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Vol. 79/No. 34      28 de septiembre de 2015

 
(especial)
Cuba, Angola y ‘la causa más bonita’
‘Visiones de libertad’ relata verdadera historia del internacionalismo desinteresado
de la Revolución Cubana en África austral y su papel en la derrota del apartheid

 
Visiones de libertad: La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África, 1976-1991, por Piero Gleijeses. Dos tomos, 492 y 494 páginas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015.  

POR FRANK FORRESTAL  
Visiones de libertad
llena un gran vacío al decir la verdad sobre una historia que hasta ahora ha sido mayormente desconocida alrededor del mundo: el aporte decisivo de Cuba revolucionaria a la liberación de Angola, Namibia y Sudáfrica. Esa lucha, que el dirigente cubano Fidel Castro ha calificado como “la causa más bonita”, cambió el curso de la historia en el continente africano y más allá.

He leído y releído este libro unas cuantas veces, y las páginas subrayadas con diferentes colores y marcadas con desgastadas notas adhesivas son prueba de ello. Escrito en un lenguaje claro y convincente, ofrece hechos minuciosamente documentados y no evita las complejidades al explicar la misión internacionalista cubana de combate en Angola. Lo recomiendo sin reservas.

Visiones de la libertad es la continuación de Misiones en conflicto: La Habana, Washington y África, 1959-1976. El primer tomo, publicado en inglés en 2002 y en español en 2007, relata la ayuda cubana a las luchas de liberación desde la guerra independentista en Argelia a principios de los años 60 hasta la victoria contra la primera invasión sudafricana de Angola en 1975-76. Visiones retoma la historia hasta la victoria final en 1988 contra los invasores sudafricanos y el posterior fin del régimen supremacista blanco.

Los dos libros juntos nos ofrecen un relato impactante sobre el internacionalismo desinteresado que distingue la Revolución Cubana en el mundo de hoy: un ejemplo vivo de lo que el pueblo trabajador es capaz de hacer cuando toma el poder estatal, transformándose y transformando toda la sociedad en este proceso.

La editora cubana Ciencias Sociales publicó este año la edición en español de Visiones de libertad. Fue lanzada en junio en dos actividades en La Habana, con la participación de Gleijeses, el dirigente cubano Jorge Risquet, principal representante de Cuba en las negociaciones que pusieron fin a la intervención sudafricana en Angola, y Ricardo Alarcón. Durante la misión internacionalista, Alarcón fue embajador de Cuba ante Naciones Unidas y luego viceministro del exterior.

“Cuando uno lee el libro, se llena de orgullo de ser cubano y de ser revolucionario, de la dirección de la Revolución y de haber sido parte de ese esfuerzo internacionalista”, dijo Fernando González en un intercambio con estudiantes cubanos el año pasado. González es uno de los cinco héroes cubanos que pasaron más de una década y media en prisiones norteamericanas bajo cargos fabricados a raíz de su trabajo en defensa de la revolución. Tres de los Cinco Cubanos, entre ellos González, fueron combatientes voluntarios en Angola.

Gleijeses, profesor de política exterior estadounidense en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, fue el primer académico no cubano en obtener acceso a los archivos cerrados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Él reunió 15 mil páginas de documentos de esa fuente—incluyendo conversaciones transcritas de Fidel Castro y Raúl Castro con colaboradores cercanos, funcionarios soviéticos y dirigentes angolanos, así como documentos tomados de los archivos de Estados Unidos, Sudáfrica y otros gobiernos. (Gleijeses ha hecho accesibles muchos de estos materiales mediante el sitio web digitalarchive.wilsoncenter.org). El autor también entrevistó a más de 150 protagonistas, incluidos muchos de los principales.

Gesta profundamente popular

En el transcurso de 16 años, 425 mil voluntarios internacionalistas cubanos prestaron servicio en Angola como combatientes o como médicos, maestros y otros trabajadores civiles. Se sumaron a los angolanos para repeler dos invasiones sudafricanas de gran envergadura, en 1975-76 y en 1987-88. Entre estas, mantuvieron una línea defensiva contra un sinnúmero de acciones del ejército sudafricano, mientras Luanda libraba una prolongada guerra contra las fuerzas contrarrevolucionarias angolanas apoyadas por el régimen del apartheid y Washington. Murieron 2 mil cubanos, junto a cientos de miles de angolanos.

