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   Vol. 71/No. 3           22 de enero de 2007  
 
 
Manifiestos de lucha revolucionaria en
América aprobados por el pueblo cubano
(prefacio de nuevo libro)
 
A continuación publicamos el prefacio del nuevo libro La Primera y Segunda Declaración de La Habana, a ser publicado este mes por Pathfinder. Mary-Alice Waters, la autora del prefacio, es la editora del libro y directora de la revista Nueva Internacional. Reproducimos con autorización. Copyright © 2007 por Pathfinder Press. Subtítulos son por el Militante

POR MARY-ALICE WATERS  
Esta nueva edición ampliada de la Primera y Segunda Declaración de La Habana, publicada simultáneamente en español e inglés, nació en la Feria Internacional del Libro de Venezuela en noviembre de 2006. Es producto de las amplias discusiones políticas en torno a la presentación en Caracas de los dos números más recientes de Nueva Internacional, una revista de política y teoría marxistas, y de varios libros editados por la Pathfinder.

Hoy día en Venezuela números considerables de trabajadores, agricultores y jóvenes estudiantes, así como minorías nacionales oprimidas de muchos orígenes—africano, indígena, chino, indio, árabe y más—se están politizando a través de las luchas populares que han sido una fuerza motriz en la política venezolana durante la última década. Luchas por la tierra, por un mayor control obrero sobre las normas de seguridad, el ritmo y las condiciones de trabajo, por el acceso a la educación, a la atención médica, al agua potable, a la electricidad y a la vivienda. Luchas para recuperar el control sobre el vasto patrimonio de recursos naturales del país. La defensa del derecho soberano de Venezuela de extender una mano solidaria a pueblos oprimidos y en pie de batalla por toda América y el mundo, incluida la colaboración con el gobierno y pueblo revolucionarios de Cuba. Resistencia al sabotaje económico que realizan los atrincherados capitalistas propietarios de las industrias, las instituciones financieras, la tierra y los medios de comunicación, así como a sus múltiples intentos de tumbar al gobierno popularmente electo de Venezuela. Luchas marcadas por una creciente conciencia popular sobre los poderosos intereses imperialistas que están inextricablemente entrelazados con la clase capitalista de Venezuela, y que en última instancia son quienes deciden por ella.

Más de una vez desde 1998, estos conflictos se han encrespado y amainado y encrespado de nuevo en torno a diversas cuestiones y en diferentes partes del país, exponiendo y viéndose impulsados por profundas contradicciones sociales y políticas. Entre los más comprometidos entre las fuerzas populares, especialmente entre la juventud, ha aumentado la sed de una perspectiva de clase—una perspectiva socialista revolucionaria—y junto a ella la sed de un conocimiento más amplio de la historia moderna de los movimientos revolucionarios populares. ¿Por qué han triunfado algunos mientras que otros han fracasado?

Esta sed se hizo evidente en las multitudes que colmaron las exhibiciones y otras actividades en la feria del libro. Caracterizó las horas de constantes discusiones y debates políticos en el stand que exhibía los libros, folletos y revistas distribuidos por la editorial Pathfinder, donde los títulos de más venta fueron los números más nuevos de Nueva Internacional en los que se destacan los artículos “Ha comenzado el invierno largo y caliente del capitalismo” y “Nuestra política empieza con el mundo” por Jack Barnes.  
 
Importantes cuestiones estratégicas
Las preguntas debatidas no eran insignificantes.

¿Aún vale la pena estudiar, un siglo más tarde, el programa y la trayectoria estratégica que condujeron a la victoria de los trabajadores y agricultores en la Revolución de Octubre de 1917 dirigida por los bolcheviques, así como los debates que llevaron a la formación en 1919 de un nuevo movimiento internacional revolucionario, explicados con tanta claridad por V.I. Lenin? ¿O acaso las fuerzas de clases que están definiendo al mundo del siglo XXI son fundamentalmente tan distintas que la Revolución Rusa y la trayectoria de los primeros cinco años de la Internacional Comunista son mayormente irrelevantes? ¿Acaso las bases políticas de la actividad revolucionaria son las mismas hoy en día que las presentadas por Carlos Marx y Federico Engels?

