de obreros negros
(portada)
 
POR JOHN STUDER  
En décadas recientes se ha integrado a la meritocracia una nueva capa de afroamericanos de clase media. Esta meritocracia está compuesta de profesionales de todas las nacionalidades, dedicados a la defensa de su estatus precario y comprometidos con el dominio capitalista. Al mismo tiempo, se ha expandido de manera masiva la persecución de los negros de clase trabajadora por parte de la policía, los tribunales y las prisiones de la clase gobernante.

Estas dos tendencias, al parecer contradictorias, son en realidad dos caras de la misma moneda.

Durante los años 1950 y 1960 el masivo movimiento proletario por los derechos de los negros aplastó la segregación del sistema Jim Crow. En las décadas de los 1960 y 1970 rebeliones urbanas sacudieron las ciudades del norte de Estados Unidos, tanto las grandes como las pequeñas, y la conciencia nacionalista negra se difundió ampliamente.

Los gobernantes se vieron obligados a conceder no solo una igualdad formal, sino también lo que se llegó a conocer como la acción afirmativa, cuyo cumplimiento se aseguraba con el uso de cuotas, para derrumbar las barreras que por mucho tiempo habían excluido a los afroamericanos de las industrias segregadas, de los empleos especializados, de las promociones, de la protección contra el sistema del “último contratado, el primer despedido”, y de la oportunidad de obtener una educación superior.

Estas victorias de batallas dirigidas por trabajadores negros fortaleció de manera permanente a toda la clase trabajadora de Estados Unidos.

También abrió la puerta para que muchos negros asistieran a la universidad y para que una creciente minoría de ellos saliera del proletariado, transformando así su posición de clase y su conciencia social.

Más del 9 por ciento de las familias negras tienen ingresos anuales que superan los 100 mil dólares.

Una capa de negros que recientemente ha alcanzado una posición acomodada, como Barack Obama, ha llegado a identificarse no con la inmensa mayoría de los afroamericanos, que representan una sección oprimida y combativa de la clase trabajadora, sino como parte de una nueva capa social privilegiada, cada vez más diversa en cuanto a sus orígenes.

“La administración Obama es producto del crecimiento explosivo en décadas recientes de un nuevo estrato de profesionales de mentalidad burguesa e individuos de clase media —de todos los matices de la piel— en ciudades, suburbios y pueblos universitarios por todo el país”, escribió Jack Barnes en Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero, publicado en 2009.

“Esta es una autonombrada ‘meritocracia ilustrada’ resuelta a embaucar al mundo con el mito de que el progreso económico y social de sus miembros es la recompensa justa por su inteligencia, educación y ‘servicio’”, escribió Barnes.

Esta meritocracia está convencida que llegó a su posición especial como resultado de su “inteligencia”, junto a su deseo de ayudar a administrar las clases más bajas de la sociedad.

Se oponen a las cuotas de acción afirmativa, especialmente a las que favorecen a los trabajadores negros; y en cambio prefieren que el enfoque sea la “diversidad”. Este término mal usado se aplica cada vez más a la posibilidad de que los “escogidos” puedan avanzar a la meritocracia, en la medida en que la burguesía lo considere necesario para poder mantener y reproducir relaciones sociales burguesas estables.

Por ejemplo, cuando la Corte Suprema aceptó evaluar un desafío al programa de acción afirmativa de la Universidad de Michigan en 2003, 30 generales y almirantes del ejército de Estados Unidos, incluyendo a Norman Schwarzkopf, presentaron un documento de “amigo de la corte” que argumentaba que esas medidas eran necesarias para que el cuerpo de oficiales del ejército burgués represente mejor la composición de las filas del ejército, para poder cumplir de mejor manera los intereses de la clase dominante.

Estos meritócratas se avergüenzan de que se les identifique con el pueblo trabajador, temerosos de que el estatus de clase que recién lograron se pueda desmoronar o se vea amenazado por la mayoría trabajadora y productora.

Para la clase trabajadora, el legado de 150 años de resistencia de la nacionalidad negra a la opresión es un buen augurio para las luchas revolucionarias venideras. Pero para las clases acaudaladas y sus aliados —ya sean caucásicos, negros, latinos o asiáticos— si eres negro y no “logras salir” de la clase obrera, eres una persona peligrosa.

A medida que se profundiza la crisis económica capitalista, estos meritócratas temen que ustedes jueguen un papel de vanguardia en el liderazgo de toda la clase obrera en la resistencia creciente.

Por estas razones, la acción concomitante con la diversidad burguesa necesaria para una pequeñísima minoría es la incrementada vigilancia policial y encarcelación de la clase trabajadora, especialmente de los trabajadores negros.

2.5 millones encarcelados en EE.UU.

“Para la edad de 23 años, casi un tercio de los norteamericanos han sido arrestados por un delito”, reportó el New York Times el 19 de diciembre.

Un poco menos de dos millones y medio de personas se encuentran en las cárceles y prisiones federales, estatales y municipales. Otros 93 mil están recluidos en cárceles para menores de edad. Más de 4 millones de personas se encuentran en un periodo de prueba policial y 840 mil bajo libertad condicional. Esto representa aproximadamente un total de 7.4 millones de personas.

Más del 90 por ciento de los que son enviados a prisión terminan allí como resultado de un acuerdo entre los fiscales y la defensa, y no de un proceso judicial. Los fiscales intimidan a los trabajadores con amenazas de largas condenas, sin importar si son culpables o inocentes, y los convencen de declararse culpables a cambio de una sentencia menor.

“El crecimiento desmesurado del sistema penal estadounidense durante las últimas tres décadas está concentrado en un pequeño sector de la población, los jóvenes de las minorías”, concluyó una investigación publicada en Daedalus en 2010.

El Congreso, la policía y los tribunales han expandido de manera dramática el número y el uso de leyes contra las drogas, con severas sentencias obligatorias. Más de dos tercios de los arrestos relacionados a las drogas terminan en una condena criminal.

Los afroamericanos representan el 87 por ciento de los jóvenes acusados bajo estas leyes. En 2009 el 10 por ciento de los jóvenes negros de 20 a 24 años de edad se encontraban en prisión.

Casi uno de cada tres hombres negros de 20 a 29 años de edad está bajo supervisión por el sistema de justicia criminal, ya sea en prisión, en periodo de prueba o bajo libertad provisional.

Al mismo tiempo, mientras que por un lado la policía concentra sus operaciones de vigilancia en los jóvenes negros —empleando tácticas agresivas de “detener y registrar” o cuando la policía de tránsito detiene negros tres veces más frecuentemente— rara vez responden a las llamadas de ayuda en la comunidad negra.

“Los negros siguen constituyendo el eje central del problema del crimen en Estados Unidos”, escribió James Wilson en el Wall Street Journal.

Hoy día los gobernantes estadounidenses suprimen a las “clases peligrosas” para proteger su dominio, incorporando a su sistema más negros de mentalidad burguesa, más “diversidad”, como oficiales del ejército, jueces, psiquiatras de las prisiones y hasta como presidentes como en el caso de Obama, para así poder lidiar con nosotros.  
 
 
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