Uno de los hilos conductores del libro es el profundo apoyo del pueblo cubano a la misión internacionalista en Angola y el carácter auténticamente voluntario de su participación. Esto se ve en las entrevistas del autor con numerosos voluntarios, quienes en sus propias palabras expresan su identificación con la lucha para liberar África austral y su voluntad de arriesgar la vida en ese esfuerzo.

Gleijeses cita un informe de la CIA —la cual no es precisamente una fuente neutral— que señala en 1979 que en Cuba, “El prestar servicio en Angola sigue siendo popular entre la juventud”.

Rebatiendo la mentira de Washington de que los cubanos actuaron como “títeres soviéticos”, Gleijeses documenta el verdadero historial. Como lo expresó Nelson Mandela en 1991, cuando visitó la isla para agradecer al pueblo cubano su aporte a la lucha contra el apartheid, “¿Qué otro país puede mostrar una historia de mayor desinterés que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones con África?”

El libro también echa por tierra las afirmaciones de que el gobierno estadounidense se proponía acabar con el régimen del apartheid. Documenta irrefutablemente el apoyo de Washington a las invasiones sudafricanas de Angola y su ayuda militar a UNITA y demás grupos apoyados por Pretoria en Angola.

A través de esta historia quedan de manifiesto las capacidades directivas políticas y militares de Fidel Castro y los amplios cuadros dirigentes de la Revolución Cubana: desde la decisión tomada sin titubeos de movilizar a decenas de miles de combatientes cubanos en respuesta a la invasión sudafricana de Angola en 1975, hasta la derrota definitiva del ejército de Pretoria en Cuito Cuanavale y el suroeste de Angola en 1988, y las negociaciones y la retirada final de las fuerzas cubanas en 1991.

La dirección cubana tenía confianza en la capacidad de lucha no solo del pueblo cubano sino de los soldados angolanos, los combatientes namibios de la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO) y las masas rebeldes de Sudáfrica, lideradas por el Congreso Nacional Africano (ANC), que se vieron inspiradas más y más por las victorias dirigidas por los cubanos. Instructores cubanos ayudaron a entrenar a los combatientes del ANC y de la SWAPO.

“La gente de Sudáfrica está mostrando una valentía, un heroísmo asombroso”, escribió Fidel Castro en 1985 en una carta al presidente de Angola, refiriéndose al auge de manifestaciones, huelgas y boicots escolares contra el régimen supremacista blanco. “Es evidente”, señaló, “que ha surgido una situación cualitativamente nueva y que la cuestión de la liquidación del apartheid en Sudáfrica ha pasado al primer plano”.

Dos trayectorias en conflicto

Visiones de libertad realiza una labor impresionante de documentar el marcado contraste entre la trayectoria seguida por la dirección cubana y la que por muchos años aplicaron los funcionarios angolanos y sus asesores militares soviéticos. La defensa de Angola frente a Pretoria dependía de la muy sustancial ayuda militar y económica de Moscú. Pero la dirección cubana no vaciló en propugnar y llevar a cabo una trayectoria internacionalista proletaria.

La prioridad principal de Moscú, apunta Gleijeses, era buscar la “distensión”: tratados de limitación de armas y otras concesiones diplomáticas a Washington. Temían que las luchas populares en África y otras partes del mundo descarrilaran esos esfuerzos.

“En noviembre de 1975, el Kremlin se había molestado por el envío de tropas cubanas a Angola”, escribe Gleijeses. El jefe soviético Leonid Brezhnev “estaba concentrado en las negociaciones de los acuerdos SALT II con los Estados Unidos” y quería proclamar el éxito de la distensión en el próximo congreso del Partido Comunista soviético. El gobierno cubano, anticipando esa reacción, envió tropas para ayudar al gobierno de Angola primero, y notificó a Moscú después.

A finales de 1987, cuando Cuba envió decenas de miles de tropas a Angola para las batallas culminantes, el régimen de Mijaíl Gorbachov —enfurecido porque esto podría complicar las conversaciones entre Washington y Moscú sobre el control de armas— instó a los cubanos a que describieran en público esa movilización como solo “un reemplazo planificado” de tropas. Raúl Castro, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, respondió que su gobierno no iba a “decir que se trata de un relevo, porque eso es mentira y nosotros no podemos decir mentiras”.

