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Vol. 76/No. 16      23 de abril de 2012

 
Trabajadores socialistas del PST
lanzan campaña semanal con ‘Militante’
y libros en barrios obreros
(especial)
 
POR STEVE CLARK  
Era difícil pasar por alto los nuevos carteles cuando entré una tarde en el local de la rama del Partido Socialista de los Trabajadores de Nueva York, el día antes del cierre de esta edición del Militante.

Un gráfico indica el número de suscripciones y ejemplares del periódico socialista vendidos, así como el número de libros como Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero vendidos de puerta en puerta y en las esquinas de barrios obreros en Nueva York y sus alrededores.

Otro gráfico muestra los resultados semanales de las ventas en barrios obreros negros de la ciudad, junto con otra información sobre esa campaña política.

Un tercer gráfico muestra datos sobre la venta del periódico socialista durante visitas a barrios obreros en pequeños pueblos y zonas rurales —desde el norte del estado de Nueva York hasta Connecticut, Nueva Jersey y otras partes.

Estos gráficos prominentes son una manera en que los militantes de la rama de Nueva York pueden medir su avance en la implementación del curso decidido por el Comité Nacional del PST a mediados de marzo, basado en las decisiones acumulativas en conferencias de la dirección del PST desde junio pasado. El Comité Nacional debatió y adoptó tareas concretas que resultarán en una participación más eficaz en la creciente respuesta de los trabajadores a nivel nacional a los crecientes ataques de los patrones y su gobierno.

En los últimos dos años los trabajadores socialistas han participado en acciones a través de Estados Unidos para detener la ejecución de Troy Davis; protestas en Alabama y otros estados contra los ataques a los trabajadores inmigrantes; y en piquetes y otras actividades de solidaridad con la resistencia a los cierres patronales antisindicales de los trabajadores de la compañía procesadora de granos en Keokuk, Iowa; estibadores en Longview, Washington; obreros del azúcar de remolacha en el valle del Red River de Dakota del Norte y Minnesota; trabajadores que procesan materiales nucleares en Metropolis, Illinois; trabajadores de llantas en Ohio; empleados estatales en Wisconsin; y muchos más. Un número importante de trabajadores de estas batallas se han vuelto lectores regulares del Militante.

Poco después de las reuniones de la dirección del PST estallaron las protestas contra el linchamiento de Trayvon Martin, un africanoamericano de 17 años de edad, con miles de personas en las calles: desde una protesta masiva en Sanford, Florida, donde se produjo el asesinato de Martin, hasta acciones en ciudades y pueblos por todo Estados Unidos.

Las discusiones políticas en Nueva York, que duraron casi una semana, se iniciaron con un mitin público el sábado 10 de marzo, con presentaciones de Jack Barnes, secretario nacional del PST y Mary-Alice Waters, dirigente del partido. Asistieron 360 personas.

El domingo se realizó una discusión para participantes del día anterior. Concurrieron trabajadores de Boston, Chicago, Minneapolis/Saint Paul y Birmingham, así como estudiantes del estado de Nueva York y de Montreal. El mismo día se llevó a cabo una reunión de casi 150 partidarios del movimiento comunista que se dedican a mantener impresos y mejorar el diseño de los libros y folletos usados por el partido en su trabajo.

Le siguieron cuatro días de reuniones de la dirección del PST, con la participación de dirigentes de organizaciones comunistas en países desde Europa hasta el Medio Oriente y el Pacífico.

En el mitin del sábado fueron presentados candidatos del PST en los comicios de 2012. Las campañas socialistas, que ofrecen la alternativa obrera a los demócratas, los republicanos y otros partidos capitalistas, están buscando el apoyo y el respaldo político de trabajadores en pie de lucha que se ven atraídos a la trayectoria de lucha de clases del PST y sus perspectivas revolucionarias.

El Comité Nacional aprobó la celebración de un congreso del partido del 21 al 23 de junio en Ohio. El progreso que logren las ramas del partido en llevar a cabo un ritmo semanal de ventas del Militante en barrios obreros y otras actividades políticas y trabajo de masas será la medida del éxito del congreso.

