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Vol. 73/No. 31      17 de agosto de 2009

 
La singular historia de los chinos en Cuba:
Lo que una revolución socialista hace possible
Presentación por Mary-Alice Waters
en conferencia internacional en Auckland,
Nueva Zelanda, sobre diáspora china
(especial)
 
A continuación publicamos la presentación de Mary-Alice Waters en la Conferencia Internacional Dragones en Ascenso, Bananas Volando, celebrada del 17 al 19 de julio en la Escuela de Negocios de la Universidad de Auckland, en Auckland, Nueva Zelanda. La conferencia fue auspiciada conjuntamente por la filial en Auckland de la Asociación China de Nueva Zelanda y la Sociedad Internacional para el Estudio de los Chinos en Ultramar. Unas 70 personas provenientes de Nueva Zelanda, de toda Asia y otras partes hablaron o hicieron presentaciones en el evento de tres días.

Waters es la editora de Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana, y la autora y escritora de numerosos libros, incluyendo más de una docena de obras en la serie de la editorial Pathfinder, La Revolución Cubana en la política mundial. Ella es la presidenta de la Editorial Pathfinder. Sus palabras se publican con autorización. Copyright 2009 por Pathfinder Press. Los subtítulos y notas al pie de página fueron agregadas por El Militante.

POR MARY-ALICE WATERS  
Hace diez años, en diciembre de 1999, tuvo lugar en Cuba una conferencia como esta que estuvo auspiciada por la Universidad de La Habana, la Universidad de California en Berkeley y la Sociedad Internacional para el Estudio de los Chinos en Ultramar. Su enfoque fue la diáspora china en América Latina y el Caribe.

La masiva emigración china a mediados del siglo 19, comenzando en 1830 y acelerándose después de 1842, tras la derrota de la dinastía Qing por las fuerzas coloniales británicas en lo que aun hoy es generalmente conocida como la primera Guerra del Opio, fue parte del desarrollo del mercado capitalista a nivel mundial.

Forzados por las intolerables condiciones en el campo y en las ciudades chinas, y atraídos por la necesidad insaciable del capitalismo por la fuerza laboral, cientos de miles de campesinos y trabajadores chinos abandonaron sus aldeas o ciudades nativas para ir al “Nuevo Mundo”. Algunos salieron voluntariamente, pero otros fueron atraídos con engaños o forzados a salir en contra de su voluntad. “Shanghaied” [chinos secuestrados o drogados para subirlos al barco] es un término conocido por las personas de habla inglesa por todo el mundo. Después de varios siglos del aún más lucrativo comercio de esclavos africanos, el “comercio Coolie”, dominado por los británicos, jugó un papel importante en la acumulación primitiva de capital que impulsó la revolución industrial.

Esta masiva emigración china cambió el curso de la historia, no solo en Cuba, sino también en otros países del hemisferio occidental. Sin embargo, incluso la existencia de esta masiva emigración es tan poco conocida que cada vez que hablo sobre este tema siempre hay alguien en la audiencia que comenta “Yo no tenia idea de que hubieran cubano-chinos.  
 
Los chinos en Cuba
El enfoque de esta presentación no es las diáspora de los chinos en general. Hay muchos de ustedes aquí, participando en esta conferencia que sin duda conocen esa historia rica y complicada mucho mejor que yo. Yo me voy a concentrar en una pregunta: algunos de los elementos singulares de la historia de los chinos en Cuba y por que estos elementos son importantes.

En la conferencia de la Habana a la que hice referencia, Wang Gungwu, el presidente fundador de la Sociedad Internacional para el Estudio de los Chinos en Ultramar , le hizo una pregunta al general de brigada Moisés Sío Wong, presidente de la Asociación de Amistad Cubano-China. Ambos padres de Sío Wong nacieron en China y vinieron a Cuba de la aldea de Zengcheng, en la provincia Guangdong. Wang le preguntó a Sio Wong:

“¿Como es que usted, siendo un hijo de chinos, ocupa un alto cargo en el gobierno, es diputado a la Asamblea Nacional, es general de la fuerza armada? “Como es posible?” Su experiencia es tan diferente de la de los descendientes de chinos en otras partes del mundo.

Sío Wong respondió:

La respuesta no esta en esa gran participación de los chinos en la guerra de independencia. Eso hay que estudiarlo también, ya que no se dio en ningún otro país donde llevaron trabajadores chinos por contrata. Pero aquí también, antes del triunfo de la revolución, los chinos éramos discriminados.

