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Vol. 73/No. 18      11 de mayo de 2009

 
¡Una lucha de todo trabajador!
(articulo principal, editorial)
 
¡Legalizar ya a todos los trabajadores indocumentados, sin condiciones! La lucha por esta demanda es una cuestión de vida o muerte para el movimiento obrero y la clase trabajadora en Estados Unidos, no solo el Primero de Mayo sino los 365 días del año.

La lucha por los derechos de los inmigrantes no es una cuestión “inmigrante”, como tampoco la lucha por los derechos de los negros es solo una cuestión “negra” ni la lucha por los derechos de las mujeres es una cuestión de “mujeres”. Es fundamental para unificar a nuestra clase —tanto a los nacidos aquí como a los nacidos en otros países, cuyas filas se van engrosando más y más con trabajadores de todos los rincones del mundo— a fin de librar una batalla más poderosa contra los patrones por la defensa de nuestros intereses inmediatos.

A medida que se profundiza la crisis económica capitalista mundial, los gobernantes acaudalados pretenden rescatar sus decrecientes tasas de ganancias a expensas del pueblo trabajador. Intensifican el ritmo de producción; producen más con menos trabajadores; alargan la jornada laboral; recortan los salarios y los beneficios de salud y de jubilación; y socavan las condiciones de seguridad en el trabajo sin importarles el precio que pagamos con nuestro cuerpo y nuestra vida.

Al mismo tiempo el gobierno patronal recorta servicios necesarios desde el transporte públco hasta las guarderías infantiles y bibliotecas. Y vendrán más ataques; atentarán contra el Seguro Social, Medicare y Medicaid bajo el pretexto de la “reforma”.

Ante la profundidad de su crisis económica, los gobernantes capitalista buscan reducir el valor histórico de la fuerza de trabajo de nuestra clase: el nivel de vida fundamental conquistado a lo largo de décadas de lucha. Quieren reducir nuestras expectativas. Quieren hacer que la carga de la vida y del trabajo recaiga más y más en la familia, y sobre todo en la mujer.

Un aspecto central de su ofensiva antiobrera es el intento de convertir en chivos expiatorios a los trabajadores que son inmigrantes indocumentados, controlando el flujo de mano de obra en la frontera con México a fin de aumentar el ejército de reserva de mano de obra. ¿Acaso no ha oído al patrón decir, “Si no le gustan los salarios o las condiciones, pues, hay otras 100 personas dispuestos a reemplazarte y aceptar lo que les ofrezco”?

Políticos capitalistas como John McCain y Barack Obama proponen una “reforma integral” y un “camino hacia la legalización”. Pero estas son trampas.

“Pónganse al final de la cola”, dicen. ¿Por qué? “Paguen una multa”. ¿Por qué? ¿Por cometer el “crimen” de trabajar? “Aprendan ingles”. Como si millones de inmigrantes no estuvieran ya estudiando inglés porque entienden la importancia de comunicarse con sus compañeros de trabajo. Y aunque superen todos los obstáculos, no hay garantía de que obtengan sus documentos. ¡No luche por algo que no quiera: a lo mejor lo obtendrá.

Los trabajadores inmigrantes han estado entre las primeras filas de luchas que fortalecen a toda nuestra clase: desde la defensa de los sindicatos en las empacadores de carne en el Medio Oeste hasta la lucha por la sindicalización de las minas del carbón en Utah. Ocuparán un papel importante de las batallas venideras.

Los trabajadores debemos luchar por lo que necesitamos. ¡Alto a las redadas y deportaciones! ¡Liberen a todos los detenidos por supuestas violaciones inmigratorias! ¡Alto a la militarización de la frontera! ¡Legalización ya, sin restricciones!
 
 
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