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Vol. 81/No. 9      6 de marzo de 2017

 
(portada)

California: Desastre social para trabajadores por crisis de presa

 
POR ERIC SIMPSON
Y JOEL BRITTON
CHICO, California—La noticia corrió rápidamente en Oroville a última hora de la tarde del domingo 12 de febrero. Algunos recibieron una alerta de texto en su teléfono y otros se enteraron por sus vecinos. El canal de desagüe de la presa en las afueras de la ciudad amenazaba con derrumbarse. Huye.

“Todo el mundo empezó a llorar —chicos, chicas”, dijo Jeffrey Chue, trabajador de Taco Bell, de 18 años, al Militante en el centro de emergencias del recinto de la feria. Estaba terminando su turno.

“Salí y me fui a casa. Mis padres dijeron: ‘Vámonos’”, explicó Chue. “Pero tardamos 40 minutos para llegar a la autopista y el tanque de gasolina estaba vacío. Era caótico en las carreteras”.

Las familias capitalistas que gobiernan Estados Unidos, para quienes cada decisión se basa en proteger sus ganancias y su dominio, siempre dicen que los desastres sociales como el de Oroville son producto de causas naturales.

Melisa Lattemore, de 44 años, empleada doméstica de Oroville, oyó que había una evacuación obligatoria y con su pareja amontonaran algunas cosas en el camión de un amigo y se dirigieran al centro. “Esto es un desastre creado por el hombre”, insistió.

Las lluvias de invierno aumentaron el embalse de Oroville después de años de sequía. Con el agua subiendo a niveles peligrosos, los ingenieros dejaron que el agua saliera por un canal de desagüe, precipitándose en una caída de 770 pies hasta el río Feather más abajo. Pero el torrente provocó un agujero de 45 pies de profundidad en el canal de desagüe. Los ingenieros de la presa redujeron el flujo de agua para prevenir una erosión mayor. El agua en el embalse ascendió al 101 por ciento de su capacidad.

El 11 de febrero el embalse se desbordó sobre el borde del canal de desagüe de emergencia.

A la mañana siguiente, los ingenieros dijeron a la prensa y al público que la presa estaba en buen estado y que la situación estaba bajo control. Pero el desagüe de emergencia, construido de nada más que tierra, se erosionaba rápidamente.

Pocas horas después, las agencias policiales repentinamente emitieron una orden para evacuar de inmediato. La orden cubrió a 180 mil personas de las ciudades aguas abajo. Dijeron que la pared del canal podría derrumbarse en una hora, creando una muralla de 30 pies de agua y arrasando con todo en su camino.

En el centro de evacuación de la Cruz Roja del pueblo, los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores en Oakland hablaron con algunos de los trabajadores que habían recogido sus cosas y abandonado la zona de peligro. Trabajadores agrícolas, empleadas domésticas, jubilados, una secretaria desempleada, otros en discapacidad, un trabajador de Walmart —todos se unieron para discutir la crisis social que estaban viviendo.

La gente hablaba de los moteles que estaban subiendo sus precios, salarios perdidos, falta de comunicación y dirección clara del personal de emergencia, caos y pánico, y atascos de tráfico. Algunos se preguntaban por qué tenemos que completar tantos formularios para obtener ayuda —¿y qué de los trabajadores indocumentados que trabajan en los campos?

Y hablaron de actos de solidaridad obrera —gente que ha abierto sus casas a desconocidos, amigos, familiares y compañeros de trabajo, trayendo donativos y ofreciéndose para ayudar.

“Mientras los ricos se hacen más ricos, la infraestructura se está deteriorando”, dijo Susan Hildreth, de 53 años, de Gridley. “El gobierno no reservó dinero para mantener la presa y los ingenieros lo ocultaron”.

La crisis expuso aspectos de la crisis social más amplia producida por la contracción del capitalismo hoy en día. Los trabajadores y los trabajadores agrícolas de la zona se enfrentan a altas tasas de desempleo y pobreza, y muchos han sido empujados a ser parte de la creciente población sin hogar.

Mientras que el gobierno no hacía nada más que decirle a la gente que huyera, los miembros de Hábitat para la Humanidad y otros voluntarios se organizaron para conseguir vehículos para ayudar a llevar a un lugar seguro a la gente sin hogar.

A algunos les tocó caminar desde Yuba City hasta el recinto ferial de Colusa, un recorrido de 12 horas a pie.

Autoridades conocían los problemas
La construcción de la presa de Oroville comenzó en 1961. Es la presa más alta del país y se ha convertido en el segundo embalse más grande de California. En 2005, Amigos del Río y otros grupos am-bientalistas propusieron al estado mejorar el desagüe de emergencia para prevenir el tipo de catástrofe que está ocurriendo hoy. La propuesta fue rechazada.

Cuando se le preguntó por qué se rechazó la propuesta, Bill Croyle, director interino del Departamento de Recursos Hidráulicos de California, dijo a la prensa el 13 de febrero que el uso del desagüe era “un acontecimiento nuevo, nunca sucedido antes”.

Los defensores de los gobernantes han usado a menudo la misma excusa —fue un acontecimiento imprevisible que solo pasa una vez en la vida— cuando ocurren desastres prevenibles, desde los huracanes Katrina y Sandy a la serie de tormentas que devastó partes del sur en enero.

Los ingenieros han reducido el nivel de agua en el embalse, por ahora, enviando 100 mil pies cúbicos de agua por segundo por el desagüe dañado, erosionando aún más la ladera.

“Vivimos en un mundo con riesgos”, dijo el gobernador demócrata Jerry Brown durante una conferencia de prensa el día después de la orden de evacuación, expresando el desprecio que los gobernantes tienen por la seguridad del pueblo trabajador. “Las cosas suceden y nosotros respondemos”.  
 
 
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