¿Cuál es la diferencia de experiencias entre los chinos aquí en Cuba y los de otros países de la diáspora? La diferencia es que aquí se llevó a cabo una revolución socialista. La revolución eliminó la discriminación no solo por el color de la piel. Sobre todo eliminó las relaciones de propiedad que crean la desigualdad no solo económica, sino también social entre el rico y el pobre.

“Es lo que hizo posible que un hijo de un chino pudiera ser representante del gobierno, que pueda ser cualquier cosa. Aquí se acabó la discriminación: del negro, del chino, de la mujer y del pobre. Aquí los cubanos de ascendencia china estamos integrados.

“A los historiadores, y a otros que quieran estudiar esta cuestión, yo les digo que tienen que entender que la comunidad china de aquí de Cuba es distinta de la de Perú, Brasil, Argentina o Canadá.

“Y la diferencia está en el triunfo de una revolución socialista”.

Sio Wong relata esta historia en el libro Nuestra Historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana, basado en entrevistas que yo realicé con Armando Choy, Gustavo Chui, y Sío Wong entre 2002 y 2005. Los tres, así como docenas de otros jóvenes cubano-chinos, la mayoría adolescentes, se volcaron a la lucha revolucionaria para derrocar a la dictadura militar de Fulgencio Batista, la cual contaba con el respaldo del gobierno de Estados Unidos, hace mas de 50 años. Hasta el presente, Choy, Chui y Sío Wong continúan cumpliendo importantes responsabilidades de liderazgo en Cuba.

Este libro fue publicado en ingles y en español por la editora Pathfinder Press en 2005. La edición en chino fue publicada el año pasado. Las tres ediciones se pueden conseguir en la mesa de libros aquí en la conferencia.  
 
Lucha hoy para cambiar el mundo
Si empiezo con la conclusión de Sío Wong, es para enfatizar su inmediatez y relevancia para las luchas que estamos discutiendo en esta conferencia, luchas contra la discriminación y la explotación raciales hoy en día. Es para enfatizar la importancia de la respuesta de Sío Wong para los que nos negamos a adaptarnos a este mundo, y en cambio, luchamos para cambiarlo.

El hecho de que cubanos de ascendencia china se encuentran por todas partes en Cuba, en cada ocupación y en todos los niveles de liderazgo, es por cierto singular, como observó Wang Gungwu. Para señalar apenas algunos de los cubanos de ascendencia china que hoy ocupan posiciones de alta responsabilidad, yo mencionaría a Lázaro Barredo, editor de Granma, el diario principal en Cuba, y Esteban Lazo, un miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba. Tanto Nicolás Guillen, el poeta nacional cubano, y el más destacado pintor cubano del siglo 20, Wilfredo Lam, tenían antepasados chinos.

Se puede decir sinceramente que en Cuba hoy no existe un “techo de cristal” para los cubanos de ascendencia china. Ya no viven concentrados en barrios chinos, ni están restringidos a unas pocas ocupaciones como pequeños comerciantes, vendedores de frutas o trabajadores en lavanderías y restaurantes. Ya no están excluidos de las universidades y clubes sociales, ni están oprimidos y discriminados de tantas formas —flagrante y sutiles— por el color de su piel o la forma de sus ojos.

¿Cómo ha hecho el pueblo cubano retroceder el racismo antichino, y el aún más arraigado racismo antinegro? ¿Por qué la revolución socialista cubana se ha mantenido firme en su trayectoria proletaria durante más de 50 años? ¿Cómo ha sentado un ejemplo para los trabajadores del mundo?

Las respuestas a estas preguntas candentes tienen hondas raíces en un siglo de lucha contra la dominación colonial española e imperialista norteamericana, batallas completamente entrelazadas con la lucha no simplemente por la abolición de la esclavitud, sino de toda clase de trabajo de servidumbre. Las lecciones que se aprendieron y el liderazgo forjado a través de estas batallas están al centro de la historia singular del pueblo trabajador chino en Cuba.  
 
Dos hechos poco conocidos
Los participantes en esta conferencia conocen bien muchos de los hechos básicos:

Quiero subrayar dos hechos muy pocos señalados.

