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Vol. 72/No. 38      29 de septiembre de 2008

 
Jóvenes médicos guineanos son clave
para desarrollo de sistema de salud
pública en Guinea Ecuatorial
(especial)
 
POR MARTÍN KOPPEL
Y MARY-ALICE WATERS
 
BATA, Guinea Ecuatorial— “Es la primera vez que tenemos médicos trabajando en esta ciudad”, dijo Antonio Oyono Esono, funcionario de sanidad guineano, al hablar con visitas en el hospital público en Ebebiyin, una capital de distrito en el extremo nororiental de este país centroafricano.

Oyono señalaba que el sistema de salud pública en Guinea Ecuatorial se está desarrollando mediante el número creciente de médicos guineanos, egresados de la nueva facultad de medicina en esta ciudad, quienes hoy día están trabajando con personal médico cubano voluntario en ciudades y pueblos por todo el país.

Durante un recorrido de dos semanas en Guinea Ecuatorial en julio y agosto, partidarios internacionalistas de la editorial Pathfinder, con sede en Nueva York, tuvieron la oportunidad de visitar hospitales y clínicas, y conversar con médicos, enfermeros y técnicos médicos en nueve regiones del país, aprendiendo así acerca de la expansión de los programas de salud pública. En el Militante del 8 de septiembre apareció un artículo sobre temas más amplios en el país, “Guinea Ecuatorial: Cambios en relaciones económicas y sociales resaltan realidades para millones en Africa”.  
 
Legado del imperialismo en Africa
Guinea Ecuatorial comparte con el resto de Africa un legado de muchos siglos de dominación colonial e imperialista. Las condiciones de salud de los pueblos del continente son una notable expresión de esta explotación.

Todos los años en Africa al sur del Sahara mueren millones de personas a causa de enfermedades prevenibles o curables. Más de 3 millones mueren anualmente de VIH/SIDA, tuberculosis o paludismo (malaria), según la Organización Mundial para la Salud (OMS). La pandemia de SIDA ha causado estragos especialmente en Africa austral: en Zimbabwe se calcula que un 20 por ciento de las mujeres entre las edades de 15 y 49 están infectadas por el VIH, y aproximadamente el mismo porcentaje en Sudáfrica.

Las enfermedades diarreicas —prevenibles con agua limpia y medidas higiénicas sencillas— son otra de las principales causas de la muerte, sobre todo entre los bebés. Más del 40 por ciento de la población de Africa subsahariana no tiene acceso al agua limpia, según datos de la OMS, y sin duda la realidad es peor aún. La amplitud de los índices de desnutrición contribuye a los estragos de enfermedades a todas las edades.

De los 20 países del mundo con las mayores tasas de mortalidad materna, 19 están en Africa. Un 43 por ciento de los niños del mundo que mueren antes de llegar a los cinco años son africanos. Las tasas de mortalidad infantil ascienden a 165 por mil nacidos vivos en Sierra Leona y 154 en Angola, comparadas con la cifra promedio de 6.9 para Estados Unidos. La expectativa de vida, que alcanza 79 años en el Reino Unido, es de 45 años en Nigeria y 38 en Angola.

Guinea Ecuatorial, aunque no es el país que está en peores condiciones en el continente, enfrenta este mismo legado. Hasta hace una década y media, apenas existían carreteras asfaltadas y servicio telefónico, ni hablar de acceso a los servicios médicos. Pocas personas fuera de las dos ciudades principales tenían acceso a la electricidad. Actualmente, sigue siendo un país que prácticamente no tiene industria, y el cultivo de la tierra es principalmente agricultura de subsistencia.

Durante los primeros años después de que Guinea Ecuatorial se independizara de España en 1968, el gobierno de Francisco Macías Nguema construyó varios hospitales en las principales ciudades provinciales. Pero lo que llegó a ser un reino de terror bajo Macías condujo al deterioro de los hospitales y clínicas así como al éxodo de miles de médicos y otro personal médico calificado. No habían existido jamás instituciones de educación superior, y eran pocos los guineanos que lograban estudiar en el exterior, fuese medicina u otra especialidad, y regresaban al país. (Ver recuadro en esta página sobre la historia del país.)  
 
Paludismo endémico en la región
Al igual que en muchas otras partes de Africa Central, hoy día el paludismo es endémico en Guinea Ecuatorial. La tifoidea, la tuberculosis y los parásitos intestinales también son muy comunes. El VIH/SIDA, si bien es menos severo que en otros países de Africa subsahariana, va en aumento. Solo el 28 por ciento de la población tiene acceso a servicios sanitarios, y hasta en las zonas urbanas no es sana el agua que se obtiene mediante sistemas municipales de distribución; primero debe hervirse o tratarse químicamente. Según La Gaceta de Guinea Ecuatorial, una revista ampliamente difundida en el país, la expectativa de vida al nacer es de 54 años.

