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Vol. 77/No. 13      8 de abril de 2013

 
Iglesia busca más influencia
política con nuevo Papa
(portada)
 
POR LOUIS MARTIN 
La selección del cardenal de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, el 13 de marzo como el nuevo Papa Francisco refleja el aumento de la atención de la jerarquía católica hacia América Latina y Africa y sus esfuerzos para aumentar su credibilidad entre los trabajadores del mundo que cargan con la mayoría del peso de la crisis mundial del capitalismo.

La selección también está diseñada para avanzar la batalla del clero —bajo la falsa manta de la “libertad religiosa”— para aumentar el peso político de la iglesia y su influencia en asuntos gubernamentales donde sea posible.

Francisco es el primer pontífice no europeo en casi 1 300 años. Hoy en día la mayoría de los católicos viven en América Latina. En África sus filas están creciendo rápidamente. Mientras tanto, en Europa, que cuenta con 25 por ciento de los católicos del mundo, sus adherentes están disminuyendo.

Entre los católicos, con los cambios sociales provocados por la masiva incorporación de la mujer en la fuerza de trabajo después de la Segunda Guerra Mundial, cumplir con la doctrina oficial de la iglesia en cuanto a la sexualidad, la familia y el lugar de la mujer en la sociedad se ha erosionado, particularmente en las naciones más desarrolladas.

Proyectan a Francisco como “el papa de los pobres”. Escogió su nombre por Francisco de Asís (1181-1226), un famoso santo cristiano que regaló toda su riqueza y se comprometió a una vida monástica de humildad y caridad.

Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio vivía en un apartamento modesto, tomaba transporte público, preparaba su propia comida y auspiciaba todo tipo de programas sociales en los barrios pobres de la ciudad.

Durante la crisis económica en Argentina de 1999-2002, el cardenal Bergoglio denunció las medidas que implementó el gobierno del presidente Fernando de la Rúa. Como respuesta al fallo del pago de la masiva deuda del país y bajo la presión del Fondo Monetario Internacional, las medidas sirvieron para reembolsar a los dueños de la deuda argentina a costa del pueblo trabajador del país a través de la devaluación de la moneda y los recortes en los gastos sociales, lo que produjo un aumento en el desempleo y llevó a una inflación ruinosa.

“Unas de los afecciones sociales más serias que padecemos en asuntos económicos y políticos son un reflejo directo del liberalismo más crudo”, dijo Bergoglio en agosto de 2001, al criticar las crecientes desigualdades y la falta de una “red de seguridad social”.

Bergoglio también chocó con los últimos dos presidentes de Argentina, Néstor Kirchner y después su esposa Cristina Fernández en cuanto a su política económica que alimentó crecientes desigualdades económicas. Kirchner y Fernández son peronistas, una corriente burguesa de “izquierda” que tradicionalmente ha usado una retórica nacionalista y anti-imperialista y se ha presentado como defensora del pueblo trabajador.

“En esta ciudad la esclavitud está a la orden del día y bajo diversas formas”, dijo Bergoglio en septiembre de 2011. “En Buenos Aires se explota a los trabajadores en talleres clandestinos, y si son inmigrantes se les priva la posibilidad de salir de ahí”.

El Papa Francisco también es el primer papa que pertenece a la orden de los jesuitas. Los jesuitas hacen un voto de pobreza y tradicionalmente evitan la atención pública, enfocándose en la educación y los servicios sociales.

La selección del papa también demuestra el intento de la jerarquía de luchar vigorosamente contra cualquier reto a la ortodoxia católica en la forma de la teología de la liberación, de la cual Bergoglio siempre ha sido un arduo oponente.

La teología de la liberación tomó forma a finales de los años 60 bajo el impacto de las luchas revolucionarias de los trabajadores en América Latina y perdió impulso con la disminución de estas luchas en las décadas siguientes. Al apoyar las luchas contra la explotación y la opresión, la teología de la liberación introduce el punto de vista secular que el futuro puede ser forjado por las acciones de los seres humanos. Un número importante de sus adherentes eran miembros de la orden de los jesuitas.

En contraposición a las luchas de trabajadores y agricultores que actúan por iniciativa propia y con autoconfianza, la doctrina católica ortodoxa ofrece caridad, el ancla de su apoyo entre las clases explotadas por siglos. La iglesia católica es una de las organizaciones de caridad más grandes del mundo. El papel de la caridad como una protección contra el impacto desgastador del capitalismo sobre el pueblo trabajador será un sostén más importante, no menos, del dominio capitalista al profundizarse la crisis mundial.

Muchos oponentes de Francisco en el gobierno actual de Cristina Fernández de Kirchner y entre radicales de clase media a través de América Latina han enfatizado su rechazo de la teología de la liberación y su conformidad con la sangrienta dictadura que dominó a Argentina de 1976 a 1983.

Pero estos críticos burgueses no tienen nada que ofrecer dados los crecientes problemas sociales y económicos del pueblo trabajador —algo que se puede anticipar que el papa Francisco va a seguir enfatizando.

Luchando por intereses de la iglesia

La selección de Bergoglio también es significativa desde el punto de vista de la lucha de la jerarquía de la iglesia contra las políticas sociales liberales. En 2010, por ejemplo, Bergoglio denunció poderosamente la legislación para legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo y permitirles adoptar como “una guerra contra Dios”.

Esta posición es consistente con las batallas políticas parecidas que la iglesia católica ha librado recientemente en otros países con el intento de imponer sus puntos de vista —a través del estado— sobre el lugar de la mujer en la sociedad y otros asuntos sociales que son importantes para la unidad y autoconfianza del pueblo trabajador, tales como el acceso a los anticonceptivos y el derecho de la mujer al aborto.

En Estados Unidos, por ejemplo, sectores de la iglesia católica han demandado a la administración de Barack Obama por su decisión el año pasado de que negocios pertenecientes a la iglesia no pueden excluir a los anticonceptivos de los seguros médicos de los trabajadores.

Lo que está en juego es si los patrones, basándose en sus creencias religiosas, tienen el derecho de negarle derechos civiles y necesidades médicas a los trabajadores.

El papa Francisco aparece en la escena en el marco de una creciente lucha política entre la llamada libertad de religión —la libertad de imponer la doctrina de la iglesia a la vida pública— y la libertad de creer, la libertad de que individuos seleccionen y practiquen la creencia que deseen libres de la intervención del gobierno. Este último punto de vista es crucial para crear el espacio político que los trabajadores necesitan para organizarse y forjar la unidad contra los explotadores que tenemos en común, independientemente de que religión escojamos.  
 
 
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