El Militante (logo)  

Vol. 71/No. 44      26 de noviembre de 2007

 
‘Avance de lucha de clases EE.UU.
entrelazada con defensa de Revolución
Cubana’
Nuevas ediciones de ‘Cuba y la revolución norteamericana
que viene’, en español e inglés, a presentarse en Feria
Internacional del Libro de Venezuela
(especial)
 
A continuación aparece el prólogo de Mary-Alice Waters a la segunda edición de Cuba y la revolución norteamericana que viene, por Jack Barnes. La casa editora venezolana Monte Avila publicará esta nueva edición en español en el marco de la Feria Internacional del Libro de Venezuela en 2007, que se celebra del 9 al 18 de noviembre en Caracas.

La editorial Pathfinder está publicando simultáneamente la nueva edición, en inglés y en español, para una distribución a nivel mundial.

El libro relata el impacto político que tuvo la Revolución Cubana sobre una generación de jóvenes en Estados Unidos a principios de los años 60, el papel que ocupó la revolución en la reconstrucción del movimiento comunista en esos años, y el peso que tiene en la lucha de clases estadounidense hasta el día de hoy. Como explica Waters, las batallas obreras en este país, incluido el potencial de hacer una revolución socialista aquí, “está y seguirá estando “inextricablemente entrelazado con la defensa de las conquistas del pueblo cubano”.

Desde que se editó por primera vez en inglés, español y francés en 2001, el libro se ha convertido en uno de los títulos más leídos de Pathfinder. En el prólogo Waters describe la respuesta al primer capítulo del libro por parte de un lector, Ramón Labañino, uno de los cinco cubanos revolucionarios encarcelados en Estados Unidos por casi una década bajo cargos fabricados. La nueva edición está dedicada a los Cinco de Cuba (ver el recuadro en la próxima página).

Además de editar Cuba y la revolución norteamericana que viene, Monte Avila este año ha publicado otro de los libros más difundidos de Pathfinder, la traducción al español de Malcolm X habla a la juventud. Ambos serán incluidos en una presentación por parte de Monte Avila de varios de sus nuevos títulos.

Durante la feria del libro de Venezuela, también Pathfinder está organizando varias presentaciones de sus libros, incluido La Primera y Segunda Declaración de La Habana.

El tema de la feria del libro este año es “Estados Unidos: una posible revolución”.

Cuba y la revolución norteamericana que viene puede obtenerse a través de www.pathfinderpress.com o de los distribuidores que aparecen en la página 8.

El prólogo se publica con autorización. Copyright © 2007 por Pathfinder Press.

—Olympia Newton


La victoria del pueblo trabajador cubano en Playa Girón desbarató el mito de la invencibilidad del imperialismo estadounidense. Nos infundió la convicción de que la Revolución Cubana sería parte integral de la lucha de clases dentro de Estados Unidos mientras la clase trabajadora estuviera en el poder en Cuba. Estábamos seguros de que así sería por el resto de nuestras vidas. Y lo ha sido.

Jack Barnes
Marzo de 2001
Playa Girón/Bahía de Cochinos

POR MARY-ALICE WATERS  
En menos de 72 horas de combate en abril de 1961, a lo largo de la costa sur de Cuba cerca de Bahía de Cochinos, la Fuerza Aérea Revolucionaria, las milicias, la policía y el Ejército Rebelde de Cuba derrotaron una invasión de unos 1 500 contrarrevolucionarios a quienes Washington había financiado, armado, entrenado, dado el guión y desplegado. Esta victoria contundente, la primera derrota militar del imperialismo yanqui en el continente americano, tuvo repercusiones por todo el mundo, sobre todo dentro de Estados Unidos mismo.

