El Militante (logo)  

Vol. 81/No. 5      6 de febrero de 2017

 
(especial, Introducción a nuevo libro)

Cuba y Angola: La guerra por la libertad

Relato de primera mano por Harry Villegas, ‘Pombo’, sobre las misiones internacionalistas cubanas

 
POR MARY-ALICE WATERS

Quien no esté dispuesto a combatir por la libertad de los demás
no sería jamás capaz de combatir por su propia libertad.

FIDEL CASTRO
Pinar del Río, julio de 1976

Si nuestro pueblo se conoce mejor a sí mismo, si conocemos mucho mejor de
qué somos capaces todos nosotros, ¡es también gracias a Angola!

RAÚL CASTRO
La Habana, mayo de 1991

Entre 1975 y 1991, unos 425 mil voluntarios cubanos, organizados por la dirección revolucionaria de Cuba, cumplieron misiones en Angola. Fueron ahí en respuesta a una solicitud de ayuda del gobierno angolano. En 1975 el pueblo de ese país africano acababa de conquistar su libertad de Portugal después de casi cinco siglos de brutal explotación y dominio colonial. Ahora estaba siendo agredido por el régimen supremacista blanco en Sudáfrica y sus aliados africanos e internacionales.

El propósito de la misión cubana, que se extendió 16 años, fue de ayudar a Angola a defenderse y repeler decisivamente esta agresión militar apoyada por Washington. La misión concluyó solo después de que se propinara una derrota contundente a las fuerzas armadas del régimen del apartheid en marzo de 1988, en la batalla de Cuito Cuanavale en el sur de Angola, al mismo tiempo que una formidable agrupación de combatientes cubanos, angolanos y namibios se desplazaba al sur, hacia las bases del régimen sudafricano en su colonia, Namibia.

El gobierno en Pretoria, temeroso también de la lucha antiapartheid de masas que estallaba dentro de Sudáfrica misma, pidió la paz. Un acuerdo tripartita entre los gobiernos de Angola, Sudáfrica y Cuba, negociado durante cinco meses, fue suscrito en la sede de Naciones Unidas en Nueva York en diciembre de 1988. El pacto reconoció no solo la legitimidad y soberanía del gobierno angolano en Luanda, sino la independencia de Namibia. Dio mayor confianza a los trabajadores y jóvenes en Sudáfrica que luchaban contra el estado del apartheid.

Como expresó Nelson Mandela, dirigente central de la lucha para derrocar al régimen racista, al dirigirse al pueblo cubano y al mundo en julio de 1991, la derrota del ejército sudafricano en Cuito Cuanavale fue posible gracias a una contribución de Cuba “que no tiene paralelo”. Fue “una victoria para toda África”, dijo, “¡un punto álgido en la lucha por librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid!”

Cuba y Angola: La guerra por la libertad es un relato de primera mano de esa histórica misión internacionalista en Angola, narrado por Harry Villegas, general de brigada en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba, mejor conocido en todo el mundo como “Pombo”. Ese fue el nombre de guerra en swahili que le dio Ernesto Che Guevara. Pombo combatió al lado de Che durante una década, primero en la guerra revolucionaria en suelo cubano que en enero de 1959 derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista apoyada por Washington, y después en misiones internacionalistas en el Congo y Bolivia.

Después de que Guevara cayera en combate en Bolivia en octubre de 1967, Villegas comandó a los cinco sobrevivientes del frente guerrillero de Che —dos bolivianos y tres cubanos— que eludieron al ejército boliviano y a las fuerzas norteamericanas de inteligencia durante cuatro meses. Villegas y los otros dos cubanos finalmente lograron escapar cruzando la frontera a Chile, y en marzo de 1968 regresaron a La Habana.

