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Vol. 76/No. 31      20 de agosto de 2012

 
Washington prepara plan para
caída de gobierno sirio
(portada)
 
POR LOUIS MARTIN  
Mientras que continúa la reñida batalla por el control de Alepo, la ciudad más grande de Siria, el régimen del presidente Bashar al-Assad está perdiendo terreno a las fuerzas burguesas de oposición en la guerra civil que surgió de la sangrienta represión del movimiento popular por los derechos democráticos que comenzó hace unos 17 meses.

Washington y sus aliados están maniobrando para asegurar que el resultado sea favorable para el establecimiento de relaciones capitalistas estables y promueva sus intereses económicos y políticos en la región, y no los de los gobiernos de Irán, Rusia y otros rivales, así como los del pueblo trabajador que ha comenzado a entrar en la vida política en medio del caos.

Después de una explosión en Damasco el 18 de julio, de la cual nadie se ha hecho responsable, y la cual causó la muerte de cuatro altos funcionarios, entre ellos el ministro de defensa sirio, las fuerzas del Ejército Libre Sirio tomaron varios distritos predominantemente obreros de Damasco, la capital, y Alepo, el principal centro industrial y comercial de Siria. El Ejército Libre Sirio es una organización que agrupa a la mayoría de los grupos armados que luchan contra el régimen.

Después de varios días de combate, los rebeldes, superados por las armas y las fuerzas enemigas, fueron eventualmente expulsados de Damasco. Ahora el ejército sirio está realizando una ofensiva masiva para recapturar los vecindarios de Alepo de las fuerzas de la oposición.

El impacto sobre el pueblo trabajador ha sido devastador.

Funcionarios de la ONU informaron el 29 de julio que unas 200 mil personas huyeron de Alepo dos días antes de que comenzara el combate.

Más de 19 mil personas, incluyendo 5 mil efectivos del gobierno, han muerto desde el comienzo del levantamiento, de acuerdo al Observatorio Sirio de Derechos Humanos basado en Londres.

Un régimen debilitado

El régimen de al-Assad se ha tambaleado a medida que se extiende la guerra civil. Extensas zonas rurales están bajo control de las fuerzas de la oposición, especialmente en el norte, así como varios cruces fronterizos con Turquía e Iraq. Han aumentado las deserciones en el régimen así como en el ejército. El gobierno sirio está cada vez más aislado, no solo de las potencias imperialistas de Norteamérica y Europa, sino también de la mayoría de los gobiernos de la región.

En una reunión en Bruselas el 23 de julio, la Unión Europea apretó su embargo de armamentos contra Siria y aumentó la lista de partidarios del régimen de al-Assad que serán afectados por las sanciones.

Los gobiernos de Turquía, Arabia Saudita y Qatar han estado ayudando a los grupos rebeldes a obtener armamentos. Dirigentes y combatientes de la rebelión siria funcionan abiertamente en territorio turco.

Una reunión de emergencia de ministros de la Liga Arabe el 22 de julio en Doha, Qatar, exigió que al-Assad abandone el poder y le pidió al Ejercito Libre Sirio que forme un gobierno de transición.

Según el Christian Science Monitor, el secretario general de la liga anunció que viajaría a Moscú y Beijing para instar a esos gobiernos “a que cesen de obstruir las acciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Siria”, en referencia a los repetidos vetos de las sanciones de la ONU contra Siria promovidas por Washington.

Al igual que otros gobiernos de la región, el poder de Bashar al-Assad se asienta en una pequeña capa de familias capitalistas, en este caso pertenecen principalmente a la minoría musulmana alauita, una rama islámica chiita. El 75 por ciento de la población de Siria es suni, el 11 por ciento alauita y el 12 por ciento cristiana.

Los kurdos, una nacionalidad oprimida en la región, representan el 9 por ciento de la población de Siria. Desde 1962 se le ha negado la ciudadanía a 300 mil kurdos. El uso del lenguaje kurdo está restringido y a la mayoría de los kurdos se les prohíbe ser dueños de tierra.

Un tercio de la población sobrevive con dos dólares al día o menos.

Al-Assad llegó a la presidencia en 2000 después de la muerte de su padre Hafez al-Assad, quién gobernó el país con mano dura desde 1963.

El régimen del Partido Baaz de al-Assad ha usado una demagogia antiimperialista y socialista secular, y ha pretendido dar apoyo a la lucha palestina. Cuando no ha aprovechado la causa del pueblo palestino para sus propios intereses, el régimen la ha traicionado, incluyendo la masacre de refugiados palestinos en Líbano en 1976 y 1986-87. Y cuando ha coincidido con sus intereses se ha aliado con el imperialismo, como lo hizo cuando apoyó la guerra dirigida por Washington contra Iraq en 1991.

Washington ha tenido desacuerdos con Damasco por décadas, en gran parte por sus relaciones cercanas con Moscú y Teherán y su apoyo a Hamas y Hezbolah, los grupos respaldados por Irán en Palestina y Líbano.

La oposición burguesa de Siria está profundamente dividida.

Una reunión de la oposición siria en El Cairo a principios de julio fue marcada por las querellas entre los aproximadamente 250 delegados y su incapacidad de llegar a un acuerdo para formar un organismo unificado. La delegación kurda abandonó la reunión.

Aunque la Casa Blanca lleva meses llamando a la renuncia de al-Assad, la administración de Obama ha dado apoyo limitado a los grupos de oposición, declarando que no quiere que los armamentos caigan en manos de fuerzas islamistas, y ha limitado su intervención en el país a operaciones encubiertas.

La revista Time del 31 de julio explicó claramente el plan de Washington y sus aliados.

Primero, su prioridad en Siria es asegurar la estabilidad tras la caída de al-Assad. La revista cita al secretario de defensa Leon Panetta diciendo, “La mejor manera de preservar ese tipo de estabilidad es manteniendo la mayor parte posible de la fuerza militar y policial, junto con las fuerzas de seguridad, y esperar que estos realicen una transición a una forma de gobierno democrático”.

Segundo, declaró el Time, una manera de realizar este objetivo es estableciendo “una junta militar similar al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto, un cuerpo que mantendría intacta a las fuerzas armadas y evitaría divisiones sangrientas al estilo de los Balcanes, a la vez que supervisaría la transición política a un gobierno más abierto”.

Su meta: reemplazar al gobierno actual con otro régimen represivo que esté a la vez más estrechamente aliado con Washington y sea capaz de reprimir el creciente descontento y combatividad del pueblo trabajador, y todo sin que Washington se ensucie mucho las manos o pague un precio muy alto en sangre y dinero.  
 
 
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