El Militante (logo)  

Vol. 75/No. 31      5 de septiembre de 2011

 
La singular historia de los chinos en Cuba
Presentación en Guangzhou, China, en conferencia
sobre 150 años de luchas que subyacen la revolución
proletaria en Cuba y su ejemplo a nivel mundial
(especial)
 

La siguiente presentación la dio Mary-Alice Waters, presidenta de la editorial Pathfinder, en una conferencia celebrada el 27 de junio en Guangzhou, China, sobre la historia de los chinos en Cuba.

Unas 50 personas asistieron al evento, auspiciado por la Oficina de Asuntos de Chinos de Ultramar de la provincia de Guangdong y el consulado cubano en Guangzhou, la ciudad conocida históricamente —fuera de China— como Cantón. La actividad se realizó en el Museo de Chinos de Ultramar de Guangdong, el cual documenta la emigración mundial de los chinos de esa provincia.

Los otros oradores fueron Lin Lin, vicedirector de la Oficina de Asuntos de Chinos de Ultramar en la provincia, y Raúl Rojas, cónsul de Cuba en Guangzhou. Wang Minghui, director del Museo de Chinos de Ultramar, dio la bienvenida a los presentes. En la edición del 1 de agosto del Militante apareció un artículo sobre el evento, junto con las palabras de Rojas.

Waters es la editora de Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana. El libro fue publicado en español e inglés por Pathfinder y en chino por la Casa Editorial de Propiedad Intelectual en Beijing. El texto de las palabras de Waters se reproduce con autorización. Copyright © 2011 por Pathfinder Press. Los subtítulos son del Militante.
 

*****

POR MARY-ALICE WATERS  
Gracias a todos ustedes por la oportunidad de estar aquí hoy. Es un placer y un honor.

Quisiera agradecer especialmente al subdirector Lin Lin de la Oficina de Asuntos de Chinos de Ultramar en la provincia de Guangdong, al director Wang Minghui del Museo de Chinos de Ultramar en Guangdong y al cónsul cubano Raúl Rojas, quienes han hecho posible este evento.

No solo es una oportunidad para intercambiar criterios, sino que para nosotros es una oportunidad para aprender de ustedes sobre otra faceta de la historia de los 200 mil chinos—casi todos hombres—que llegaron a Cuba entre 1847, cuando desembarcó el primer grupo de trabajadores en servidumbre, y principios de la década de 1950. Nuestra discusión nos ayudará a todos a entender mejor lo que es singular y notable de esa historia.  
 
Transformación del Barrio Chino
Existe una cosa ante todo que hoy día distingue a los chinos en Cuba de los chinos que inmigraron a otros países del mundo: es la ausencia casi total de discriminación, y hasta de prejuicios, contra los cubanos de ascendencia china.

El interés en la cultura y las artes que los inmigrantes chinos trajeron a Cuba, y el orgullo en esta nutrida historia, va creciendo en toda la isla. Al mismo tiempo, el Barrio Chino de La Habana, anteriormente el más grande de América Latina—se parece muy poco a lo que era antes. Fuera de Cuba no es infrecuente escuchar a personas que lo lamentan diciendo que es una “gran pérdida”. Pero estos cambios están arraigados en los avances que el pueblo trabajador cubano ha hecho durante el último medio siglo, los cuales fueron posibles gracias a la revolución socialista por la que decenas de miles de cubanos han dado la vida.

Si el Barrio Chino de La Habana se ha transformado, es porque los cubano-chinos ya no sienten la presión de vivir abarrotados en un distrito restringido. Ya no es necesario contar con números concentrados como forma de seguridad frente a repetidos actos de violencia, discriminación y racismo. Ya no existen profesiones que son típicamente “chinas”, ya sea como tenderos y vendedores ambulantes o de trabajo en lavanderías y restaurantes. Hoy día se encuentran cubanos de ascendencia china en todos los ámbitos de la sociedad cubana, en todas las profesiones y a todos los niveles de responsabilidad. Entre estos están el Comité Central y el Buró Político del Partido Comunista de Cuba, los rangos más elevados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la dirección de las organizaciones de masas de agricultores, trabajadores, mujeres, estudiantes y otros más.

