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Vol. 78/No. 19      19 de mayo de 2014

 
Muestra de arte en Cuba da a
conocer vida en cárceles EEUU
(portada)
 
POR MARTÍN KOPPEL  
En el Museo Nacional de Bellas Artes en La Habana se ha inaugurado una nueva obra del reconocido artista cubano Alexis Leyva Machado (Kcho) que le da vida a una colección de acuarelas de Antonio Guerrero, uno de los cinco revolucionarios cubanos presos en Estados Unidos desde 1998.

La colección de Guerrero, titulada “Yo me muero como viví”, transmite las condiciones que los Cinco Cubanos enfrentaron, y cómo resistieron, con dignidad, creatividad y humor durante los primeros 17 meses de su encarcelamiento, recluidos en celdas de castigo en el Centro Federal de Detención de Miami (Ver “¿Quiénes son los Cinco Cubanos?” en la página 11).

Inspirado en la obra de Guerrero, Kcho creó una réplica exacta de la celda en la unidad especial de la cárcel, conocida como el SHU o el “hueco”, donde los cinco estuvieron encerrados.

Los que visitan la exposición combinada de las acuarelas de Guerrero y la instalación de Kcho se dan una idea de la resistencia indoblegable de los Cinco frente a los intentos del gobierno norteamericano de aplastar su ánimo.

El proyecto de Kcho partió de su colaboración con René González, quien regresó a Cuba el año pasado después de cumplir su sentencia. González le mostró el libro Yo me muero como viví, que contiene reproducciones de las acuarelas y comentarios de tres de los Cinco.

En estrecha consulta con René, Kcho se guió con el libro para que la réplica de la celda fuese fiel hasta el último detalle. En febrero, cuando se estaba creando la celda, Fernando González regresó a Cuba después de más de 15 años en prisiones norteamericanas, y se sumó al proyecto.

En el evento inaugural, celebrado el 5 de abril, René y Fernando agradecieron a Kcho por su “magnífica obra” y su aporte a la lucha internacional por la libertad de sus tres compañeros: Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández.

“Mientras ellos no estén aquí, seguimos Fernando y yo presos junto con ellos”, dijo René González al público en el acto inaugural. Entre los presentes estaban el vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel, Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); y familiares de los Cinco.

Los visitantes a la exposición “descubrirán una de las aristas más sádicas del sistema penitenciario norteamericano”, escribió la reportera Yimel Díaz en el periódico cubano Trabajadores. “Podrán permanecer encerrados durante 5 minutos en una celda de unos 15 pies de largo por 7 de ancho, sin más muebles más que una litera de hierro con fina colchoneta, meseta y asiento de concreto. De metal el inodoro, el lavamanos y el ‘espejo’ que devuelve triste la mirada”.

Al entrar a la celda uno se pone un overol color naranja y chancletas. El uniforme carcelario tiene el nombre y la sentencia de cada uno de los Cinco impreso en la espalda. Antes de entrar, se escucha una voz amenazante: “¡Abra la boca, saque la lengua, sacúdase el pelo y las orejas… vírese de espalda!”

Al visitante le ponen esposas en las manos y cadenas en los pies. “Guardias” uniformados lo escoltan a la celda, mientras la cámara de seguridad vigila cada movimiento.

Al interior de la celda, muchos detalles —copiados de Yo me muero como viví— reflejan la vida de los Cinco en el hueco, desde las cucarachas en la pared hasta el rollo de papel higiénico en la litera y el juego de ajedrez improvisado que los Cinco confeccionaron de cartones de leche. También está la “línea”, hecha de hilos de las sábanas amarrados a un tubo de pasta dental vacío, que los reos utilizan para “pescar”, es decir, intercambiar periódicos y otros objetos entre una celda y otra.

En un espacio contiguo uno puede ver audiovisuales y leer acerca los Cinco. En los escritorios están los libros Yo me muero como viví y Voces desde la cárcel.

‘Denuncia de un régimen injusto’

“Esta obra es una denuncia de un régimen injusto que trata al hombre como basura”, dijo Kcho en la inauguración. Estados Unidos tiene más de 2 millones de presos”, señaló, subrayando lo común que es para el pueblo trabajador en Estados Unidos la experiencia con la brutalidad policiaca, los casos amañados y las condiciones inhumanas de las cárceles.

“Está el caso de Herman Wallace”, añadió, “el Pantera Negra al que liberaron [en octubre pasado] solo cuando estaba a punto de morir, y permaneció más de 40 años en confinamiento solitario” en una prisión en Luisiana.

La instalación, titulada “No agradezcan el silencio”, es “un llamado a no ser cómplices de ese silencio que reina en las prisiones”, dijo Kcho.

“Parte del castigo es la incomunicación: nunca ves a nadie”, dijo Fernando González al público. Por ejemplo, dijo, “Había que esperar a sentir una llave, gritar a ver si te hacían caso y pedirle al guardia los químicos para limpiar” la celda.

La réplica de la celda “es un recuerdo de una batalla que ganamos”, dijo René González. Las autoridades penales en Estados Unidos fracasaron en su intento de quebrantarlos y amargarlos. Como revolucionarios, añadió, “Éramos felices antes de entrar al hueco y lo somos después de haber salido, porque Estados Unidos no tiene fuerza moral para quitarnos esa felicidad”.

La obra de arte “no es solo por los Cinco”, dijo Kcho a Trabajadores. “Es también es por los incontables y desconocidos cubanos que han sufrido durante estos 50 años de enfrentamiento a Estados Unidos, por los puertorriqueños y por todos los luchadores políticos que se han enfrentado al imperio”.

Gerardo Hernández, sentenciado a dos cadenas perpetuas, se encuentra en una prisión de máxima seguridad en Victorville, California. Después de ver la exposición, Adriana Pérez, su esposa —a quien Washington le ha negado la visa para visitarlo durante más de 15 años— comentó que es una vía para “entender por qué Cuba sigue resistiendo, por qué los Cinco pudieron resistir, a pesar de todas la presiones, de todas esas torturas sicológicas, a pesar de todo el empeño por negociar sus principios”.

A pesar los intentos incesantes de Washington de socavar la Revolución Cubana y crear descontento popular, dijo, “nuestra dignidad, nuestra voluntad, son mucho más fuertes ante cualquier intento por doblegarnos”.


 
 
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