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Vol. 77/No. 5      February 11, 2013

 
Límites al ejecutivo favorecen a obreros
(editorial)

El fallo de la Corte de Apelaciones del Distrito de Washington que declaró inconstitucional los nombramientos unilaterales a la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) del presidente Barack Obama favorece al pueblo trabajador.

El Militante apoya al Local 760 de los Teamsters en contra de la empresa Noel Canning en su disputa laboral, pero la demanda legal que resultó en la decisión de la corte presenta cuestiones importantes para la clase trabajadora. Al pueblo trabajador le debe importar si el presidente puede proceder como si el Congreso no existiera. Debemos reconocer y preocuparnos de las maniobras que fortalecen los poderes de la rama ejecutiva del gobierno de los patrones, y sobre todo cuando se realiza con la fachada de que se hace con el fin de hacer “cosas buenas” para el pueblo.

Los nombramientos de Obama a la NLRB y otros decretos ejecutivos representan una aceleración de una peligrosa tendencia hacia elementos de Bonapartismo, una tendencia que cobró ímpetu bajo las presidencias de George W. Bush y William Clinton.

El Bonapartismo es un término acuñado por los fundadores del movimiento comunista como resultado de su experiencia con el régimen de Louis-Napoleon Bonaparte en Francia durante los años 1852 a 1870.

Se refiere a una forma de gobierno capitalista al cual se recurre en tiempos de crecientes luchas de clases. Se caracteriza por un poder ejecutivo poderoso que apela demagógicamente al “pueblo” y trata de dar la imagen de estar por encima de los conflictos de clase. Aunque esto no se plantea hoy día, las acciones de la administración de Obama para elevar sus poderes por encima de los poderes del Congreso y las cortes preparan el camino para las fuerzas derechistas que, en el futuro, buscarán usar un Bonapartismo más fuerte.

Obama y la capa de profesionales con tendencia burguesa de la que es parte el presidente, no son capitalistas acaudalados. Aunque son útiles a la clase dominante para mantener las relaciones sociales del sistema de producción capitalista, no toman parte directa en la producción misma, ni en la acumulación de capital.

La existencia de esta capa “meritocrática” depende de las familias que tienen el poder, lo que los hace inseguros de su estatus social por un lado y temerosos de la clase obrera por el otro. Ellos muestran algunas de las tendencias más fuertes hacia el uso de poderes bonapartistas en la política actual. Pero cuando su inclinación hacia el poder ejecutivo entra en conflicto con los intereses de los capitalistas, la ilusión de los meritócratas de que tienen cierto poder independiente en la política recibe una bofetada repentina.

La separación de poderes y las restricciones al poder ejecutivo del gobierno incluidas en la Constitución de Estados Unidos frenan y a veces estancan la capacidad de los gobernantes capitalistas para tomar decisiones y llevarlas al cabo. Esto es bueno para la clase obrera; nos da más espacio para organizarnos y para actuar a favor de nuestros intereses que son distintos de los de ellos.

Los meritócratas tienen desprecio tanto hacia la Constitución como hacia la Carta de Derechos, que para ellos son documentos del pasado que entorpecen su camino para hacer cosas progresivas por el pueblo, el cual estaría más “agradecido” si no fuera tan tonto y atrasado. “Nuestros fundadores diseñaron un sistema que hace más difícil realizar el cambio que yo quisiera hacer a veces”, se quejó Obama en una entrevista con el programa de televisión Today Show de la NBC el 6 de febrero de 2012.

Lo qué la clase dominante y sus lacayos meritocráticos temen sobre todo es un movimiento de la clase obrera que luche por sus propios intereses independientes. La defensa de las protecciones constitucionales y democráticas es parte de la lucha por el espacio político para organizar y forjar tal movimiento.

 
 
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