Estas son conquistas para celebrar, no para lamentar, a medida que la historia singular y la orgullosa cultura mestiza continúan enriqueciéndose. En las calles de Cuba no es infrecuente oír decir que la nación misma se forjó al calor de la batalla a partir de tres vertientes entrelazadas: una africana, otra china y otra europea. La herencia china se manifiesta en todas partes, en rostros de todos los matices.

El general Moisés Sío Wong, quien hasta su reciente muerte fue presidente de la Asociación de Amistad Cubano-China, nació en Cuba de padres que llegaron de Zengcheng, en ese entonces una aldea, a unos kilómetros de donde estamos sentados hoy. A menudo bromeaba diciendo que si él hubiera sido una camiseta, la etiqueta en el cuello habría dicho, “Materia prima china, de fabricación cubana”.  
 
Continuidad revolucionaria de Cuba
La experiencia y trayectoria singular de los chinos en Cuba nace de la continuidad de 150 años de luchas revolucionarias, en las que los cubano-chinos ocuparon importantes responsabilidades desde el comienzo: luchas entrelazadas por la independencia, la soberanía, la dignidad humana, la abolición de la esclavitud y de todas las formas de trabajo en servidumbre, y la eliminación de todas las relaciones sociales basadas en la explotación de un ser humano por otro.

Como saben la mayoría de ustedes, la ola más grande de emigración china a Cuba se produjo durante el cuarto de siglo entre 1847 y 1874. Se le llegó a conocer por todo el mundo como “el tráfico de culíes”. Los registros de embarque aquí en China indican que más de 140 mil chinos navegaron hacia Cuba durante esos años, en su gran mayoría de la provincia de Guangdong, y un número mucho menor de Fujian. Pertenecían a la primera de las grandes oleadas globales de migración de mano de obra que han marcado toda la época capitalista.

Cuba era entonces el mayor productor de azúcar en el mundo. La decisión de los hacendados y del régimen colonial español de traer a la isla a decenas de miles de trabajadores chinos en condiciones de servidumbre fue motivada por tres factores:

1) El interés de los hacendados y de los dueños de centrales en mecanizar el proceso del refinado y aumentar la producción para aprovechar el creciente consumo del azúcar en Europa y América. Entre 1850 y 1868 se triplicó la producción azucarera en Cuba.

2) El temor de lo que los hacendados percibían como un número y una concentración peligrosamente altos de esclavos africanos en las plantaciones azucareras de la isla. Les perseguía el fantasma de “otro Haití”.

3) La oportunidad de reducir los costos de mano de obra.

Entre 1830 y 1855 el precio de un esclavo varón adulto en Cuba prácticamente se triplicó, de 300 ó 400 pesos a mil pesos o más. Esto se debía mayormente a los crecientes costos -desde sobornos hasta embarcaciones más veloces -eludir los tratados que prohibían el comercio de esclavos.

En cambio, el contrato por un trabajador en servidumbre proveniente de China le costaba al dueño menos de 400 pesos como promedio, y otros 384 pesos en salarios distribuidos a lo largo de ocho años.

El historiador cubano Juan Pérez de la Riva calcula que después de 1865, hasta un 75 por ciento de la escasez de mano de obra anual en la caña azucarera fue suplida por trabajadores chinos en servidumbre. El saldo en vidas humanas fue enorme. Durante el cuarto de siglo que duró la trata de culíes, unos 16 mil murieron aún antes de llegar a las costas de Cuba. De acuerdo con los mejores cálculos, entre el 50 y el 55 por ciento de los trabajadores chinos que sí desembarcaron no sobrevivieron para completar los ocho años de su “contrato”.

Las infames condiciones de servidumbre que enfrentaron están bien documentadas; una fuente fue la comisión de 1874 enviada por el gobierno imperial chino para obtener los testimonios de los propios trabajadores chinos.

