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Vol. 76/No. 40      November 5, 2012

 
¡Luchar por derecho al aborto!
(editorial)
 

La lucha para defender el derecho de la mujer a elegir el aborto es importante para toda la clase obrera a nivel mundial. La nueva ley en Uruguay es un pequeño paso en esta batalla global.

A medida que crece la clase obrera por todo el mundo colonial y semicolonial bajo el impulso de la expansión inexorable de la producción y el comercio capitalistas, han aumentado las batallas por los derechos de los trabajadores, de las mujeres y el derecho a elegir el aborto.

Desde la Segunda Guerra Mundial las mujeres en Estados Unidos se han sumado a la fuerza laboral en números cada vez mayores. Esta tendencia continúa hoy día en este país y cada vez más por todo el mundo, estimulando las expectativas y la confianza de las mujeres en sí mismas y transformando las actitudes de sus compañeros de trabajo.

De estos cambios sociales emergió un movimiento de mujeres que rechazaron aceptar su situación de segunda clase que exigió libertad reproductiva además del derecho a la igualdad de salarios y oportunidades de trabajo. La lucha aumentó con las batallas proletarias masivas para derribar a la segregación racial Jim Crow y las grandes protestas callejeras contra la guerra de Washington en Vietnam.

Para los patrones estas victorias son una amenaza, que compromete las ganancias que obtienen de la opresión de la mujer. La lucha por la emancipación de la mujer también va en contra de los implacables esfuerzos de los patrones capitalistas para imponer una responsabilidad máxima del cuidado de los hijos y los ancianos sobre la familia, que siempre termina recayendo sobre todo en las mujeres.

La victoria codificada en la decisión de Roe vs Wade de la corte suprema de 1973, que legalizó el aborto en Estados Unidos, registró un cambio profundo en actitudes sociales. Desde entonces adversarios de los derechos de las mujeres han llevado a cabo una ofensiva para imponer más y más restricciones legales al acceso al aborto.

Es en este contexto que el presidente Barack Obama en 2009 hizo un llamado a encontrar un “terreno común” con los adversarios de los derechos de la mujer para “reducir el número de mujeres que buscan el aborto”.

Un 87 por ciento de los condados de Estados Unidos carecen de proveedores de abortos. Treinta y cinco estados obligan a las mujeres a pasar “consultas”, sesiones humillantes y anticientíficas, antes de poder tener un aborto. Y diez estados exigen que las mujeres tengan un exámen con ultrasonido y pasen por un sermón sobre los resultados, incluyendo algunos que requieren un examen vaginal invasivo.

Muchos de estos ataques —aquí y en otras partes del mundo— se llevan a cabo bajo una encubierta religiosa. Los gobernantes acaudalados de 68 países, que cuentan con más de un cuarto de la población mundial, impiden el aborto completamente o lo restringen a situaciones en las que ellos decidan es necesario para salvar la vida de la mujer.

Pero estas leyes anti mujer anticuadas están cada vez más en desacuerdo con las actitudes y deseos de las mujeres de todo el mundo, independientemente de sus creencias religiosas. En Estados Unidos, por ejemplo, un 62 por ciento de las mujeres católicas apoyan el derecho de la mujer a elegir el aborto, el mismo porcentaje encontrado en toda la población.

En Indonesia, activistas de Samsara, una organización que lucha por el derecho de la mujer a un aborto seguro, informa que su nueva línea telefónica de acceso directo ha recibido más de mil llamadas desde junio, en su mayoría de jóvenes solteras.

La defensa del derecho de la mujer a elegir el aborto es de importancia decisiva para la clase obrera. Sin el derecho a decidir cuándo o si tener un hijo, las mujeres no pueden participar equitativamente en la vida económica, social y política. Y sin la lucha por la emancipación de la mujer, la solidaridad que la clase trabajadora necesita para luchar contra los patrones —y llevar a cabo una lucha revolucionaria victoriosa para arrancarles el poder político— es imposible.
 
 
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