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Vol. 81/No. 42      13 de noviembre de 2017

 
(portada)

Solidaridad obrera salvó a muchos de peligro de incendios en California

 
POR NORTON SANDLER
SANTA ROSA, California — El 19 de octubre los partidarios de la campaña del Partido Socialista de los Trabajadores Eric Simpson, Raúl González y yo hablamos con trabajadores en el norte de California que ha sido azotado por incendios en las últimas semanas. El fuego ha matado a 42 personas y destruido 8 400 casas y otras estructuras.

Pero la crisis que enfrenta el pueblo trabajador no es solamente producto de los incendios. El despiadado y competitivo sistema capitalista cuyo propósito es el lucro ha convertido el desastre natural en una catástrofe social. No hubo ninguna preparación o advertencia ante el avance de los incendios. Desde entonces los trabajadores enfrentan la falta de vivienda, provisiones y empleos y la búsqueda desaforada de ganancias a cada paso.

Nuestra primera parada fue con Nicole Muela y Alondra Gómez, su compañera de trabajo en un estudio fotográfico. Muela es sobrina de González.

El fuego que azotó Santa Rosa empezó la noche del 8 de octubre.

“Sentimos un olor a humo cerca de las 10:30 p.m. y mi hijo de 13 años dijo, ‘algo no está bien’”, dijo Muela. “Él salió y todo estaba lleno de humo. Pero las autoridades no habían emitido ninguna advertencia, así que nos fuimos a dormir”.

“La gente misma fueron los primeros socorristas”, dijo Muela. Lo mismo dijeron muchos trabajadores con quienes hablamos. Fue la solidaridad obrera lo que ayudó a reducir el número de muertos y la destrucción y a que la gente saliera del peligro.

“Recibí llamadas de mi papá y de mi hermano diciéndonos ‘que nos saliéramos de ahí’”. Nos apilamos en nuestro camión y fuimos a la casa del novio de mi mamá en Graton.

“Llovían cenizas y se podía sentir el calor”, dijo Muela.

“Mi primo perdió su casa”, agregó Gómez. “Mi tía estaba en el hospital Kaiser esa noche. No tenían personal suficiente en esos momentos, pero su hijo y otros más se sumaron para ayudar a subir a los pacientes a los ómnibus públicos para sacarlos de ahí”.

Hablamos con Tina Silva, quien trabaja en un gimnasio. Ella dijo que recibió una llamada de la esposa de un compañero de trabajo a las 2 a.m. diciendo que la ciudad se estaba incendiando. No hubo ningún aviso”, dijo Silva.

“Hubo pánico y confusión”, dijo. “La gente no sabía dónde ir para protegerse. Nos tomó dos horas y media para llegar a Rohnert Park, lo que regularmente toma una media hora manejando. Todos los moteles estaban llenos”. Durmieron en su carro y al día siguiente supieron que estaban entre los afortunados que podían regresar a casa.

Silva estaba ansiosa de hablar de la crisis que enfrentan los trabajadores en Estados Unidos. “Yo creía que Michelle y Barack Obama eran muy simpáticos. Que tenían carisma”, dijo ella. “Pero ellos han decepcionado a la gente”.

Nos dijo que votó por Donald Trump en 2016. “Lo vi de la misma manera. Él hablaba de forma directa”, dijo.

“Como mujer hispana yo voté por él. Algunas gentes me decían que era una mexicana traidora”, ella se rió. “El gobierno trata al pueblo trabajador como si fuéramos tontos. Nos quieren meter miedo para dividirnos. Ahora lo que me da miedo es cómo Trump está amenazando a países y a la gente”.

Solidaridad obrera
Silva estaba impresionada de cómo los trabajadores se unieron para ayudarse unos a otros. “Amo la unidad que se mostró durante el incendio”, dijo ella.

Ella se mostró abierta a la perspectiva política revolucionaria que le presentamos y le gustó cómo lo hacemos: visitando a los trabajadores en sus casas y hablando sobre la necesidad de unificar a la clase trabajadora y construir un fuerte movimiento que tome el poder político de manos de los capitalistas.

Compró una suscripción al Militante y ejemplares de ¿Son ricos porque son inteligentes? y El historial antiobrero de los Clinton por el secretario nacional del PST Jack Barnes, y ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos? por la dirigente del PST Mary-Alice Waters. En total vendimos cinco suscripciones al Militante y dos ejemplares de cada uno de los tres libros.

Algunos barrios en Santa Rosa son de trabajadores inmigrantes atraídos por empleos en las viñas, hoteles, restaurantes y en la construcción. “La cosecha de la uva ya se terminó y ahora no hay trabajo en las viñas”, dijo Juan, un obrero agrícola discapacitado. “Para los que no tienen papeles no hay pago por desempleo”.

Mientras conversábamos varias personas entraron y salieron de su casa. “Tenemos que vivir juntos para pagar la renta, que no para de subir”, dijo.

Los propietarios han subido las rentas en el área un 44 por ciento entre 2011 y agosto de 2017 antes del incendio. Ahora han aumentado 16 veces más rápido en el condado de Sonoma —donde se encuentra Santa Rosa— y 22 veces más rápido en Napa.

“Han emergido campamentos por toda la ciudad”, dijo al Guardian el 23 de octubre Adrienne Lauby, quien dirige la organización Homeless Action aquí. “La gente duerme en los parques, viven en sus carros, todavía hay 425 personas en los refugios”.

En otra casa conocimos a Francisco, un carpintero, quien trabajaba como operador de máquina pesada. Le preguntamos si hay trabajo en la reconstrucción de casas destruidas por el fuego. “Solo quieren gente joven que puedan mantener el ritmo de trabajo”, dijo. “Donde estoy, siempre me piden que haga más cosas, pero cuando les pido aumento, nunca hay dinero”.

Los partidarios del PST dijimos a todos los que conocimos que nuestro partido lucha por un programa de obras públicas masivo financiado por el gobierno que ponga a la gente a trabajar con salarios a nivel sindical para construir casas, escuelas y otras cosas que los trabajadores necesitan tras los incendios. Dijimos que los trabajos deben ser para todos, sin importar si tienen o no lo que el gobierno considera documentos apropiados.

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