Durante toda la guerra, los asesores soviéticos insistieron en que “Angola debía construir un ejército convencional con tanques y armas pesadas que mantuviera a los sudafricanos a raya”, explica Gleijeses. En cambio, los cubanos argumentaban que sus fuerzas debían mantener la línea defensiva contra invasiones extranjeras, permitiendo así que los angolanos se concentraran en la guerra contra los contrarrevolucionarios de la UNITA, para la cual se necesitaban unidades más pequeñas “con equipos ligeros y entrenamiento en guerra irregular”.

La estrategia apoyada por los soviéticos condujo a ofensivas mal concebidas y a un revés desmoralizante tras otro, con bajas innecesariamente fuertes. Al final, en noviembre de 1987, ante la posible aniquilación de algunas de las unidades mejores entrenadas de Angola en la remota aldea sureña de Cuito Cuanavale, la dirección angolana aceptó la propuesta cubana de darle el mando a Cuba para una ofensiva militar que pusiera fin a la intervención sudafricana de una vez por todas.

Las fuerzas dirigidas por los cubanos frenaron el asalto a Cuito Cuanavale, y después atacaron contundentemente en el suroeste de Angola. Fue como “el boxeador [que] con la mano izquierda lo mantiene y con la derecha lo golpea”, según lo expresó Fidel Castro. Al enviar a sus mejores pilotos y su equipo más moderno a Angola, los cubanos lograron el dominio del aire y avanzaron hacia la frontera con Namibia con decenas de miles de combatientes cubanos, angolanos y namibios. Los gobernantes del apartheid sufrieron una derrota contundente y se vieron obligados a ir a la mesa de negociaciones. Se retiraron de Angola a mediados de 1988 y concedieron la independencia a Namibia.

Valores proletarios de la revolución

Visiones de libertad también ilustra los valores morales proletarios que orientan a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba: lo opuesto de los valores de las cúpulas militares burguesas de los ejércitos imperialistas. Al organizarse para derrotar rotundamente al enemigo, el liderazgo cubano siempre procuró evitar batallas grandes y costosas y minimizar las bajas de ambos lados, como había hecho durante la guerra revolucionaria de 1956-58 en Cuba.

En un memorándum enviado a las autoridades angolanas en 1983, “los cubanos enfatizaban, como lo habían hecho muchas veces, que ‘es absolutamente necesario’ tratar a los enemigos heridos y prisioneros de guerra humanamente y también prestar más atención a las necesidades del pueblo”, apunta Gleijeses.

A diferencia de los demás funcionarios y empresarios extranjeros, “los cubanos no ofrecían ni sobornos ni regalos costosos”, y los oficiales cubanos en Angola vivían en condiciones modestas.

La dirección cubana siempre colaboró con los angolanos en pie de igualdad: respetando su soberanía, sin tratar de dictarles cómo manejar sus asuntos, aun cuando discrepaban.

Contexto mundial

Una de las cosas que yo no había apreciado plenamente hasta que leí el relato de Gleijeses era la complejidad política de la lucha de clases —en África y otras partes del mundo— en que se desenvolvió la misión internacionalista en Angola. La manera en que la dirección cubana bajo Fidel trazó un curso frente a estos retos es una impresionante confirmación de sus capacidades revolucionarias.

Entre los sucesos que Gleijeses destaca:

♦ En Etiopía, donde se desarrollaba una reforma agraria antifeudal y lucha antiimperialista en 1977-78, unos 12 mil voluntarios cubanos respondieron a la solicitud de ayuda para rechazar una invasión somalí respaldada por Washington. Cuba lo hizo sin debilitar su compromiso militar con Angola.

Al mismo tiempo, para consternación del gobierno etíope y sus asesores soviéticos, los cubanos se negaron a desplegar sus fuerzas militares contra el pueblo de Eritrea, que libraba una guerra de independencia contra Addis Abeba.