Jack Barnes toma ese momento histórico como el punto de partida en Cuba y la revolución norteamericana que viene. Fue el momento en que Cuba dejó de parecer como otra posible víctima latinoamericana más del imperio más poderoso de la historia, y surgió como su igual. “Para nosotros, lo que los trabajadores y campesinos cubanos habían conquistado”, escribe Barnes, “constituía en nuestra propia vida política el ejemplo de la necesidad y la posibilidad de la revolución, no solo de cómo luchar sino de cómo luchar para vencer, de la capacidad de los seres humanos comunes y corrientes para transformarse a la vez que enfrentan desafíos y asumen responsabilidades que antes habrían considerado imposibles”.

No obstante, Cuba y la revolución norteamericana que viene no es primordialmente un libro sobre Cuba. Ante todo, trata sobre las luchas del pueblo trabajador con conciencia de clase en el corazón del imperialismo, sobre los jóvenes que se ven atraídos a estas luchas, y por qué el curso de las batallas de clases que hoy día se aceleran aquí está y seguirá estando inextricablemente entrelazado con la defensa de las conquistas del pueblo cubano.

“El principal obstáculo a la marcha histórica de los trabajadores y agricultores”, señala el autor en estas páginas, “es la tendencia, promovida y perpetuada por las clases explotadoras, del pueblo trabajador a subestimarnos, a subestimar lo que podemos lograr, a dudar de nuestra propia valía”. Los trabajadores y agricultores de Cuba nos mostraron que con la solidaridad de clase, conciencia política, coraje, esfuerzos concentrados y persistentes de educación, y un liderazgo revolucionario de la talla del de Cuba —un liderazgo probado y forjado en la batalla a través de los años— es posible hacer frente a un poderío enorme y a probabilidades aparentemente insuperables y vencer.

Fue esa la lección que una vanguardia de jóvenes en Estados Unidos interiorizó a comienzos de los 60, ayudados, alentados y educados por veteranos trabajadores y agricultores del Partido Socialista de los Trabajadores. Su historia se narra aquí en “1961: Año de la Educación”. Este se publicó originalmente como prólogo a Playa Girón/Bahía de Cochinos: Primera derrota militar de Washington en América, una colección de discursos, documentos y testimonio del presidente cubano Fidel Castro y el vicepresidente José Ramón Fernández, publicado por la editorial Pathfinder a comienzos de 2001 para conmemorar el 40 aniversario de la victoria en Playa Girón.

En “1961: Año de la Educación” Jack Barnes describe el impacto que tuvieron los primeros años de la Revolución Cubana en jóvenes en Estados Unidos que ya se iban radicalizando por su participación en la lucha de masas y de base proletaria —una lucha que avanzaba— para derrocar al sistema de segregación “Jim Crow” en el Sur de Estados Unidos (que servía de modelo para la institución sudafricana del apartheid) y para echar atrás otras formas de discriminación racial hondamente arraigadas por todo el país. El relata la labor de los estudiantes que establecieron un capítulo universitario del Comité Pro Trato Justo a Cuba en el recinto de Carleton College en Minnesota en los escasos meses decisivos que culminaron con la victoria del 19 de abril en Playa Girón, un comité que al calor de los sucesos llegó a ser por un período breve el capítulo universitario más grande del país. Describe las lecciones de lucha de clases que los jóvenes aprendieron al vivir estas experiencias y relata cómo empezaron a desarrollar la Alianza de la Juventud Socialista en el curso de este trabajo.

El segundo capítulo de Cuba y la revolución norteamericana que viene, “Primero se verá una revolución victoriosa en los Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”, se basa en charlas que Barnes dio en Nueva York y Seattle en marzo de 2001 en eventos para presentar Playa Girón/Bahía de Cochinos, que acababa de imprimirse apenas unos días antes, y celebrar el 40 aniversario de aquella victoria revolucionaria. El público en ambas actividades abarcaba las generaciones desde los que ya eran partidarios activos de la Revolución Cubana al momento de Bahía de Cochinos hasta los jóvenes socialistas que solo entonces hacían suyo este capítulo de la historia. Entre los 450 participantes en estos encuentros había decenas de voluntarios de un extremo del país al otro cuya labor había hecho posible la producción de este libro con calidad en tiempo récord.