La proporción decreciente por toda Latinoamérica de trabajadores rurales, que en muchos casos están sin tierra, comparada con el tamaño creciente del proletariado urbano y de las capas de pequeños comerciantes y desempleados: ¿ha convertido en un anacronismo la alianza entre los trabajadores y agricultores? ¿O sigue siendo fundamental esa alianza para la posibilidad misma de una estrategia revolucionaria victoriosa de la clase trabajadora?

¿Se puede hacer que el capitalismo sirva los intereses del pueblo trabajador estableciendo cooperativas de manufactura, empresas de cogestión y estratagemas similares? ¿O resulta que el funcionamiento del capital—como explicara Marx hace casi siglo y medio—continúa dominando las relaciones sociales en tanto la clase trabajadora no haya tomado el poder?

¿Existen capas progresistas de la clase capitalista en los países subdesarrollados capaces hoy día de dirigir a las masas trabajadoras combativas en luchas contra la dominación imperialista? ¿O acaso estos explotadores—por más que resientan los grilletes de los amos imperialistas—reculan ante las masas revolucionarias y se empeñan en sofocar sus luchas?

¿Ha cambiado sus manchas el imperialismo? ¿O es inevitable un asalto violento y sangriento contra las conquistas de las clases trabajadoras cuando los propietarios perciben una debilidad que les ofrece una oportunidad de echar atrás las incursiones a sus privilegios y prerrogativas?

¿Es el socialismo un conjunto de ideas? ¿O es más bien—como Marx y Engels señalaron en el Manifiesto Comunista y como se ha confirmado con sangre y sudor a través de un siglo y medio de luchas populares—la línea de marcha de la clase trabajadora hacia el poder, una línea de marcha que expresa “las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos”?  
 
Claridad de las dos resoluciones
En ninguna parte se abordan con mayor franqueza y claridad los problemas de estrategia revolucionaria que hoy día afrontan los hombres y mujeres en las primeras filas de luchas en América Latina que en la Primera y Segunda Declaración de La Habana, presentadas por el primer ministro cubano Fidel Castro y aprobadas cada una con la fuerza de un millón de personas congregadas en Asambleas Generales del Pueblo de Cuba el 2 de septiembre de 1960 y el 4 de febrero de 1962. Por eso la Pathfinder llegó a la conclusión que estas declaraciones necesitan estar disponibles hoy de manera amplia, y ser presentadas de modo de ayudar a hacer que éstas y sus interconexiones sean más transparentes y accesibles para nuevas generaciones de militantes que no vivieron los tumultuosos sucesos revolucionarios al calor de los cuales se forjaron estos documentos y se adhirieron a ellos millones de personas.

En este nuevo libro de la Pathfinder hay más de una docena de páginas de fotos que permiten revivir esos días y hacerlos más comprensibles para los lectores de hoy; una cronología que sitúa en el marco histórico las propias declaraciones y los sucesos que en ellas se mencionan, explicando referencias e inferencias que quienes escuchaban o leían esas palabras hace casi medio siglo las entendían sin necesidad de mayor comentario; un glosario y notas que identifican personas y hechos históricos que de lo contrario les resultarían poco conocidos a muchos lectores en la actualidad; y un índice que ayuda a quienes van a estudiar y reestudiar con esmero estas declaraciones.

Si bien la Segunda Declaración de La Habana se ha conocido más ampliamente desde que se aprobó unos 45 años atrás, el poner la Primera y Segunda Declaración juntas en el orden en que se presentaron nos permite situarnos en el contexto de los puntos álgidos históricos que las ligaron.  
 
Primera declaración de La Habana
La primera Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba se convocó el 2 de septiembre de 1960, durante el período más intenso de movilización de masas que la revolución había conocido hasta entonces. En las semanas previas y posteriores a esas movilizaciones, en respuesta a los crecientes actos de terror armado y sabotaje económico de los imperialistas, cientos de miles de trabajadores estaban tomando control de más y más empresas industriales en Cuba—una fábrica tras otra estaba siendo “intervenida”, según la expresión de los trabajadores cubanos—, las cuales después eran nacionalizadas por el gobierno revolucionario.

