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Vol. 75/No. 19      16 de mayo de 2011

 
‘Justicia’ de la Casa Blanca
y derechos de los trabajadores
(artículo principal, editorial)
 

Tres eventos que tuvieron lugar en los últimos cinco días —cada uno de ellos presentado por altos funcionarios del gobierno estadounidense como eventos relacionados con operaciones militares y de inteligencia “extranjeras”— realmente registran y refuerzan la erosión de los derechos políticos de los trabajadores en Estados Unidos para organizarse para defendernos a nosotros mismos ante los incesantes ataques de los patrones contra nuestras condiciones de vida y de trabajo.

El primero es el asesinato de Osama bin Laden, quien mientras se encontraba desarmado recibió un disparo en la cabeza el 2 de mayo en un complejo en Abbotabad, Pakistán, llevado a cabo miembros del equipo “Seals” de la marina estadounidense, que actuaron como juez, jurado y verdugo.

Menos de 48 horas antes, fuerzas de la OTAN que volaban en los cielos de Trípoli bombardearon un complejo del jefe de estado libio Muammar el Gaddafi, matando a su hijo y a tres nietos.

Y el 28 de abril el presidente Barack Obama anunció la reorganización del alto mando de las fuerzas armadas y de las agencias de inteligencia, el departamento de defensa y la CIA.

Los intentos iniciales de los ayudantes de Obama de adornar la operación en Abbotabad se esfumaron rápidamente. El 2 de mayo el asesor de “antiterrorismo” de la Casa Blanca John Brennan dijo a los reporteros que bin Laden estaba armado y que “entabló fuego” cuando recibió el disparo, que utilizó a su esposa como escudo, y que ella había sido matado. El día siguiente el secretario de prensa de la Casa Blanca Jay Carney leyó, palabra por palabra, una declaración del departamento de defensa que retractaba algunas de las mentiras. Bin Laden “no estaba armado”, dice la declaración, y no se escondió detrás de su esposa, (quien de echo no fue matada) o de ninguna otra mujer.

Fue en referencia a esta descarada ejecución que el comandante en jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos y ex profesor de derecho de la Universidad de Chicago entonó durante un discurso televisado en altas horas de la noche que “se ha hecho justicia”.

Obama dijo que poco después de que tomara posesión en 2009, “le di instrucciones a Leon Panetta, el director de la CIA, para que hiciera la muerte o la captura de bin Laden la prioridad de nuestra guerra contra al Qaeda”. Claramente no había ninguna intención de “captura”.

En su anuncio, Obama elogió a los “profesionales antiterroristas” que realizaron el ataque y el “enorme progreso” en “desarticular ataques terroristas y fortalecer la defensa del suelo nativo” en la última década.

El Wall Street Journal aclamó el “triunfo de la inteligencia, la interrogación y las operaciones especiales que por necesidad son tres de las principales armas de lo que las fuerzas armadas estadounidense han denominado esta ‘guerra larga’”. Obama, dice el periódico, “se merece los elogios que está recibiendo” por haber utilizado estos métodos. El Journal señaló poco más adelante, “El hecho más sorprendente de la manera cómo Obama ha conducido la guerra contra el terrorismo es que tanto se parece a la del Sr. Bush, lo que produce consternación entre la izquierda anti antiterrorista de Estados Unidos”.

El columnista del National Review Victor Hanson expresó con deleite que, “Un Premio Nóbel de la Paz es ahora un tótem de la Izquierda y que puede mandar norteamericanos bastante mortíferos en misiones bastante mortíferas como lo crea necesario, y sin la preocupación de una ola de editoriales en el New York Times o una demanda de la ACLU [Unión de libertades civiles Americana]. Esto le da a Estados Unidos ventajas recién descubiertas, un verdadero cheque en blanco, que cubre desde mantener Guantánamo abierto indefinidamente hasta el uso de un equipo de “asesinato” Cheney y valiosa inteligencia obtenida con técnicas de ahogamiento cuando él lo desee”.

El curso de Washington también fue registrado por la nominación de Panetta como secretario de defensa y del general David Petraeus, actual comandante en Afganistán, como jefe de la CIA que realizó Obama el 28 de abril. (Ver artículo acompañante).

Pero como nos enseña toda la historia moderna, el aumento en operaciones militares y de inteligencia en el extranjero de los gobiernos imperialistas son una extensión de los esfuerzos de los gobernantes de someter a los trabajadores y nuestras organizaciones en la lucha de clases dentro del país.

Desde principios de este año, trabajadores y agricultores en Estados Unidos han empezado a reaccionar en contra de las devastadoras consecuencias de la crisis mundial capitalista, la cual se ha profundizado desde el 2007. Nuestros sindicatos están más débiles que en cualquier otro momento desde que comenzó la ruinosa crisis económica y social del sistema de ganancias a principios de los años 1930. Pero los gobernantes saben que las batallas de clase militantes y organizadas están por venir, y están actuando ahora para reducir nuestro espacio político para organizarnos y actuar para avanzar los intereses de los trabajadores aquí y alrededor del mundo.

Es por eso que el pueblo trabajador debe exponer y rechazar la decepción y la hipocresía cuando el jefe ejecutivo del gobierno de Estados Unidos trata de persuadir al mundo de que “se ha hecho justicia”.
 
 
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