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Vol. 80/No. 19      16 de mayo de 2016

 
(portada)

Desastre de Chernóbil demuestra la necesidad del poder obrero

 
POR JOHN STUDER
El 26 de abril de 1986 tuvo lugar en la Ucrania soviética el peor desastre nuclear de la historia cuando explotó la central nuclear de Chernóbil. La explosión desencadenó daños incontrolados en el núcleo del reactor y un incendio que duró 10 días, resultando en el esparcimiento de radioactividad a grandes partes de Ucrania, Bielorrusia, Rusia oriental y hasta partes de Europa.

Algunos oponentes de la energía nuclear están aprovechando este aniversario para argumentar que el accidente es prueba de que esta fuente de energía ya no se debería de usar. Sin embargo, los hechos indican que lo que es necesario es que los trabajadores tomen el poder político y sean los que controlen la seguridad. El desastre fue consecuencia de la extraordinaria negligencia del régimen estalinista que ocupaba el poder en Moscú en ese entonces, y su desprecio hacia el pueblo trabajador —un desprecio que también comparten los capitalistas y sus gobiernos por todo el mundo.

Este desastre social fue resultado del diseño defectuoso y descuidado de la planta, de la decisión del gobierno de no construir ninguna estructura de contención alrededor del reactor y de una serie de decisiones desastrosas y demoras por parte de los burócratas del gobierno, en su intento de ocultar el accidente y su gravedad.

Durante las primeras 36 horas los oficiales les dijeron a los 50 mil residentes de Pripyat, ciudad construida a una milla del reactor, que no tenían por qué preocuparse. Cuando por fin ordenaron la evacuación, le dijeron a los trabajadores que solo se irían por unos pocos días y solo tenían que llevar un poco de ropa.

El régimen estalinista ordenó que unos 600 mil soldados, además de bomberos, mineros y otros voluntarios —conocidos como los “liquidadores”— se sumaran a los trabajadores de la planta para apagar el incendio, intentar cubrir el reactor y limpiar el área. Pocos de ellos recibieron equipo de protección.

Aunque aún seguía cayendo polvo radioactivo, los dirigentes del partido estalinista rehusaron cancelar las movilizaciones del Primero de Mayo en Kiev, la capital de Ucrania, a unas 80 millas de Chernóbil, y Minsk, la capital de Bielorrusia, en vez de decirle a la gente que permanecieran en sus casas.

Dos trabajadores murieron durante la explosión y 28 trabajadores de la planta, bomberos y otros murieron por los efectos agudos de la radiación en las semanas siguientes. Oficiales de Naciones Unidas estiman que habrán más de 4 mil muertos. Alrededor de 6 mil niños contrajeron cáncer de tiroides, que si es tratado resulta en una tasa de supervivencia del 99 por ciento.

El gobierno continuó encubriendo el verdadero alcance del desastre social hasta que trabajadores y científicos enfurecidos expusieron la verdad tres años después.

En un poema sobre la traición estalinista, Lyubov Sirota, quien vio la explosión desde Pripyat, escribió:

Miles de funcionarios “competentes”
cuentan nuestras “almas” en porcentajes,
habiendo perdido su propia honestidad y su propia alma hace mucho —
así nos sofocamos en desesperanza.
Ellos nos dejaron de contar.
Continúan sus intentos de borrar nuestras verdades enfermas
con sus mentiras hipócritas.
¡Pero nada nos silenciará!

El internacionalismo de Cuba
Cuando quedó claro el alcance del desastre social, Cuba revolucionaria, de manera coherente con su récord sostenido de solidaridad obrera internacional, ofreció proveer cuidado médico gratuito. Desde 1990, más de 25 mil personas, la inmensa mayoría niños, viajaron a una instalación médica en Tarará, Cuba, construida con el trabajo voluntario de trabajadores.

Ellos recibieron amor y cuidado de los doctores y voluntarios cubanos. “Esta clase de apoyo social viene del pueblo, de individuos”, dijo al Militante Julio Medina, director del programa de Tarará, en una entrevista en septiembre de 2014. “Esos valores son producto de la revolución y su política, nuestro modo de vida”.

El desmoronamiento de la Unión Soviética tuvo lugar más o menos cuando comenzaba el programa de Tarará. Moscú cortó su comercio y asistencia a Cuba. Incluso bajo esas condiciones difíciles, que resultaron en lo que los cubanos llaman el Período Especial, el gobierno revolucionario expandió el programa.

El nuevo gobierno pro-capitalista en Ucrania se unió a Washington para votar en contra del record sobre derechos humanos de Cuba, explicó la doctora Xenia Laurenti, directora adjunta del programa cubano, en una película sobre Chernóbil de 2007. “Si esto hubiera sido un proyecto político, hubiéramos roto relaciones”.

“Pero esto no es político”, dijo. “Es un ejemplo de solidaridad internacional”.

En 2012, bajo el presidente Víktor Yanukóvich, el gobierno ucraniano dejó de financiar el transporte a Cuba, provocando así la suspensión del programa de Tarará. Yanukóvich fue derrocado al año siguiente por un movimiento popular conocido como el Maidán y su régimen pro-Moscú fue reemplazado por un gobierno que se orienta hacia Washington y la Unión Europea.

En 2015 se formó una organización de personal médico, víctimas de Chernóbil y otros para instar al gobierno ucraniano a que reanude los vuelos a Cuba. Hay centenares de jóvenes en una lista de espera para ir a Tarará y los cubanos se han comprometido a ayudarlos.

En 2015 el gobierno terminó un programa de almuerzos en las escuelas que alimentaba a 350 mil niños, muchos de ellos en las 1 300 poblaciones en las cercanías de Chernóbil, la única fuente de alimentos no contaminados por la radiación que aún existe.

Grupos como Greenpeace y el Centro de Estudios sobre Globalización insisten en que el problema de Chernóbil es la energía nuclear en sí misma. Ellos dicen que la única manera para evitar Chernóbiles en el futuro es cerrando todos los reactores nucleares, aun cuando esto significara que millones de personas en África, Latinoamérica y Asia no tengan acceso a la electricidad.

Qué clase tiene el poder
Pero la energía nuclear en sí misma ni es buena ni mala. La cuestión es quién la controla y para los intereses de qué clase.

“Los peligros de la energía nuclear no son un argumento contra sus posibles beneficios para el avance de la electrificación del mundo; más bien son un argumento a favor de organizar al pueblo trabajador para que le arrebate el poder a los explotadores capitalistas”, escribió Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en “Nuestra política empieza con el mundo”, en el volumen 7 de Nueva Internacional .

“El movimiento comunista no tiene ‘una posición sobre la energía nuclear’ ni a favor ni en contra”, dijo Barnes . “Tenemos una orientación proletaria internacionalista para impulsar la lucha revolucionaria por la liberación nacional y el socialismo”.

El curso internacionalista de la Revolución Cubana en Tarará, plasmado en la idea de que Cuba no comparte lo que le “sobra”, sino todo lo que tiene, cueste lo que cueste, demuestra que una revolución como esa puede transformar a nuestra clase para hacer un mundo en el que vale la pena vivir.  
 
 
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