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Vol. 76/No. 40      5 de noviembre de 2012

 
Consecuencias de guerra civil en
Siria tienen impacto en la región
(portada)
 
POR EMMA JOHNSON  
La sangrienta guerra civil en Siria está estancada con un impasse entre el régimen del presidente al-Assad y la heterogénea oposición burguesa. Los 19 meses de lucha pesan sobre el pueblo trabajador, el cual cuenta con un número cada vez mayor de muertos y desplazamientos y muchos se ven forzados a abandonar el país.

El objetivo de Washington y sus aliados es promover —con una mínima intervención y riesgo— la creación de un gobierno sin al-Assad que pueda mantener relaciones capitalistas estables y apoye los intereses imperialistas en la región. Está quedando claro que esto es complejo y difícil.

Las consecuencias de la guerra se están extendiendo a los países vecinos. Además de la creciente crisis de refugiados, ha habido recientemente choques militares en la frontera entre Siria y Turquía.

El barrio de Duma, un suburbio de Damasco, el cual se encuentra bajo control de los rebeldes, ilustra el desgaste que ha producido la guerra. “Las fuerzas del régimen entran, nosotros defendemos y se van”, dijo Abu Fawz, miembro del Ejército Libre Sirio, al Financial Times el 1 de octubre “Entonces se repite otra vez”. Los continuos bombardeos del gobierno han destruido una gran parte de este barrio obrero.

La batalla por Aleppo, la ciudad más grande de Siria, viene librándose con furia desde hace dos meses, sin ninguna resolución aparente.

La cifra de muertos está por encima de los 33 mil, según la organización británica Observatorio Sirio por los Derechos Humanos. El número de desplazados dentro de Siria asciende a millón y medio. Naciones Unidas dice que 340 mil son refugiados, principalmente en los países vecinos.

El régimen de al-Assad basa su poder en un estrecho estrato de familias capitalistas, la mayoría árabe de creencia alauita, una rama chiita del islam que cuenta con el 11 por ciento de la población.

Una oposición dividida

La oposición burguesa está profundamente dividida, tanto por diferencias políticas, étnicas y sectarias, así como entre los políticos que se encuentran en el exilio y los combatientes en suelo sirio.

Los regímenes de Arabia Saudita y Qatar son sus principales aliados, y están proveyendo dinero y armas ligeras, pero no armas pesadas, en gran parte por la oposición de Estados Unidos.

Tanto el presidente Barack Obama como su contrincante republicano Mitt Romney dicen que se oponen a la intervención militar de Estados Unidos. La administración Obama ha llamado a que dimita al-Assad, pero no ha provisto armas pesadas a la oposición por miedo de que caigan en “malas manos”. Por ahora la intervención de Washington es en la forma de operaciones encubiertas por fuerzas especiales.

El régimen de Irán reanudó sus suministros militares a Damasco en julio. Estos se han realizado sobre el espacio aéreo de Iraq, a pesar de que irrita a Washington.

Los efectos de la extensión de la guerra civil en la región quedaron resaltados recientemente por la tensión a lo largo de la frontera sirio-turca. Después de que un ataque sirio matara a cinco personas el 3 de octubre en el pueblo fronterizo turco de Akcakale, el fuego cruzado entre ambas naciones continuó por cinco días. El 4 de octubre el parlamento turco aprobó autorizar el despliegue de tropas en Siria. Las zonas fronterizas están habitadas principalmente por kurdos, una nacionalidad oprimida de unos 30 millones de personas que vive en partes de Turquía, Iraq, Irán y Siria, y que constituye alrededor del 9 por ciento de la población siria.

Mientras las tropas sirias eran desplegadas en Damasco en respuesta a la intensa lucha con los grupos rebeldes, las fuerzas kurdas se movilizaron y ahora dicen controlar varias localidades. Los kurdos en siria tienen un historial de oposición organizada contra al-Assad, pero no se han unido a las fuerzas opositoras, que están respaldadas por el gobierno turco, uno de sus opresores. El grupo más fuerte en Siria, el Partido Unión Democrática, está ligado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización en Turquía designada como “terrorista” por Estados Unidos y la Unión Europea.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo durante un discurso nacional el 31 de julio que Ankara “jamás tolerará las iniciativas que amenacen la seguridad turca” y que “intervendrá” en Siria si el PKK levanta bases allí. Tras esto, el ejército turco comenzó a desplazar tropas, tanques y misiles antiaéreos a esa sección de la frontera.  
 
 
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