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Vol. 72/No. 47      1 de diciembre de 2008

 
Socialismo en EE.UU. es posible y necesario
Nueva edición venezolana de folleto presentada
en Feria Internacional del Libro 2008
(especial)

Las palabras que siguen las ofreció Mary-Alice Waters, quien es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder, en un panel de discusión realizado el 14 de noviembre en Caracas durante la cuarta Feria Internacional del Libro de Venezuela. El panel celebró la publicación de una edición en español del folleto ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos? por la editora venezolana Monte ávila.

La charla de Waters se reproduce con autorización, copyright © 2008 por Pathfinder.

POR MARY-ALICE WATERS  
En primer lugar, doy mis gracias a todos los panelistas: a José [González] del Fondo Cultural del ALBA, a Erick [Rangel] del equipo directivo de la juventud del PSUV y especialmente a Carolina [álvarez], directora editorial de Monte ávila.

A nombre de la editorial Pathfinder, ante todo quiero expresar nuestro agradecimiento a Monte ávila por la decisión de publicar ¿Es posible una revolución socialista en Estados Unidos?, como describió Carolina, no solo en una, sino en dos ediciones para la Feria Internacional del Libro en Venezuela en 2008. Una edición para distribuir gratuitamente a los participantes en la feria del libro aquí mañana, y la otra para vender por todo el país durante el próximo año a través de la cadena de Librerías del Sur.

También quiero agradecer a CENAL, el Centro Nacional del Libro y organizador de la Feria Internacional del Libro, por la importante iniciativa que tomó su dirección nacional el año pasado al organizar el Foro Central sobre el tema “Estados Unidos: Una revolución posible”. Como ya ustedes se enteraron, ese fue el origen de la presentación en que se basa el librito que Pathfinder y Monte ávila están presentando conjuntamente.

No es casualidad que uno de los principales diarios en Estados Unidos, el New York Times, esta semana nombró el foro de manera peyorativa como un ejemplo de cuán divorciados de la realidad están todos ustedes. Cuán divorciados de la realidad están todos los trabajadores de disposición revolucionaria, en todas partes. ¡Que pensemos que tan ridículo planteamiento merece debate! Que pensemos que eventos como la Feria Internacional del Libro, eventos que promueven la lectura y la cultura y el debate civil entre trabajadores, señalan el camino hacia adelante para la humanidad.

Sin embargo, como dijimos el año pasado, la pregunta de si una revolución socialista es posible en Estados Unidos no es un asunto de poca importancia. Su “respuesta, en la práctica, a fin de cuentas determinará… si habrá un futuro para la humanidad”.  
 
¿Pueden ‘manejar’ el capitalismo?
Lo que me más me llamó la atención al leer de nuevo el folleto fue la lista de presuposiciones que uno tendría que hacer para llegar a la conclusión de que una revolución socialista no es posible en Estados Unidos. ¡Y después pensar en lo que ha pasado en el mundo en apenas un año!

Para llegar a esa conclusión —dijimos— habría que creer que no volverán a haber crisis económicas, financieras o sociales de la magnitud de las que marcaron la primera mitad del Siglo XX. Que las familias dominantes del mundo imperialista y sus brujos económicos han encontrado la forma de “manejar” el capitalismo al punto de excluir crisis financieras aplastantes que pudieran conducir a algo parecido a la Gran Depresión…

Habría que convencerse de que está disminuyendo la competencia entre los rivales imperialistas, así como la competencia entre estos y las potencias semicoloniales económicamente más avanzadas, y que sus tasas de ganancias… ahora van a empezar a ascender…

Hace un año cuando discutíamos estas preguntas aquí en Caracas, el principal índice de la bolsa de valores en Estados Unidos, apenas unas semanas antes, había cerrado a un nivel récord de un poco más de 14 mil puntos. Ayer osciló violentamente por casi mil puntos, después de haber estado por debajo de los 8 mil —más del 40 por ciento menos de su punto máximo— y cerró en casi 9 mil. Estas fluctuaciones frenéticas han llegado a ser un fenómeno tan cotidiano que ya es un lugar común. Y todo el mundo sabe que simplemente anuncian un nuevo desplome. Millones de millones de dólares de lo que Marx llamaba “capital ficticio” han desaparecido en el último año y el fondo ni siquiera está a la vista, ni mucho menos.

