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Vol. 79/No. 47      28 de diciembre de 2015

 
(portada, comentario)

Ataques a libre expresión son un golpe a clase trabajadora

 
POR MAGGIE TROWE
 
Existe una tendencia creciente entre académicos, estudiantes, liberales y algunos que se autodenominan socialistas de amenazar y hacer callar a personas con quienes discrepan. Esto es un ataque a los valiosos derechos políticos logrados en reñidas luchas del pueblo trabajador y debemos combatirlo enérgicamente.

Algunos estudiantes han tratado de que se prohíban charlas y presentaciones de académicos y artistas israelíes y de personas que tengan opiniones sobre Israel diferentes a las suyas.

Durante las recientes protestas estudiantiles realizadas bajo el lema de la lucha contra el racismo en las universidades de Missouri, Yale, Cornell y otras, en lugar de plantear demandas claras contra las políticas que discriminan contra los negros y que forjen la unidad en la acción, los estudiantes terminaron atacando el derecho a la libertad de expresión.

El 9 de noviembre, cuando el reportero gráfico estudiantil Tim Tai visitó una protesta que exigía más conciencia racial en la Universidad de Missouri en Columbia, algunos estudiantes le dijeron que no podía tomar fotos, porque el área era el “espacio seguro” de ellos. Tai respondió que el derecho de los estudiantes a protestar y su derecho a informar sobre las protestas estaban protegidos por la constitución. Melissa Click, una profesora asistente que participaba en la protesta, gritó, “¿Quién quiere ayudarme a echar a este reportero de aquí? ¡Necesito algo de músculo aquí!”

Muchos liberales y grupos de izquierda dicen — erróneamente — que los ataques racistas están creciendo como un fuego incontrolado, y que si es necesario sacrificar la libertad de expresión para detenerlos, que así sea. En realidad, el movimiento proletario de masas de los africano-americanos y sus aliados en los años 50 y 60 fortalecieron a la clase obrera y transformaron la conciencia de los trabajadores de todas nacionalidades. La lucha contra la brutalidad y las muertes a manos de la policía durante el último año y medio han obligado a los gobernantes a presentar cargos contra algunos policías y a tomar medidas para frenarlos.

Hay menos, no más, ataques racistas hoy en día, pero debido a los cambios en las actitudes sociales forjadas por las luchas, estos reciben más publicidad y producen más reacción.

Convencidos de lo opuesto, el gobierno estudiantil de la universidad de Ithaca inició en marzo una caza de brujas con un “sistema para reportar microagresiones”, instando a los estudiantes a reportar “intercambios sociales en los que ocurran humillaciones verbales, de conducta o ambientales que marginen a uno o más individuos o grupos específicos”.

Cuando el estudiante de la universidad de Cornell, William Heisenberg, publicó en Facebook planes para un acto el 13 de noviembre en solidaridad con las protestas contra el racismo en otras universidades, fue acusado de “microagresión” contra las “PoCs” (personas de color). Los Estudiantes Negros Unidos le pidieron que cancelara el evento debido a “la falta de personas de color en la planificación y asistencia a esta protesta”.

El Comité de Asuntos Interculturales de la Universidad de Yale envió un correo electrónico a los estudiantes advirtiéndoles de no usar disfraces para Halloween que “falten el respeto, enajenen o ridiculicen a segmentos de nuestra población” y advirtió contra “la apropiación y/o tergiversación cultural” al vestirse como una persona de una raza o cultura diferente.

Cuando la profesora de Yale Erika Christakis respondió, advirtiendo que las universidades estadounidenses “se han convertido en lugares de censura y prohibición”, algunos estudiantes de Yale organizaron protestas para exigir su renuncia, lo que ella terminó haciendo el 7 de diciembre.

No a violencia en movimiento obrero

Mundo Obrero, el periódico del Partido Mundo Obrero, que se autodenomina socialista, defendió la censura y el vandalismo en un editorial el 16 de noviembre.

La libertad de expresión es “racismo” y “una herramienta que la clase dominante capitalista utiliza mientras hace propaganda, organiza y legisla para mantener a todos los pueblos oprimidos — y sobre todo a gente de color — en silencio y sin poder”, declaran los editores.

“Este mundo no puede construirse utilizando legalidades estrechas establecidas por una revolución democrática burguesa en los años 1700 que enmarcaba los ‘derechos’, como algo poseído solamente por hombres blancos acaudalados”, escriben los editores, tirando por la ventana las protecciones constitucionales ganadas con sangre por el pueblo trabajador.

Los logros de la primera revolución norteamericana incluyen la exitosa lucha encabezada por trabajadores y pequeños comerciantes que resultó en la Carta de Derechos, escrita para proteger al pueblo del estado. La segunda revolución norteamericana — la Guerra Civil — abolió la esclavitud, inició la Reconstrucción Radical y codificó la emancipación, la igualdad de protección, la ciudadanía y el sufragio en las enmiendas 13, 14 y 15 a la constitución de Estados Unidos. Lejos de ser “legalidades estrechas” de una época pasada son necesarios para las luchas obreras de hoy. No son solo importantes para “hombres blancos muertos” y “derechistas”, como argumentan muchos en la izquierda.

No hay lugar para la violencia en el movimiento obrero. Suprimir la expresión de opiniones impide el debate necesario para obtener claridad política, construir un poderoso movimiento proletario y luchar por el poder político.

‘Operación Limpieza’

En la década de 1970 el Caucus Nacional de Comités Laborales dirigido por Lyndon LaRouche — que se autodenominaba socialista mientras iba rumbo a convertirse en un grupo fascista — anunció que los grupos del movimiento obrero que según ellos eran obstáculos para la lucha deberían ser eliminados. Lanzaron lo que llamaron “operación limpieza”, con el objetivo de “pulverizar” y “enterrar” al Partido Comunista y al Partido Socialista de los Trabajadores. Armados con tubos, nunchakus y porras, los matones de LaRouche atacaron reuniones en las que participaban estos partidos y a miembros cuando iban a casa o al trabajo.

El Partido Socialista de los Trabajadores organizó una amplia campaña política — y un frente unido de escuadrones de defensa — que repelió a los matones y puso fin a sus ataques.

El pueblo trabajador necesita un ambiente de libre debate y discusión para decidir la forma más eficaz de oponerse al imperialismo y la guerra; cómo luchar por mejores salarios y por sindicatos; detener la violencia policial; ganar la acción afirmativa en la contratación de africanos-americanos, mujeres y todas las víctimas de la discriminación; y construir un partido obrero basado en los sindicatos.
 
 
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