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Vol. 77/No. 26      8 de julio de 2013

 
Casa Blanca anuncia envío
de armas a oposición siria
(portada)
 

POR SETH GALINSKY
La Casa Blanca anunció el 13 de junio que el gobierno norteamericano comenzará a enviar armas ligeras y municiones a los opositores del gobierno sirio, diciendo que Damasco había cruzado “la línea roja” al utilizar armas químicas en marzo.

El New York Times observó que figuras gubernamentales de Estados Unidos, desde el ex presidente William Clinton hasta el senador republicano y ex candidato presidencial John McCain, han estado presionando al presidente Obama a que tome medidas por encima de la ayuda “no letal” para ayudar a derribar el régimen.

Según el Wall Street Journal, Obama aceptó hacer el viraje debido a la “creciente inquietud en Washington como resultado del despliegue, a gran escala, de militantes de Hezbolá, la milicia libanesa apoyada por Irán, además de los recientes avances del presidente Bashar al-Assad en el campo de batalla. La participación de Hezbolá inquietó a Tel Aviv y tomó a Washington por sorpresa”.

El 4 de junio el régimen de Assad—con la ayuda de combatientes de Hezbolá y de bombardeos aéreos masivos—arrebató Qusayr del control de la oposición, restaurando una vía de comunicación terrestre con las bases de Hezbolá en Líbano. Recientemente, las fuerzas del ejército sirio también expulsaron a combatientes rebeldes de algunas vecindades en Alepo, la ciudad más grande del país, aunque la oposición todavía tiene bajo su control a más de la mitad de la ciudad, informó Reuters el 16 de junio.

Desde que comenzó el levantamiento en marzo de 2011, el número de muertos en Siria ha alcanzado 93 mil, entre ellos más de 6 500 menores de edad, incluidos 1 700 de menos de 10 años, según cifras de la ONU.

Hasta ahora Obama se ha opuesto al envió de misiles antitanques y antiaéreos de mano y ha descartado imponer una zona de exclusión de vuelos.

A Washington le preocupa que algunas de las armas enviadas a la oposición podrían caer en manos de grupos islamistas antinorteamericanos que también están combatiendo contra el gobierno sirio.

Aproximadamente el 75 por ciento de la población siria es sunita; el 12 por ciento es alauita, una rama del islam chiita; el 10 por ciento es cristiana; el 9 por ciento kurda; y el 3 por ciento drusa. El gobierno sirio se apoya en la minoría privilegiada alauita, pero también tiene el apoyo de una capa de capitalistas cristianos y sunitas. Apoyado y armado por Moscú y Teherán, Assad también ha mantenido su apoyo en Siria promoviendo temores a la toma del poder por grupos islamistas que perseguirían a las minorías.

La oposición esta basada principalmente entre los sunitas y es heterogénea. Incluye a ex oficiales del ejército sirio, así como a miembros de la Hermandad Musulmana y de otros grupos islamistas. Tres agrupaciones militares —el Ejército de Siria Libre, el Frente de Liberación Siria y el Frente Islámico Sirio— coordinan sus operaciones a través de un Comando Militar Supremo Conjunto. El Frente Jabhat al-Nusra, aliado con al-Qaeda en Iraq, no forma parte del comando conjunto.

Los gobiernos de Qatar y Turquía han estado apoyando a los grupos que son parte de la Hermandad Musulmana, mientras que los gobiernos de Jordania, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos apoyan facciones rivales.

En un intento para evitar que la minoría kurda en Siria se uniera a la oposición, Assad, después del comienzo de la rebelión, concedió la ciudadanía siria a más de 200 mil kurdos, a los que se les había negado porque ellos o sus padres no habían nacido en Siria. También derogó la prohibición de enseñar el idioma kurdo en las escuelas y retiró las tropas del ejército de parte del noreste kurdo —una zona fronteriza con Turquía y el gobierno regional kurdo en Iraq— y permitió una autonomía, todo con el fin de poder concentrar sus fuerzas contra la oposición sunita.

Aprovechándose de este nuevo espacio, los grupos kurdos han promovido un renacimiento de la cultura kurda.

Durante una visita a Washington en abril, el rey Abdullah de Jordania, intentando impresionar a Obama con los peligros para el imperialismo norteamericano de permanecer fuera de la guerra, mostró a la Casa Blanca “un mapa de una futura Siria hipotética, fraccionada a lo largo de líneas étnicas”, informó el Journal el 15 de junio. “Una sección de la costa alauita; un área dominada por los sunitas que según los funcionarios el rey llamó ‘Sunistán’; un área controlada por los drusos cerca de la frontera con Israel; una zona kurda en la esquina noreste; y una sección grande del desierto sirio domina por los islamistas contigua a la provincia de Anbar en Iraq”.  
 
 
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