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Vol. 74/No. 24      21 de junio de 2010

 
Malcolm X: Jóvenes y
la lucha revolucionaria
(especial)
 
A continuación presentamos la parte siguiente de una serie que el Militante está publicando con extractos del nuevo libro Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero por Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores. Este extracto es del capítulo “Malcolm X: Dirigente Revolucionario de la Clase Trabajadora”, basado en una charla de Barnes en 1987.

Instamos a los lectores a que estudien, discutan y ayuden a vender este libro. Copyright © 2009 Pathfinder Press. Se reproduce con autorización.

Malcolm estaba comprometido políticamente con acercarse a la juventud. Sin hacerlo, él comprendía, era imposible construir un movimiento revolucionario. Esa era una lección de toda revolución moderna.

“Nuestro énfasis será con la juventud”, dijo en una de las primeras entrevistas que dio tras romper con la Nación del Islam. La juventud, dijo, “tiene menos en juego en este sistema corrupto y por tanto puede verlo de una forma más objetiva, mientras que los adultos normalmente tienen un interés en este sistema corrupto y pierden su capacidad de verlo objetivamente, por lo que tienen en juego”.

Malcolm estaba señalando algo que el movimiento comunista ha reconocido por mucho tiempo, aun si él usaba un lenguaje diferente: que existe una base material para el papel que ocupan los jóvenes en las luchas revolucionarias. La juventud está en una situación de cambio constante, con toda una vida por delante. Por un período de tiempo relativamente breve, tienen menos ataduras con familias, presiones financieras, hipotecas, enfermedades, desilusiones y otros estorbos que los hagan más conservadores. Tienden a responder más rápida y fácilmente frente a los males sociales y políticos a su alrededor. Como señaló Lenin, hasta la posición de clase de los jóvenes no está completamente decidida. Además, en general, los jóvenes son más fuertes, más ágiles, más enérgicos, más aptos para el combate.

Por eso, aun cuando Malcolm estaba en la Nación, siempre buscaba un público joven para hablarle: en escuelas o en reuniones de jóvenes militantes políticos. Es una de las razones por las que respondió con tanta presteza a nuestra solicitud de hacer una entrevista para la revista Young Socialist a principios de 1965. Yo regresé a la oficina de Malcolm unos días después con la entrevista transcrita y lista para que él la corrigiera y aprobara con fines de publicación. Le dije que yo salía para Argelia en unos meses como parte de la delegación de la Alianza de la Juventud Socialista a un festival juvenil internacional allá. él respondió de inmediato y con entusiasmo. Malcolm estaba deseoso de ponernos en contacto con jóvenes revolucionarios que había conocido—él también los llamaba “contactos”—durante sus viajes a áfrica y al Medio Oriente y de asegurar que, entre otras cosas, ellos recibieran ejemplares del Young Socialist donde iba a aparecer la entrevista con él. Le habíamos preguntado a Malcolm en la entrevista, “¿Qué papel desempeña la juventud en la revolución mundial y qué lecciones pueden derivarse para la juventud americana?” Yo no había anticipado el primer punto que señaló. Empezó ha- blando de los prisioneros capturados por los soldados estadounidenses durante la Guerra de Vietnam. La mayoría son jóvenes, indicó, “la mayoría son adolescentes”, pero algunos “ni siquiera llegan a adolescentes”. Algo parecido sucedía en el Congo, añadió. Por eso, cuando los soldados imperialistas “fusilan revolucionarios presos”, a menudo “fusilan de los siete años de edad para arriba”.

En Vietnam, el Congo y otros países en las primeras filas de la lucha, dijo Malcolm, “son los jóvenes quienes más rápidamente se identifican con la lucha y con la necesidad de eliminar las condiciones nefastas que existen. Y aquí en este país—es algo que yo he podido observar—cuando uno traba una conversación sobre el racismo, sobre la discriminación y la segregación, se nota que son los jóvenes quienes más se indignan al respecto, son quienes más ardientemente desean eliminarlo”.

Pero Malcolm también veía la “juventud” como una cuestión práctica, política, no solo biológica; no solo se trataba del número de años que una persona lleva en la Tierra. “No son los viejos quienes propician el cambio”, había dicho Malcolm en el mitin de bienvenida de la OAAU a fines de noviembre de 1964, después que regresó de su segundo viaje africano. Esa es una lección que había constatado donde quiera que viajaba. Pero Malcolm muy pronto formuló su observación más precisamente: “No estoy diciendo esto contra nadie que sea viejo… porque si estás listo para la acción, entonces no estás viejo. No me importa qué edad tengas. Pero si no estás dispuesto para la acción, no me importa lo joven que seas, estás viejo… Siempre que empiezas a mostrarte indeciso, y te empieza la tembladera porque temes que se está produciendo mucha acción, entonces estás demasiado viejo, tienes que apartarte del camino. Algunos de nosotros envejecemos demasiado cuando aún somos adolescentes”.

Las palabras de Malcolm me recuerdan más que nada el llamado que hizo Jim Cannon en octubre de 1941 a los dirigentes y a los miembros de fila del Partido Socialista de los Trabajadores para que empezaran a llevar a cabo una política más audaz en nuestro trabajo sindical. Era en la víspera del ingreso del imperialismo norteamericano a la Segunda Guerra Mundial, y apenas unas semanas antes de que él y otros 17 dirigentes del PST y de la campaña de sindicalización de los Teamsters en el Medio Oeste fueran condenados a la cárcel, objeto de un caso fabricado por oponerse a los objetivos imperialistas norteamericanos en esa guerra. “No conozco nada más vergonzoso para un joven revolucionario que el hecho de echar raíces y quedar tan enredado en un lugar que no se puede mudar”, dijo Jim. “Qué bien le vendría un incendio para que acabara con un poco de la propiedad que le pesaba encima y nuevamente lo hiciera libre y revolucionario”.

Esa verdad se aplica a los revolucionarios de cualquier edad. Ese es el espíritu y el ejemplo político que Malcolm X ofrece a los trabajadores y a los jóvenes en Estados Unidos y en todo el mundo.  
 
 
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