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Vol. 81/No. 10      13 de marzo de 2017

 
(especial)

Carnicería, deplorables: palabras que explican receptividad entre trabajadores

 
A continuación reproducimos las palabras de Mary-Alice Waters en una presentación de tres nuevos libros sobre la lucha de clases en Estados Unidos. Estos eran ¿Son ricos porque son inteligentes? y El historial antiobrero de los Clinton, ambos de Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, y ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos? de Mary-Alice Waters. La presentación se celebró el 10 de febrero en la Feria Internacional del Libro de La Habana (ver artículo en la página 15). Waters es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder. Copyright © 2017 por Pathfinder Press. Se reproduce con autorización.

POR MARY-ALICE WATERS
Primero, a nombre de Pathfinder, una calurosa bienvenida a todos y a todas.

Quiero expresar un reconocimiento especial a nuestro moderador, Javier [Dueñas], director de la Casa Editora Abril, que ayudó a coordinar este panel. Y ante todo agradecemos a Fernando [González], Enrique [Ubieta] y Elier [Ramírez]. Es un honor tener un panel tan calificado para hablar sobre las cuestiones que son el centro de estos tres nuevos libros: cuestiones que tienen que ver con las consecuencias políticas en Estados Unidos del avance inexorable de la crisis capitalista global. En todas nuestras vidas no hemos conocido una crisis como esta.

Quiero destacar un punto ante todo.

Si ustedes hubieran leído estos tres libros hace un año, nada de lo que está pasando hoy en la política de Estados Unidos los sorprendería. Nada.

Pero bueno, no es demasiado tarde. Si quieren estar preparados para lo que viene, por favor consíganlos hoy. Y léanlos. Estamos haciendo una oferta especial. Tres por el precio de dos, así que no hay excusa para no leerse los tres.

‘Carnicería americana’
El presidente Trump, en su discurso inaugural hace tres semanas, usó la frase this American carnage —“esta carnicería americana”— para describir las condiciones de vida que hoy día enfrentan amplias capas del pueblo trabajador en Estados Unidos, tanto en el campo como en las ciudades. Esa palabra —carnicería, o devastación— fue destacada por los histéricos medios liberales anti-Trump como ejemplo de cómo el presidente, de manera perversa, se negaba a reconocer lo que aquellos que se han beneficiado tanto de los “años de Obama” llaman la recuperación económica después de la crisis financiera capitalista de 2008.

Fue un discurso “oscuro”, dijeron esos comentaristas. Supuestamente no reconoció que “América [o sea, Estados Unidos] ya es grande”. Esa fue la consigna imperialista de la campaña liberal demócrata de Hillary Clinton.

Pero sí, carnicería es precisamente la palabra correcta. Es la palabra que ustedes encontrarán en las páginas de El historial antiobrero de los Clinton, que se publicó meses antes del cambio de la guardia en Washington.

Lo acertado de esa palabra se ve confirmado por una masiva documentación en las páginas de estos tres libros. Cada uno de ellos describe las consecuencias para el pueblo trabajador norteamericano de las políticas sociales aplicadas con apoyo bipartidista durante un cuarto de siglo desde la administración de Bill Clinton, políticas apoyadas y continuadas por los presidentes George W. Bush y Barack Obama.

Ustedes encontrarán aquí las maquinaciones que se usan para ocultar el verdadero nivel de desempleo, así como la caída de los salarios reales de los trabajadores.

Aquí encontrarán las consecuencias de los recortes a los programas de asistencia social para madres solteras y sus hijos.

Encontrarán datos sobre la población carcelaria que se dispara, el número récord de deportaciones, el gran aumento en el número de delitos federales por los cuales un juez puede imponer la pena de muerte.

Encontrarán la creciente tasa de suicidios entre adultos jóvenes y la epidemia de drogadicción en ciudades pequeñas, pueblos y devastadas zonas agrícolas y mineras.

Encontrarán el precio que se le cobra a la clase trabajadora con las guerras incesantes de Washington, y sus repetidas movilizaciones de trabajadores y agricultores a Afganistán, Iraq y otros países. Y mucho más.

Pero más importante que las tablas y las cifras en un libro es la evidencia visible, para cualquier persona dispuesta a mirar cuando viaje por enormes regiones de Estados Unidos. Espero que Fernando hable sobre lo que vio con sus propios ojos cuando el Buró Federal de Prisiones lo trasladó a la prisión de Safford, Arizona, y le dio la “oportunidad” —si puedo utilizar esa palabra— de cruzar en guagua una región rural del Sudoeste.

Crecientes desigualdades de clase
Lo que ha crecido en el último cuarto de siglo no solo son las injusticias sociales, sino las desigualdades de clase.

