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Vol. 75/No. 13      4 de abril de 2011

 
Las luchas sindicales de hoy:
Como llegamos aquí y la
solidaridad que se necesita
‘Estamos conociendo a trabajadores
con quienes colaboraremos por años’
(especial)
 
POR STEVE CLARK  
“Conocimos a gente en esta protesta con quienes colaboraremos por años”, dijo Alyson Kennedy al Militante, después de participar con más de 8 mil trabajadores, sindicalistas y sus partidarios en una manifestación obrera en Indianapolis el 10 de marzo. La protesta fue convocada por la AFL-CIO estatal en respuesta a un proyecto de ley antisindical que esta siendo considerado por la legislatura del estado.

Kennedy, una dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores que actualmente vive y trabaja en Chicago, ha estado involucrada en batallas sindicales en las minas de carbón y otras industrias desde finales de los años 70. La manera como respondió a la protesta sindical en Indianápolis refleja algo de lo cual están concientes miles de sindicalistas y trabajadores militantes y que están participando en protestas obreras desde Indiana, Wisconsin y Ohio hasta Florida, Tennessee, Idaho, Texas, y otos lugares, sobre las luchas futuras y quienes tendrán un papel decisivo en sus resultados.  
 
Dispuestos a ir donde sea necesario
No son sólo los empleados públicos que están confrontando directamente los ataques los que se unen a estas luchas hoy en día. Trabajadores industriales y sindicalistas, agricultores, jóvenes y estudiantes, de todos los rincones de Estados Unidos, se han subido a carros, camionetas, autobuses y aviones, y se han reunido en Madison, Wisconsin y otros sitios donde se están dando las primeras confrontaciones entre el pueblo trabajador y la clase patronal desde que dio comienzo la rápida aceleración de la crisis capitalista en 2007.

Esta solidaridad es parte de la tradición de los militantes obreros siempre listos para la acción que ayudaron a construir el movimiento sindical industrial. Kennedy dijo que contingentes de militantes del sindicato de trabajadores del acero USW que trabajan en fundidoras en Gary, Indiana, y Chicago participaron en la actividad en Indianapolis. Las movilizaciones en Wisconsin han atraído a trabajadores de Los Angeles y Nueva York, así como también a sindicalistas involucrados en sus propias batallas, como los miembros del Local 7-669 del USW en Metrópolis, Illinois, que están luchando contra un cierre patronal en la Honeywell, una planta procesadora de uranio y los militantes del Local 48G del sindicato de panaderos, pasteleros, tabacaleros y procesadores de granos, que se defienden de los ataques antisindicales de la Roquette America en Keokuk, Iowa.

Trabajadores de distintas partes del país, de diferentes industrias y sindicatos, comienzan a conocerse. Están compartiendo lecciones de batallas grandes y pequeñas. Y están regresando a fábricas, minas y otros lugares de trabajo mejor preparados para ganar apoyo hacia esas luchas de sus compañeros de trabajo, de sus sindicatos y de otros sindicatos.  
 
Intentando cerrar el grifo
Esto es precisamente lo que temen los patrones, sus organizaciones políticas —los partidos Demócrata y Republicano— y los funcionarios de la cúpula sindical, los cuales hacen el trabajo para los partidos capitalistas, sobre todo para el Partido Demócrata, para apagar las luchas obreras.

Para los políticos liberales y los oficiales sindicales, manifestaciones del tipo que estamos viendo ahora no son una manera de aumentar la solidaridad, la autoconfianza, combatividad y conciencia de clase de los trabajadores. Al contrario, para ellos estas acciones son como un grifo que se abre o se cierra para avanzar las perspectivas electorales del Partido Demócrata en 2012.

Ahora mismo están buscando como cerrar el grifo.

La semana pasada, en respuesta al voto en el senado estatal de Wisconsin que aprobó la ley antisindical, los directores liberales del New York Times escribieron: “Ahora los miembros de sindicatos tienen que dejar de ausentarse de las urnas cuando sus derechos están en juego”.

Continuando su campaña editorial de apoyo a los ataques contra los salarios y condiciones de trabajo de los empleados públicos en el estado de Nueva York y otros estados, el New York Times llora lágrimas de cocodrilos por los trabajadores de Wisconsin, “sobre todo después de que los sindicatos habían acordado ceder concesiones significativas en cuanto al pago para los jubilados y los planes de salud”. Los directores del diario concluyen que muchos trabajadores “comprenden la jugada de poder” del gobernador Scott Walker y la mayoría legislativa republicana. “El sitio donde los trabajadores pueden ejercer algo de su propio poder es en las urnas de votacion”.

Cuando palabras como estas —y el plan de acción que tales palabras tratan de justificar—provienen de los que se presentan así mismos como representantes de la clase obrera y los sindicatos, los trabajadores reciben el peor golpe.

