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Vol. 71/No. 10      12 de marzo de 2007

 
Declaraciones de La Habana:
guía de acción vigente
Forjadas en crisol de Revolución Cubana,
plantean problemas candentes en marcha
de trabajadores al poder
(especial)

A continuación reproducimos las palabras de Mary-Alice Waters y de Mario Rodríguez en una presentación de La Primera y Segunda Declaración de La Habana, publicada recientemente por la editorial Pathfinder. El evento se celebró el 13 de febrero como parte de la XVI Feria Internacional del Libro de La Habana. Un artículo sobre la actividad apareció en la edición del Militante del 5 de marzo.

Waters es la editora de La Primera y Segunda Declaración de La Habana y presidenta de la Pathfinder.

Rodríguez es miembro del consejo de dirección nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. La asociación está integrada por cubanos que han participado en luchas revolucionarias y misiones internacionalistas a lo largo de más de medio siglo.

Los subtítulos son del Militante. El texto de las presentaciones y notas al pie se publica con autorización. Copyright © por Pathfinder Press. Las notas aparecen al final de cada página.

POR MARY-ALICE WATERS  
A nombre de la editorial Pathfinder, gracias y una calurosa bienvenida a todos los compañeros y compañeras que hoy nos acompañan aquí en esta actividad, que en realidad es una celebración del 45 aniversario de un día histórico.

El 4 de febrero de 1962, el pueblo de Cuba se concentró, en lo que tal vez fue la movilización más impresionante de la revolución, para aprobar el manifiesto de lucha revolucionaria en América que al mundo hizo conocer como la Segunda Declaración de La Habana.

Recuerdo bien cómo me impactaron esas palabras en ese entonces. Siendo estudiante universitaria de tercer año, yo solo recientemente había comenzado a identificarme como socialista. Desde luego, yo apenas tenía la más remota idea de lo que era eso. Como muchos de ustedes, la Revolución Cubana me había hecho fidelista antes de que yo me hiciera comunista.  
 
Lecciones de lucha
Sin embargo, fueron dos grandes batallas obreras, una en Cuba y la otra en Estados Unidos, las que me dieron mis primeras lecciones concretas de lo que es el socialismo. Una fue la victoria aplastante en Playa Girón de la Revolución Cubana en armas.1 La otra fue el ascenso de la lucha proletaria de masas en Estados Unidos para acabar con el sistema Jim Crow, el sistema institucionalizado de segregación racista establecido en el sur de Estados Unidos a fines del siglo XIX, al cual se hace referencia a través de las páginas de la Primera y Segunda Declaración de La Habana. (Este sistema fue usado como modelo por los capitalistas sudafricanos y su gobierno a fines de los años 40 para institucionalizar lo que llegó a conocerse como el "apartheid".)

De esas batallas empecé a aprender qué es el comunismo: no un grupo de ideas preconcebidas, sino una trayectoria de lucha de la clase obrera y sus aliados hacia el poder, el cual tendrán que tomar y, en caso de vencer, defender con las armas en las manos.

En febrero del 62 yo estaba en París. Ansiosa de explorar el mundo, había ido a estudiar arte y literatura francesa en la Sorbonne. Pero ese año mi verdadera educación vino de una fuente de cultura francesa aún más poderosa: de las calles de París, donde me vi involucrada en los enfrentamientos casi diarios entre la odiada policía especial, conocida como CRS, y las movilizaciones de jóvenes en apoyo a la guerra independentista del pueblo argelino, dirigida por el Frente de Liberación Nacional, el FLN.2

Cuando leí ese impactante párrafo final de la Segunda Declaración de La Habana, que proclamaba que "esta gran humanidad ha dicho ¡basta! y ha echado a andar", no tuve dudas del compromiso que hacían los hombres y mujeres de Cuba revolucionaria. Y no dudé de que yo quería formar parte, de manera consciente y confiable, de esa misma gran marcha de humanidad.  
 
Publicada en el 'Militant'
En Estados Unidos, el periódico The Militant publicó la Segunda Declaración de La Habana en cuestión de días. Y unos días más tarde, el antecesor de la editora Pathfinder lo publicó como folleto. En una forma u otra —normalmente junto con la Primera Declaración de La Habana como apéndice— no hemos dejado de mantenerla impresa durante 45 años.

En ediciones en inglés, español y francés, ha sido siempre una de nuestras publicaciones más solicitadas, uno de los fundamentos básicos de los materiales educativos que usamos para explicar qué es el imperialismo. Explicar por qué el imperialismo solo puede ser enfrentado con una lucha revolucionaria profundamente popular de los trabajadores y campesinos que derrote el poder militar y económico de la clase capitalista y establezca un gobierno revolucionario. Un gobierno que defienda los intereses del pueblo trabajador, y use ese poder estatal para ayudar a los trabajadores a transformar todas las relaciones económicas y sociales.

Ese es el ejemplo que la Revolución Cubana le ha dado al mundo. En las palabras mismas de la Segunda Declaración, "¿Qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible".  
 