No me refiero a la riqueza de los multibillonarios, incluyendo Trump y su familia, o de multimillonarios como su familia rival en el Partido Demócrata, los Clinton. Estoy hablando de la expansión constante de las muy bien remuneradas capas profesionales y de clase media alta que dominan los medios de difusión y predominan en las universidades, las agencias administrativas y de “inteligencia” del gobierno federal, la llamada “industria” tecnológica y las decenas de miles de fundaciones “caritativas” y otras instituciones “sin fines de lucro” que por todo el mundo promueven los intereses capitalistas e imperialistas de sus patrocinadores financieros.

El libro ¿Son ricos porque son inteligentes?—uno de los dos de Jack Barnes, Secretario Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, que estamos presentando hoy—trata sobre el creciente significado de esta capa social.

En estos círculos privilegiados, es muy común escuchar a alguien comentar que no puede comprender cómo Trump ganó las elecciones. Dicen: “No conozco a una sola persona que iba a votar por él”.

Este aislamiento de clase, y el desprecio que ellos sienten hacia el pueblo trabajador, lo manifestó un comentarista del Washington Post que expresaba su temor de la creciente rabia de millones de trabajadores en Estados Unidos. Él escribió: “Nunca han habido tantas personas con tan pocos conocimientos que han tomado tantas decisiones trascendentales para el resto de nosotros… Debemos depurar del electorado a los americanos ignorantes”.

Según él, este “electorado ignorante” obviamente incluye a la gran mayoría de la clase trabajadora en Estados Unidos.

Los insultos groseros de Trump, su misoginia vulgar y su demagogia antiinmigrante no son lo que resulta más inquietante para esta capa social bien remunerada. Lo que temen es otra cosa. Temen a los millones de hombres y mujeres —tanto negros como blancos, tanto inmigrantes como nacidos en Estados Unidos, tanto religiosos como no religiosos— que reconocen su vida y la vida de sus vecinos en esa palabra “carnicería”.

Cuando Hillary Clinton anunció durante la campaña electoral que los que no iban a votar por ella —los que no iban a votar por la continuación de esta carnicería— eran una “canasta de deplorables”: en ese momento, ella perdió.

Oportunidades y responsabilidades
Las elecciones fueron un voto de protesta en el marco de la política burguesa, el único marco que existe hoy para los millones de personas.

Reflejaron cómo, desde la crisis financiera mundial de 2008, ha sufrido embates la estabilidad del sistema bipartidista por medio del cual la clase capitalista de Estados Unidos ha gobernado por muchas décadas. Ninguno de los dos partidos saldrá intacto.

Por supuesto, cuando Trump se jactó en su inauguración diciendo, “Esta carnicería americana se acaba ya”, esas palabras no se van a cumplir. No existe una política capitalista que pueda lograr eso, y no hay políticos imperialistas que puedan cambiar lo que va a pasar. La ley del valor es más fuerte que cualquiera de ellos o que todos juntos.

Hasta que nosotros, la clase trabajadora y nuestros aliados, seamos suficientemente unidos y fuertes como para poner fin a su sistema, el pueblo trabajador de todo el mundo continuará pagando por las crisis del capitalismo con la sangre y la miseria de cientos de millones de personas.

Debido a estas condiciones —y a la respuesta desdeñosa de los gobernantes y sus sirvientes políticos a las víctimas entre el pueblo trabajador— hoy existe una mayor receptividad en la clase trabajadora norteamericana que en cualquier momento de nuestras vidas para debatir las más amplias cuestiones sociales y políticas. Para los comunistas, eso significa crecientes oportunidades así como enormes responsabilidades.

Al contrario de la imagen que pintan los medios liberales y toda la “izquierda”, hoy hay menos racismo y menos chovinismo antiinmigrante entre el pueblo trabajador que en cualquier momento de la historia de Estados Unidos. Los grupos de ultraderecha han quedado más marginados que nunca desde la victoria de Trump.

Existe más espacio, y no menos, para luchar por la sindicalización de los no organizados, para exigir la amnistía para los trabajadores nacidos en otros países, para organizar movilizaciones contra la brutalidad policiaca, para impulsar la lucha por los derechos de la mujer, para oponerse a las guerras imperialistas de Washington. Hay más espacio para reconstruir nuestros sindicatos como instrumentos de solidaridad y lucha.

Y, lo que es más importante, hay más oportunidades que las que hemos tenido en décadas para ganarnos a jóvenes trabajadores y a otros jóvenes a la necesidad de forjar un partido, un partido comunista, entre la vanguardia de la clase trabajadora.

Por ese camino se forjarán los hombres y las mujeres capaces de hacer una revolución socialista en Estados Unidos, como sucedió aquí en Cuba.

De eso se tratan los libros que presentamos hoy.

En nombre de mi partido, el Partido Socialista de los Trabajadores, quiero decirles que, hasta que no se gane esa victoria, continuaremos actuando de acuerdo con las palabras que Fidel le transmitió a la Federación Estudiantil Universitaria hace dos años:

“No confío en la política de Estados Unidos”: ni aquí en Cuba, ni en Estados Unidos ni en otras partes del mundo.
 
 
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