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Vol. 73/No. 28      27 de julio de 2009

 
EE.UU. manos fuera de Honduras
(editorial)
 
Washington está tomando medidas para formar un régimen estable en Honduras que siga protegiendo los intereses imperialistas. De esto se tratan las conversaciones orquestadas por el gobierno norteamericano entre los partidarios del depuesto presidente Manuel Zelaya y Roberto Micheletti, instalado por el congreso hondureño.

Los trabajadores debemos exigir que el gobierno de Estados Unidos mantenga sus manos fuera de Honduras. Solo el pueblo de esa nación centroamericana puede decidir su gobierno y su futuro.

También hay que oponerse a todos los ataques a los derechos políticos por parte de la clase dominante hondureña y su gobierno, incluidos toques de queda, restricciones a la prensa y represión policiaca y militar.

Esto no significa apoyar a Zelaya o a otro político capitalista. Los intereses de los trabajadores y agricultores de Honduras no radican en el regreso o no de Zelaya a la presidencia, sino más bien en defender el espacio político para que puedan debatir, organizarse y trazar un camino hacia adelante.

Los partidos Liberal y Nacional han gobernado a Honduras durante mucho tiempo. Las medidas que tomó Zelaya se enmarcan en la política liberal: desde su campaña policiaca “anticrimen” hasta un aumento del salario mínimo que no sobrepasa el nivel de pobreza. Zelaya fue depuesto en una pugna entre capitalistas, incluso en su propio partido, en torno a un referéndum sobre la reelección.

No tiene nada de progresista la “democracia plebiscitaria” tal como el referéndum propuesto por Zelaya. Históricamente ese tipo de política demagógica busca mantener al pueblo trabajador como espectador pasivo dependiente de un “redentor” capitalista.

Al afirmar falsamente que la destitución de Zelaya fue un golpe “derechista y “made in USA”, los radicales de clase media pretenden convencer al pueblo trabajador a que apoye a un político burgués. Si bien no les complacía sus lazos con Caracas, los imperialistas norteamericanos no se veían amenazados por el gobierno de Zelaya. Su interés principal ahora es restablecer un régimen estable.

Honduras es muy diferente de Venezuela, que por más de un decenio se ha visto marcada por agudos enfrentamientos de clases: luchas campesinas y obreras por tierra, mejores condiciones de vida y derechos sociales. Varios intentos de golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez —dirigidas contra estas luchas de masas— fueron derrotadas por movilizaciones de cientos de miles de trabajadores.

El gobierno de Zelaya se integró a una alianza comercial encabezada por Venezuela, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que se creó como alternativa a los pactos comerciales dirigidos por Washington. Los gobiernos de Honduras, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y otros países han aplicado esta y otras políticas para proteger a sus burguesías nacionales y desviar los intentos de los trabajadores y campesinos de luchar a favor de sus propios intereses.

Es correcto que los trabajadores se opongan a pactos comerciales imperialistas —como el Area de Libre Comercio de las Américas— que exponen los países semicoloniales aún más a la explotación imperialista. Pero no hay pactos comerciales alternativos que puedan frenar la inherente tendencia imperialista de exportar capitales, conquistar mercados y territorios, y desatar guerras de saqueo.

Algunos argumentan que la elección de políticos capitalistas que son críticos de Washington —desde Argentina a El Salvador— ofrece un camino “realista”, una “tercera vía” entre el capitalismo y el comunismo.

No existe tal tercera vía. La única forma de poner fin a la opresión imperialista y explotación capitalista es el camino emprendido por los trabajadores y agricultores en Cuba. Ellos tomaron el poder y expropiaron a la clase capitalista, iniciando la revolución socialista en América. Esa trayectoria es un ejemplo vivo para todo el pueblo trabajador, desde Honduras hasta Estados Unidos.
 
 
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