Primero, en proporción con el tamaño de la población, la inmigración china a Cuba a mediados del siglo 19 fue más grande que en cualquier otra parte de las Américas, incluso a Estados Unidos. Aunque casi la misma cantidad fue a cada país, la población de Cuba era 1.4 millones mientras la población de Estados Unidos era 38 millones. No es sorprendente que a menudo en las calles de La Habana y otras partes a menudo se oye decir que el pueblo cubano es una tercera parte africano, una tercera parte chino y una tercera parte español. Las razones son obvias.

Segundo, no es correcto, como a menudo se sostiene, que el tratado entre los gobiernos de China y España que puso fin a la “trata de culíes” en 1877 se dio en respuesta a un creciente rechazo en la opinión pública burguesa por el tratamiento de los trabajadores de contrata chinos, tal como fue documentado, entre otras lugares, por la comisión imperial china. La verdad es otra.

Cuando comenzó la primera guerra cubana por su independencia nacional de España en 1868, miles y miles de trabajadores de contrata chinos se incorporaron al ejército de liberación, como lo hicieron un número semejante de ex esclavos. Nadie sabe cuantos chinos combatieron en el ejército de liberación porque muchos habían adoptado nombres españoles. Pero los documentos están llenos de referencias a unidades chinos, unos de hasta 500 combatientes. Frente a esta rebelión masiva, la corona española tomó medidas con esperanzas de acabar con una amenaza mortal a la continuación de su dominio.

Como señaló Sío Wong en su respuesta a Wang Gungwu, en ningún otro lugar del mundo se ha incorporado la mayoría de los trabajadores de contrata chinos a una guerra de liberación nacional como lo hicieron en Cuba, una guerra que fue clave en el forjamiento de la nación cubana.

El historial intachable de los chinos en la lucha independentista cubana contra España es captado en las palabras famosas del Gen. Gonzalo de Quesada inscrito en un memorial a los mambises chinos en La Habana. “No hubo un chino cubano desertor. No hubo un chino cubano traidor”. ¡Ni uno!

Cuando terminó la primera guerra de independencia cubana en 1878 sin obtener una victoria y se firmó el infame Pacto de Zanjón, la única concesión importante arrancada de la corona española fue “libertad para los esclavos y trabajadores por contrato asiáticos que hoy se encuentran en las filas de las fuerzas insurrecciónales”.1

Creo que tendríamos que decir que los gobernantes españoles simplemente estaban reconociendo la realidad. Estos eran hombres y mujeres que habían conquistado su libertad. Nunca retrocederían.  
 
Washington roba fruto de la victoria
Cuando la independencia de España fue finalmente ganada en 1898, después de treinta años de lucha, el fruto de esa victoria fue arrebatado por el creciente coloso del norte. El protectorado de Washington vino acompañado de elementos del sistema de terror antinegro de Jim Crow que reinaba en los estados de la antigua Confederación en el Sur tras la derrota de la Reconstrucción Radical después de la Guerra Civil. Esto incluía nuevas codificaciones del racismo antichino, también importado de Estados Unidos.

El 15 de mayo de 1902, el gobernador de Cuba impuesto por Washington, Leonard Wood, firmó la Orden Militar No. 155, prohibiendo toda inmigración china. Aunque la prohibición fue suspendida por un tiempo breve de 1917 hasta 1922 en un intento de incrementar la producción del azúcar en vista a las necesidades del imperialismo estadounidense durante la Primera Guerra Mundial, quedó vigente, igual que leyes similares en otras partes de Norteamérica —Nueva Zelanda y otras partes del mundo— hasta que la alianza antijaponesa con el gobierno de Chiang Kai-shek de China durante la Segunda Guerra Mundial dictó un cambio político.  
 
Cubano-chinos: no hay historia aparte
De todos modos sean lo que sean los detalles singulares, no hay una historia aparte para los cubanos de origen chino. Sus historias son inseparables de la lucha de clases que ha formado a la Cuba de hoy. Y por eso es que las historias de Armando Choy, Gustavo Chui y Moíses Sío Wong como son contadas en Nuestra historia aún se está escribiendo son tan útiles.

Cada uno nació a mediados de la década de los años 30 y crecieron en una Cuba semicolonial y capitalista que fue desfigurada por una creciente dominación económica estadounidense; la corrupción sobornable de la política burguesa; el creciente control de los casinos, las drogas y la prostitución por el crimen organizado norteamericano; y más. Fueron parte de la generación que se identificó con y fue atraída por la oleada de victoriosas luchas de liberación nacional que arrastraron a Asia, Africa y el Caribe durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

Más importante, fueron parte de la generación que simplemente rehusó a someterse a las indignidades y brutalidades de la vida bajo la dictadura batistiana que llegó al poder en 1952.