Sin embargo, lo que quiero destacar aquí no son los horrores del tráfico de culíes. Otros han hecho justicia a ese tema. La historia importante radica en lo que se suele pasar por alto: la historia orgullosa de lucha y resistencia contra la explotación por parte de los chinos en Cuba, las acciones por las cuales afirmaron su dignidad y valor como seres humanos.  
 
Guerras de independencia
Dos décadas después de la llegada de los primeros barcos con su carga humana, los trabajadores chinos de las plantaciones se sumaron en masa a la primera guerra de independencia contra España. En 1868 Carlos Manuel de Céspedes, venerado como el padre de la nación cubana, emancipó a sus esclavos y los acogió en las filas del nuevo ejército de liberación. A partir de ese momento, la lucha por sacudirse la dominación colonial estuvo entrelazada inextricablemente con la lucha por abolir no solo la esclavitud sino todas las formas de servidumbre por contrato.

Un registro de la población china que hizo el régimen colonial español en 1872, cuatro años después del inicio de la guerra, mostraba que el 20 por ciento de los trabajadores chinos en servidumbre habían huido de las plantaciones a las que estaban ligados. Miles de estos “prófugos” se sumaron a los mambises, según se llamaban los combatientes del ejército libertador. Las crónicas de numerosas batallas resaltan la participación de centenares de combatientes chinos. Ya en 1874 se calcula que unos 2 mil de los 7 mil soldados regulares del ejército de liberación eran chinos, y había un número similar en la retaguardia.

Organizados en sus propias unidades del ejército revolucionario, estuvieron entre los combatientes más feroces y más valientes, y los mejores espías tras las líneas enemigas.

Una famosa batalla durante la primera guerra de independencia ha pasado a la historia como “el ataque de los chinos”. En 1873, bajo el mando de Antonio Maceo, una unidad escogida con esmero que incluía a muchos chinos se infiltró en la ciudad de Manzanillo en Cuba oriental, con órdenes de atacar la guarnición española. Los mambises chinos no solo lucharon con valor y tesón ejemplares. Fueron los que encabezaron la infiltración de la ciudad, penetrando las líneas de defensa que los propios chinos habían sido forzados a construir por el régimen colonial español. No necesitaban mapas. Conocían esas fortificaciones como la palma de su mano.

Las famosas palabras de un líder independentista, el general Gonzalo de Quesada, están inscritas en el monumento erigido en 1946 que se encuentra en el centro de La Habana, rindiendo honor a estos mambises chinos: “No hubo un chino cubano desertor, no hubo un chino cubano traidor”. A esto se refirió hoy nuestro anfitrión, el vicedirector Lin Lin, quien señaló que forma parte de la orgullosa historia de la provincia de Guangdong.  
 
Abolición de esclavitud, servidumbre
En 1871 el gobierno español suspendió la introducción en Cuba de trabajadores chinos bajo contrato. La razón no fue una preocupación humanitaria por la virtual esclavitud a la que estaban sometidos los chinos. La corona española pretendía frenar el ingreso de refuerzos para el ejército libertador. La lucha revolucionaria de estos trabajadores decidió su futuro.

Cuando la primera guerra por la independencia de Cuba terminó sin victoria en 1878, una de las concesiones arrancadas de la potencia colonial se escribió en el tristemente célebre Pacto de Zanjón: una disposición que otorgaba “libertad a los esclavos o colonos asiáticos que se hallan hoy en las filas insurrectas”.

Era un reconocimiento de la realidad. Estos hombres y mujeres habían conquistado su libertad. Nunca más volverían atrás.

Los dos cubano-chinos más conocidos por su destacada trayectoria en la lucha por la independencia fueron el teniente coronel José Bu Tack (Hu De) y el capitán José Tolón (Lai Wa). Al combatir en las tres guerras de liberación, ambos portaron armas cubanas por más de 10 años, ganando así el derecho, codificado en la constitución de 1901, de ocupar la presidencia del nuevo país independiente. Ese honor le fue concedido únicamente a otros dos combatientes nacidos fuera de Cuba: los generales Máximo Gómez, dominicano de nacimiento, y Carlos Roloff, nacido en Polonia.  
 
