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Vol. 75/No. 30      22 de agosto de 2011

 
Bolcheviques, primeros
en legalizar el aborto
(especial)
 
POR CINDY JAQUITH  
A diferencia de los burócratas privilegiados y capitalistas aspirantes que gobiernan la Rusia de hoy, el Partido Bolchevique, que dirigió a los trabajadores y campesinos de Rusia en la Revolución de Octubre de 1917, reconoció al aborto como un derecho de la mujer.

Escribiendo en 1913, cuando el procedimiento era ilegal en todo el mundo, el líder bolchevique V.I. Lenin exigió “la anulación incondicional de todas las leyes contra el aborto o en contra de la distribución de la literatura médica sobre métodos anticonceptivos”.

Los bolcheviques se opusieron igualmente a presionar, y mucho menos forzar, a las mujeres a tener un aborto o a usar la anticoncepción como método de control de la población, negando así a la mujer el derecho a tomar sus propias decisiones con respecto a tener hijos. Dicho curso, aún promovido hoy en día por los defensores del “cero crecimiento de la población”, ya era popular entre los “reformadores” burgueses y de clase media a principios del siglo 20 en Rusia.

En el artículo de 1913, Lenin comentó sobre informes en la prensa de una conferencia médica donde algunos argumentaron de manera paternalista que limitar los nacimientos disminuiría las condiciones opresivas de los trabajadores y campesinos en la Rusia zarista. Un participante cínico exclamó: “Tenemos que convencer a las madres de tener hijos para que puedan ser mutilados en los centros educativos, para que se decida su suertes en la lotería, para que los provoquen al suicidio”.

Este punto de vista es “deprimido y cobarde”, dijo Lenin. Si sólo “hubieran menos niños sufriendo nuestros tormentos y trabajo duro, nuestra pobreza y nuestra humillación —tal es el grito de la pequeña burguesía”. Pero, y que de tener hijos, preguntó Lenin, con el fin de “que luchar mejor y más unidos, conscientes y decididos, así como estamos luchando nosotros contra las condiciones de vida actuales que están mutilando y destruyendo a nuestra generación”.

Actuando desde los primeros días después de la victoria de los trabajadores y campesinos en 1917, la joven república soviética tomó medidas para avanzar la lucha por la igualdad económica, social y política de la mujer. En 1920 se había convertido en el primer país del mundo que eliminara por completo las leyes que prohíben el aborto.

Esta lucha liderada por la clase obrera por la emancipación de la mujer en Rusia en la década de 1920 se detuvo después, tras la muerte de Lenin. Una capa pequeño burguesa en el gobierno soviético y el Partido Comunista, dirigida por Joseph Stalin —actuando para defender sus propios privilegios materiales a costa de los trabajadores y los campesinos— comenzó a llevar a cabo políticas contrarrevolucionarias que revertieron el curso proletario de Lenin dentro del país y en el extranjero.

Los estalinistas empezaron a quitar lo que habían ganado las mujeres, las nacionalidades oprimidas, y el pueblo trabajador en su conjunto. En 1936, Stalin prohibió la mayoría de los abortos, como una medida para aumentar la población. Estas capas sociales privilegiadas dijeron que la mujer no tenía el derecho a negarse “las alegrías de la maternidad”. Era un deber patriótico ayudar a expandir la población trabajadora. ¡Madres héroes den a luz con el fin de aumentar la producción! Ese era su grito reaccionario.

A tal maternidad impuesta por el estado se opuso inflexiblemente el exiliado líder bolchevique León Trotsky, quien, desde mediados de la decada de 1920, había librado una batalla política para continuar el curso de Lenin. Condenando a un juez superior soviético que buscaba racionalizar la negación del derecho de la mujer a elegir el aborto con el argumento de que “Necesitamos gente”, Trotsky respondió:

Millones de trabajadoras podrían responderle: “Haced vosotros mismos a vuestros hijos”. Estos señores han olvidado evidentemente que el socialismo debería eliminar las causas que empujan a la mujer al aborto, en vez de hacer intervenir indignamente a la policía en la vida íntima de la mujer para imponerle “las alegrías de la maternidad”. (Ver la sección “La familia, la juventud y la cultura” en La Revolución Traicionada de Trotsky, publicada por la editorial Pathfinder.)

El aborto fue legalizado nuevamente en 1955. Sin embargo, el gobierno soviético, con sus ojos fijos en la tasa de natalidad, se negó a desarrollar anticonceptivos seguros y eficaces para que las mujeres no tuvieran que recurrir al procedimiento. Como resultado, la mayoría de las mujeres tienen abortos múltiples durante sus años fértiles. Ya que el régimen no da prioridad a las clínicas sanitarias, los abortos a menudo conducen a la infección o la infertilidad.

En su libro de 1990 Las mujeres soviéticas: En la cuerda floja, la autora Francine du Plessix Gray informó lo que había aprendido de las entrevistas con médicos, mujeres y otros en la Unión Soviética a finales de los 80. Ella descubrió que el Ministerio de Salud Soviético había terminado solo recientemente su negativa a hacer disponible información sobre el control de natalidad. En Tbilisi, Georgia, que entonces formaba parte de la Unión Soviética, un médico le dijo a Gray que sólo el 18 por ciento de las mujeres soviéticas usaban alguna forma de control de la natalidad, y sólo el 5 por ciento usaban la píldora o el DIU.

Proliferaban los abortos ilegales al lado de los legales, aprendió Gray. Y las condiciones —desde la higiene hasta la anestesia—eran abominables para la mayoría de las mujeres, en especial las trabajadoras y campesinas. La tasa de lesiones y muertes era alta.

Gray entrevistó a la trabajadora de fábrica Olga Lipovskaya, que ya había tenido siete abortos y describió las condiciones en una clínica de Leningrado. Después de permanecer en la cola afuera de la sala de operaciones con otras mujeres, ella dijo, “Entonces te toca a ti, y te vas a un salón salpicado de sangre donde dos médicos están abortando siete u ocho mujeres al mismo tiempo… Si tienes suerte, te dan un poco de sedantes, principalmente Valium. Entonces es tu turno para salir tambaleandote a la sala de descanso, donde no está permitido pasar más de dos horas debido a que la línea de producción, como ves, está siempre muy ocupada”.

Lejos de aliviar tales condiciones de “fábrica de aborto”, las medidas tomadas por el actual gobierno ruso para ahora restringir el acceso al procedimiento (ver artículo adjunto) son solo otro giro en su curso de muchas décadas para negar el derecho a la mujer a controlar su propio cuerpo. Es la negación de la declaración de Lenin, hace casi un siglo, que la gente trabajadora con conciencia de clase deben exigir “la anulación incondicional de todas las leyes contra el aborto o en contra de la distribución de literatura médica sobre métodos anticonceptivos”.  
 
 
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