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Vol. 81/No. 14      10 de abril de 2017

 
(especial)

‘Revolucionarios necesitan historia que ayuda a encontrar caminos del futuro’

 
A continuación reproducimos las palabras de Mary-Alice Waters en una presentación, celebrada el 18 de febrero, de dos libros: Armando Hart: Una vida, un sueño, y la obra Aldabonazo: En la clandestinidad revolucionaria cubana, 1952–58 (ver artículo en la página 15). Waters es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder. Copyright © 2017 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización.

POR MARY-ALICE WATERS
Gracias por tus palabras de presentación, Javier. Y a nombre de la editorial Pathfinder, gracias por la oportunidad de acompañar a la Casa Editora Abril, de la Unión de Jóvenes Comunistas, para presentar tanto Armando Hart: Una vida, un sueño, por Enrique Lacoste, como Aldabonazo, por Armando Hart.

Los dos libros, con formatos muy diferentes, tienen una cosa en común. Dan vida al camino que siguió el joven revolucionario Armando Hart y hacen accesible su ejemplo para las nuevas generaciones de hoy y de mañana.

Ante todo, por supuesto, un saludo muy caluroso para el compañero Armando y la compañera Eloisa [Carreras]. Es un honor estar trabajando nuevamente con ustedes.

Fue a partir de estos mismo lazos que nació la edición de Pathfinder del libro Aldabonazo.

En el año 2000, trabajando con Abril y en colaboración con Aleida March, Pathfinder publicó un librito maravilloso, Che Guevara habla a la juventud. Lo publicó simultáneamente en español y en inglés para ser difundido en Estados Unidos y a nivel internacional. Abril editó el mismo libro para distribuirlo aquí en Cuba.

Y Armando Hart escribió el prefacio.

Compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores tuvimos el placer de conocer a Armando y Eloisa por primera vez cuando se estaba presentando el libro aquí hace 17 años. Todavía recuerdo muy bien ese día en La Cabaña. ¡Era un día helado!

Fue entonces que Hart le preguntó a Pathfinder si estaríamos dispuestos a publicar una edición norteamericana de Aldabonazo, un relato sin igual de la lucha revolucionaria que derrocó a la dictadura de Batista e inició la revolución socialista en nuestro hemisferio. La primera edición cubana se había publicado tres años antes, en 1997.

Después de leerla le dijimos a Armando que, por más que quisiéramos, no nos era posible asumir la tarea de traducir y publicar un libro con tantos artículos, volantes, cartas y otros documentos —nunca antes traducidos— de la lucha revolucionaria clandestina para derrocar a la dictadura de Batista. Simplemente no teníamos los recursos humanos para hacerlo.

Ahí fue cuando conocimos de primera mano las cualidades de Armando como dirigente revolucionario. Él no iba a aceptar “No” como respuesta. Tuvimos varias conversaciones, aquí en La Habana y hasta una en Nueva York, cuando Armando estaba en Naciones Unidas para alguna ocasión. La verdad es que nosotros tampoco queríamos decir que no.

Al final acordamos que Pathfinder publicaría una versión abreviada, tal vez con menos documentación, a partir del valiosísimo archivo revolucionario que Armando y Eloisa modestamente llaman los “papeles” de Armando. Propusimos un libro de no más de 150 páginas y le pedimos que él propusiera alguna manera de reducir el manuscrito para caber dentro de ese límite.

Siendo un experimentado táctico político, él puso reparos y dijo, “Ustedes son mejores jueces que yo de lo que es útil en este libro. Ustedes hagan la selección”. Se ofreció a considerar cualquier sugerencia que hiciéramos.

El resultado es el libro que tenemos aquí: ¡un poco más de 400 páginas! Y diferente de cualquier edición que salió antes o después. Esta contiene todos los documentos históricos de la lucha, escogidos inicialmente por Armando, integrados directamente al hilo cronológico de su narración, capítulo por capítulo, y con un tamaño de letra que facilita la lectura. Las ediciones anteriores simplemente fotografiaban los documentos y los colocaban todos al final, como un tentador apéndice gráfico. Eran casi imposibles de leer.