Cuestión nacional en EE.UU.

Durante la recepción antes del evento el 10 de marzo y la cena y fiesta posteriores, los participantes visitaron una mesa grande de literatura y vieron libros y folletos sobre la política revolucionaria. Entre ellos se encontraban los dos títulos más recientes de la editorial Pathfinder —Las mujeres en Cuba: Haciendo una revolución dentro de la revolución por Vilma Espín, Asela de los Santos y Yolanda Ferrer, con una introducción por Mary-Alice Waters, quien estuvo a cargo de la organización del libro; y Los Cinco Cubanos: Quiénes son, por qué les fabricaron un caso y por qué deben ser liberados— así como unos 40 libros y folletos en idioma persa producidos por casas editoriales en Irán.

Los participantes fueron de mesa en mesa en el auditorio mirando a las más de 20 exhibiciones políticas. Muchas personas recogieron copias disponibles en el área de exhibición de una carta descubierta recientemente escrita en 1865 por un amo de esclavos que había escrito al liberto Jourdon Anderson pidiéndole que regresara a trabajar a la plantación.

La exhibición tenía una reproducción de una carta dirigida a Jack Barnes por Sam Manuel, un dirigente del PST que reside en Atlanta. Manuel la escribió en 2010 después de leer el libro de Barnes, Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero. Barnes citó la carta en su discurso.

Manuel hace referencia a un capítulo en el libro que contiene el relato de una discusión que militantes del PST sostuvieron con el dirigente bolchevique León Trotsky en 1939, cuando se encontraba en exilio forzado en México. Manuel dijo que “con frecuencia había leído y releído” esa discusión pero al volver a la misma en el nuevo libro “fue como que estaba leyendo una discusión diferente. El enfoque de Trotsky en los trabajadores que son negros, su orientación proletaria, se ve fuertemente”.

Le impresionó a Manuel la insistencia del dirigente bolchevique que la actividad política del PST entre los trabajadores que son negros es, como lo explicó Trotsky, “se trata de la vitalidad del partido … [D]e si el partido se transformará en una secta o si sea capaz de hallar el camino hacia la parte más oprimida de la clase trabajadora”.

El libro también le había dado a Manuel una “nueva apreciación de la importancia de la venta del Militante y los libros de Pathfinder a los trabajadores negros… Las ramas del partido deben darle seguimiento a estas ventas semanales, con datos precisos”, dijo.

En su discurso, Barnes enfatizó que el papel de vanguardia de los trabajadores que son negros en las luchas sociales y políticas sigue siendo central a la línea de marcha de la clase trabajadora hacia el poder en Estados Unidos. La descomposición del sistema de “justicia” criminal de la clase gobernante de Estados Unidos, dijo Barnes, es un indicador poderoso del continuo hecho e importancia de la cuestión nacional de los africanoamericanos en la lucha de clases en Estados Unidos.

Durante las últimas tres décadas se ha disparado la cantidad de trabajadores encarcelados en Estados Unidos y los que se encuentran bajo libertad condicional o libertad supervisada. En el último conteo había unos 2.3 millones de personas en prisión y casi 5 millones en libertad condicional bajo supervisión de las cortes. Un número desproporcionadamente más alto de ellos son negros. Mientras los negros representan el 12 por ciento de la población de Estados Unidos, representan más de 40 por ciento de los que están detrás de las rejas.

La igualdad de protección ante la ley, aún bajo los dados cargados de la ley capitalista, se ha alejado aún más de la realidad que ha existido por casi medio siglo.

Mediante su aparato estatal, la clase gobernante organiza cómo se hacen cumplir sus leyes y contra quien. Esto incluye la concentración de operaciones de “parar y registrar” en barrios obreros negros (según las propias cifras de la policía de Nueva York, más de la mitad de los que han sido parados en años recientes son negros), la “Guerra contra las drogas”, sentencias de cárcel obligatorias y cada vez más largas, y todo esto coronado con el chantaje de trabajadores por parte de los fiscales, los jueces y a menudo los abogados “defensores” mismos a través de “las declaraciones de culpabilidad negociada”.