El 10 de marzo en un discurso en el National Press Club en Washington, D.C., el presidente de la AFL-CIO Richard Trumka se jactó de que la aprobación de la ley antisindical en Wisconsin sería “un momento aglutinador” para el movimiento obrero y que beneficiaría la re-elección del presidente Barack Obama en 2012. “Gracias, Scott Walker”, dijo Trumka.

Y pocos días después en una columna del Wall Street Journal, Trumka escribió: “Así es que aquí está el mensaje de la América trabajadora a los gobernadores como Scott Walker y Chris Christie de Nueva Jersey: Creemos en el sacrificio compartido. Pero no creemos en su versión de sacrificio compartido, donde los adinerados y Wall Street cosechan todos los beneficios del crecimiento económico y el pueblo trabajador hace todo el sacrificio”.

“Tristemente”, escribió Trumka, “un grupo de gobernadores radicales republicanos están trabajando tiempo extra para exportar las miopes prácticas laborales del sector privado al sector público”.

Pero para empezar, el curso colaboracionista de clases seguido por Trumka es exactamente como la clase trabajadora y los sindicatos terminaron con la crisis que nos encara. Es como llegamos a esta situación.
 
Los trabajadores son el sindicato
Las filas de la clase trabajadora, no los funcionarios, son el sindicato. Por décadas la cúpula sindical nos han prevenido de usar el poder sindical que conquistamos en las gigantescas luchas laborales que construyeron al movimiento sindical industrial en los años 30 y 40, poder que fue fortalecido por las batallas de masas basadas en la clase obrera a favor de los derechos de los negros en los años 50 y 60, y el impulso que le dieron a la lucha por la igualdad para la mujer.

En vez de organizar a las crecientes filas de trabajadores no sindicalizados, los funcionarios sindicales han buscado proteger su base de cuotas sindicales aceptando recorte tras recorte —“sacrificio” tras “sacrificio” (para los trabajadores, no para ellos mismos)— a cambio de promesas vacías de los dueños capitalistas. Han negociado beneficios “adicionales” para un porcentaje cada vez menor de la clase trabajadora, en vez de montar una masiva lucha social y política en las fábricas y calles para exigir cuidado médico y pensiones para todos financiado por el gobierno.

Ellos han ligado nuestros trabajos, salarios, salud y pensiones de jubilación a las “campañas de productividad” y ganancias de las que falsamente llaman “nuestras industrias” y “nuestras compañías”. Pero esas industrias y compañías no son nuestras: pertenecen a la clase propietaria que se enriquece de la explotación de los trabajadores y agricultores.

La cúpula sindical nos lanza contra otros trabajadores en otros países al promover la consigna de “proteger los empleos norteamericanos”, mientras ellos buscan conseguir apoyo patriótico (aunque a veces sea con “críticas”) para la política exterior y las guerras imperialistas de Washington, desde Afganistán, hasta Iraq, y más allá. Y ellos instan al pueblo trabajador a que ayudemos a movilizar el voto para los “amigos de los trabajadores”, especialmente en el partido Demócrata.

¿Cuál ha sido el resultado de todo esto?

Los sindicatos industriales se han debilitado año tras año, el sindicato automotriz UAW, de trabajadores del acero USW, de mineros UMWA, los sindicatos de trabajadores de confección de ropa y textiles, de ferrocarrileros y otros. Al empezar el 2011, un 6.9 por ciento de los trabajadores de empresas privadas eran miembros de sindicatos, un 30 por ciento menos que el porcentaje en 1965. Y los patrones, respaldados por su gobierno y sus partidos políticos, están en una campaña para reducir aun más esa cifra, mucho más.

Pero un 36 por ciento de los trabajadores estatales están sindicalizados. Entonces los sindicatos de los empleados públicos están en mejores condiciones, ¿verdad?

La respuesta es “no”. Los trabajadores, quien sea que nos emplee, necesitamos entender por qué. Esto es necesario para lanzar una lucha eficaz para defender nuestros trabajos, condiciones de trabajo, salarios y sindicatos.

Los sindicatos industriales fueron forjados en batalla como parte del movimiento obrero de masas en los años 30. El movimiento obrero fue fortalecido todavía más por los logros de las luchas por derechos civiles y luchas por la libertad de los negros en los años 50 y 60. Estas reñidas conquistas prepararon el terreno para que millones de trabajadores públicos se sindicalizaran, a menudo negociando a través de tratos con oficiales del partido Demócrata a nivel estatal, local y federal, no mediante sus propias batallas obreras.

Los trabajadores de un patrón privado podemos conjuntamente negar nuestra fuerza de trabajo —podemos organizar una huelga— y así privar a los dueños capitalistas de ganancias. Esas ganancias provienen solamente de un lugar: la riqueza producida por la labor de los trabajadores en las fábricas y minas y de los agricultores que trabajan la tierra.

“¡Un día más!” fue el grito de guerra en 1989 y 1990 de unos 8 500 miembros de la Asociación Internacional de Mecanometalúrgicos en su batalla de 22 meses contra los intentos de la Eastern Airlines de destruir el sindicato. Podemos seguir en huelga un día más de lo que Eastern pueda mantener abierto su negocio. Y lo lograron.