Fiebre del Oro y ferrocarriles
La segunda gran oleada de inmigración china a Cuba llegó por la vía de Estados Unidos.

En el cuarto de siglo entre 1848 y 1873, el número de chinos que emigraron a Estados Unidos fue más o menos equivalente al número que salió rumbo a Cuba. Se vieron atraídos al principio por el descubrimiento de oro en 1848 en las sierras de la costa pacífica del continente norteamericano. Su número se multiplicó entonces con trabajadores traídos bajo contrato a construir los tramos más difíciles del nuevo ferrocarril transcontinental por las alturas de las montañas.

Ya para fines de los año 1860 y principios de los 1870, se había agotado mayormente la ilusión de que la fiebre del oro les traería a muchos una fortuna instantánea. La proeza de la construcción de un ferrocarril que anunciaba el ascenso de Estados Unidos como potencia del Pacífico se completó en 1869. Con la crisis financiera de 1873, se intensificó la discriminación y la violencia contra los chinos, y se fueron promulgando leyes de exclusión anti-asiáticas en más estados. El racismo cada vez más virulento, dirigido ante todo contra los negros, era inseparable de la sangrienta contrarrevolución posterior a la Guerra Civil en contra de la Reconstrucción Radical. Este racismo fue un cimiento del capital financiero en ascenso, al ir surgiendo el imperialismo norteamericano a escala mundial.  
 
Diferenciación de clase
En respuesta a estas cambiantes condiciones económicas y sociales, entre 1865 y 1875 unos 5 mil chinos abandonaron Estados Unidos para Cuba, la mayoría de ellos viajando por México o saliendo del puerto de Nueva Orleans. Los “californianos”, según se les conocía en Cuba, eran en su mayoría de una clase distinta de la de los campesinos, trabajadores rurales y trabajadores urbanos que constituían la gran mayoría de la mano de obra contratada en la caña. Estos californianos también se habían originado principalmente en la provincia de Guangdong, pero eran en gran parte los comerciantes, algunos de ellos con acceso a una cantidad importante de capital en China, Hong Kong y Estados Unidos. Con su llegada, el Barrio Chino de La Habana comenzó a transformarse en un centro comercial y bancario, que rápidamente se convirtió en el segundo del continente norteamericano solo excedido por el Barrio Chino de San Francisco. La primera asociación china en Cuba, el Kit Yi Tong, se fundó en 1867.

La diferenciación de clase entre los chinos de Cuba creció rápidamente. Los californianos incorporaron a compatriotas suyos, anteriormente trabajadores en servidumbre, a cuadrillas de trabajo que contrataban como obreros agrícolas, estibadores, constructores o lo que se exigiera. Para fines de la década de 1880, chinos adinerados estaban invirtiendo capital en azúcar. Dos centrales en Las Villas, una en Sagua la Grande y otra en Santo Domingo, pronto llegaron a ser propiedad de chinos. El censo de 1899 registra 42 propietarios chinos de las plantaciones.

Según las cifras oficiales, la población china en Cuba alcanzó su punto máximo en 1869, ascendiendo a casi 60 mil. Después de la prohibición en 1871 de nuevos trabajadores bajo contrato, y con el saldo mortal cobrado por la guerra, el hambre, las enfermedades y la represión española durante 30 años de lucha independentista, ese número había caído a 15 mil para fines del siglo.  
 
Dominación imperialista de Cuba
La tercera gran oleada de inmigración china a Cuba llegó con el ingreso del gobierno norteamericano en la Primera Guerra Mundial, y la necesidad de Washington, a consecuencia de la guerra, de aumentar la producción de azúcar.

Cuando Cuba ganó su independencia de España en 1898, los frutos de esa victoria les fueron arrebatados por el coloso imperialista ascendiente del norte. La ocupación militar de la isla por Washington, y el establecimiento de un protectorado en todo sentido salvo el nombre, fueron acompañados de la adquisición voraz de casi todos los bienes capitales en Cuba por las 60 Familias de Estados Unidos.

Junto con esta dominación norteamericana llegó un aumento en la discriminación contra los chinos.