Esto fue confirmado y hecho evidente unos días después de las reuniones del PST cuando la Corte Suprema de Estados Unidos, en dos fallos por mayoría, afianzó todavía más la negación de un juicio y mucho menos un juicio de sus iguales a los trabajadores, como lo han establecido los siglos de derecho común. Esto fue hecho por el tribunal bajo el pretexto de garantizar el “derecho” a un “abogado competente” durante las negociaciones de culpabilidad (que frecuentemente es un abogado defensor público hostigado y cínico o un abogado designado por la corte).

Declarando que actualmente las declaraciones negociadas “componen casi el 95 por ciento de todas las condenas penales” —es decir, casi todos los que actualmente han sido sentenciados a pasar años en prisión— la opinión del alto tribunal, citando una publicación jurídica, falló que en gran medida “el regateo [entre los fiscales y los abogados defensores] determina quien va a la cárcel y por cuanto tiempo. Esto no es un complemento al sistema de justicia penal; es el sistema de justicia penal”.

El fallo señaló que las cada vez más onerosas “sentencias existen como parte de la ley con el propósito de negociar”, es decir, para presionar a los trabajadores para que “admitan” culpabilidad frente al creciente riesgo de más años en la cárcel o a veces la muerte. (Ver artículo en el número anterior.)

‘Igual protección’

Ningún estado deberá “negarle a ninguna persona bajo su jurisdicción la protección igualitaria de las leyes”, dice la Décimocuarta Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, una conquista directa de la revolución más grande en la historia de Estados Unidos hasta la actualidad: la Guerra Civil y el establecimiento de gobiernos de Reconstrucción Radical por todo el Sur de Estados Unidos, dirigidos en parte por esclavos negros libertos.

El socavamiento de “la igualdad de protección” empezó en los años 1870 con el terror asesino desatado por las fuerzas racistas que derrocaron a los regímenes de Reconstrucción: el mayor golpe contrarrevolucionario contra la clase trabajadora en la historia de Estados Unidos.

Estas derrotas sangrientas se convirtieron en ley a través de fallos de la Corte Suprema a finales del siglo 19 que proveyeron las justificaciones legales para la violencia de las turbas de linchamientos y reforzaron el sistema de segregación Jim Crow en el Sur por casi un siglo. Además de los africanoamericanos, también se convirtieron en objeto de ataques en los territorios de la ex Confederación y más allá, los católicos, judíos, inmigrantes, militantes sindicales, comunistas y cualquier persona —negro, blanco u otros— que organizaran acciones laborales o políticas, sobre todo si buscaban romper las líneas raciales.

La segregación de hecho fue obligada a retroceder por un nuevo ascenso de las luchas por la libertad de los negros durante la Segunda Guerra Mundial y las poderosas batallas con dirección proletaria en los años 50 y 60. Pero la realidad de clase enfrentada por la gran mayoría obrera de los africanoamericanos sigue siendo el racismo y la brutalidad. Será necesaria otra revolución, una organizada y dirigida por la clase trabajadora, para hacer cumplir la verdadera igualdad de protección.

Las familias gobernantes propietarias infectan al pueblo trabajador con sus propios valores individualistas burgueses. Al ver que algunos trabajadores —incluyendo trabajadores que son negros— se aprovechan de otros, la clase gobernante justifica las fuerzas policíacas represivas y corruptas de los capitalistas en base a que secciones moralmente depravadas de la población deben “ser mantenidas bajo control”.

Es la razón por la que Malcolm X puso tanto énfasis en la necesidad de que los trabajadores y jóvenes que estaban participando en la lucha por la liberación de los negros reconocieran “su valor propio”. Es la razón por la que Farrell Dobbs —el dirigente obrero revolucionario que ayudó a organizar y guiar las batallas obreras que construyeron a los Teamsters en un sindicato combativo por todo el medio oeste en los años 1930, y quien después fue secretario nacional del PST y candidato a la presidencia de Estados Unidos por el partido cuatro veces— siempre señalaba la capacidad de los trabajadores, luchando juntos, de cambiar nuestros hábitos, fortalecer nuestra disciplina y carácter y transformarnos a través de la batalla.

