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Vol. 73/No. 34      7 de septiembre de 2009

 
Washington enfrenta
reto en Afganistán
(portada)
 
POR CINDY JAQUITH  
26 de agosto—En las recientes elecciones presidenciales del 20 de agosto en Afganistán, ambos candidatos, el actual presidente Hamid Karzai y su contrincante más cercano, el anterior ministro de asuntos exteriores Abdulá Abdulá, alegan haber salido victoriosos. El conteo final no se espera sino hasta mediados de septiembre. Las elecciones destacan las dificultades políticas que enfrenta el gobierno de Estados Unidos para formar un gobierno estable que sirva los intereses imperialistas de Washington.

En 2001 una conferencia auspiciada por Naciones Unidas nombró a Karzai para encabezar un gobierno “interino”, tras la invasión estadounidense de Afganistán y el derrocamiento del gobierno del Talibán. Karzai había sido comandante de una de las facciones que había combatido contra la invasión soviética de Afganistán y posteriormente contra el Talibán. Después Karzai fue elegido presidente en 2004.

Funcionarios norteamericanos, incluyendo el presidente Barack Obama, han expresado insatisfacción con Karzai y la conducta de la guerra en Afganistán. A medida que ha perdido popularidad y se ha quedado más aislado, Karzai ha tendido la mano a los caudillos de varias regiones del país, en un intento de conseguir suficientes votos para ganar las elecciones.

Karzai invitó a Abdul Rashid Dostum a que hiciera campaña en su favor. Dostum había sido forzado a exiliarse por su tratamiento brutal de los prisioneros de guerra—incluso el asesinato de dos mil detenidos del Talibán, encerrados en contenedores de carga hasta que murieron. Dostum es de la minoría uzbek, que constituye el 9 por ciento de la población afgana. Karzai es de la nacionalidad dominante pashtún.

Karzai escogió a Mohammad Qasim Fahim, un caudillo tayiko, como uno de sus candidatos para la vicepresidencia. Fahim es conocido por “asesinar prisioneros de guerra durante la década de 1990 y de dirigir milicias armadas privadas”, informó el Times de Londres.

Para conseguir votos de la minoría hazara, Karzai trajo a su campaña a dos caudillos hazara con historiales parecidos —Mohammad Mohaqiq y Karim Khalili.  
 
Respalda leyes contra la mujer
A finales de julio, Karzai cuidadosamente maquinó la adopción de una ley anti mujer apoyada por los clérigos chiítas más reaccionarios. Permite a los varones chiítas negar alimentos y manutención a sus esposas si se niegan a aceptar las demandas sexuales de su maridos. Los chiítas componen el 20 por ciento de la población.

Después de una manifestación de unas 200 personas contra la ley en abril, la mayoría mujeres jóvenes, Karzai dijo que iba a ordenar una evaluación de la ley. El 27 de julio el proyecto de ley fue publicado en el boletín oficial del gobierno, convirtiéndose en ley.

El candidato Abdulá hizo campaña contra la “corrupción del gobierno” y a favor de dar más poder al parlamento y por la elección de gobernadores provinciales, que actualmente son designados en Kabul, la capital.

Según el New York Times, en un acto público de la campaña de Abdulá en la ciudad de Herat, “el recibió la mayor aclamación cuando prometió fortalecer las instituciones afganas para que las tropas extranjeras puedan irse pronto”.

Como Karzai, Abdulá fue combatiente mujahadín contra las tropas soviéticas en la década de 1980. Tras la derrota soviética, sirvió en el gobierno de la Alianza Norteña, que se mantuvo en el poder durante un tiempo en la década de los 90. Posteriormente sirvió como ministro de asuntos exteriores bajo Karzai. La base de Abdulá se encuentra entre los tayikos, la segunda nacionalidad más grande del país.

Washington no ha apoyado a ninguno de los candidatos para presidente. Sin embargo, según el Wall Street Journal, diplomáticos de Estados Unidos miraban con simpatía la candidatura de Ashraf Ghani, un pashtún, quien ha trabajado para el Banco Mundial y fue ministro de finanzas de Afganistán de 2002 a 2004. También es colega cercano de Richard Holbrooke, representante especial de Obama en Afganistán y Pakistán, según el Huffington Post.  
 
Más difícil formar gobierno estable
Afganistán, uno de los países más subdesarrollados del mundo, carece de una clase capitalista cohesiva y permanece dividido en regiones gobernadas por facciones rivales basadas en parte en lazos tribales. El reto es más duro que en Iraq, donde hay una clase capitalista importante, formada de musulmanes sunitas y chiítas, permitiendo a Washington montar un gobierno más estable.

Obama alabó las elecciones presidenciales en Afganistán como “la primeras elecciones democráticas dirigidas por afganos en más de tres décadas”. Pero la participación en la votación fue bastante menor que en las elecciones presidenciales de 2004, cuando votaron aproximadamente un 70 por ciento. Este año los funcionarios electorales estiman que la participación fue entre 40 y 50 por ciento, según ellos por las acciones de intimidación del Talibán.

En la provincia sureña de Wardak, “casi todos los centros de votación fuera de las capitales regionales tuvieron que ser cerrados debido a la violencia”, informó el Journal. En la provincia de Uruzgán, solo seis de los 36 centros de votación para mujeres se mantuvieron abiertos, según la Fundación para unas Elecciones Libres y Justas en Afganistán.

Veintiséis afganos murieron durante las elecciones y a dos de los votantes les cortaron los dedos, supuestamente a manos del Talibán. Si ninguno de los candidatos recibe el 50 por ciento de los votos en la primera vuelta, se realizará una segunda vuelta en octubre.
 
 
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