Desde mediados de los años 90, cuando se descubrieron importantes reservas de petróleo bajo las aguas territoriales de Guinea Ecuatorial, el gobierno ha empleado recursos considerables, derivados mayormente de la producción petrolera, para desarrollar la infraestructura del país. Uno de los objetivos ha sido el mejoramiento del sistema de salud.

En 2000 se estableció un amplio programa de cooperación médica entre los gobiernos de Guinea Ecuatorial y Cuba. Entre otras cosas, Cuba acordó enviar brigadas médicas para trabajar en hospitales y centros de salud por toda Guinea Ecuatorial. Actualmente 160 médicos, enfermeros y técnicos de laboratorio trabajan en 18 de los 21 distritos del país, incluyendo las zonas más remotas. Las brigadas, cuyo tamaño varía desde dos —un médico y un enfermero— hasta siete, viven en las comunidades donde trabajan, compartiendo las condiciones de vida de la población.

El acuerdo de cooperación también comprendía la creación de una facultad de medicina, aquí en Bata, la ciudad más grande, como facultad profesional de la universidad nacional. Su propósito es capacitar a cientos de médicos y enfermeros guineanos para remplazar progresivamente al personal médico cubano que proporciona casi toda la atención médica primaria.  
 
Médicos guineanos dirigen hospitales
Desde agosto de 2006, cuando se dio la primera graduación de 73 estudiantes en la facultad de medicina, decenas de galenos guineanos han empezado a trabajar en centros de salud por todo el país al lado de los médicos, enfermeros y técnicos cubanos. Sus esfuerzos combinados están teniendo un impacto detectable.

El director técnico (médico) de todos los hospitales públicos que visitamos era un médico guineano recientemente egresado, y nos dijeron que también era así en otros distritos. Se notaba su confianza, y su sólida formación médica está comenzando a transformar las relaciones entre las comunidades de una manera que ellos describieron con optimismo.

En Evinayong, una capital provincial de 34 mil habitantes en la región sur-central, el director médico del hospital es Santiago Nguema Ndong, oriundo de esa ciudad. Lo habíamos conocido en una visita anterior en octubre de 2005, cuando él y otros 19 compañeros de clase estaban a punto de partir hacia Cuba para su último año de estudios médicos.

“El paludismo es el principal problema de salud que tenemos”, nos dijo Nguema. “Es la causa principal de la mortalidad infantil”. En las zonas donde las brigadas médicas han estado trabajando durante los últimos ocho años, informaron Nguema y otros, se ha empezado a reducir el número de muertes infantiles, gracias al tratamiento oportuno de un mayor número de pacientes y a esfuerzos preventivos.

Sin embargo, en muchos casos las estadísticas sobre estas cuestiones no son fiables en gran parte de Africa subsahariana. Este es otro de los desafíos que el personal de los hospitales de distrito están empezando a encarar, al documentar historiales y empezar a recopilar cifras más exactas.

Según las cifras de la OMS para 2006 —las más recientes— la tasa de mortalidad infantil en Guinea Ecuatorial era de 123 por mil nacidos vivos. Pero la documentación recopilada por las brigadas médicas indica que en 2002 el promedio general para los bebés atendidos en los hospitales y las clínicas donde trabajan las brigadas era de 47 por mil nacidos vivos. Para el año 2007 esa cifra se redujo a 16.5 por mil nacidos vivos. En las zonas atendidas por la brigada médica en Evinayong, la mortalidad infantil fue de 35 por mil nacidos vivos en el primer semestre del año.

María Elena Núñez, una enfermera que trabaja en Evinayong, informó que en el último año y medio se había registrado solo una muerte materna en ese hospital. Esto es un logro importante en un país donde, según las cifras de la OMS, hay 880 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos.  
 
Impacto de falta de electricidad
La preponderancia de muchas enfermedades que hace mucho tiempo fueron erradicadas en los países capitalistas avanzados se debe principalmente a la falta de infraestructura para proveer agua potable limpia, un sistema sanitario, o la erradicación de insectos portadores de enfermedades. La falta de electricidad, de medios confiables de comunicación y de caminos transitables multiplica las dificultades.