En breve, darle la espalda a lo que piensa la clase gobernante de nosotros, y, sobre todo, de su imagen de nosotros mismos y de nuestras acciones hacia si mismos.

Crisis histórica del capitalismo

La actual crisis histórica de acumulación del capital a nivel mundial, señaló Barnes en la reunión del sábado, no se parece a nada de lo que prácticamente ningún trabajador haya vivido en su vida adulta. La crisis no tiene sus raíces en el dinero, el sistema bancario o la especulación financiera apalancada. Ahí fue donde estalló inicialmente en 2008. Pero sus bases se encuentran en la tendencia a largo plazo de las tazas de ganancia de los capitalistas a descender, una crisis de producción y de intensificación de la competencia por mercados.

Los gobernantes capitalistas reaccionan a su crisis de forma pragmática. Acumulan instrumentos de deuda altamente apalancados de todo tipo, desde créditos de consumo y de negocios a niveles inauditos, hasta derivativos e “intercambios”, paquetes de valores respaldados por hipotecas y deuda pública (del gobierno), con el fin de posponer el día del juicio y la intensificación de las luchas de los trabajadores.

Entre las principales potencias imperialistas, Estados Unidos fue el que más sintió los síntomas iniciales de la crisis. Pero ahora “Europa” capitalista se está desmoronando. Las consecuencias de la crisis para la clase trabajadora por todo el mundo fueron analizadas en las reuniones de la dirección del PST, desde Canadá hasta el Reino Unido, Escandinavia, Irán, Australia y Nueva Zelanda.

Lo que los miembros del PST explican a sus compañeros de trabajo es que la única manera que los patrones pueden resolver su crisis es atacando nuestro nivel de vida, nuestras condiciones de trabajo y jornadas laborales, nuestros sindicatos y nuestra dignidad humana elemental. Y eso es lo que han estado haciendo.

El funcionamiento del capitalismo está aumentando las filas de los que están desempleados a largo plazo. Una exhibición en el evento del 10 de marzo mostraba que cantidades récord están dejando las filas de la fuerza laboral, reduciéndola al 64 por ciento de la población en edad laboral. Casi el 10 por ciento de los desempleados han estado sin trabajo por un año o más, el nivel más alto en medio siglo.

Los explotadores están utilizando un ejército de reserva cada vez mayor de trabajadores desempleados para reducir no solo los salarios reales, sino el valor de la fuerza de trabajo de los trabajadores —el nivel de vida por el que los trabajadores han tenido que luchar y ganar y es visto como lo “normal” históricamente —en Estados Unidos y en otros países imperialistas.

La intensificación de la competencia por empleos y salarios es producto no solo de las crecientes filas de los desempleados, sino sobre todo por el aumento masivo de la mano de obra inmigrante en las últimas décadas y la explotación cada vez mayor de los trabajadores en China, India y otros países semicoloniales por parte de los patrones estadounidenses.

Esto es un recordatorio de la urgente necesidad de que los trabajadores se organicen para defender y avanzar los intereses de nuestra clase en su conjunto, a escala mundial, para poder enfrentar los ataques del capital. Y el fracaso de hacer frente a este reto y de actuar con respecto a este es un testimonio de la traición histórica continua de los falsos dirigentes sindicales hacia sus miembros.

Desastre capitalista en Japón

La reunión del Comité Nacional del PST comenzó un día después del primer aniversario del terremoto y maremoto del 11 de marzo de 2011 en Japón. Más de 20 mil personas murieron en la costa de Japón, lo que equivaldría a más de 50 mil personas en un país con la población de Estados Unidos.

Pero ni una sola persona tenía que morir, dijo Barnes. Murieron por que la clase gobernante capitalista de Japón (así como las familias gobernantes propietarias por todo el mundo) condenó a decenas de millones de trabajadores, agricultores, pescadores y pequeños comerciantes a vivir en áreas costeras bajas o en cuencas fluviales más vulnerables a inundaciones y otros desastres.