En junio de 1960, tres importantes trusts petroleros de propiedad imperialista que operaban en Cuba habían anunciado su negativa de refinar petróleo adquirido de la Unión Soviética. Los trabajadores cubanos respondieron tomando control de las refinerías de la Texaco, la Standard Oil y la Shell, y refinando el petróleo ellos mismos. En cuestión de días el presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower ordenó una acción punitiva, recortando en un 95 por ciento la cuota de azúcar que Washington anteriormente había acordado importar en los meses restantes de 1960. Setenta y dos horas después, la Unión Soviética anunció que compraría todo el azúcar cubano que Estados Unidos rehusara comprar.

Por toda la isla, los cubanos respondieron proclamando desafiantes, “Sin cuota pero sin bota”: sin acceso al mercado norteamericano, pero ya sin más bota imperialista sobre nuestro cuello.

El 6 de agosto, a medida que el sabotaje económico capitalista se intensificaba, el gobierno revolucionario aprobó un decreto que expropiaba “los bienes y empresas ubicados en el territorio nacional … que son propiedad de las personas jurídicas nacionales de los Estados Unidos”. Los días y noches que siguieron llegaron a conocerse en Cuba como la Semana de Júbilo Nacional. Decenas de miles de cubanos celebraron marchando por las calles de La Habana con ataúdes que contenían los restos simbólicos de empresas estadounidenses como la United Fruit Company y la International Telephone and Telegraph, tirándolos al mar.

Para finales de octubre, los trabajadores y campesinos cubanos, apoyados por su gobierno, habían expropiado prácticamente todos los bancos y toda la industria perteneciente a los imperialistas, así como las más grandes propiedades de la clase capitalista cubana, entre ellas iconos como el ron Bacardí. Junto a la reforma agraria de 1959, que expropió millones de hectáreas de los grandes latifundios y entregó títulos de propiedad a unos 100 mil campesinos sin tierra, las relaciones de propiedad en las ciudades y el campo habían sido transformadas, estableciendo de forma definitiva el carácter de la revolución como socialista—la primera en el hemisferio—y dejando patente ante todos que el poder estatal ahora servía a los intereses históricos del pueblo trabajador.  
 
'El camino señalado por Marx'
Participando al lado del pueblo cubano en los sucesos de este histórico punto álgido estaban muchos de los casi mil jóvenes de América Latina, así como de Estados Unidos, Canadá, la Unión Soviética, China y otros países, quienes habían viajado a Cuba para participar en el Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes que se inauguró el 26 de julio de 1960 en la Sierra Maestra. Entre los que quedaron convencidos ese verano de la necesidad, y la posibilidad, de emular el curso revolucionario del pueblo cubano, estaban muchos de los futuros dirigentes de las luchas revolucionarias en el continente americano. Estos incluían a jóvenes dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores y de la Alianza de la Juventud Socialista en Estados Unidos.

Fue Che Guevara, en su discurso de bienvenida a los delegados del congreso el 28 de julio, quien les explicó—a ellos y al mundo—que “esta revolución, en caso de ser marxista—y escúchese bien que digo marxista—, sería porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx”.

A medida que se desarrollaba esta tumultuosa transformación, los cancilleres de los países miembros de la Organización de Estados Americanos se reunieron a finales de agosto en San José, Costa Rica. Bajo la mano conductora de Washington, aprobaron una resolución que sin mencionar a Cuba de nombre ni siquiera una vez, condenó “enérgicamente la intervención … de una potencia extracontinental en asuntos de las repúblicas americanas”; rechazó “la pretensión de las potencias sino soviéticas de utilizar la situación política, económica o social de cualquier estado americano”, como un acto que pone en peligro “la paz y seguridad del hemisferio”; declaró que el “sistema interamericano es incompatible con toda forma de totalitarismo” [¡ojalá y así fuera!] y proclamó que “todos los estados miembros … tienen la obligación de someterse a la disciplina del sistema interamericano”.

