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Vol. 80/No. 37      3 de octubre de 2016

 
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Ante expansión de Beijing, baja poder imperialista de Washington en Asia

 
POR MARK THOMPSON
La última visita del presidente Barack Obama a Asia a principios de septiembre puso de relieve el desafío que representa para el dominio de Washington sobre el Pacífico la creciente capacidad económica y militar de China. Esto sucede, a pesar del “viraje” de Obama hacia Asia para contrarrestar la influencia de Beijing, que ha representado una iniciativa central de la política exterior de su administración.

Obama visitó Hangzhou, China, el 4 y 5 de septiembre para la cumbre del G-20, una reunión de jefes de estado de los países industrializados más grandes del mundo. Estuvo en Vientiane, Laos, del 6 al 8 de septiembre para una reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.

Los reportajes sobre la gira de Obama se enfocaron en los desaires diplomáticos, entre ellos un enfrentamiento entre los agentes de seguridad sobre la llegada de Obama a Hangzhou y la cancelación de una reunión con el presidente de las Filipinas, Rodrigo Duterte.

Obama no logró que la reunión de la ASEAN emitiera una fuerte declaración contra los reclamos de Beijing sobre las islas en el Mar de China Meridional.

En una visita a Asia en 2009 Obama dijo ser “el primer presidente norteamericano del Pacífico”. Ha realizado 11 viajes a Asia durante sus dos mandatos.

El “viraje a Asia” de la administración anunciado en 2011, suponía una disminución de la intervención militar de Washington en Afganistán e Iraq. Pero los conflictos y la inestabilidad en el Medio Oriente se han intensificado.

Aunque Washington continúa buscando la colaboración de Beijing y de Moscú, para ayudar a estabilizar el mundo, el viraje a Asia tenía como objetivo fortalecer las alianzas militares y comerciales para contrarrestar el creciente papel de Beijing en la región.

Washington “supuso que una reafirmación meramente simbólica del poderío y la voluntad serían suficientes para hacer que China diera marcha atrás”, señaló Hugh White, un ex asesor de defensa del gobierno australiano, en el Financial Times el 5 de septiembre. Sin embargo, “la postura firme de China en el este y en el Mar de China Meridional hoy en día son fuerte evidencia de que se equivocaron”.

El peso económico de China

Cuando estaba en Laos, Obama anunció una contribución de 90 mil millones de dólares para ayudar a remover las bombas que Washington lanzó en ese país hace 50 años, reconociendo, pero no disculpándose por el costo “no intencionado” de la brutal guerra de Washington contra Vietnam. De 1964 a 1973 aviones de guerra estadounidenses lanzaron 2 millones de toneladas de bombas. Ochenta millones de bombas de racimo quedaron sin explotar. Estas han matado a unas 20 mil personas desde el fin de la guerra.

Al mismo tiempo, el primer ministro chino, Li Keqiang, anunció inversiones en Laos con un valor de miles de millones de dólares, incluyendo un proyecto hidroeléctrico, una línea de ferrocarril a China y una zona económica especial de 1 600 millones de dólares.

Beijing ha abierto una nueva línea de tren a Afganistán, lo que representa una ruta comercial alternativa para este paíssin frontera con el mar en el que China ya es el mayor inversor extranjero. En 2011, la entonces secretaria de estado, Hillary Clinton, anunció que Washington patrocinaría la construcción de nuevas conexiones de transporte con Afganistán, pero no pasó nada.

Un elemento central del viraje a Asia de Washington era la Asociación Trans Pacífica, un pacto comercial diseñado para contrarrestar el poder de China, suscrito en febrero con otras 11 naciones del Pacífico. Cubre el 40 por ciento del producto interno bruto del mundo. Pero Obama aún no ha presentado el pacto al congreso para que sea ratificado, y los dos candidatos presidenciales principales lo han criticado.

Caída del poder de Washington

Los gobernantes imperialistas de Estados Unidos salieron victoriosos de la Segunda Guerra Mundial. Esto incluía la supremacía naval en el Pacífico y el Mar de China Meridional. Era China, sobre todo, cuya tierra, recursos y mano de obra baratos codiciaban los gobernantes norteamericanos.

Pero la guerra abrió un nuevo ascenso de la lucha en Asia, África y América Latina contra el dominio colonial y la dominación imperialista. Una revolución de los trabajadores y campesinos puso fin a la dominación extranjera de China. Los planes de Washington para intervenir se vieron frustrados aún más por las protestas masivas de las tropas norteamericanas en Asia que exigían regresar a casa.

Antes de 1979, Washington se había negado a reconocer al gobierno de China, en su lugar apoyó el gobierno de la República de China en Taiwán con una masiva ayuda militar y económica.

Con el colapso de los regímenes estalinistas en la Unión Soviética y en Europa Oriental entre 1989 y 1991, Washington y sus aliados imperialistas más cercanos creyeron, erróneamente, que habían ganado la Guerra Fría y obtendrían nuevos mercados para la inversión y comercio. Anticipaban aperturas similares en China.

Al mismo tiempo, actuaron como si ahora tuvieran vía libre para imponer su voluntad política. En la conferencia de la ASEAN en Hanoi, Vietnam, en 2010, Hillary Clinton, le recordó al canciller chino Yang Jiechi que Washington tenía “intereses nacionales” en el Mar de China Meridional, y le dijo a Beijing que se mantuviera fuera. En respuesta, Yang advirtió a sus anfitriones del sudeste asiático, “China es un país grande. Y todos ustedes son países pequeños”.

Desde entonces, Beijing ha acelerado la construcción de bases militares en islas artificiales en el Mar de China Meridional. El presidente ruso, Vladimir Putin, respaldó la posición de Beijing cuando asistió a la cumbre de los G-20. Las armadas de Rusia y China comenzaron ocho días de ejercicios en el Mar de China Meridional el 12 de septiembre, sus operaciones conjuntas más grandes hasta ahora.

El gobierno chino también está construyendo su primera base naval en el exterior en Yibuti en el Cuerno de África, y en agosto prometió un aumento de la ayuda militar al gobierno sirio.

El crecimiento masivo de la industria y el comercio capitalistas en China en los últimos 30 años ha resultado en el aumento de la competencia con el imperialismo estadounidense. Esto impulsa a los gobernantes chinos a buscar jugar un papel político y militar en el Pacífico proporcional a su fuerza económica. Y continúan avanzando a costa de Washington.  
 
 
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