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Vol. 78/No. 15      21 de abril de 2014

 
Muertes en cárcel de Nueva York
exponen ‘justicia’ capitalista
(portada)
 
POR SETH GALINSKY  
NUEVA YORK—La muerte el 15 de febrero de Jerome Murdough, de 56 años de edad, ha provocado atención en las condiciones en la prisión de la Isla de Rikers en Nueva York y en el sistema de “justicia” de Estados Unidos.

Murdough fue arrestado por estar en propiedad ajena, cuando agentes de la policía lo vieron dormir en las gradas de una vivienda pública en la noche fría del 7 de febrero. El hombre sin hogar fue enviado a la prisión de Rikers e ingresado en una unidad de observación para casos de enfermedad mental, donde tenía que ser atendido cada 15 minutos. Pero la temperatura en la celda llegaba al menos a 100 grados. “Básicamente se orneó hasta morirse”, dijo un funcionario. Las autoridades de la prisión dicen que los calentadores no funcionaron bien.

Las celdas sobrecalentadas son comunes en la prisión, dijo al Militante Joaquan Smalls el 23 de marzo, fuera de la prisión. “Muchas veces las celdas estaban tan calientes que se me secaba la garanta”, dijo Smalls, de 21 años de edad, excarcelado de Rikers hace unas semanas después de que anularan los cargos en su contra.

El 24 de marzo el ex–capitán Terrance Pendergrass fue arrestado por cargos de dejar morir deliberadamente al preso Jason Echevarría después de que Echevarría, que tenía problemas psicológicos, ingiriera un polvo para la limpieza. Cuando los guardias reportaron que Echevarría requería atención médica, Pendergrass respondió que no quería que le molestaran a menos que los guardias necesitaran ayuda para sacar al preso de su celda o se encontraran con un cadáver, según el Daily News.

A pesar de que recientemente tales incidentes han recibido cierta atención de los medios de comunicación, el abuso por las autoridades carcelarias es algo cotidiano, dijo Smalls. “Yo he visto guardias golpear a los presos en la cara solo por contestarles. A veces los presos se defienden”.

La proporción de presos en Rikers diagnosticados con enfermedades mentales se ha duplicado hasta alcanzar el 40 por ciento en los últimos ocho años, señala el Times. Según el Huffington Post, los gobiernos estatales cortaron los gastos para la salud mental en 4 035 millones de dólares desde 2009 a 2012.

Entre 1972 y 2000 la tasa de encarcelamiento en Estados Unidos se ha quintuplicado. Los políticos capitalistas, tanto demócratas como republicanos, compiten entre ellos con llamados demagógicos por más condenas y sentencias más inflexibles.

Una huelga de hambre de 30 mil reos en California el año pasado contra el confinamiento solitario y otros abusos ganó la atención y simpatía de la población. Y las consecuencias de las tasas de encarcelamiento sin precedentes y el carácter descarado de la producción continua de cargos falsos del sistema de justicia, se han convertido en un creciente problema social, político y económico ante los ojos de capas de la clase dominante de Estados Unidos, resultando en libros, informes, artículos y debate públicos.

Problema político para gobernantes

En Estados Unidos, “el sistema de justicia criminal es un gigantesco y hambriento monstruo que encuentra culpable a 99.5% de los acusados, 97% de ellos sin juicio, por el manejo corrupto del sistema de acuerdos de reducción de sentencia”, escribió el 19 de marzo el escritor conservador Conrad Black. “En otros países civilizados, los demandados sí ganan a veces, hasta casi en el 40% de los casos en Canadá y más aun en Gran Bretaña”. Los trabajadores que van a juicio en Estados Unidos por casos de drogas reciben sentencias tres veces más largas que los que aceptan un acuerdo de reducción de la pena.

“Mi primo fue acusado de vender drogas y de asaltar a un policía”, dijo José, que nos pidió que no usáramos su apellido, mientras esperaba el autobús después de las horas de visita en Rikers el 23 de marzo. “Pero no es cierto”.

“Siguen presionándole para que firme un papel que diga que es culpable. Dicen que si no firma estará aquí por lo menos hasta junio porque el juez sale de vacaciones. Él es residente permanente y ellos le cuentan que va a tener problemas con las autoridades de inmigración. Los defensores públicos tampoco son buenos. También ellos siguen presionándole a que firme”.

“Supuestamente eres inocente hasta comprobar tu culpabilidad”, dijo Sabrina Cruz, empleada del metro, durante un viaje de regreso de Rikers para visitar a su hijo, “pero ellos tratan a los reos y a los que los visitamos como si fuéramos animales”.

Lea Sherman contribuyó a este artículo.  
 
 
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