Además de estas 400 páginas, la edición de Pathfinder incluye 28 páginas de fotos magníficas que dan vida a los sucesos que se relatan, aun para jóvenes trabajadores y estudiantes en Norteamérica que nunca hayan visitado Cuba y no conozcan mucho sobre su historia.

He tomado el tiempo de contarles esta historia porque es la mejor manera que conozco para destacar la importancia de lo que van a encontrar en Aldabonazo. Mientras más asimilábamos el valor del relato de Armando sobre la lucha revolucionaria clandestina, y cómo se enriqueció con los volantes, los artículos de la prensa y otros documentos producidos al calor de la lucha de vida o muerte, más sabíamos que él —y Eloisa— tenían razón. Teníamos que encontrar la forma de publicar Aldabonazo íntegro, con toda su riqueza, tanto en inglés como en español, para ponerla a la disposición de las nuevas generaciones de luchadores revolucionarios en Estados Unidos y en todo el mundo.

Al hablar del valor del relato que encontrarán en Aldabonazo, me refiero a una cosa ante todo. Y usaré las palabras de Armando para expresarlo.

En su prefacio al libro excelente de Luis Buch, Gobierno revolucionario cubano: Génesis y primeros pasos,1 Hart escribió que para los revolucionarios la historia valiosa es la “que pueda ser más útil para encontrar los posibles caminos del futuro”.

Eso es precisamente lo que nos da Aldabonazo.

Las armas que necesita el pueblo trabajador en Estados Unidos, y en otras partes del mundo, son las que armarán políticamente a una vanguardia de masas para las batallas de clases que vienen en el siglo 21: batallas que tendrán que ser dirigidas y que decidirán el futuro —hasta la supervivencia— de la humanidad. Al igual que ustedes, sabemos que no luchamos solos. Pero también sabemos que las batallas más duras y más decisivas son las que se deben librar, y se van a librar, en las entrañas del monstruo.

Por eso necesitamos comprender la Revolución Cubana, con todas sus contradicciones y complejidades. Necesitamos la historia veraz, relatada por los que dirigieron. La historia relatada por los que, desde adentro, saben cómo se sopesó cada acción, cómo se tomó cada decisión, incluyendo las difíciles. Cómo se aprendió de cada falla o fracaso. Y eso es lo que encontramos en el libro.

Voy a dar un ejemplo. Aun los que conocemos cómo Fidel repudió el llamado Pacto de Miami en 1957, incluso a través del relato de Che en Pasajes de la guerra revolucionaria, lo comprendimos mejor después de leer la narración de Armando en Aldabonazo.2 Uno siente un arranque de energía revolucionaria solo al leer la primera oración de la carta que Armando, en diciembre de 1957, le mandó a un dirigente de la clandestinidad urbana —el “llano”— junto con la declaración de Fidel.

Aquí va esa bomba de profundidad”, escribió Armando.

Un poco más de un año después, como dice al final de ese capítulo, la revolución había triunfado.

La Revolución Cubana nunca será copiada. Pero necesita ser comprendida por los que buscan emular su trayectoria.

Por eso Aldabonazo intenta transmitir la “trama” de la historia, como escribe Hart. Por eso lo publicamos. Y explica para quién lo publicamos.

Quiero finalizar vinculando esto a las batallas políticas que tenemos ante nosotros hoy en Estados Unidos.

Las elecciones presidenciales que se celebraron hace unos meses en Estados Unidos reflejaron los embates que, desde la crisis financiera mundial de 2008, ha sufrido la estabilidad del sistema bipartidista mediante el cual la clase capitalista de Estados Unidos ha gobernado durante casi un siglo. Ninguno de los dos partidos saldrá intacto.

El resultado de las elecciones de 2016 fue decidido por los votos de protesta de capas importantes de la clase trabajadora que enfrentan la devastación, la carnicería, que Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, documenta en uno de los otros libros que presentamos en esta feria del libro hace una semana. Me refiero a El historial antiobrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador . Esa devastación le ha cobrado un precio creciente a los trabajadores y pequeños agricultores en Estados Unidos durante los últimos 25 años.

