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Vol. 81/No. 5      6 de febrero de 2017

 
(portada)

Trump ocupa Casa Blanca ante revuelo de liberales

 
POR MAGGIE TROWE
El multimillonario presidente republicano Donald Trump provocó un revuelo entre los liberales cuando describió en su discurso inaugural el 20 de enero las sombrías condiciones que están enfrentando millones de trabajadores, y con su promesa de que “Esta masacre norteamericana se detiene aquí y se detiene ahora mismo”.

Estos críticos calificaron la declaración de Trump de “oscura” y “divisiva”, exponiendo el hecho de que viven en un mundo diferente al del pueblo trabajador y que no están pasando la crisis que los trabajadores y agricultores enfrentan ante las actuales agobiantes condiciones de depresión. No pueden entender que Trump ganó la presidencia porque reconoció la devastación económica y social que enfrentan los trabajadores y porque prometió lidiar con ella, algo que ni él ni ningún político capitalista puede hacer.

“Las familias dominantes estadounidenses y sus rivales en Europa y el Pacífico hacen intentos incesantes de maximizar sus propias ganancias a nivel mundial”, escribió el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, Steve Clark, en la introducción a El historial antiobrero de los Clinton del secretario nacional del PST, Jack Barnes. “El resultado son crecientes matanzas y el despojo de millones de seres humanos”.

La ira de los trabajadores por los efectos a su vida de la profunda crisis capitalista se convirtió en la cuestión central en las elecciones de 2016, lo que condujo a una inestabilidad política irreparable tanto en el partido demócrata como en el republicano.

Tras su victoria, el Partido Republicano está siendo reconstruido alrededor de Trump. Los demócratas enfrentan una crisis más profunda. Muchos de ellos, incluyendo el ex candidato presidencial Bernie Sanders y la mayoría de la izquierda, exigen una “revolución” en el partido, con la intención de tomar control de este e instalar un programa de reforma capitalista más progresista.

Estas fuerzas, junto con los editores del New York Times, el Washington Post, CNN y otros medios liberales, el grueso de la burocracia federal y los millones de profesionales, académicos y otros que conforman la meritocracia cosmopolita, están librando una guerra política contra el nuevo presidente.

En sus primeros días en el cargo Trump emitió una serie de órdenes ejecutivas anulando medidas adoptadas por el ex presidente Barack Obama. Se reunió con una delegación de directores ejecutivos de la industria automotriz, computación, siderúrgica, aeroespacial y otros gigantes industriales, instándolos a invertir más en plantas y producción dentro de las fronteras de Estados Unidos, a la vez que les aseguró que su administración tomaría medidas para eliminar regulaciones contra los patrones para apuntalar sus ganancias.

También convocó una reunión con media decena de funcionarios sindicales de la construcción, quienes coincidieron con Trump en impulsar ciertos proyectos de “infraestructura”, incluyendo la construcción de los oleoductos Keystone y Dakota Access. Este último ha sido resistido por la tribu Sioux de Standing Rock en Dakota del Norte, con el respaldo de miles de nativos norteamericanos y otras personas, con el fin de defender las fuentes de agua de la tribu y sitios sagrados de entierro.

En otra orden ejecutiva, Trump dio señales de su intención de derogar y reemplazar la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare).

Trump firmó un memorando que retira a Estados Unidos del acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Lo que los gobernantes llaman “pactos comerciales” o de “libre comercio” son en realidad una serie de acuerdos masivos entre potencias imperialistas rivales que dividen esferas para la inversión, la exportación y la explotación del trabajo asalariado, con las más fuertes haciendo las decisiones importantes.

Si bien las acciones de la administración Trump sobre el comercio y la infraestructura podrían ayudar a la actual anémica alza en el ciclo económico, ninguna política de cualquier ala de la clase capitalista puede revertir la contracción de la producción y el comercio a largo plazo. El funcionamiento del sistema capitalista, agravado por la turbulencia política y las continuas guerras que marcan el mundo de hoy, aseguran que otro descenso brusco como el colapso bursátil de 1987 o el colapso de la burbuja inmobiliaria de 2008 se cierna sobre el horizonte.  
 
 
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