Lo que pareció empezar como una crisis capitalista concentrada solo en el crédito y la banca, ahora se ha revelado como algo de una dimensión muy diferente. Como lo demuestra la quiebra en la práctica de la General Motors, se va acelerando dramáticamente la contracción más profunda de la producción industrial y del empleo desde las primeras décadas del siglo pasado. Y la inevitabilidad de esta contracción ha subyacido esta crisis mundial desde el comienzo.

Cabe recordar que la Gran Depresión de los años 30 no fue consecuencia de la caída de la bolsa de valores de 1929 y la crisis bancaria que le siguió. Sus raíces se encuentran en la competencia que se fue intensificando violentamente entre las potencias capitalistas en los años previos a la Primera Guerra Mundial —por posesiones coloniales, acceso a mercados y materias primas y fuentes baratas de mano de obra a explotar— y los colapsos económicos y sociales y la catástrofe financiera que acompañaron esa sangrienta matanza entre los imperialistas y sus secuelas. Y requirió la masacre global de la Segunda Guerra Mundial, con su masiva destrucción física de capitales por toda Europa y Asia entre 1939 y 1945, lo que sentó las bases para que las clases explotadoras pudieran salir de esa crisis.

Eso es importante. Como subrayó Lenin, no existen situaciones imposibles para el capitalismo. Como demostraron de nuevo las dos décadas de 1930 a 1950, los capitalistas financieros, si no se los frena antes, pueden extraerse de cualquier crisis: si asestan suficientes derrotas sangrientas a las clases trabajadoras, y si destruyen lo suficiente la capacidad industrial que existe en el mundo.

La única pregunta es el precio que se le impondrá al pueblo trabajador.

La única solución es arrebatarles el poder de desatar estos horrores —el poder estatal— de una vez por todas.  
 
El camino que nos imponen
¿Es posible? Después de todo, esa es la pregunta que planteamos hace un año. Y señalamos que las luchas revolucionarias de los trabajadores no serán iniciadas al principio por nosotros, “sino forzadas por los ataques de la clases propietarias, impulsados por la crisis”.

La clase trabajadora, en números masivos, nunca emprende el camino a la lucha revolucionaria a la ligera, o todos de una vez. Los trabajadores percibimos lo que está en juego, los sacrificios implicados, la incertidumbre. Nuestra clase en su mayoría primero agota todas las alternativas, incluso las alternativas a una dirección política comunista.

En Estados Unidos y por todo el mundo, por ejemplo, son enormes las ilusiones en el presidente recién electo del mayor imperio imperialista en la historia. Pero hay que estar ciego ante la historia para pensar que Barack Obama —ahora el jefe ejecutivo electo de lo que Marx y Engels llamaban el “comité para el manejo de los asuntos comunes de toda la burguesía”— pueda o quiera hacer otra cosa que servir los intereses de la clase gobernante estadounidense. De los gobernantes adinerados que con sangre fría lo escogieron como el mejor hombre para el puesto en estos momentos.

Sin embargo, aún antes de la nueva etapa de la contracción global que ahora se acelera, ya habíamos visto, ya habíamos formado parte de las escaramuzas iniciales de una vanguardia combativa de la clase trabajadora que va surgiendo en Estados Unidos. Vimos esta vanguardia naciente cuando millones de trabajadores salieron a las calles en ciudades y pueblos por todo el país en 2006 y 2007 para exigir la legalización de unos 12 millones de inmigrantes cuyos documentos no los reconoce el gobierno de Estados Unidos. Volvieron a asumir el Primero de Mayo como feriado combativo de la clase trabajadora.

Lo vimos a principios de este año en la respuesta desafiante de trabajadores por todo el Medio Oeste —tanto inmigrantes como nacidos en Estados Unidos— a las redadas de la policía en fábricas y hogares, al arresto y deportación de miles de trabajadores, a las acusaciones de “robo de identidad” contra centenares de ellos. Esa respuesta combativa la captaron de la forma más impresionante las mujeres, con sus hijos, que encabezaron las marchas de protesta, mostrando orgullosamente los aparatos de rastreo electrónico que les ponía la policía en los tobillos. Se manifestó en los trabajadores de todas las nacionalidades que se les unieron.