En abril de 1974 la dictadura fascista en Portugal, que tras 50 años estaba en profunda decadencia, fue derrocada en un golpe militar encabezado por jóvenes oficiales. Se desencadenó un ascenso revolucionario de los trabajadores y campesinos en ese país. El viejo régimen había enfrentado una creciente oposición dentro de Portugal, así como las luchas de liberación nacional que avanzaban en sus colonias africanas, especialmente en Guinea-Bissau. El nuevo gobierno en Lisboa se vio forzado a reconocer la independencia de todas sus colonias africanas.

A medida que se rompía el brutal dominio colonial de Portugal sobre su imperio africano, otras potencias imperialistas habían maniobrado durante años para apoderarse de lo que pudieran. Al acercarse el 11 de noviembre de 1975, el día de la independencia de la colonia portuguesa más grande y más rica —Angola— estas potencias aceleraron sus esfuerzos.

Apenas unos meses antes, en abril de 1975, las victoriosas fuerzas de liberación nacional en Vietnam habían expulsado a las tropas y personal estadounidenses de Saigón, que pronto fue nombrada Ciudad Ho Chi Minh. Ahora, encima de ese golpe al orden imperialista mundial, estaba en juego el porvenir de toda África austral, desde el Congo y lo que entonces era Rodesia (ahora Zimbabwe) hasta el Cabo de Buena Esperanza. Para Pretoria —que recibía aliento y apoyo militar solapado de Washington— estaba en jaque la supervivencia del mismo régimen del apartheid.

La primera invasión de Angola por tropas sudafricanas y zairenses comenzó en octubre de 1975. Columnas blindadas sudafricanas cruzaron la frontera desde sus bases en África Sud-Occidental (Namibia) y avanzaron hacia el norte. Una ofensiva militar se desplazó simultáneamente hacia el sur desde Zaire (Congo). La dictadura proimperialista de Mobutu en Zaire quería anexionar la provincia de Cabinda, con su riqueza petrolera, y tomar cualquier otro territorio angolano que pudiera arrebatar.

El objetivo de estas operaciones combinadas era conquistar Luanda, la capital, antes del 11 de noviembre para impedir la instalación de un gobierno encabezado por el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el más fuerte de los movimientos anticoloniales y el que tenía la base de apoyo más amplia. Apenas una semana antes de las celebraciones programadas, Luanda estaba en peligro de caer.

La respuesta de la dirección del gobierno y del pueblo de Cuba ante la solicitud de ayuda del gobierno provisional de Angola encabezado por el MPLA fue inmediata y rotunda. En cuestión de horas se lanzó la Operación Carlota, nombrada así en homenaje a la africana que había dirigido dos rebeliones contra la esclavitud y la opresión colonial en Cuba antes de ser apresada y ejecutada brutalmente en 1843.

El día antes de la ceremonia de la independencia en Luanda, unos 200 voluntarios internacionalistas cubanos, recién desembarcados, se sumaron a los defensores angolanos. Juntos repelieron la columna que avanzaba hacia el sur desde Zaire y se encontraba casi a las puertas de la capital. El objetivo inmediato del régimen sudafricano y sus aliados imperialistas se vio frustrado.

Menos de cinco meses más tarde, ya con 36 mil voluntarios cubanos sobre el terreno, aliados a las tropas angolanas, las fuerzas militares tanto del régimen sudafricano del apartheid como de la dictadura de Mobutu habían sido expulsadas de Angola. Pero eso fue apenas el comienzo.

Lo que siguió fue más de una década de lo que eufemísticamente se denominó “guerra de baja intensidad” contra el gobierno de Angola. Durante esa época las fuerzas sudafricanas realizaban frecuentes operaciones en lo profundo del territorio angolano para apoyar a la UNITA, el aliado angolano de Pretoria dirigido por Jonas Savimbi. La brutalidad de la guerra fue enorme: las bajas angolanas llegaron a sumar cientos de miles. Casi 2 100 cubanos también perdieron la vida en suelo angolano antes de completar su misión.

