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Vol. 81/No. 21      29 de mayo de 2017

 
(portada)

Política de Trump busca detener declive imperialista

 
POR TERRY EVANS
La administración de Donald Trump está impulsando un curso de política exterior a favor de los intereses de las familias capitalistas de Estados Unidos, y está teniendo éxito. Trump busca expandir las alianzas de Washington a través del Pacífico para preservar la supremacía obtenida por Washington en la segunda matanza mundial imperialista en 1945, ante el crecimiento económico de China y la intensificación de la competencia.

Al mismo tiempo, intenta ampliar las sanciones contra la República Popular Democrática de Corea en un conflicto cuya raíz es la división de la Península Coreana impuesta por Washington y su incesante hostilidad hacia Corea del Norte, la cual le asestó a Washington en 1953 su primera derrota militar.

El desafío de los gobernantes estadounidenses es encontrar maneras de trabajar con Beijing y otros en la región en un momento en que el poderío de Washington —que continúa siendo el poder imperialista mundial más fuerte— está disminuyendo.

Lo que está en juego es mantener relaciones y comercio con los antiguos aliados de Washington que se ven cada vez más atraídos a China. Como parte de los cambios bruscos en las prioridades que produjeron las acciones —e inacciones— de las administraciones de Barack Obama y George W. Bush, la Casa Blanca ha disminuido la promoción de los “derechos humanos”, la cual Trump ve como un obstáculo para la defensa de los intereses económicos de Washington.

La decisión de Trump de invitar al presidente filipino Rodrigo Duterte para charlas en Washington provocó un aullido de críticas de los medios liberales y de los políticos del Partido Demócrata, que se han enfocado en el involucramiento del gobierno de Duterte en el asesinato de miles de personas como parte de su guerra contra las drogas. Los funcionarios de la administración defendieron la invitación diciendo que era una manera de poder contar de nuevo con el apoyo de un aliado de Washington. Duterte ha intentado contraponer a Washington y a Beijing para abrir espacio para los intereses de los capitalistas filipinos. Él ha reducido los ejercicios militares conjuntos y limitado el acceso de Washington a sus bases militares, pasos que el gobierno de Estados Unidos quisiera revertir.

Trump se reunió recientemente con el presidente chino, Xi Jinping. Entre otros temas, buscó la colaboración de Beijing para aumentar la presión contra la RPDC. En deferencia a Beijing, Washington ha detenido los ejercicios de “libertad de navegación” de la armada de Estados Unidos en las áreas disputadas en el Mar de China Meridional.

Beijing ha intensificado la presión sobre Pyongyang para que suspenda los ensayos nucleares que ha amenazado con realizar. Esto llevó a una inusual reprensión pública por parte de la Agencia Central de Noticias de Corea, acusando a Beijing de “bailar al ritmo de Washington”.

Trump también ha reunido el equipo de liderazgo más fuerte de política exterior y militar de Washington en décadas, basado en una capa de militares y empresarios con experiencia. Está tomando pasos para poner en práctica lo que promovió en su campaña: establecer una fuerza armada más fuerte que sirva como amenaza permanente, junto con esfuerzos para forjar alianzas y aumentar el comercio para obtener beneficios para los capitalistas y a la vez minimizar los conflictos armados.

El Pentágono anunció el 7 de mayo un plan para aumentar el presupuesto naval en la región del Pacífico con 8 mil millones de dólares adicionales. Beijing ha ampliado considerablemente su ejército en los últimos años, pero le falta mucho para igualar el poder de fuego de Washington.

A la vez que Washington busca mantener su dominio de la región, tiene que enfrentar las aspiraciones mantenidas por el pueblo coreano a lo largo de siete décadas de reunificar su país. Las fuerzas norteamericanas ocuparon Corea para tratar de detener una lucha revolucionaria que se extendía por toda la península y luego lanzó una guerra devastadora que duró de 1950 a 1953. Pero Washington no logró revertir el derrocamiento de las relaciones capitalistas en el norte y establecer sus fuerzas armadas cerca de la frontera con China.

Corea del Norte ha enfrentado sanciones de Washington y de Naciones Unidas desde su primera prueba nuclear en 2006.

Washington ahora tendrá que bregar con un nuevo gobierno en Corea del Sur, que ha puesto fin a nueve años de gobiernos conservadores. El nuevo presidente, Moon Jae-in, del Partido Demócrata, favorece mejorar las relaciones con Corea del Norte y que se discuta de nuevo el despliegue del sistema anti-misiles de Washington, conocido como Defensa Terminal de Área de Gran Altitud, o THAAD, en Corea del Sur.

Washington ha podido trabajar con los gobiernos liberales anteriores a pesar de cambios de énfasis.

Las elecciones fueron celebradas en un momento en que los trabajadores de Corea del Sur están enfrentando dificultades económicas muy conocidas para millones de personas en el mundo: altos niveles de desempleo para los jóvenes, forzándolos a vivir con sus padres; un número cada vez mayor de trabajadores de todas las edades que solo encuentran trabajos temporales; y salarios bajos con días de trabajo obligatorios de 14 horas o más. Debido a la crisis económica capitalista, los jóvenes de Corea del Sur comenzaron a llamarse “la generación de los Tres Sacrificios” —incapaces de ir a una cita con una novia, casarse o criar niños. Hoy dicen que enfrentan cinco sacrificios, añadiendo la incapacidad de conseguir un trabajo permanente o su propio lugar para vivir.

Moon prometió abordar estos problemas.  
 
 
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