La clase trabajadora está relegada a viviendas de mala calidad, que —a diferencia de las casas y otros edificios donde las clases gobernantes y clases medias privilegiadas viven y laboran— no están construidas para aguantar fuertes temblores. Es más, los gobernantes capitalistas se rehúsan a afectar sus ganancias para construir carreteras y rutas de evacuación adecuadas, sistemas de alarma, diques y muros de retención.

Sobre todo, bajo las relaciones sociales de explotación del capital, es imposible que los trabajadores —a través de organizaciones y un gobierno obrero propio— movilicen, en acción, la solidaridad de clase y confianza mutua que puede minimizar las muertes y heridos frente a los desastres naturales.

Política energética del proletariado

Barnes señaló que la verdadera magnitud de la catástrofe social causada por el capitalismo en Japón ha sido eclipsada por los informes sensacionalistas de los medios de comunicación del “desastre nuclear” en la planta energética de Fukushima, dañada por el maremoto. Y aún un año después, ni una sola persona ha muerto por envenenamiento por radiación de la planta, ni se ha informado de ninguna enfermedad seria.

De hecho, la histeria contra la energía nuclear aumentó el precio humano del capitalismo. Según informes de prensa recientes, los sobrevivientes del maremoto que eran ancianos, estaban enfermos o atrapados bajo los escombros murieron de hambre después que el gobierno japonés ordenó a los socorristas a evacuar la zona aledaña al reactor y no permitió incluso a los familiares regresar a sus hogares para buscar a sus parientes desaparecidos.

Los trabajadores con conciencia de clase no deben ceder a tal histeria, dijo Barnes. Va en contra de la ampliación de la electrificación y la industrialización de las naciones semicoloniales de Asia, África, Medio Oriente y en las Américas necesaria para cerrar la enorme brecha —medida por el acceso a la electricidad y en otras condiciones sociales— entre trabajadores y agricultores en esas regiones y aquellos en el mundo imperialista.

Una política energética del proletariado busca unir a los trabajadores del mundo en una lucha común a nivel mundial para producir una convergencia en el acceso a la electrificación: una lucha contra las clases explotadoras que siente las bases para un movimiento revolucionario internacional de los trabajadores.

Molinos de viento, paneles solares, Chevy Volts y otra “energía verde” no puede acercarse a satisfacer las necesidades energéticas de miles de millones de habitantes del mundo. Esa es la razón por la cual reactores de energía nuclear están siendo activados a un ritmo acelerado desde China a India hasta Brasil, Argentina y otros lugares, y continuará haciéndolo.

Cualquiera que sea el método para producir electricidad y la industria, la meta de los patrones bajo el capitalismo es de maximizar las ganancias, y la salud y la seguridad de los trabajadores y el cuidado de los suelos, las aguas, el aire y la atmósfera serán condenados. Como escribió Marx, el capital en su empuje incesante por acumulación “sienta el desgaste y la ruina” para los trabajadores y el mundo natural que transformamos con nuestro trabajo para crear toda la riqueza.

Sin embargo, lejos de ser una justificación para antagonismos anticientíficos y anti-clase obrera para la expansión masiva de la producción de energía, estos hechos son una acusación poderosa de la dictadura del capital. Son un argumento para fortalecer nuestros sindicatos y usar el poder sindical para salvaguardar la salud y la seguridad de los trabajadores y el público.

Por encima de todo, es otra razón para derrocar el dominio capitalista a través de una lucha revolucionaria y remplazarlo con el poder estatal de la clase obrera.

¡Alto a amenazas bélicas contra Irán!

Para los que se oponen a las amenazas imperialistas bélicas contra Irán sería un error presumir que Tel Aviv no puede lanzar un ataque aéreo masivo sin la aprobación de Washington, dijo Barnes. Los gobernantes israelíes nunca van a permitir que su defensa dependa de otra potencia, ni siquiera del imperialismo norteamericano.

El régimen israelí preferiría que el trabajo sangriento en Irán sea hecho por el sustancialmente superior poder militar de Washington, pero si no, ellos están listos para iniciar el trabajo ellos mismos.

Lo mejor que puede suceder para el pueblo trabajador en Irán y en el Medio Oriente, dijo Barnes, sería que Teherán presente un caso convincente para la opinión pública mundial que no tiene intenciones de desarrollar armas nucleares, y no las negaciones acompañadas con un guiño de ojo que ofrecen hoy sus gobernantes burgueses.

