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Vol. 78/No. 45      15 de diciembre de 2014

 
El asesinato de judíos en Israel
es un golpe a la clase obrera
(portada)
 
POR SETH GALINSKY  
El salvaje asesinato de judíos en la sinagoga Bnei Torah en Jerusalén occidental el 18 de noviembre, perpetrado por dos palestinos asestó otro duro golpe a la lucha palestina y de los trabajadores —judíos, árabes de todas las religiones y otros— en Israel, la Ribera Occidental y la Franja de Gaza.

Armados con un rifle, cuchillos de carnicero y hachas, los primos Ghassan Abu Jamal y Oday Abu Jamal, residentes de Jerusalén Oriental atacaron a los devotos, matando a los rabinos Moshe Twersky, Kalman Levin y Aryeh Kupinsky, nacidos en Estados Unidos, y a Avraham Shmuel Goldberg, nacido en el Reino Unido. El policía de tránsito, Zidan Sayif, un druso, murió al día siguiente de las heridas sufridas. Los atacantes fueron abatidos por la policía israelí en el lugar de los hechos.

Los dos atacantes eran miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina, que celebró el hecho y regaló dulces a los transeúntes en Gaza para celebrar el ataque. El Frente Popular, establecido en 1967 como un ala estalinista pro Moscú de la Organización para la Liberación de Palestina, es conocida por los secuestros de aviones en la década de 1970. En décadas recientes se ha visto opacado por el avance de Hamás y otros grupos islamistas.

“El movimiento Hamás ha llamado a que se realicen más ataques de venganza”, dijo Hamás en su estación de televisión Al-Aksa.

El presidente de la Autoridad Palestina de la Margen Occidental Mahmoud Abbas condenó el ataque, sin embargo no se pronunció públicamente hasta después de ser empujado por el secretario de estado John Kerry.

El ataque contra la sinagoga sucede a raíz de la guerra israelí contra Gaza en julio y agosto, en la que ambos, el gobierno israelí y Hamás, que gobierna en Gaza, propinaron un mayor golpe al pueblo palestino. Las fuerzas israelíes realizaron un ataque de siete semanas contra Gaza en represalia por los misiles lanzados por Hamás y sus aliados que tenían como objetivo zonas civiles en Israel. Un aspecto central de la estrategia de Hamás es la de crear “mártires” civiles para ganar simpatía pública disparando misiles desde vecindarios obreros con el objetivo de provocar contraataques israelíes.

Al final de la guerra, el ataque israelí había dejado un saldo de más de 2 100 muertos y 11 mil heridos. Más de 17 mil casas quedaron destruidas y 120 mil palestinos quedaron sin hogar. Dejó en ruinas unas 100 fábricas. Los dirigentes de Hamás calificaron esto como una “victoria”.

Después de imponer un cese al fuego bajo los términos de Tel Aviv, el gobierno israelí expandió los asentamientos israelíes en la Margen Occidental y expulsó a los árabes de sus casas en Jerusalén Oriental, como represalia. Algunos pobladores de los asentamientos israelíes en la Margen Occidental palestina atacaron a agricultores palestinos y prendieron fuego a una mezquita cerca de Ramala.

Al mismo tiempo, la controversia sobre la mezquita Al-Aqsa en Jerusalén ha venido creciendo. Después de la ocupación militar israelí de Jerusalén en la guerra de 1967, el gobierno israelí acordó permitir el acceso de musulmanes a ese lugar en cualquier momento, mientras los que no son musulmanes tienen horarios de visitas restringidos y no se permite que los judíos oren allí.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu dice que su gobierno no está proponiendo ningún cambio en este arreglo, sin embargo, algunas declaraciones de miembros de la coalición gobernante que proponen dividir el lugar, y los actos de provocación derechistas han causado indignación entre los musulmanes palestinos.

Castigo colectivo

En otro ejemplo más de castigo colectivo que por seguro profundizará el resentimiento entre los palestinos, las autoridades israelís han estado demoliendo las casas de terroristas acusados, incluyendo los primos Jamal en Jerusalén Oriental, quienes murieron en el ataque, lo que deja a sus familiares desamparados.

Apenas unos días después de la masacre en la sinagoga, el alcalde de Ashkelon Itamar Shimoni despidió a los trabajadores de la construcción árabes en una escuela.

Los despidos fueron criticados por diversas tendencias políticas. El ministro de finanzas israelí Yair Lapid clasificó a los despidos de racista.

“Es imperdonable que en el estado de Israel alguien le quite el derecho de trabajar a otro a causa de su religión o raza”, dijo el presidente de la federación sindical Histadrut, Avi Nissankoren, en una reunión con la Asociación de Fabricantes, informó la prensa israelí.

“La tensión entre judíos y palestinos israelíes está en su peor momento desde por lo menos el año 2000”, dijo Assaf Bondy, un dirigente del sindicato Koach La Ovdim, por teléfono desde Beersheba, el 24 de noviembre. “La cooperación entre los trabajadores de las dos nacionalidades es mucho más difícil, pero estamos tratando de enfocarnos en los asuntos laborales que tenemos en común”.

“Muchos patrones están despidiendo a palestinos o se niegan a contratarlos”, dijo Bondy. Koach La Ovdim tiene entre sus miembros a judíos ortodoxos, palestinos y trabajadores inmigrantes.

“Ahora cuando voy a los pueblos judíos cercanos me aseguro de no dejar nada en el carro que esté escrito en árabe”, dijo Wehbe Badarne, director del Sindicato de Trabajadores Árabes de la región de Nazareth, por teléfono el 23 de noviembre.

‘Trabajadores pagan por guerra’

El pueblo trabajador palestino recibe golpes por los dos lados. “Hamás dice que la guerra en Gaza fue una gran victoria”, dijo Badarne. “Pero es la gente pobre la que paga el precio de esta guerra loca”.

En algún momento el Frente Popular supuestamente creía en las revoluciones en Cuba, en Venezuela, en Nicaragua”, dijo Badarne. “Pero matar a gente en una mezquita, iglesia o templo, como humano, no puedo justificar esto. Sin embargo, pocos palestinos critican públicamente este ataque, dijo Badarne.  
 
 
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