Playa Girón/Bahía de Cochinos, publicado en español y en inglés, se presentó en una conferencia celebrada del 22 al 24 de marzo en La Habana sobre el tema “Girón: 40 años después”, donde los anfitriones cubanos brindaron a cada participante un ejemplar del libro. Durante ese encuentro los dirigentes políticos y militares de Cuba revolucionaria bajo cuya mano se había conquistado la victoria, entre ellos el comandante en jefe Fidel Castro, se sumaron al debate de los sucesos ocurridos cuatro décadas atrás con una delegación norteamericana, algunos de cuyos miembros habían combatido como parte de la Brigada 2506 —entrenada y financiada por Washington—, habían ayudado a preparar los planes de invasión de la CIA o habían actuado como apologistas y asesores de la administración del presidente John F. Kennedy.  

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Casi 50 años después de la victoria revolucionaria que derrocó a la dictadura militar respaldada por Washington de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959, la clase dominante estadounidense sigue tan comprometida con la necesidad de derrocar a la Revolución Cubana como lo estuvo cuando los trabajadores y agricultores de Cuba y los jóvenes atraídos a sus luchas, dirigidos por el Movimiento 26 de Julio y su Ejército Rebelde, con su lucha se abrieron paso en la historia y comenzaron a tomar control de su propio destino. Las razones no son difíciles de entender, y tienen que ver completamente con el tema de este libro.

Desde la perspectiva de clase de los gobernantes estadounidenses, jamás hubo nada irracional en su odio a la reforma agraria radical, la campaña masiva para eliminar el analfabetismo, la nacionalización de la vivienda y reducción de los alquileres, la prohibición de la discriminación racial, la nacionalización de las industrias básicas, la incorporación de la mujer a la fuerza laboral en gran escala, el establecimiento de una milicia popular y otras acciones que llevaron a cabo el pueblo cubano y su gobierno revolucionario. La política de Washington hacia la Revolución Cubana tampoco se basaba en preocupaciones de “seguridad nacional” o en los conflictos estratégicos de la “Guerra Fría”.

La trayectoria del pueblo trabajador cubano era sencillamente un desafío insoportable a los “derechos” de propiedad que daban por sentados las familias dominantes estadounidenses, las cuales temían que el ejemplo ofrecido por la primera revolución socialista en América se emularía en otras partes de nuestro hemisferio. Lo que impulsa a Washington no es solo “el miedo a la Revolución Cubana”, como proclamó la Segunda Declaración de La Habana en febrero de 1962, sino el miedo a la revolución latinoamericana. “El miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebaten las armas a sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de América”.

Desde que se publicó la primera edición de Cuba y la revolución norteamericana que viene hace seis años y medio, las guerras que se van expandiendo, las crisis económicas y financieras apenas contenidas a nivel nacional e internacional y los conflictos de clases más y más agudos que han sacudido la confianza de los gobernantes estadounidenses poco han hecho para disminuir esos temores.

Todas las tendencias políticas y económicas que señala Jack Barnes en estas páginas no han hecho más que acelerarse y ahondarse. Los márgenes de ganancias de los empleadores dependen aún más de medidas para “recortar los salarios reales y las prestaciones, acelerar la producción, prolongar la semana laboral, aumentar los trabajos temporales y de media jornada, y reducir los programas de seguro social financiados por el gobierno”. El ascenso en el ciclo comercial posterior a 2001 tras el colapso de la “exuberancia irracional” de los años 90 fue, como el anterior, producto no de un aumento acelerado de inversiones capitales en la capacidad para expandir la producción sino de “una enorme montaña de deuda y una gigantesca burbuja especulativa de ‘instrumentos de deuda’ derivativos”. “Fusiones multimillonarias que aumentan de forma sustancial la concentración de capital” continúan elevando los índices de las bolsas de valores a medida que el peso de las deudas aumenta a niveles jamás alcanzados en la historia del capital financiero.

