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Vol. 74/No. 10      15 de marzo de 2010

 
Contra la dictadura del capital
(editorial)
 
Las clases dominantes en Grecia, Irlanda, Portugal y España han lanzado fuertes ataques contra el nivel de vida de los trabajadores y agricultores. En nombre de reducir déficits presupuestarios y evitar el incumplimiento de sus deudas, pretenden hacer que el pueblo trabajador pague por la crisis económica capitalista.

Los gobiernos en Grecia, España y Portugal están dirigidos por partidos que pertenecen a la Internacional Socialista, partidos a veces conocidos como socialdemócratas. Esos partidos están demostrando, una vez más, que son socialistas burgueses; sea cual sea su retórica o sus vínculos con sindicatos, defienden el capitalismo.

Cuando el primer ministro griego George Papandreou, quien es también presidente de la Internacional Socialista, dice que las medidas de austeridad van a “costar sangre”, está hablando de la sangre de los trabajadores, no la de los capitalistas.

Las cúpulas sindicales en Grecia, España y Portugal están ligadas a estos partidos socialistas burgueses o a Partidos Comunistas estalinistas que no actúan de manera diferente en lo absoluto. Organizan mayormente protestas simbólicas y paros breves. No les interesa una verdadera lucha contra las medidas de austeridad: quieren comportarse de manera “responsable” y convencer a la burguesía de que debe “compartir el dolor”.

A medida que se desarrolla la crisis capitalista mundial, con todos sus altibajos, los capitalistas lanzarán más medidas de austeridad, más recortes de salarios, más intentos de elevar la edad de jubilación y más despidos. Habrá más conflictos comerciales, algunos de los cuales se convertirán en guerras comerciales y hasta guerras militares. Esto sucede al mismo tiempo que se sigue desintegrando el mito de la unidad de la Unión Europea y que las burguesías rivales de la UE maniobran una contra otra.

No tardará mucho para que, además de usar a los trabajadores inmigrantes como chivos expiatorios, culpen a los judíos en un intento de desviar la atención de los trabajadores de su verdadero enemigo: el capitalismo.

Los trabajadores del mundo, incluyendo los de Estados Unidos, enfrentan muchos de los mismos retos que nuestros hermanos y hermanas en Europa. Necesitamos forjar un movimiento obrero combativo, a través del mundo, que proponga programas masivos de obras públicas, que reivindique la legalización de los inmigrantes indocumentados, que rechace las medidas de austeridad capitalistas, que se oponga a las guerras imperialistas en Afganistán y otros países y que exija la anulación de la deuda externa de las naciones semicoloniales.

En el transcurso de esta lucha, los trabajadores pueden arrancar ciertas concesiones de los capitalistas gobernantes. Pero esas concesiones no pueden cambiar el funcionamiento fundamental del sistema capitalista en sí. Para lograr eso —para poner fin a la dictadura del capital— la clase trabajadora tiene que tomar el poder estatal y expropiar al capital financiero. Así se sentarán las bases para reconstruir la sociedad sobre la base de la solidaridad obrera, no la explotación y discriminación.
 
 
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