Nacidos en familias de comerciantes en tres diferentes partes de Cuba, cada uno vino de un estrato social algo diferente de la población cubano-china. Chui, por ejemplo, cuyo padre era chino y su madre una cubana negra de la clase trabajadora, fue literalmente secuestrado por su padre. No le permitieron ni conocer a su madre, debido a los prejuicios antinegros que reinaban dentro de la comunidad china.

Cuando todas las otras formas de lucha habían sido agotadas, cada uno de los tres tomaron las armas, como lo hicieron cientos y eventualmente miles y decenas de miles de su generación, incluyendo cubano-chinos en números incalculables. Choy me señaló que habían seis cubanos de origen chino en la famosa columna encabezada por Che Guevara que marchó desde las montañas de Oriente y llevó a la victoria en la batalla decisiva de Santa Clara, la ciudad más grande del centro de Cuba. En seis años de lucha revolucionaria en la ciudad y en el campo, en donde murieron más de 20 mil personas, la dictadura batistiana se derrumbó, y su ejército y policía destruidos.

Los hombres y mujeres de las fuerzas revolucionarias victoriosas del Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde —como Choy, Chui y Sío Wong— no empezaron con la intención de hacer una revolución socialista. Querían un mundo con más igualdad y justicia social. Querían disminuir la brecha entre los obscenamente ricos y los desesperadamente pobres.

Tal como prometió, el nuevo gobierno revolucionario organizó a los trabajadores y agricultores de Cuba para llevar a cabo una reforma agraria, proporcionó préstamos y crédito barato a los agricultores, movilizó a 100 mil estudiantes para eliminar el analfabetismo, nacionalizó la vivienda y redujo los alquileres, prohibió la discriminación en el empleo y en las actividades públicas, clausuró los casinos, abrió la puerta al empleo y más igualdad para la mujer, y dirigió a millones de cubanos desempleados en la construcción de viviendas, hospitales, escuelas y otras indispensables instalaciones públicas .

Al tomar medidas democráticas básicas —medidas que millones de trabajadores consideraban necesidades inmediatas— los trabajadores en Cuba inmediatamente entraron en una confrontación directa no sólo con la pequeña clase capitalista del país, sino también de una forma más decisiva con las familias de la clase gobernante de Estados Unidos quienes eran los dueños de la gran mayoría de la propiedad productiva de Cuba y con el gobierno de estas familias en Washington. En el momento de la revolución, familias de Estados Unidos o corporaciones que estas controlaban, eran dueñas o mantenían bajo contratos de arrendamiento a largo plazo el 90 por ciento de la tierra cultivada en Cuba; el 90 por ciento de la riqueza mineral; todos los recursos petroleros y refinerías, ¡100 por ciento!; el 80 por ciento de las empresas de servicios públicos tales como los de electricidad y teléfonos; y más del 40 por ciento de la producción de azúcar.

A medida que se desarrolló el enfrentamiento, el pueblo trabajador de Cuba simplemente rehusó retractarse frente a las demandas de los gobernantes de Estados Unidos. Se mantuvieron firmes a pesar de los sabotajes, la invasión, los asesinatos, el embargo y el bloqueo.

En breve, este es el origen de lo que se convirtió en la primera revolución socialista en las Américas. En breve, esta sigue siendo la razón de la aparentemente inexplicable determinación de Washington de castigar al pueblo de Cuba, de hacerles pagar por su insoportable insulto al capital estadounidense.

Esta es la razón por la cual cinco revolucionarios cubanos han estado casi once años encarcelados en Estados Unidos, secuestrados porque el pueblo cubano rehúsa adoptar “cambios” que Washington considere adecuados.2

Para terminar donde empezamos.

En Estados Unidos hoy frecuentemente uno escucha decir que ya no hay más chinos en Cuba, que todos se fueron del país para escapar de la revolución. Claro está que la realidad es muy diferente.  
 
Divisiones de clase antes de 1959
Existían profundas divisiones de clase entre la población china-cubana. De las capas más ricas de dueños de empresas, banqueros y profesionales, muchos ligados al Koumintang (el Partido Nacionalista) en Taiwán, la gran mayoría se fue de Cuba para Estados Unidos durante los primeros años de la revolución, así como lo hicieron, claro, la mayoría de sus iguales no chinos. Otros capitalistas dueños de propiedad se fueron después de la nacionalización de pequeñas empresas en 1968.