En su discurso inaugural hace cuatro semanas, Trump se jactó diciendo que “esta carnicería americana se acaba ya”. Pero eso es falso. No va a acabarse. No existen políticas capitalistas que puedan lograr eso, y no existen políticos imperialistas que puedan cambiar lo que va a pasar. El modo capitalista de producción, con sus propias leyes de movimiento, es más fuerte que cualquiera de ellos o todos juntos. Y hasta que nosotros, el pueblo trabajador, seamos suficientemente conscientes y fuertes para poner fin al sistema de los opresores y explotadores, los humildes de todo el mundo continuarán pagando por su crisis con nuestra miseria y sangre.

Debido a estas condiciones, hoy existe una mayor receptividad en la clase trabajadora norteamericana que en cualquier momento de nuestras vidas para debatir las más amplias cuestiones sociales y políticas. Para los comunistas, eso significa crecientes oportunidades así como enormes responsabilidades.

La verdad es que, al contrario del cuadro que pintan los grandes medios, con su histeria liberal, hay menos racismo y menos chovinismo antiinmigrante entre el pueblo trabajador que en cualquier momento de la historia de Estados Unidos. Al contrario de la idea de que Trump representa algún tipo de fascismo incipiente en Estados Unidos, hoy existe más espacio, y no menos, para luchar por la sindicalización de los no organizados. Para reclamar la amnistía para los trabajadores nacidos en otros países, para organizar movilizaciones contra la brutalidad policiaca, para impulsar la lucha por los derechos de la mujer, para oponerse a las guerras incesantes de Washington.

Y, lo que es más importante, hay más espacio para ganar a jóvenes trabajadores y a otros jóvenes a esta perspectiva. Para forjar un partido, un partido comunista, entre la vanguardia de la clase trabajadora.

Por ese camino se forjarán los hombres y las mujeres capaces de hacer una revolución socialista en Estados Unidos, como se hizo aquí en Cuba.

En el último capítulo de Aldabonazo, el compañero Hart relata una historia sobre el coronel Ramón Barquín, uno de los oficiales del ejército de Batista, preso en Isla de Pinos por dirigir una conspiración militar contra la dictadura.

Cuando los reclusos en la cárcel supieron de la exitosa invasión de la provincia de Las Villas, en la región central de Cuba, por dos columnas al mando de Camilo [Cienfuegos] y Che [Guevara], Barquín insistió: “No es posible que esto sea así. Militarmente no es factible”.

Y un compañero le contestó: “Coronel, lo hicieron porque no sabían que era imposible”.

Ese es el ejemplo por el cual Washington jamás ha perdonado al pueblo de Cuba. Y por qué jamás lo hará.

Porque esas palabras expresan la confianza política y valentía que la Revolución Cubana sigue brindando a los que están en las primeras filas de las luchas revolucionarias en todas partes.

Y esto explica lo orgullosos que nos sentimos de haber tenido una parte pequeña pero real en la publicación y difusión de Aldabonazo.

Queremos decir gracias a todos los compañeros y compañeras en la feria del libro este año que ayudaron a destacar el liderazgo que Armando ha tenido en la lucha revolucionaria desde joven.

Y gracias a ti, Armando, por tu ejemplo perdurable y constante.


1 El libro fue publicado en La Habana en 1999 por Ciencias Sociales.

2 El Pacto de Miami fue suscrito el 1 de noviembre de 1957 por los principales partidos burgueses que se oponían a Batista y exiliados en Miami que representaban el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario. Uno de ellos decía hablar a nombre de Fidel Castro y la dirección del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra. El pacto no se oponía a la intervención
norteamericana; promovía un golpe militar para destituir a Batista y proponía reemplazarlo con un gobierno provisional dominado por fuerzas burguesas. Los dirigentes del Movimiento 26 de Julio se enteraron del pacto cuando se publicó en la prensa norteamericana. Fidel Castro lo
repudió públicamente el 14 de diciembre.

 


 
 
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