A fines de 1987, el ejército sudafricano comenzó su segunda invasión en gran escala con la esperanza de asestar una derrota aplastante a las fuerzas angolanas. Pero nuevamente el régimen del apartheid había calculado mal: los que sufrieron una derrota aplastante fueron ellos.

Las direcciones de Cuba y de Angola se habían puesto de acuerdo, según lo expresó el dirigente cubano Fidel Castro, de que había llegado la hora de “cortarles las manos” a Sudáfrica en Angola. Y eso fue lo que hicieron. La victoria, en marzo de 1988, en un poblado del sur de Angola conocido como Cuito Cuanavale retumbó por todo el mundo, y sobre todo en Sudáfrica. Como dijo Nelson Mandela, esa victoria “destruyó el mito de la invencibilidad de los opresores blancos”.

Menos de dos años más tarde, Mandela, encarcelado más de 27 años por el estado del apartheid, salió en libertad. Ya para 1994 el régimen racista había dejado de existir y Mandela era presidente de Sudáfrica.

En mayo de 1991, el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, Raúl Castro, dio la bienvenida a la última unidad de los voluntarios internacionalistas que regresaban de Angola. “En los nuevos e inesperados desafíos”, dijo al pueblo cubano, “siempre podremos evocar la epopeya de Angola con gratitud, porque sin Angola no seríamos tan fuertes como somos hoy”.

No tardó en ponerse a prueba la verdad de esas palabras. Cuando la Unión Soviética y sus regímenes aliados en Europa oriental y central se desintegraron entre 1989 y 1991, desapareció un 85 por ciento del comercio exterior de Cuba casi de la noche a la mañana. Se paralizó la producción agropecuaria e industrial, el transporte, la generación de electricidad y mucho más. La Revolución Cubana hizo frente a la más severa crisis económica y política en su historia. Los enemigos de la revolución en todas partes del mundo comenzaron a preparar sus maletas, anticipando lo que creían que sería un regreso triunfal a La Habana.

Sin embargo, lo que triunfó fue más bien la creatividad y la constancia del pueblo trabajador de Cuba, que se organizó para producir y para defender su revolución socialista frente a todas las adversidades. Uno de los elementos que subyacieron esa victoria fue la confianza proletaria adquirida a lo largo de los años de la misión en Angola, así como el renacimiento simultáneo, a fines de los años 80, de un movimiento social de masas de trabajo voluntario en Cuba para construir viviendas, escuelas, clínicas, círculos infantiles y otras necesidades sociales.

Los cientos de miles de cubanos que habían protagonizado esta proeza en África regresaron con mucho mejor conocimiento del verdadero rostro de la explotación capitalista y la dominación imperialista. Y, según las palabras de Raúl, el pueblo trabajador cubano comprendía “mucho mejor de qué somos capaces”.

No hay mejor expresión de la educación política y experiencia de liderazgo en combate adquirido por las nuevas generaciones de cubanos durante la misión angolana que el ejemplo ofrecido por los cinco revolucionarios cubanos que llegaron a ser conocidos en todo el mundo como los Cinco Cubanos.

Arrestados en 1998 en Florida, donde estaban vigilando las actividades de organizaciones contrarrevolucionarias cubanas que planeaban ataques contra objetivos cubanos y estadounidenses, los cinco fueron encarcelados por la administración Clinton bajo cargos fabricados, incluyendo conspiración para cometer espionaje y hasta conspiración para cometer asesinato. Cada uno cumplió sentencias draconianas de hasta 16 años tras las rejas. Fue solo gracias a su propia firmeza y a los esfuerzos incesantes del gobierno cubano, junto con una intensa campaña internacional de solidaridad, que se logró su libertad y su regreso a Cuba, incluida la excarcelación de los últimos tres el 17 de diciembre de 2014.

Tres de los cinco —Gerardo Hernández, Fernando González y René González— habían cumplido misión en Angola. Sus relatos de primera mano se pueden encontrar en Cuba y Angola: Luchando por la libertad de África y la nuestra, publicado por Pathfinder. Para cada uno de ellos, como han explicado muchas veces, su participación en esta misión militar internacionalista fue una experiencia que les transformó la vida, y de la cual sacaron fuerza continuamente durante sus largos años de encierro.