Esa era la “Declaración de San José” a la que el 2 de septiembre respondió la “Declaración de La Habana”. Brindando “la amistad hacia el pueblo norteamericano, el pueblo de los negros linchados, de los intelectuales perseguidos, de los obreros forzados a aceptar la dirección de gángsters”, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba respondió mordazmente que eran la dominación imperialista de América Latina y la política del gobierno norteamericano las que “sí ponen en peligro la paz y la seguridad del hemisferio y del mundo”.

La asamblea afirmó que “la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba, en caso de que nuestro país fuera atacado por fuerzas militares imperialistas, no podrá ser considerada jamás como un acto de intromisión, sino que constituye un evidente acto de solidaridad”. Y proclamó abierta y públicamente “ante América y el mundo, que acepta y agradece el apoyo de los cohetes de la Unión Soviética, si su territorio fuere invadido por fuerzas militares de los Estados Unidos”.

Rechazó con indignación el interesado documento de la OEA, instigado por Washington, que acusaba a la Revolución Cubana de ser resultado de la intervención soviética o china en América y no la “respuesta cabal de Cuba a los crímenes y las injusticias instaurados por el imperialismo en América”. Anunció que el gobierno cubano establecería inmediatamente relaciones diplomáticas con la República Popular China y rompería todos sus vínculos con Taiwan.

Condenó “la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista” como el verdadero obstáculo a la democracia y la libertad en América y prometió que el pueblo cubano no le fallaría a sus hermanos y hermanas en América Latina que “empuñan las armas de su libertad”.
 

*****

“La política empieza allí donde hay millones de personas; la política seria empieza allí donde hay no miles, sino millones de personas”, recordó Lenin a los delegados al congreso de 1918 del Partido Comunista de Rusia (Bolchevique) unos meses después del triunfo de la Revolución de Octubre. Ese poder es el que habla a través de la Primera y Segunda Declaración de la Habana, el poder que se evidencia en las fotos incluidas aquí de esas inmensas concentraciones de trabajadores seguros, jubilosos y resueltos, en medio de decidir su propio futuro.  
 
Entre las dos declaraciones
El año y medio transcurrido entre la Primera y Segunda Declaración se caracterizó sobre todo por la “política seria” de millones.

Respuesta del pueblo cubano
¿Cuál fue la respuesta del pueblo cubano ante el anuncio de que los cancilleres de la Organización de Estados Americanos se reunirían a finales de enero de 1962, nuevamente en Punta del Este, para considerar la adopción de medidas colectivas para contrarrestar “las amenazas a la paz y a la independencia política de los estados americanos” que surgen de la injerencia de “potencias extracontinentales”?

“Ahora que ellos … están preparando el escenario para llevar a cabo la farsa de los títeres”, anunció Fidel a una concentración de masas el 2 de enero que celebraba el tercer aniversario de la victoria sobre la tiranía, “¡movilicémonos nosotros!”

¿Qué día es la reunión de cancilleres? ¿El día 22? Pues, bien, ¡el día 22 nos vamos a reunir nosotros también aquí, en la Plaza de la Revolución! [Aplausos] ¡El día 22 vamos a convocar la Segunda Asamblea General del Pueblo de Cuba! [Aplausos] ¡Y vamos a proclamar la Segunda Declaración de La Habana! [Aplausos] Todo el pueblo, ya no será solo el pueblo de La Habana, vendrán de otras provincias, todos los que puedan venir, y va a ser el más gigantesco acto de la revolución, del pueblo [Aplausos], para lanzar al mundo la Segunda Declaración de La Habana, y para mostrarles a los imperialistas nuestra disposición de luchar, ¡y para demostrarles a los títeres lo que es un pueblo revolucionario, lo que es un pueblo libre, lo que es un pueblo heroico! [Aplausos]