“La vulnerabilidad del capitalismo mundial a las sacudidas repentinas y desestabilizadoras” que se señaló en estas páginas se ve confirmada nuevamente por las consecuencias —que aún se propagan— del inevitable colapso del afán de los gigantes financieros norteamericanos en años recientes de imponer fardos reempaquetados de “hipotecas subprime” (de alto riesgo) a bancos en Europa oriental y el mundo semicolonial y a otros compradores dentro y fuera del país … como si el riesgo de incumplimiento hubiese dejado de ser un factor. La miseria que este colapso ha de traer a decenas y decenas de miles de familias obreras que pierdan sus hogares, por supuesto, no inquieta a los capitalistas, como tampoco les preocupa la “catástrofe en barrena” que cientos de millones de trabajadores y campesinos en Africa, Latinoamérica y Asia han estado viviendo por casi dos décadas.

Todas las principales tendencias en la evolución del capitalismo mundial que se plantean en este libro, así como la trayectoria interrelacionada de la política exterior, militar e interior del imperialismo norteamericano ya iban bien avanzadas antes de que se publicara la primera edición en la primavera de 2001. Eso fue casi seis meses antes de que la nueva administración norteamericana de George W. Bush aprovechara el ataque del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono como justificación para anunciar lo que la clase dominante norteamericana hoy día llama su “guerra global contra el terrorismo”. Los cimientos para el curso que se aceleró con el ataque imperialista combinado contra Afganistán en octubre de 2001 y la invasión y ocupación de Iraq dirigida por Washington en marzo de 2003 —incluidos el fortalecimiento de las agencias federales de policía y de espionaje, las arremetidas contra los derechos políticos y la aplicación de la política estatal establecida desde hace mucho sobre el “cambio de régimen”— habían sido edificados cuidadosamente durante los años previos por los gobernantes estadounidenses bajo administraciones y mayorías del Congreso tanto republicanas como demócratas.

Ese curso está definido ante todo por los preparativos de la clase dominante estadounidense para enfrentar lo que ellos también saben que es inevitable: la creciente resistencia de la clase trabajadora y otros productores explotados en Estados Unidos y en el mundo a medida que entramos a lo que serán décadas de conflicto interimperialista más y más agudo, convulsiones económicas, financieras y sociales, y batallas de clases.

Conforme se ahondan y se propagan esas presiones explosivas —producto de cómo funciona el capitalismo, y no de cómo a veces no funciona— se acelera también otra transformación histórica.

En su búsqueda incesante de mano de obra cada vez más barata, el capital financiero estadounidense está atrayendo a sus fábricas, campos y minas a crecientes millones de trabajadores desde más allá de sus fronteras. Estos vienen primero y sobre todo de México, como de otras partes de América, pero también en números rápidamente crecientes desde Asia, Africa, y Europa oriental y Rusia. Obligados a abandonar sus tierras nativas por el azote de la necesidad económica, traen consigo sus propias experiencias de lucha de clases y combatividad, ampliando el horizonte político y cultural del pueblo trabajador en su conjunto en Estados Unidos.

Es de esta clase trabajadora enriquecida y cada vez más diversa que hoy día empieza a surgir una nueva vanguardia política en luchas impulsadas por las necesidades más fundamentales del pueblo trabajador: la necesidad de aunar fuerzas para proteger la vida, la salud y la naturaleza del inexorable afán de ganancias que define cada medida que toman los patrones. No hay ejemplo más patente de esto que los torrentes de millones de trabajadores y sus familias, inmigrantes y nacidos en Estados Unidos, quienes en 2006 y 2007 se volcaron a las calles de ciudades y pueblos por todo el continente para exigir la legalización de los trabajadores inmigrantes a medida que comenzaron a restituir el Primero de Mayo en este país a sus raíces obreras. “El movimiento proletario en Estados Unidos”, señala Jack Barnes, está empezando a transformarse “en algo que cada vez más se puede reconocer como la vanguardia de masas de la clase que va a derrocar al capitalismo”.  