Si no revierte el curso, el juego de poses burguesas de Teherán se convertirá en una trampa mortal para el pueblo iraní. Es un obstáculo para que el pueblo trabajador en Israel se movilize para tomar el poder de la burguesía y poner fin al almacén de armas nucleares ahí de una vez por todas.

El gobierno revolucionario de Cuba se opone incondicionalmente a los ataques militares contra Irán y defiende su derecho a desarrollar la energía nuclear y otras fuentes de energía. Al mismo tiempo, Cuba rechaza la mentira provocadora de Washington que está ayudando a Irán desarrollar armas nucleares.

Con respecto a Cuba misma, “Nosotros nunca nos hemos planteado la cuestión de la fabricación de armas nucleares, porque no las necesitamos”, dijo Fidel Castro ante un público en la Universidad de La Habana en 2005. Y agregó, “nosotros poseemos armas del poder de las nucleares, es la magnitud de la justicia por la cual luchamos”. La dirección comunista de Cuba depende de la conciencia política revolucionaria y de la preparación militar de los trabajadores y campesinos ahí.

Continuidad revolucionaria

El evento del 10 de marzo y las reuniones de la dirección del PST enfatizaron la continuidad política del curso del partido con las lecciones de la lucha revolucionaria de la clase trabajadora por el poder en los últimos 165 años.

Ese récord, enfatizaron Barnes y Waters, comienza con las conclusiones políticas extraídas por Carlos Marx y Federico Engels de las batallas en el siglo 19, desde las revoluciones de 1848–49 en Europa, hasta la Comuna de París en 1871. Marx y Engels llegaron a esas conclusiones como participantes y dirigentes centrales del movimiento comunista obrero de ese entonces.

Esa continuidad se extiende a través de las lecciones de la historia de la forja de la dirección bolchevique de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, guiada por V.I. Lenin, así como los esfuerzos organizados por obreros con conciencia revolucionaria que buscaban ampliar esa conquista del poder obrero a otros países del mundo.

La experiencia más reciente, la revolución proletaria que vive y lucha hoy, es la Revolución Cubana y la dirección que Fidel Castro y otros en el Ejército Rebelde empezaron a construir en los años 1950. Capítulos decisivos de ese esfuerzo son detallados en el nuevo libro, Haciendo una revolución dentro de la Revolución (ver la cobertura sobre su lanzamiento en la reciente Feria Internacional del Libro de La Habana en el Militante del 12 de marzo)

La lucha de décadas por construir un partido proletario en Estados Unidos saca su fuerza y claridad política de este legado revolucionario ininterrumpido.

¡Unase a la campaña!

Los esfuerzos semanales del PST para vender la prensa socialista y los libros sobre la política revolucionaria de forma sistemática en barrios obreros —y los lectores que el periódico el Militante está ganando entre las filas de luchadores en luchas sindicales y en la batalla por la liberación de los negros— son esenciales para la construcción de una vanguardia política de los trabajadores en Estados Unidos.

Ninguna otra organización que se dice ser un partido obrero hoy día publica un semanario noticioso que sus miembros puedan usar para llegar a los militantes desde las calles de Sanford, Florida, hasta los muelles en Longview, Washington. Ninguno vende su periódico en las minas, fábricas u otros centros de trabajo. En ningún otro lugar que no sea en las reuniones del Militant Labor Forum en ciudades por todo el país pueden venir trabajadores, semana tras semana, para tener un debate, discutir y clarificar las cuestiones políticas apremiantes que enfrenta nuestra clase.

Y entre ahora y las elecciones de noviembre, el Partido Socialista de los Trabajadores y sus partidarios estarán haciendo campaña con el Militante, con el libro Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero y con otros libros para presentar su curso obrero combativo en oposición a los ataques contra los trabajadores y agricultores en Estados Unidos y en el exterior por los demócratas, republicanos y otros partidos capitalistas.

Instamos a los trabajadores y a los jóvenes que leen el Militante a que se nos unan en esta campaña.  
 
 
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