Cuba y Angola: La guerra por la libertad por Harry Villegas no es un libro de memorias militares. Sí contiene impactantes descripciones testimoniales de momentos de combate y batallas decisivas en Cangamba y Cuito Cuanavale, entre otras. Sin embargo, su valor más grande radica en las lecciones políticas que transmite: lecciones que ante todo, como deja claro Pombo, le inculcó el Comandante en Jefe Fidel Castro, con quien trabajó durante esta misión por más de media década.

El general Harry Villegas cumplió tres misiones en Angola. Una fue de 1977 a 1979 como jefe del Regimiento de Infantería Motorizada en la región norte. Esa unidad cubana colaboró con el ejército angolano en operaciones de limpieza contra las fuerzas, apoyadas por Zaire, del FNLA de Holden Roberto.

De 1981 a 1988, Villegas fue enlace entre el mando cubano en Angola y el puesto de mando especial en Cuba de las FAR, encabezado por Fidel Castro. En el desempeño de esa responsabilidad, según lo describe Pombo en estas páginas, él fue ojos y oídos del mando central en La Habana. Viajaba constantemente entre los dos países, con la responsabilidad de mantener al estado mayor en La Habana informado con precisión y objetividad de todos los sucesos importantes en Angola y de transmitir fieles instrucciones al jefe de la misión en el frente de batalla.

Después de la firma de los acuerdos en diciembre de 1988, Villegas permaneció en Angola como jefe de operaciones de la misión cubana, siendo partícipe en la planificación de la retirada de las fuerzas cubanas. A su regreso a Cuba en 1990, fue jefe de la Sección Política del Ejército Occidental de Cuba, así como miembro de la Dirección de Operaciones del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias hasta retirarse del servicio activo.

Es sobre esta experiencia que Villegas basa su valioso relato, dirigido ante todo a la formación política de nuevas generaciones de combatientes revolucionarios.


Cuba y Angola: La guerra por la libertad es producto de varias entrevistas y discusiones con Harry Villegas realizadas entre 2009 y 2016. Cada sesión fue ampliando y aclarando detalles. Además, durante esos años decenas de libros con testimonios sobre la misión en Angola fueron publicados en Cuba por Verde Olivo, Editora Política y otras editoriales.

Entre los relatos de protagonistas de la misión angolana están los libros del general Ramón Espinosa, viceministro de las FAR; del general Raúl Tomassevich, quien en dos ocasiones fue jefe de la misión militar en Angola; de su ayudante, el teniente coronel José Gárciga; y del teniente coronel Jorge Martín Blandino. Estas obras y otras demasiado numerosas para mencionar resultaron indispensables para comprender los sucesos políticos y militares y para verificar nombres, fechas y otros datos.

Visiones de Libertad: La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África, 1976–1991, por Piero Gleijeses, publicado en Estados Unidos en 2013 y en Cuba en 2015, fue una fuente adicional de información valiosa.

Los editores de Pathfinder que entrevistaron a Pombo y colaboraron con él para completar su relato —Martín Koppel, Róger Calero y yo— estamos agradecidos por la generosa ayuda que recibimos de tantas personas, empezando con el mismo Pombo. También va un reconocimiento especial a Iraida Aguirrechu y a José Gárciga por toda su ayuda editorial, así como a las casas editoras Verde Olivo y Abril y al diario Granma por facilitarnos muchas de las fotos que aparecen en este libro.

Cuba y Angola: La guerra por la libertad está dirigido a los combatientes revolucionarios del presente y del futuro. Estamos seguros que les servirá mucho en las batallas por venir.

Diciembre de 2016

Copyright © 2017 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización.

 
 
 
Portada (este número) | Página inicial | Página inicial en versión de texto