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Vol. 79/37       19 de octubre de 2015

 
(especial, respuesta a lectores)
Refugiados, lucha de clases y la
unidad de la clase trabajadora

 
POR NAOMI CRAINE  
El Militante recibió media docena de cartas (ver más abajo) en respuesta al editorial “Solidaridad con el pueblo trabajador sirio, refugiados” en la edición del 5 de octubre. Varios han criticado la aserción de que “la demanda general de que se ‘abran las fronteras’” es una demanda utópica, que de ser “adoptada bajo el dominio capitalista, provocaría una mayor competencia entre los trabajadores, desempleo, salarios más bajos y miseria social”

El editorial deja claro que el Militante está en contra de la deportación de sirios y otros que han logrado llegar a Europa o a Estados Unidos. “Es apremiante que la clase obrera luche para organizar a estos hombres y mujeres como parte de la lucha de clases, en cualquier país al que lleguen”, dijimos.

Pero a diferencia de los liberales y de los partidos de izquierda pequeño burgueses, que buscan un eslogan universal y ven a los refugiados y a los inmigrantes como depauperadas víctimas, los comunistas los ven como compañeros trabajadores, revolucionarios en potencia. Nuestro punto de partida es la realidad de la clase obrera dentro de los países donde luchamos y cómo podemos unificar a la clase obrera para trazar un camino hacia la lucha revolucionaria para tomar el poder de las manos de los gobernantes capitalistas y abrir la vía hacia la construcción del socialismo.

El editorial explicaba la necesidad de luchar para organizar y sindicalizar a todos los trabajadores, independientemente de dónde hayan nacido, del lenguaje que hablen o de los papeles que tengan o no tengan.

Promovemos la lucha contra todo intento de negar derechos políticos y tratamiento igualitario, dentro y fuera del trabajo. Nos unimos a la lucha para poner fin a las redadas de inmigración y las deportaciones, incluyendo la última medida del gobierno alemán de acelerar la exclusión de aquellos que tacha de “migrantes por razones económicas”. Y nos oponemos a las cercas, los campos de internamiento y el desplazamiento de tropas por los gobernantes capitalistas.

La dirección de marcha de la clase obrera es hacia el derrocamiento de la dictadura del capital y el establecimiento de la dictadura del proletariado, una lucha que tiene lugar dentro de las fronteras nacionales en unos 190 países hoy día. “Los trabajadores no tienen país”, escribieron Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista en 1848. Pero inmediatamente añadieron, “Ya que el proletariado tiene en primer lugar que conseguir la supremacía política… es en sí mismo nacional hasta ese momento, aunque no en el sentido burgués de la palabra”.

La posición de los bolcheviques

Nos adherimos a la posición por la que lucharon con éxito los bolcheviques guiados por V.I. Lenin en el congreso de la Internacional Socialista en Stuttgart, Alemania, en 1907. El encuentro rechazó firmemente una propuesta del Partido Socialista de Estados Unidos para restringir la inmigración de los trabajadores de la “raza amarilla”, que según decían, no tenía otro objetivo sino “destruir las organizaciones sindicales, disminuir el estándar de vida de la clase obrera y retrasar la consecución final del socialismo”.

Es un simple hecho que la inmigración en masa intensifica la competencia entre los trabajadores. La resolución adoptada por la conferencia de Stuttgart explicaba que el único contrapeso a la caída de salarios y el empeoramiento de las condiciones de trabajo es organizar a los trabajadores inmigrantes, junto con el resto de los trabajadores, y luchar contra todos los intentos de los patrones para discriminarlos, ilegalizarlos o deportarlos.

Pero no hacemos campaña a favor de la demanda abstracta de “abrir las fronteras” como objetivo inmediato —como lo implicaba un editorial en la edición del 21 de septiembre del Militante y recientes comunicados de candidatos del Partido Socialista de los Trabajadores y la Liga Comunista en el Reino Unido— mucho menos como el camino para “resolver” la crisis. No solo es utópico, sino que es un obstáculo a un camino de lucha hacia la unidad de los trabajadores y el avance de la lucha de clases.

Los cientos de miles de personas que han logrado llegar a Alemania, Suecia, Hungría u otras partes de Europa durante el último año son una pequeña minoría de las más de 11 millones de personas solo en Siria, aproximadamente la mitad de la población, que se han visto desalojados, principalmente por las atrocidades del régimen de Bashar al-Assad, y en menor medida, por el Estado Islámico. Por la mayor parte, aquellos que han llegado a Europa tienen recursos suficientes para contratar a un “coyote” para ayudarlos a salir, con la esperanza de una vida mejor.

Alrededor de 7.5 millones de personas están “desplazadas internamente”, viviendo aún en Siria, y millones más están en Líbano, Jordania y Turquía. Están preocupados de cómo pueden mejorar su situación donde están, y no consideran que salir de la región sea una opción personal ni una manera de avanzar los intereses de sus familias y compañeros de trabajo.

No una repetición de los años 1930

Al contrario de lo que se presenta en mucho de la prensa burguesa, la actual crisis de refugiados —tanto en su magnitud como en las condiciones de los refugiados— no es una repetición de lo que confrontaron los judíos, comunistas, socialdemócratas, sindicalistas, romaníes y otros que huían del régimen nacional socialista de Hitler en los años 1930 y durante la Segunda Guerra Mundial.

Millones de personas murieron en los pogromos y campos de concentración nazis. Alrededor de 250 mil presos fueron asesinados o murieron en marchas forzadas al salir de de los campos de concentración durante los últimos 10 meses de la guerra en Europa, hasta una tercera parte de ellos judíos.

Muchos de los millones de refugiados por toda Europa al final de la guerra estaban cerca de la muerte por hambre, un contraste total a los refugiados en Europa en estos momentos, por difícil que sean sus circunstancias actuales.

Bajo esas condiciones, el Partido Socialista de los Trabajadores y el movimiento comunista mundial exigieron que los gobernantes capitalistas abrieran sus puertas a los refugiados de los países y regiones donde el pueblo trabajador enfrentaba las consecuencias devastadoras de las guerras, contrarrevoluciones, pogromos anti-judíos y holocaustos. En noviembre de 1938 el Comité Nacional emitió una declaración en el periódico del partido, llamado Socialist Appeal en aquel entonces, con el título, “¡Qué se permita que los refugiados vengan a Estados Unidos! Abran las puertas a las víctimas del terror Nazi de Hitler”.

Pero esta no es la demanda política sostenida por los comunistas en la mayor parte de las guerras, crisis sociales o grandes batallas de clase bajo el capitalismo. En cambio, la solidaridad internacionalista con sus luchas y exigir que los imperialistas mantengan sus manos fuera han sido las consignas principales. El capitalismo, plagado por crisis, seguirá arrojando a millones de personas fuera de sus países natales, impulsados tanto por condiciones económicas como por guerras y represión política.

Los comunistas luchan por la solidaridad obrera, y para organizar nuestros propios partidos políticos proletarios que puedan dirigir la lucha para tomar el poder fuera de las manos de la clase capitalista. Los trabajadores oriundos de Siria, Sudan, Etiopía, Eritrea, México, Polonia y otros países que se encuentran en los centros imperialistas serán participantes en esas batallas —no como integrantes de una categoría de inmigrantes o refugiados, sino como parte de la lucha de clases.
 
 
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