Uno de los decretos de las fuerzas armadas norteamericanas durante su primera ocupación de Cuba fue la Orden Militar No. 155, emitida el 15 de mayo de 1902. Basada en la ley de exclusión de 1882 que estaba en vigor en todo Estados Unidos, esta orden prohibió toda inmigración china a Cuba. Al igual que en Estados Unidos, la prohibición siguió vigente hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando el cambio se vio dictado por los intereses diplomáticos de las potencias imperialistas aliadas de pactar un acuerdo antijaponés con el gobierno de Chiang Kai-shek.

Sin embargo, en Cuba se suspendió la prohibición por cinco años en 1917, cuando Washington entró en la guerra interimperialista entre las potencias europeas, sumándose a la alianza contra Alemania. En ese momento prevaleció la prioridad de contar con más mano de obra para aumentar la producción azucarera durante la guerra, y eso es lo que organizaron los gobernantes norteamericanos.

Ya para 1931 la población china en Cuba había vuelto a crecer considerablemente, alcanzando casi 25 mil. Durante estos años entre las guerras se dio el mayor florecimiento de las artes y la cultura chinas. La música, el teatro, la ópera cantonesa, las artes marciales, los periódicos en chino —y la danza del león— todo esto formaba parte de la vida en La Habana y en toda la isla.  
 
Lucha contra dictadura de Machado
Aquellos también fueron años de la mayor crisis económica del mundo capitalista en el siglo 20, marcada en Cuba por la segunda gran ola de lucha revolucionaria y por la caída en 1933 de la dictadura del general Gerardo Machado. El ascenso revolucionario en Cuba no fue un fenómeno aislado. Surgió entre las luchas tumultuosas del pueblo trabajador en todas partes del mundo, y coincidió con el creciente movimiento revolucionario aquí en China contra la invasión y ocupación de Manchuria por el imperialismo japonés, además de las batallas de clase cada vez más fuertes entre los trabajadores y campesinos y la dictadura burguésa del Partido Nacionalista, el Kuomintang, dirigido por Chiang Kai-shek. Los chinos en Cuba con conciencia revolucionaria veían todas estas como parte de la misma lucha mundial.

El más destacado dirigente cubano-chino de las luchas populares revolucionarias contra la dictadura de Machado fue José Wong (Huan Taobai). Nacido en Guangzhou en 1898, llegó a Cuba a inicios de los años 20, siendo ya producto de las luchas democráticas revolucionarias que en 1911 pusieron fin a milenios de dominación imperial en China. Junto a Julio Antonio Mella, José Wong fundó La Liga Antiimperialista de Cuba en 1925, y poco después se incorporó al nuevo Partido Comunista de Cuba. En 1927, ayudó a establecer la Alianza Revolucionaria Protectora de Obreros y Campesinos Chinos en Cuba, fundada con una plataforma de oposición tanto a la dictadura de Machado como la de Chiang Kai-shek. Fue el primer director de su periódico, el Gunnun Hushen [Grito obrero-campesino].

Arrestado por la dictadura en 1930, Wong fue asesinado bajo órdenes de Machado, estrangulado en una celda en Castillo del Príncipe, la tristemente célebre cárcel en La Habana.

Los años 30 también fueron la cúspide del Barrio Chino como centro de comercio y organización capitalista. Una investigación realizada en 1932 por la Cámara de Comercio china registró casi 4 mil negocios de propiedad china en Cuba, entre lavanderías, bodegas, panaderías, restaurantes, hoteles, puestos de frutas y huertas, solo para mencionar los más numerosos.  
 
Tres generales cubano-chinos
Poco después del golpe militar de Fulgencio Batista en 1952, se inició la tercera gran oleada de lucha revolucionaria en Cuba bajo la dirección de Fidel Castro. Para aquel entonces la división de clases entre los cubano-chinos ya era más grande que nunca.

Estas divisiones de clase se expresaron de forma demostrativa en marzo de 1957 cuando muchos empresarios chinos prominentes en La Habana se personaron en el palacio presidencial para expresarle cobardemente a Batista su alivio de que él había sobrevivido un atentado organizado por José Antonio Echeverría y otros estudiantes de disposición revolucionaria, la mayoría de los cuales fueron muertos en el ataque o cazados y asesinados durante los días siguientes.