♦ La defensa cubana de Angola le dio un mayor margen de respiro a Zambia, Mozambique y demás “países de primera línea” amenazados por el apartheid sudafricano. Las victorias dirigidas por los cubanos en Angola y Etiopía fueron un factor decisivo para que Zimbabwe (ex Rodesia) pusiera fin a un régimen supremacista blanco en 1980.

♦ El gobierno cubano discrepó fuertemente con la invasión soviética de Afganistán en 1979. Cuando Fidel Castro se reunió con dirigentes soviéticos a principios de 1980, entre los desacuerdos que expresó, “el tema primordial de las críticas de Fidel era la invasión a Afganistán”, escribe Gleijeses. “Los cubanos estaban en desacuerdo con la decisión y con la forma en que se había llevado a cabo”, incluido el hecho de que Moscú había invadido a un miembro del Movimiento de los No Alineados, que Cuba presidía en esos momentos.

“Afganistán creó un malestar muy grande en la relación” con Moscú, le dijo a Gleijeses el dirigente cubano Jorge Risquet.

♦ Cuba no se replegó de su defensa de Angola a pesar de las crecientes amenazas militares estadounidenses contra la isla a principios de los años 80. Frente a las victorias revolucionarias de 1979 en Granada y Nicaragua, Washington respondió con una fuerte escalada de su campaña bélica en Centroamérica y el Caribe. Brindó un masivo apoyo a los “contras” (contrarrevolucionarios) en Nicaragua e invadió Granada en 1983.

Al mismo tiempo, los dirigentes soviéticos habían dejado muy claro que, “si los imperialistas atacan a Cuba, solo podemos contar con nosotros mismos”, según lo expresó Fidel Castro.

♦ A finales de 1986 salió a luz el hecho de que Washington estaba financiando secretamente a los contrarrevolucionarios nicaragüenses, y que una parte de los fondos provenía de la venta de armamentos a Irán. Esta revelación debilitó políticamente a la administración Reagan. La dirección cubana, señala Gleijeses, valoró acertadamente que, con el escándalo Irán-contras, “el peligro de un ataque militar estadounidense contra su país había disminuido”. En esa valoración se basó la decisión de enviar refuerzos masivos a Angola, junto con los mejores pertrechos militares que Cuba tenía, en respuesta a la escalada sudafricana de 1987.

Y los cubanos lo jugaron todo, hasta la misma Revolución Cubana. Gleijeses cita a Raúl Castro, quien dijo en noviembre de 1987: “Hoy se lo dije al soviético [general Zaitsev], nos quedamos sin calzoncillos pero va todo para allá”.

Para sacar el mayor provecho de Visiones de libertad, hay dos libros que suplementan el de Gleijeses. Uno es Cuba y Angola: Luchando por la libertad de África y la nuestra, de la editorial Pathfinder. Contiene discursos de Fidel Castro, Raúl Castro y Nelson Mandela, además de relatos de los tres de los Cinco Cubanos que cumplieron misión en Angola.

Cuba y Angola agrega mucho a esta historia, y mayormente en las palabras de los principales protagonistas. Destaca un elemento importante que no figura claramente en Visiones de libertad: cómo la misión internacionalista cubana en Angola fortaleció políticamente la Revolución Cubana. La confianza que los trabajadores y agricultores y varias generaciones de jóvenes cubanos desarrollaron en sus propias capacidades le permitió a Cuba sobreponerse a la fuerte crisis económica de los años 90, cuando perdió el 85 por ciento de su comercio exterior al momento de la implosión de la Unión Soviética.

Según lo expresó Raúl Castro en un discurso en mayo de 1991, que aparece en el libro, “En los nuevos e inesperados desafíos, siempre podremos evocar la epopeya de Angola con gratitud, porque sin Angola no seríamos tan fuertes como somos hoy”.

El otro libro es Cien horas con Fidel, (Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006), especialmente el capítulo “Cuba y África”. En este libro-entrevista, Fidel Castro comenta que Washington pretende reescribir la historia para encubrir “el honroso papel de Cuba” en la lucha por la liberación de África austral durante más de un cuarto de siglo. Agrega que eso fue posible porque, en gran medida, “nunca se escribió la historia verdadera de todo lo ocurrido”.

Afortunadamente, con Visiones de libertad, se comienza a relatar esa historia verdadera.

 
 
 
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