El 4 de febrero, más de un millón de cubanos respondieron a ese llamado a las armas, repudiando con eficacia las resoluciones aprobadas cuatro días antes por lo que describieron como el “ministerio de colonias yanqui”. Los cancilleres de la OEA reunidos en Punta del Este unánimemente condenaron una supuesta “ofensiva subversiva de gobiernos comunistas” cuyo objetivo es “la destrucción de las instituciones democráticas y el establecimiento de dictaduras totalitarias al servicio de potencias extracontinentales”; declararon que “el actual gobierno de Cuba, que oficialmente se ha identificado como un gobierno marxista- leninista, es incompatible con los principios y propósitos del sistema interamericano”; expulsaron a Cuba de la OEA; establecieron un comité de vigilancia contra la “subversión” en la Junta Interamericana de Defensa, con facultades ejecutivas; e instaron a los estados miembros a tomar medidas apropiadas para su defensa individual y colectiva.  
 
Miedo a la revolución
Según lo aclaró la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba: “Subversión para los imperialistas yanquis es la lucha de los pueblos hambrientos por el pan, la lucha de los campesinos por la tierra, la lucha de los pueblos contra la explotación imperialista. Comité de vigilancia en la Junta Interamericana de Defensa con facultades ejecutivas significa fuerza de represión continental contra los pueblos a las órdenes del Pentágono. Medidas colectivas significan desembarcos de infantes de marina yanqui en cualquier país de América”.

“¿Qué es lo que se esconde tras el odio yanqui a la Revolución Cubana?”, preguntó la asamblea. ¿Qué reúne en el mismo

propósito agresivo a la potencia imperialista más rica y poderosa del mundo contemporáneo y a las oligarquías de todo un continente … contra un pequeño pueblo de solo siete millones de habitantes, económicamente subdesarrollado, sin recursos financieros ni militares para amenazar ni la seguridad ni la economía de ningún país?

Los une y los concita el miedo … No el miedo a la Revolución Cubana; el miedo a la revolución latinoamericana … El miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebaten las armas a sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de América.

Esta perspectiva de lucha revolucionaria para quitar el poder político a los capitalistas y defenderlo con las armas en la mano constituye la esencia de la Segunda Declaración de La Habana. La afirmación de la valentía y la organización política necesarias para realizar esa tarea. Las perspectivas abiertas por una ola ascendente de luchas revolucionarias por toda América, y el ejemplo de los trabajadores y agricultores de Cuba que demostraban, “Sí se puede”.

El impacto que La Segunda Declaración de La Habana tuvo en ese momento es difícil de apreciar sin recordar que la necesidad, y la posibilidad, que tenían los pueblos saqueados del continente de emular el camino hacia el poder seguido por los trabajadores y agricultores cubanos era precisamente lo que les negaban—y lo que temían—la gran mayoría de los partidos por toda América Latina que fraudulentamente lucían la etiqueta de obrero o comunista o socialista. “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”, no “sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo”: no esperar—como alegaban que hacían muchos partidos—a que maduraran las condiciones objetivas supuestamente inmaduras. Esa declaración contundente era un viento fresco que soplaba por toda América.  
 
Que explica la Segunda declaración
Lo que es más importante, la declaración explicaba eficazmente a la vanguardia de trabajadores, agricultores y jóvenes de disposición revolucionaria que se incorporaban más y más a las luchas por todo el continente americano, incluso en Estados Unidos, por qué las posibilidades del éxito estaban en sus manos y no en manos ajenas.

Y señalaba la victoria revolucionaria en Playa Girón—la primera derrota militar de Washington en América—como el ejemplo que el pueblo cubano ofrecía al mundo de que “la revolución es posible”.
 

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Estas eran lecciones que los propios cubanos estaban escribiendo con sangre a través de sus propias luchas en los meses que ligaron a la Primera y a la Segunda Declaración de La Habana. Estas lecciones siguen siendo tan vigentes como lo fueron hace casi 50 años, tan acertadas como lo han sido desde 1848.

Con ese ánimo se publica esta nueva presentación de la Primera y Segunda Declaración de La Habana.

Y es a quienes la usarán así que se les dedica.

Enero de 2007  
 
 
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