Fuera de las dos principales ciudades de Malabo y Bata, solo hay electricidad unas pocas horas al día. En las capitales provinciales más grandes —Ebebiyin, Mongomo y Evinayong— los generadores, cuando están funcionando, suministran electricidad 12 horas diarias, de las 6:00 de la tarde a las 6:00 de la mañana. En otros pueblos hay electricidad, en el mejor de los casos, unas cinco horas, de las 6:00 a las 11:00 de la noche. Según nos explicó el personal médico en Ebebiyin, esto significa que los médicos no pueden practicar ni siquiera operaciones de urgencia durante el día, a menos que tengan un generador diesel que funcione, lo cual no es el caso en muchos hospitales.

“Cuando hay que extraerle sangre a un paciente de noche para un ensayo, es difícil hasta encontrar la vena cuando solo tienes una linterna o una lámpara de kerosén”, nos dijo la doctora Amarilis Contreras en Añisok, un pueblo en el norte central.

En el hospital de Niefang, los médicos nos mostraron una flamante incubadora para bebés prematuros que hace tiempo había donado la ExxonMobil, una de las principales empresas norteamericanas que explota las reservas de petróleo en Guinea Ecuatorial. El aparato todavía estaba envuelto en el plástico protector. Sin servicio eléctrico fiable las 24 horas, era inservible, nos explicó la responsable de la unidad pediátrica. Y la ExxonMobil no donó ni un generador ni el combustible necesario para que funcione.

Según se explicó en el primero de estos artículos, en Guinea Ecuatorial no existe una red eléctrica nacional; cada ciudad y pueblo depende de sus propios generadores. Se proyecta que una central hidroeléctrica, que actualmente se está construyendo cerca de Añisok, suministre electricidad para la región continental cuando se complete dentro de cinco años.

En Kogo, en el extremo suroccidental del país, a los pacientes de las zonas circundantes les cuesta llegar al hospital debido a las dificultades del terreno y del transporte. Kogo es un pueblo aislado a las orillas del delta de un río con extensos manglares. El paludismo y la tripanosomiasis (enfermedad del sueño), transmitidos por los mosquitos y las moscas tsetsé, respectivamente, son aún más endémicos que en otras partes del país. Los médicos cubanos, formados para trabajar y brindar servicios hasta en las condiciones más duras, viajan en cayuco a las aldeas más inaccesibles (como se ofrecieron a hacer cientos de médicos cubanos en Mississippi y Louisiana tras el huracán Katrina, una oferta rechazada insolentemente por Washington).

“Muchas veces hacíamos viajes de cuatro horas por agua, y después un largo camino a pie”, nos dijo el doctor William Pérez, un voluntario cubano que ha trabajado en Kogo. “Tuve la amarga experiencia de ver a un niño que murió en el camino al hospital, porque el viaje tardó seis horas”.

Ahora, por primera vez, el estrecho sendero a lo largo de la costa entre Mbini y Kogo se está convirtiendo en un camino asfaltado que será transitable todo el año.

En varios pueblos el personal médico nos dijo que muchos pacientes que resultan ser VIH positivos no tienen los recursos para ir a Bata, la única ciudad en el continente donde se puede hacer un diagnóstico más seguro y se puede iniciar un tratamiento adecuado.  
 
Difusión de conocimientos médicos
Los médicos en todos los pueblos que visitamos explicaron que uno de los desafíos que encaran es el de convencer a los residentes de acudir al hospital para recibir tratamiento médico. Muchas personas, dijeron, se han criado aceptando las enfermedades y la muerte a una temprana edad como una de las realidades de la vida. Por supersticiones y confianza en los curanderos tribales tradicionales, muchos pacientes buscan atención médica solo cuando ya es demasiado tarde. Es uno de los principales motivos por los que muchos niños mueren de paludismo, el cual normalmente no es fatal si se trata a tiempo.

“En julio una maestra de 27 años murió aquí del SIDA”, nos dijo la doctora Contreras. “Ella había ido a un curandero en vez de ir al hospital. Muchas veces la gente llama el SIDA ‘la enfermedad de la mala suerte’”.

Los esfuerzos sistemáticos de educación popular han contribuido a convencer a un mayor número de personas de que busquen tratamiento en los hospitales o las clínicas. El doctor Juan Alvarez Morell, jefe de la brigada médica en Evinayong, dijo que miembros de la brigada hablan en “programas de radio todas las semanas y dan charlas en el hospital y la comunidad, haciendo trabajo educativo sobre el paludismo infantil, las enfermedades diarreicas y otros problemas de la salud. Promovemos las campañas de vacunación”.

Se está produciendo un cambio notable a medida que los jóvenes médicos guineanos se hacen cargo de los hospitales y se integran a los programas médicos por todo el país. Están trabajando con los curanderos y las parteras tradicionales para ganar su confianza y entrenarlos para reconocer condiciones médicas que requieren cuidado urgente en el hospital. Los jóvenes médicos están persuadiendo a los curanderos a que logren hacer que la gente acuda al hospital y a las clínicas. Los resultados varían de una localidad a otra. Pero el doctor Marcelino Edjang Ondó, director del hospital en Niefang, informó que ahí han tenido buenos resultados en su trabajo con los curanderos.