Es una vanguardia obrera que se ve fortalecida por su creciente carácter internacional, por las tradiciones de lucha que los trabajadores de todas partes del mundo agregan a las largas tradiciones de batallas obreras en Estados Unidos mismo. Es una clase trabajadora que está aprendiendo de forma lenta pero segura la necesidad, como cuestión de vida o muerte, de luchar hombro a hombro, y también cómo hacerlo.

La crisis económica, que se va intensificando rápidamente, apenas ha empezado a sentirse entre el pueblo trabajador en Estados Unidos o a nivel internacional. Si bien las ventas hipotecarias han estado creciendo en el último año, llegando a más de un millón solamente en 2008, ha sido solo en los últimos meses que los cierres de fábricas y cesantías han empezado a acelerarse.

Apenas la semana pasada el servicio de envío de paquetes DHL cerró su servicio nacional para Norteamérica, causando el despido de más de 7 mil trabajadores en la faja industrial del sur de Ohio, y con repercusiones para los trabajadores que se propagan desde Cincinnati hasta Dayton y Columbus. La General Motors y otras compañías automotrices están echando a miles a la calle, y les seguirán otros miles de obreros de autos y de piezas de autos por todo el país, y hasta por todo el mundo. Yahoo, la compañía de internet, está cesanteando al 10 por ciento de su fuerza laboral en el mundo. Bancos gigantescos están recortando drásticamente su fuerza de trabajo. Y se puede multiplicar estos ejemplos muchas veces más.

La mayoría —tanto en Estados Unidos como en otros países, incluso aquí en Venezuela— todavía mantienen la sombría esperanza de que quizás el descenso económico realmente no vaya a empeorar tanto, que quizás sus peores posibilidades se van a saltear nuestras tierras. Pero el capitalismo mundial en crisis no va a dispensar a los más vulnerables.  
 
Una lucha por claridad política
Quiero finalizar enfatizando un punto.

Nuestra tarea hoy día es ante todo de carácter político. Aunque las batallas de clase que nos quedan por delante son inevitables, su desenlace no lo es. Eso depende de nosotros. De nuestra capacidad de enfrentar sin vacilar la verdad y hablar con claridad a nuestros compañeros de lucha, de aprender a confiar en nuestra propia creciente solidaridad de clase y la unidad en la lucha. De comprender, y ayudar a que otros luchadores de vanguardia comprendan, que la fuerza motriz de toda la historia desde los albores de la historia documentada ha sido la lucha de clases, no las conspiraciones. Que el veneno del odio antijudío y del racismo nos roba la capacidad de ver que el verdadero problema es el propio sistema capitalista, y que el verdadero enemigo que tenemos que derrotar son las clases propietarias cuya riqueza y poder dependen de ese sistema.

Lo que enfrenta el pueblo trabajador en todo el mundo son décadas de crisis económicas, militares, sociales y políticas entrelazadas, y las explosivas batallas de clases que les acompañarán. La época en la que estamos entrando será más parecida a los años desde el inicio del siglo XX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial que cualquier cosa que alguno de nosotros haya vivido. De lo que sí podemos estar seguros es que nuestro lado, nuestra clase, tendrá más de una oportunidad para cambiar el curso de la historia de la única forma que podemos: como lo hicieron los trabajadores y agricultores de Cuba hace 50 años, como lo hizo el pueblo trabajador del imperio zarista cuatro décadas antes.

Es por eso que el ejemplo constante de la Revolución Cubana es tan importante hoy día. Y además, quisiera agregar, es por eso que la lucha por la libertad de los cinco héroes de la Revolución Cubana —quienes, contra su voluntad y la nuestra, han estado sirviendo en las primeras filas de la lucha de clases en Estados Unidos por más de 10 años— es una batalla internacional de primer orden.

Todas estas están entre las verdaderas cuestiones que enfrentamos. Por tener la oportunidad de abordarlas, y de participar en el debate sobre ellas, tanto este año como el año pasado, les expresamos nuestro agradecimiento, nuestro respeto y nuestra solidaridad de clase.
 
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