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Vol. 80/No. 28      1 de agosto de 2016

 
(portada) (editorial)

¡Organizar! ¡Sindicalizar! ¡Alto a las deportaciones!

 
“Todos somos norteamericanos, esto nos afecta a todos nosotros”, nos dicen los patrones, sus medios noticiosos y sus políticos —desde Donald Trump hasta Hillary Clinton— cuando quieren que hagamos concesiones, supuestamente para “salvar trabajos norteamericanos”, o que renunciemos a nuestros derechos democráticos para “luchar contra el terrorismo” o ir a luchar en sus guerras.

Pero cuando los trabajadores luchan por mejores salarios y condiciones laborales más seguras, cuando los trabajadores de diferentes nacionalidades se suman a las protestas contra la brutalidad policial, o cuando les empiezan a irritar las intromisiones del gobierno en sus vidas, de pronto el “nosotros” desaparece.

Más bien, los patrones inventan una “clase trabajadora blanca” que según ellos está inmersa en la desesperanza, son adictos al Oxycontin y son racistas hacia los negros y los latinos. Ellos contraponen a los hombres contra las mujeres, a los negros contra los caucásicos, a los nacidos aquí contra los nacidos en el extranjero, a los empleados contra los desempleados, a los jóvenes contra los viejos.

Hay dos Estados Unidos: el Estados Unidos de las familias gobernantes capitalistas y el Estados Unidos del pueblo trabajador. Pero solo existe una clase trabajadora, con distintos tonos de piel y que habla una variedad de idiomas.

A medida que la crisis económica y social del capitalismo mundial se intensifica, los patrones utilizan todas las divisiones posibles para aumentar la competencia entre los trabajadores y reducir nuestros salarios. La única manera de contrarrestar esto es sindicalizando a los que no están sindicalizados. Esto es más importante que nunca hoy día cuando menos del 7 por ciento de los trabajadores del sector privado están organizados en sindicatos.

Para aumentar estas divisiones —e impedir que veamos que el capitalismo es la causa de nuestros problemas— ellos califican a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes de “ilegales”. En un editorial publicado en el Militante hace dos semanas, nosotros exigimos la “legalización” de los inmigrantes indocumentados, un término que no habíamos utilizado en varios años y que no vamos a utilizar de nuevo.

Desde el punto de vista de los gobernantes capitalistas todos los trabajadores son ilegales. ¿Acaso no es así como los policías ven a los jóvenes africano-americanos que detienen y revisan? ¿No es así como tratan a los “convictos” a quienes le niegan el derecho a votar? ¿No es así como los patrones ven a los trabajadores en huelga cuando se niegan a regresar a trabajar hasta que no hayan ganado un contrato mejor?

El Partido Socialista de los Trabajadores nunca pedirá ver tus documentos. Todo sindicato y organización obrera debe decir: “No nos interesa que idioma hablas, en que lado de la frontera naciste o si estuviste en prisión. No nos importa si eres musulmán, cristiano, judío, hindú o si no tienes religión. Unámonos y luchemos juntos contra los patrones y sus partidos”.

Esta es una cuestión de vida o muerte para la clase trabajadora y los sindicatos. ¡Alto a las deportaciones y a todas las medidas como el E-verify que están dirigidas contra los trabajadores inmigrantes y que dividen a la clase trabajadora! ¡Pongan en libertad a los trabajadores presos por no tener sus documentos de inmigración o permisos de trabajo! Organizar! Sindicalizar!  
 
 
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