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Vol. 73/No. 20      25 de mayo de 2009

 
¡EE.UU. fuera de Afganistán!
(editorial)

Los trabajadores por todo el mundo debemos solidarizarnos con los estudiantes universitarios de Kabul, Afganistán, que salieron a las calles el 10 de mayo en protesta contra los bombardeos norteamericanos que causaron la muerte de 147 civiles en el oeste de Afganistán. Al igual que las 200 mujeres jóvenes que marcharon en Kabul a favor de los derechos de la mujer unas semanas antes, los estudiantes demostraron que el pueblo afgano no son víctimas según los presentan los imperialistas y sus medios de difusión, sino protagonistas en las batallas de clases que se desenvuelven en esa parte del mundo.

Washington se autoproclamó redentor de Afganistán cuando invadió ese país en 2001: el inicio de su “guerra antiterrorista global”. Ocho años después, esta imagen se ha ido empañando en los ojos de la población, que ha presenciado bombardeos contra un pueblo tras otro por parte de las tropas norteamericanas que buscan derrotar a los combatientes islamistas. Según afirmó una de las pancartas de los estudiantes, el gobierno norteamericano es “el mayor terrorista del mundo”.

Los acontecimientos en Afganistán están ligados a los sucesos en Pakistán. Con el respaldo de Washington, el ejército paquistaní ha renovado sus operaciones militares contra las fuerzas de los talibanes en la región Swat, provocando la huida de 600 mil civiles de la zona y dejando a muchos campesinos y trabajadores atrapados entre el ejército de Pakistán y los talibanes.En Iraq el general Raymond Odierno afirma ahora que por lo menos un 20 por ciento de las tropas norteamericanas se mantendrán en patrullas urbanas más allá del “plazo” del 30 de junio para salir de los límites de la ciudad. Actualmente hay más de 134 mil efectivos estadounidenses en Iraq, más del número que había antes del comienzo de la ofensiva de 2007.

Queda más y más evidente que el imperialismo norteamericano no se va retirando gradualmente de la región sino que prolonga y amplía su guerra de múltiples teatros bélicos en esa parte del mundo, profundizando al mismo tiempo la transformación de sus fuerzas de lucha.

La expansión de sus guerras también tiene consecuencias inesperadas.

El derrocamiento de los gobiernos de los talibanes y de los baazistas en Afganistán e Iraq por las fuerzas imperialistas ha creado, sin quererlo, espacio político para que la clase trabajadora y los campesinos puedan organizarse en defensa de sus derechos: para que las mujeres luchen por su emancipación, para que los campesinos exijan una reforma agraria, para que las naciones oprimidas, como los kurdos en Iraq, luchen por la autodeterminación nacional, y para que se luche por separar las instituciones religiosas de la política y del estado.

Necesitamos continuar las movilizaciones que exijan la retirada inmediata de todas las fuerzas norteamericanas y su coalición de Afganistán, Iraq y Pakistán. Mientras más fuertes sean nuestras voces, más espacio político se abrirá para que los trabajadores y campesinos en esta región desgarrada por la guerra defiendan sus intereses.
 
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