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Es este el mundo en el cual el ejemplo sentado por el pueblo de Cuba sigue siendo tan importante como lo fue el día que tomó el poder, demostrando en la práctica lo que se requiere para librarse del yugo de la explotación imperialista y para defender esas conquistas. La explicación de esa verdad a trabajadores y agricultores en Estados Unidos, a medida que ellos se ven impelidos a luchas que les hacen repensar —de formas bastante inesperadas— muchos prejuicios que habían tenido por mucho tiempo, no es simplemente un acto de solidaridad obrera, por importante que eso sea. Es una necesidad proletaria, esencial para la educación y transformación política internacionalista de la propia clase trabajadora. Como dice orgullosamente el pueblo cubano de su ayuda a los pueblos de Africa, Latinoamérica, el Caribe y otras partes del mundo, “Quien no esté dispuesto a combatir por la libertad de los demás, no estará jamás dispuesto a combatir por su propia libertad”.

Poco antes de que Cuba y la revolución norteamericana que viene se publicara en 2001, Colin Powell, el nuevo secretario de estado, explicó la postura intransigente de Washington hacia el gobierno revolucionario de Cuba. Lo hizo con más exactitud de lo que quizás fuera su intención. Al testificar el 26 de abril de 2001 ante un comité del Congreso, contestó la pregunta de por qué el gobierno estadounidense rehúsa cambiar la política que por décadas ha mantenido hacia Cuba. Powell respondió que en China, Rusia y Vietnam “uno puede ver dirigentes a quienes el mundo está cambiando”. Pero en Cuba, dijo, Castro “no ha cambiado sus perspectivas en lo más mínimo”. El secretario de estado acertó solo parcialmente, claro está.

Como ha pasado con cada uno de sus antecesores, su incapacidad de comprender a los seres humanos que impulsan la Revolución Cubana era sobre todo una ceguera de clase. No son únicamente Fidel y el liderazgo amplio y profundo de Cuba los que no han cambiado sus convicciones revolucionarias. Es el pueblo de Cuba en su abrumadora mayoría el que jamás se ha rendido. El que rehúsa subordinar los intereses del pueblo trabajador a las prerrogativas del capital. El que se mantiene en disposición, como siempre, de ayudar luchas revolucionarias donde sea que ocurran, por los medios que sean necesarios. Cuyo mensaje a los que aspiren a invadir sigue siendo el mismo que en Playa Girón: si vienen, quedan.  

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La respuesta más importante a Cuba y la revolución norteamericana que viene se ha manifestado entre las nuevas generaciones de lectores que descubrieron en sus páginas algo que no anticipaban. Entre esos nuevos lectores, nos honra decir, estaba el Prisionero Federal de Estados Unidos No. 58734-004, Ramón Labañino Salazar, uno de los muchos lectores de Pathfinder entre rejas, y uno de los cinco héroes de la Revolución Cubana que han estado presos en Estados Unidos ya por nueve años. Como sus compañeros de armas Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, al momento de su arresto en septiembre de 1998, Ramón estaba viviendo y trabajando en Estados Unidos, donde rastreaba las actividades de organizaciones contrarrevolucionarias cubanas que obran aquí con impunidad y, cuando era posible, daba aviso previo al gobierno cubano de sus planes asesinos de sabotaje y acciones armadas contra el pueblo cubano. Le fabricaron cargos y lo declararon culpable de actuar como agente no inscrito de una potencia extranjera y de conspirar para cometer espionaje. En lo que se podría calificar más acertadamente como un acto de retribución política destinado a castigar al pueblo cubano por su desafío revolucionario constante a las exigencias de Washington para que “cambie”, le impusieron cadena perpetua, la que cumple actualmente en la prisión federal norteamericana en Beaumont, Texas.*

