Vol. 74/No. 42      8 de noviembre de 2010

“Es necesario decirlo”, declaraba una columna del periódico el 14 de octubre. “El rescate de los mineros chilenos es una gigantesca victoria para el capitalismo de libre mercado”.

El columnista Daniel Henninger arguye que la tecnología utilizada para taladrar un hoyo que llegara hasta donde estaban atrapados los mineros, crear una cápsula para transportarlos a la superficie y comunicarse con ellos mediante teléfonos celulares sofisticados demuestra que el sistema de ganancias es necesario para que avance la humanidad. “Sin el progreso año tras año que reflejan estas innovaciones capitalistas estos mineros atrapados estarían muertos”, afirma.

Henninger omite una cosa: todo lo que él señala que facilitó el rescate de los mineros fue creado por el trabajo de la clase trabajadora, la cual produce toda la riqueza en la sociedad.

El capitalismo no salvó a los mineros —el impulso capitalista por las ganancias a cualquier costo es lo que puso sus vidas en peligro. Los patrones mineros chilenos reabrieron la mina San José que había sido cerrada porque era insegura. El precio del oro y el cobre habían subido y ellos querían hacer dinero.

Los medios de comunicación han brindado una atención masiva al gobierno chileno y a su presidente Sebastián Piñera, un negociante multimillonario, por su “expertamente manejada misión de rescate”. Pero los medios dicen poco sobre las condiciones deplorables bajo las cuales los mineros son forzados a trabajar día tras día.

Lejos de buscar en el capitalismo el fin de la pobreza, las guerras y la opresión, los trabajadores y agricultores deben enfocar sus esfuerzos en como librar una lucha para tomar el poder político y ponerlo en nuestras propias manos.

Con el poder del estado, la clase trabajadora utilizará la tecnología para hacer que la sociedad avance para satisfacer los intereses de la mayoría por todo el mundo, y no para explotar a los seres humanos para el beneficio de algunos pocos. Nosotros pondremos fin a las muertes y lesiones que ocurren en el trabajo, junto con las carnicerías de las guerras de conquista y las innecesarias muertes de millones de seres humanos por enfermedades y desnutrición.
 
 
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