Los sindicalistas de base, con la solidaridad de otros trabajadores y sindicalistas, forzaron a que Eastern cerrara sus puertas y derrotaron el intento patronal de convertirla en una aerolínea rentable sin sindicato.

Los maestros y otros empleados públicos no tienen esa opción. Ellos y sus sindicatos a veces logran cerrar las escuelas, agencias gubernamentales u hospitales por algún tiempo, pero eso no toca las ganancias de los capitalistas. Ellos no pueden seguir en huelga “una día más” que el gobierno local, estatal o federal, los cuales no dejarán de existir. Además, la clase patronal cínicamente aprovecha los retos que enfrentan los sindicatos de trabajadores públicos para sostener una solidaridad amplia hacía una huelga larga que cierre escuelas, instalaciones médicas y otros servicios estatales de los cuales depende el pueblo trabajador.

Cuando empezó a perder fuerza la expansión capitalista de la Segunda Guerra Mundial a principios de los años 70 los patrones primero atacaron a los trabajadores y sindicatos industriales que representan la parte más importante de sus ganancias. Después de asestar fuertes golpes a estos baluartes obreros, los empleadores, su gobierno y partidos políticos empezaron a dirigir su fuego contra los sindicatos de empleados públicos también.

Las luchas para revertir el declive de los sindicatos industriales son esenciales para detener los ataques contra los trabajadores públicos y sus sindicatos.  
 
Policías: no son trabajadores
Los partidos y políticos capitalistas tienen una perspectiva de clase diferente hacia la policía y los guardias de prisiónes que sirven y protegen los intereses de los gobernantes acaudalados mediante la fuerza y la violencia.

En Wisconsin, Indiana y Idaho, por ejemplo, los proyectos de ley rompesindicatos que buscan eliminar la negociación colectiva excluyen a la policía y asociaciones policiales. (También excluyen a los bomberos quienes —aunque no juegan la función represiva de la policía— sí desempeñan responsabilidades esenciales para proteger los intereses de propiedad de los gobernantes y a menudo se identifican con la policía como miembros de los “servicios uniformados”).

Puesto que los policías a menudo provienen de familias de clase trabajadora, el pueblo trabajador puede ser engañado, pasar por alto la función en pro patrón y en contra de la clase trabajadora de la policía —hasta que le den golpes en la cabeza con una porra o una pistola en una línea de piquetes, le arresten y le lleven a la cárcel o le apliquen la brutalidad policial al azar en las calles de un vecindario obrero.

Requiere tiempo y experiencia de lucha de clases para que tales lecciones sean internalizadas por secciones crecientes de la clase trabajadora y el movimiento sindical.
 

*****

A lo contrario de lo que Trumka y otros maldirigentes del movimiento obrero proponen, el camino a seguir para los trabajadores y los sindicatos no es desviar y disipar el tiempo, la energía y los recursos de los trabajadores en los esfuerzos para reelegir al presidente Obama y restaurar mayorías del partido Demócrata en el Congreso, en las legislaturas estatales y los ayuntamientos.

Ese fue el propósito de la bienvenida de héroes preparada por los demócratas y funcionarios sindicales el 12 de marzo en Madison para 14 senadores que regresaron de su “exilio” auto impuesto (y auto engrandeciente) en Illinois por un par de semanas, mientras sus colegas republicanos promulgaban nueva legislación antisindical.

Ese también es el propósito de la rimbombancia de “destituir” a legisladores estatales republicanos y al gobernador Walker, demagogia que principalmente es para dejar que pase el tiempo hasta que los funcionarios sindicales hagan todo lo posible para un “regreso” demócrata en 2012.

Pero la actual ronda de ataques antiobreros por gobiernos estatales —y la resistencia por los sindicatos de empleados públicos y sus partidarios— todavía continúan en el Medio Oeste y en otras regiones.

Lo que se necesita es que el pueblo trabajador se monte a la carretera y lleve la solidaridad a las acciones de estos trabajadores en lucha. Que traiga a otros trabajadores —trabajadores públicos y los que trabajan para un patrón privado; empleados y desempleados; nativos e inmigrantes; no importa el color de la piel ni el sexo.

Ayude a organizar apoyo de sus sindicatos. Inste a que se organicen más caravanas de tractores de agricultores, como la del 12 de marzo en Madison.

Unase a las líneas de piquetes y manifestaciones por trabajadores en lucha contra cierres patronales en Metropolis, Illinois; Keokuk, Iowa; y Flatbush Gardens en Brooklyn, Nueva York.

Hable con estudiantes y otros jóvenes. Al hacerlo, no solo ayudamos a extender la solidaridad y las líneas de resistencia obrera hoy en día. También estamos sembrando las semillas de las batallas —luchando hombro a hombro— por muchos años venideros.
 
 
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