De acuerdo al censo oficial cubano, había casi 12 mil chinos en Cuba en 1953. En 1970 todavía habían unos 6 mil. Sin embargo, la categoría de “Chino” en el censo cubano incluye solo aquellos nacidos en China que mantienen su estatus legal como naturales chinos. Mientras el número de chinos en Cuba que mantienen ciudadanía china ha continuado bajando progresivamente desde entonces, y hoy día es apenas unos cientos, este hecho en sí —un hecho citado a menudo de forma engañosa por los enemigos de la revolución— nos llevaría a conclusiones erróneas enormes sobre la dinámica de la Revolución Cubana.

En el tiempo de la revolución, lejos de escapar del país, la gran mayoría de cubanos de ascendencia China eran trabajadores comunes (el producto de generaciones de matrimonios mixtos). Como Choy, Chui y Sío Wong, apoyaron la revolución con entusiasmo y se organizaron para defenderla, incluso dentro de la comunidad china. La Brigada José Wong de la Milicia Revolucionaria compuesta de chinos, por ejemplo, jugó un papel clave al tomar el Barrio Chino de manos de los partidarios del Koumingtan, que por largo tiempo habían dominado sus sociedades principales tal como el Casino Chung Wah. Formaba parte de la Milicia Nacional Revolucionaria que derrotó la invasión organizada por Washington en Bahía de Cochinos.

Hoy, el orgullo de los cubanos de su ascendencia china, junto al interés en retener y restablecer sus tradiciones, está creciendo, no desapareciendo, un hecho que se registra en el creciente número de actividades de las asociaciones chinas por toda la isla.

¿Qué medidas tomó la Revolución Cubana para eliminar la discriminación basada en el color de la piel?

“La medida principal contra la discriminación fue la revolución misma”, responde Sío Wong.

Los trabajadores tomaron el poder político y lo usaron para avanzar hacia este objetivo. Es una obra en progreso, lejos de ser perfecta y completa, es el último capítulo en la singular historia de los chinos en Cuba. Una historia que aún se está escribiendo.


1. Juan Jiménez Pastrana, Los chinos en las luchas por la liberación cubana (1847-1930), (La Habana: Instituto de Historia, 1963), p. 82.

2. En septiembre venidero se cumple el 11 aniversario de diez arrestos realizados por el FBI, bajo alegaciones de haber descubierto una “red de espionaje cubana” en Florida. En junio de 2001, cinco acusados —Fernando González, René González, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Ramón Labañino— fueron encontrados culpables de “no inscribirse como agentes de un gobierno extranjero ”. Guerrero, Hernández y Labañino también fueron encontrados culpables de “conspiración para cometer espionaje” y Hernán dez de “conspiración para cometer asesinato”. Las sentencias que recibieron van desde 15 años de cárcel hasta una doble cadena perpetua más 15 años. Los cinco revolucionarios habían aceptado la tarea de penetrar a grupos contrarrevolucionarios en Estados Unidos y de mantener informado al gobierno cubano sobre ataques terroristas contra el pueblo cubano que estos grupos estuvieran planeando. Cada uno de los cinco ha sido nombrados “Héroe de la República de Cuba”.

En agosto de 2005 un panel de tres jueces de la corte federal de apelaciones en Atlanta revocó las decisiones de la corte y las sentencias y ordenó un nuevo juicio en una jurisdicción diferente, fallando que el “prejuicio impregnante en la comunidad contra Fidel Castro y el gobierno de Cuba y sus agentes y la publicidad en torno al juicio y otros sucesos en la comunidad crearon una situación en la que [los acusados] no pudieron obtener un juicio justo e imparcial” en el Condado de Miami-Dade. La corte ordenó que se realizara un nuevo juicio. Su decisión, sin embargo, fue revocada un año después por la corte de apelaciones en su pleno de 12 jueces. El 15 de junio de este año, la Corte Suprema rehusó, sin comentarios, revisar el caso de los Cinco Cubanos. (Ver El Militante, 29 de junio de 2009).

Movilizaciones protestando las condenas y las condiciones brutales a las que los cinco han sido sometidos, y exigiendo que sean excarcelados se han dado lugar por todo el mundo.
 
 
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