Después de leer el prólogo de Jack Barnes a Playa Girón/Bahía de Cochinos: Primera derrota militar de Washington en América, reproducido aquí como “1961: Año de la Educación”, Ramón escribió expresando su aprecio. Si bien había leído numerosos libros y documentos sobre Playa Girón, dijo Ramón, en este había aprendido algo que “nunca había leído en otro que tratara esta temática”. Por primera vez, señaló, pudo percibir “la influencia directa de la Revolución Cubana, su ejemplo y repercusión en el pueblo de Estados Unidos, y en la formación del movimiento revolucionario de izquierda, y de solidaridad hacia nuestra patria”. Esto demostraba una vez más, añadió Ramón, “que nuestros pueblos son hermanos e invencibles”.

Muchos jóvenes lectores en Estados Unidos reaccionaron de manera similar al aprender cómo una generación anterior de jóvenes socialistas aquí en Estados Unidos había librado una intensa batalla política en defensa de la Revolución Cubana en las semanas antes, durante y después de la invasión organizada por Washington en 1961. Este capítulo de la historia del movimiento de la juventud comunista, que antes no se había documentado, fue para sus continuadores actuales más que un relato interesante de algo que ocurrió hace mucho tiempo. Se ha convertido en modelo de trabajo de masas a ser emulado, una guía para la acción en la actualidad.  

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Resulta especialmente apropiado que el impulso para esta segunda edición de Cuba y la revolución norteamericana que viene proceda de la editora venezolana Monte Avila y que se presentará en noviembre de 2007 en la Feria Internacional del Libro de Venezuela, cuyo lema será “Estados Unidos, una revolución posible”. El hecho que esta cuestión la planteen trabajadores, agricultores y jóvenes que han estado en la vanguardia de las luchas populares que han marcado la política venezolana durante la última década, y que se reconozca que la respuesta que se dé a esta interrogante es de importancia decisiva para el futuro de todos nosotros, hace constar la agudización de la lucha de clases y la polarización de clases más y más profunda en nuestro hemisferio. Más aun, señala el fortalecimiento político del pueblo trabajador desde el Estrecho de Bering hasta la punta de Tierra del Fuego.

Cuando Fidel Castro anunció desafiante ante el mundo el 13 de marzo de 1961, que primero se “verá una revolución victoriosa en los Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”, no estaba mirando una bola de cristal o lanzando bravuconadas verbales. Tampoco los que iniciamos nuestra vida política en aquellos días de lucha creíamos que era una exhortación. Era un curso político para guiar una vida entera de acción … un curso que hoy es tan apremiante y necesario para el porvenir de la humanidad como lo fue en aquel entonces.  

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Libro está dedicado a los Cinco de Cuba

A Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René
Cinco productos ejemplares de la Revolución Cubana quienes hoy día, si bien contra su voluntad, sirven con honor en las primeras filas de la lucha de clases en Estados Unidos.


* A Gerardo Hernández, a quien le fabricaron un cargo adicional de conspirar para cometer homicidio, le impusieron dos cadenas perpetuas consecutivas. Antonio Guerrero recibió cadena perpetua; Fernando González, 19 años; y René González, 15 años. Al dictar un fallo sobre la apelación de los acusados en agosto de 2005, un panel de tres jueces del Onceno Circuito del Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos anuló las condenas y ordenó un nuevo juicio en base a que a los cinco se les negó un juicio imparcial en Miami. Esa decisión fue derogada un año después por el tribunal completo de apelaciones y las condenas fueron confirmadas. Continúan celebrándose audiencias de apelaciones basadas en argumentos adicionales. El caso de los cinco ha generado una amplia campaña internacional de denuncia contra las severas condiciones de su encarcelamiento y de reclamos a favor de su libertad.  
 
 
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