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Vol. 81/No. 1      2 de enero de 2017

 
(portada)

¿Es Trump un fascista? ¿Hay un giro a la derecha?

 
POR MAGGIE TROWE
¿Fue la elección de Donald Trump una señal de que se está desarrollando un movimiento fascista en Estados Unidos? ¿Están virando los millones de trabajadores que votaron por él hacia la derecha, y son cada vez más racistas y reaccionarios?

Estas son algunas de las preguntas hechas por lectores a raíz del artículo publicado el 28 de noviembre con el título “2016: Las elecciones más importantes en 100 años”.

Una lectora, que pidió no ser nombrada, preguntó: “¿Qué piensa el Militante de Trump y sus camaradas derechistas del KKK” y es él un “neofascista”?

La victoria de Trump contra la demócrata Hillary Clinton no tuvo nada que ver con el fascismo o un aumento del racismo. Tuvo todo que ver con la forma en que Trump habló sobre la crisis económica y social que enfrenta la clase trabajadora. Prometió crear empleos y hacer crecer la economía, aunque con demagogia nacionalista dirigida a apuntalar el dominio capitalista, en un marcado contraste con Clinton, quien dijo que la economía estaba bien y descartó a los trabajadores como “deplorables” e “irredimibles”.

Trump aprovechó la ausencia de una dirección en el movimiento obrero que se dirija a los millones de trabajadores golpeados por las condiciones de depresión y que proponga las medidas que Trump dice van a impulsar la economía.

Desprecian a los trabajadores

Las corrientes liberales y pequeñoburguesas de izquierda, demostrando un claro desprecio por la clase trabajadora y una falta de interés en las ricas lecciones aprendidas por el movimiento revolucionario obrero en luchas pasadas contra el fascismo, califican la victoria de Trump como un triunfo de la reacción.

El Washington Post, por ejemplo, ha publicado artículos como el titulado, “Así es cómo el fascismo viene a Estados Unidos”.

“La mayoría de los que asisten y vitorean en los mítines de Trump son deplorables”, escribió Teresa Gutiérrez, dirigente del Partido Mundo Obrero, haciendo eco del insulto de Clinton hacia los trabajadores. “Son un peligro”, dijo Gutiérrez.

Trump está reconstruyendo al Partido Republicano, no como un bastión de la supremacía blanca, sino como un partido con una base en la clase trabajadora, con el fin de estabilizar el dominio burgués tratando de convencer a los trabajadores de todas las nacionalidades de que “nosotros” —los capitalistas y los trabajadores— tenemos intereses “americanos” comunes.

Nombró a la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, como embajadora ante la ONU. Ella es hija de inmigrantes de la India, y en 2015 ordenó el retiro de la bandera de la Confederación de edificios públicos tras el asesinato de varios africano-americanos por un supremacista blanco. La rápida caída de ese símbolo racista a través del sur de Estados Unidos y la participación de grandes números de personas caucásicas en las protestas contra las muertes de africano-americanos a manos de la policía por todo el país demuestran que el prejuicio racial en la clase trabajadora está a un nivel históricamente bajo.

Trump no está organizando una fuerza de matones para aplastar a los sindicatos, convertir a los judíos en chivos expiatorios y ahogar en sangre los derechos democráticos. Eso fue lo que ocurrió en Italia y Alemania en los años 20 y 30.

Los trabajadores que votaron por Trump no se están ofreciendo como voluntarios para servir como tropas de choque fascista contra los judíos, los negros y otros.

Los miembros del PST pudieron debatir con asistentes a los mítines de Trump, donde presentaron una vía para unificar a la clase trabajadora y luchar por el poder político.

El Partido Socialista de los Trabajadores se basa en su continuidad revolucionaria para explicar a los trabajadores qué es el fascismo, su peligro mortal y cómo combatirlo.

“En todos los países donde venció el fascismo vimos, antes del crecimiento del fascismo y su victoria, una ola de radicalización de las masas —de los obreros y los campesinos y agricultores pobres, y de la pequeña burguesía”, dijo León Trotsky en 1939. Trotsky fue uno de los dirigentes de la Revolución Rusa que colaboró con el PST hasta su asesinato por un agente estalinista en 1940. “El fascismo fue capaz de triunfar solamente en los países donde los partidos obreros conservadores impidieron que el proletariado aprovechara la situación revolucionaria para tomar el poder”.

Hoy en día no hay una oleada revolucionaria de masas en Estados Unidos ni en ningún país imperialista. A medida que en el futuro se desarrollen luchas obreras y sociales, la clase obrera tendrá la oportunidad de tomar el poder. Su éxito dependerá de que se construya con suficiente antelación una dirección revolucionaria. El objetivo del Partido Socialista de los Trabajadores es precisamente hacer eso.  
 
 
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