“Las tradiciones no cambian del día a la noche”, dijo la doctora Dayamí Escalona, jefa de la brigada médica en Niefang. “Encontramos las formas de vincular el uso de la ciencia moderna y el trabajo de los curanderos para ganarnos su cooperación”.

El hecho que los médicos guineanos —cuya lengua materna es el idioma autóctono— se criaron, en la mayoría de los casos, en esa localidad y son conocidos en la comunidad, ayuda a ganarse la confianza de los pacientes y la colaboración de los jefes tradicionales de tribu al trabajar con los curanderos y las parteras.

Reconstrucción de hospitales
En la mitad de los hospitales que visitamos, había obras mayores de reconstrucción y reparación. En tres pueblos —Mongomo, Evinayong y Luba—habían tumbado las viejas estructuras y estaban erigiendo un edificio prácticamente nuevo dentro del armazón. Se está transformando gradualmente lo que antes era la condición destartalada de casi todos los hospitales: un indicio de los recursos que el gobierno de Guinea Ecuatorial le está dedicando al mejoramiento del sistema de salud.

Por otra parte, la brecha entre las instalaciones a las que tiene acceso el pueblo trabajador y las que están al alcance de los acaudalados, tanto guineanos como extranjeros, nos quedó de manifiesto durante una visita al Centro Médico La Paz. Este hospital privado ultramoderno aquí en Bata, un proyecto dirigido por israelíes y organizado en colaboración con el gobierno de Guinea Ecuatorial, se estrenó a fines de 2007. En Malabo se está construyendo un hospital parecido.

La mayor parte de los 35 médicos de la plantilla del hospital —en su mayoría israelíes, y también algunos de Argentina, Uruguay y otros países— no residen en Guinea Ecuatorial. Vienen en avión a Bata por estancias de unos días o unas semanas. Tres de los médicos son guineanos, egresados recientes de la facultad de medicina aquí.

Hicimos un recorrido del Centro Médico La Paz tras una ceremonia donde se firmó un acuerdo entre el hospital y la universidad nacional para realizar investigaciones. El director Alon Stamler, al señalar que acaban de hacer una operación de neurocirugía el día antes, nos dijo que el hospital puede efectuar los procedimientos más avanzados, permitiendo que los pacientes que buscan la mejor atención posible se queden en el país en vez de salir al extranjero. Stamler apuntó que las empresas petroleras internacionales, cuyo personal a veces realiza trabajos peligrosos en las plataformas marinas, estarían entre los que más apreciaban los servicios médicos que ofrece el centro, y agregó que el nuevo hospital en Malabo espera establecer convenios a largo plazo con estas empresas.

En el hospital se paga por cada servicio. Una noche en el hospital cuesta 325 dólares, una radiografía 200 dólares, una consulta médica 225 dólares, una tomografía 350 dólares. (Muchos guineanos subsisten con menos de uno o dos dólares diarios.) Pocas camas estaban ocupadas en las salas que visitamos.

En una conversación después del recorrido, dos profesores de la universidad nacional, quienes habían participado en la visita, nos comentaron que se sentían orgullosos de que este centro ahora facilitara servicios médicos tan avanzados. Cuando se les preguntó quién dispondría de los medios económicos para utilizarlo, contestaron con pesar, “Casi nadie”.  
 
Necesidad de formar a especialistas
En los hospitales públicos distritales, se ha duplicado el número de operaciones en los últimos ocho años. Pero el doctor Juan Carlos Méndez, jefe de la brigada médica cubana en Guinea Ecuatorial, señaló que la mayoría son cirugías menores. Para las operaciones mayores, los pacientes aún tienen que ir a Bata, donde el hospital cuenta con cirujanos y equipos más avanzados.

“Necesitamos formar a más cirujanos y otros especialistas para nuestros hospitales”, dijo el doctor Edjang, del hospital en Niefang, donde trabajan tres médicos, dos cubanos y un guineano.

Basándose en los logros iniciales, este reto se está abordando en la facultad de medicina en Bata, donde varios estudiantes ya han completado su primer año de formación en cirugía, medicina interna o gineco-obstetricia.

El tercer y último artículo se enfocará más a fondo en la facultad de medicina y en el inicio de un programa de extensión de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, que permite que los estudiantes que no residan en Bata lleven a cabo el programa médico completo en su pueblo de origen.

Brian Taylor y Omari Musa contribuyeron a este artículo.


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