Mientras tanto, jóvenes combatientes cubano-chinos tipificados por Moisés Sío Wong, Armando Choy y Gustavo Chui —cuyas historias se relatan en las entrevistas que conforman Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana— ya estaban profundamente involucrados en la lucha popular de masas que menos de dos años después derrocó a la tiranía apoyada por Washington y abrió paso a la revolución proletaria en América.

Sus historias son las de tres individuos muy diferentes: tres personalidades diferentes, con antecedentes familiares diferentes, de tres regiones distintas de Cuba. Cada uno de ellos pertenece a la generación de cubanos que simplemente se negaron a rendirse ante las indignidades y brutalidades de la dictadura batistiana apoyada por Washington. Ya que se les habían cerrado otras vías de lucha, se alzaron en armas para poner fin a la dictadura. De adolescentes, se unieron al clandestino Movimiento 26 de Julio en las ciudades y luego a unidades del Ejército Rebelde que combatían en Cuba oriental y central.

Más de 20 mil cubanos entregaron la vida en esa lucha para derrocar a la dictadura batistiana, y miles más lo han hecho en las batallas de los últimos 50 años para defender la independencia y soberanía de Cuba y tender una mano de solidaridad proletaria a fuerzas antiimperialistas por todo el mundo.

Cada uno de los tres cubano-chinos cuya historia se narra en Nuestra historia aún se está escribiendo llegó a ser dirigente de esa lucha revolucionaria y general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba. Cada uno tiene un largo historial de responsabilidades, tanto a nivel nacional como internacional, a los niveles más altos del gobierno cubano.  
 
Medidas populares intransigentes
Como muchos otros jóvenes de su generación, no comenzaron queriendo hacer una revolución socialista. Habiendo quitado del camino a Batista, dieron los pasos necesarios para responder a las necesidades inmediatas de los millones de trabajadores de Cuba, y mantuvieron ese curso sin vacilar.

El pueblo trabajador y su nuevo gobierno revolucionario llevaron a cabo una reforma agraria. Movilizaron a 100 mil jóvenes en una campaña que acabó con el analfabetismo al cabo de un año. Prohibieron la discriminación contra los cubanos que eran negros o chinos —en la contratación, la educación y todas la actividades públicas— e hicieron valer la ley. Abrieron paso a la participación de la mujer en la sociedad. Convirtieron en derecho el acceso de todos a la educación y a la atención médica. Cuando los dueños de fábricas intentaron sabotear la producción, ellos mantuvieron la producción y tomaron control de la organización del trabajo. Con sus acciones, demostraron su disposición de luchar hombro a hombro con otros que se enfrentaban al dominio imperialista y a regímenes dictatoriales por toda Latinoamérica y el mundo.

Fueron estas medidas resueltas y populares las que precipitaron un enfrentamiento directo, no solo con la pequeña clase capitalista cubana, sino ante todo con las familias gobernantes del imperialismo norteamericano que poseían o controlaban la abrumadora mayoría de la propiedad productiva en Cuba en los años 50: el 90 por ciento de la tierra cultivada, el 90 por ciento de la riqueza mineral, el 80 por ciento de las empresas de servicio público, dos tercios de la producción y las refinerías petroleras, y más del 40 por ciento de la producción azucarera.

Al intensificarse el afán de los propietarios norteamericanos por derrocar al nuevo gobierno, el pueblo cubano se negó a retroceder de este curso revolucionario. Se mantuvieron firmes, a pesar del sabotaje, la invasión, los atentados, el embargo y el bloqueo. Cada medida que tomaron los imperialistas y sus aliados no solo fue repelida sino que recibió una contramedida de parte del pueblo cubano. Ese es el origen de la implacable hostilidad de Washington hacia el pueblo trabajador de Cuba y su gobierno. Eso sigue siendo su motivo hasta el día de hoy. Nada puede satisfacer a los gobernantes norteamericanos si no aplasta el ejemplo de Cuba: especialmente para los pueblos de Latinoamérica, pero también para otros pueblos del mundo.

Es por eso que cinco revolucionarios cubanos actualmente se encuentran entre rejas en Estados Unidos, habiendo pasado ya casi 13 años en prisiones federales norteamericanas. Están siendo mantenidos como rehenes, para castigar al pueblo cubano por negarse a abandonar su trayectoria proletaria popular, por negarse a adoptar cualquiera de los “cambios democráticos” que los gobernantes estadounidenses exijan.

La lucha de clases en el seno de la comunidad china de Cuba no fue diferente de la lucha que se desarrolló entre el resto de la población cubana. Con el triunfo de la Revolución Cubana, se acabó con la dominación que las familias capitalistas más adineradas ejercían sobre las asociaciones y organizaciones chinas. Se rompieron los lazos con las agrupaciones mafiosas y las redes que controlaban el juego, la droga y la prostitución. El aparato político del Kuomintang fue desplazado. Por primera vez, la bandera de la República Popular de China ondeó al lado de la bandera de Cuba en las calles de La Habana. En septiembre de 1960 Cuba fue el primer país de América Latina en establecer relaciones diplomáticas con Beijing.

Nada de esto vino desde fuera de la comunidad china. Provino desde el interior, a partir de los trabajadores, agricultores y estudiantes cubano-chinos que se organizaron formando la Brigada José Wong de las Milicias Nacionales Revolucionarias, de hombres y mujeres como Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sío Wong. Fueron los cubano-chinos los que lucharon y captaron a la gran mayoría de los suyos para que apoyaran la trayectoria y dirección revolucionaria de Cuba.  
 
‘La diferencia: revolución socialista’
Si la historia de los chinos en Cuba aún se está escribiendo, hay una cosa que sí se ha demostrado con el último medio siglo de lucha. Esta verdad la ha explicado elocuentemente el general Moisés Sío Wong.

Hace más de una década, durante un conferencia en La Habana sobre la historia de las comunidades de chinos de ultramar en América Latina, le preguntaron a Sío Wong: “¿Cómo es que usted, siendo hijo de chinos, ocupa un alto cargo en el gobierno, es diputado a la Asamblea Nacional, es general de las fuerzas armadas?” Esa experiencia no corresponde a las de los inmigrantes chinos en otras partes del mundo.

Sío Wong contestó, “La respuesta no está en esa gran participación de los chinos en la guerra de la independencia. Eso hay que estudiarlo también, ya que no se dio en ningún otro país donde llevaron trabajadores chinos por contrata. Pero aquí también, antes del triunfo de la revolución, los chinos éramos discriminados… .

“La diferencia es que aquí se llevó a cabo una revolución socialista. La revolución eliminó la discriminación no solo por el color de la piel. Sobre todo eliminó las relaciones de propiedad que crean la desigualdad no solo económica, sino también social, entre el rico y el pobre”.

Y Sío Wong concluyó diciendo, “A los historiadores, y a otros que quieran estudiar esta cuestión, yo les digo que tienen que entender que la comunidad china de aquí en Cuba es distinta de la de Perú, Brasil, Argentina, o Canadá. Y la diferencia está en el triunfo de una revolución socialista”.

Ese historial de lucha, relatado en Nuestra historia aún se está escribiendo, se ha acogido con un profundo sentido de orgullo entre jóvenes chinos en Estados Unidos, Canadá y otros países que se encuentran encarando sus propias batallas contra la discriminación racista en la inmigración, el empleo y la educación. Cada generación, al luchar por defender sus derechos, cobra fuerza al conocer las batallas anteriores que libraron los que nos antecedieron.

El intercambio que estamos teniendo hoy ahondará nuestra comprensión de la importancia de la Revolución Cubana en la orgullosa historia del pueblo de Guangdong. Nos ampliará el horizonte. Les agradecemos esa oportunidad.
 
 
Artículo relacionado:
Los Angeles: evento gana nuevo apoyo para 5 Cubanos  
 
 
Portada (este número) | Página inicial | Página inicial en versión de texto