Estrategia revolucionaria
Como explica el prefacio a La Primera y Segunda Declaración de La Habana, este nuevo libro nació en Caracas, hace apenas tres meses. Durante las amplias discusiones políticas que marcaron la Feria Internacional del Libro de Venezuela, se hizo evidente que los trabajadores, campesinos y jóvenes en Venezuela no conocen muy bien, o de forma precisa, la verdadera historia de la Revolución Cubana. Muchos tienen grandes esperanzas e ilusiones de que se puede evitar un enfrentamiento violento con Washington porque Venezuela tiene petróleo y otros recursos estratégicos que necesita el mundo imperialista, incluso el capitalismo norteamericano. Ilusiones de que las potencias imperialistas tendrán que aceptar las incursiones en lo que ellos consideran sus derechos y prerrogativas a medida que el pueblo trabajador de Venezuela se apodera más y más de su patrimonio nacional y emplea los frutos de sus recursos naturales y su mano de obra para mejorar la vida de la mayoría en vez de llenar las arcas de las grandes familias capitalistas de Venezuela y los centros imperialistas.

En ninguna parte se abordan con más claridad estos problemas candentes de estrategia revolucionaria que en estas declaraciones que fueron aprobadas por millones de cubanos en armas. Por eso Pathfinder lo publicó. No como pieza de museo, sino porque hoy día lo necesitan, como guía viva a la acción, los que están en las primeras filas de la lucha de clases en toda América, y en todo el mundo.

Ahora, como en aquel entonces, los que piensan que podrán sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo solo están invitando una derrota sangrienta y costosa.

Algunos objetarán que las cosas han cambiado demasiado en los últimos 45 años para que hoy día el ejemplo de la Revolución Cubana siga siendo valioso. A ellos les respondemos: la historia demuestra todo lo contrario.

¿Dondé más en nuestro hemisferio se ha mantenido a raya a Washington por casi cinco décadas?

¿Dónde más puede el pueblo trabajador declarar con orgullo que su país es un territorio libre de América?

¿Dónde más puede el pueblo trabajador defender esa realidad, como han hecho los hombres y mujeres de Cuba desde las playas de Girón hasta los desafíos del Periodo Especial?3  
 
Necesario ante todo en EE.UU.
Sin embargo, este libro no se publicó para Venezuela o Cuba. Se publicó porque ante todo lo necesitan los trabajadores combativos y jóvenes de disposición revolucionaria en Estados Unidos.

La clase obrera ahí se ha fortalecido durante el último año con masivas movilizaciones proletarias que se propagaron por el país en la primavera del año pasado, reclamando la legalización de unos 12 millones de inmigrantes sin documentos que viven y trabajan en Estados Unidos. Es más fuerte ahora la resistencia del pueblo trabajador en Estados Unidos frente a las expresiones domésticas de la "guerra larga" de Washington.

No solo se trató de millones de inmigrantes que se volcaron a las calles con confianza y orgullo el último Primero de Mayo, tomando completamente por sorpresa a la clase dominante. Y cuando, hace dos meses, agentes de la policía de inmigración, la migra, hicieron redadas en plantas empacadoras de carne por todo el país, arrestando a casi 1 300 trabajadores para deportarlos y entablando cargos criminales de "robo de identidad" contra más de 200, no fueron solo otros obreros inmigrantes los que les ayudaron a esconderse en las fábricas para no ser arrestados y que se ocuparon de niños cuyos padres habían sido detenidos. La solidaridad obrera se mostró fuerte.

Estas masivas acciones callejeras, y pruebas de fuego, están preparando al pueblo trabajador en Estados Unidos para dar una respuesta proletaria a la pregunta que cada vez más decidirá el destino político de toda la clase y la propia existencia de un movimiento obrero.

Pero también es importante entender que la "guerra larga” de Washington contra el “terrorismo" provoca respuestas contradictorias entre el pueblo trabajador. Si los encuestadores preguntan si uno se opone al curso actual del gobierno en Iraq, por ejemplo, la mayoría contestará que sí. Pero cuando se les pregunta si Washington debe enviar las fuerzas necesarias para "ganar" una nueva estabilidad y solo después salir del país, un porcentaje grande de los mismos individuos también dará una respuesta afirmativa.

Muchos trabajadores se ven influenciados por las justificaciones imperialistas que plantea una amplia gama de ambos partidos gobernantes de Estados Unidos. Ellos ven las brutalidades de la acelerada guerra civil y los devastadores ataques comunales en Iraq, no como consecuencia de la invasión y guerra norteamericana, sino como un argumento para mantener la ocupación imperialista, por lo menos "por un tiempo", para evitar la "limpieza étnica".

Es todo lo contrario de lo que pasó durante la guerra en Vietnam, por ejemplo, donde el curso revolucionario de la lucha de liberación nacional del pueblo vietnamita fue ganando cada vez más la batalla política para obtener apoyo a nivel mundial, incluso en Estados Unidos, especialmente entre los jóvenes.

Este es el mundo en que tanto hace falta la claridad política de las Declaraciones de La Habana y la trayectoria revolucionaria que plantean.  
 
Accesible para generaciones de hoy
Para finalizar, es importante señalar que La Primera y Segunda Declaración de La Habana no es simplemente una nueva edición de un folleto que ya existe. Es un libro realmente nuevo.

Las dos declaraciones se colocan en su orden histórico, clarificando los eventos y la continuidad que las une. Van acompañadas de una cronología que se enfoca en los acontecimientos del mundo y de la Revolución Cubana que les dieron forma. Un glosario para identificar los nombres y sucesos históricos que en esa época eran de conocimiento común para aquellos a quienes se dirigían las declaraciones. Dieciséis páginas de fotos que dan vida a esas jornadas y personajes. Un índice para ayudar a todos los que estudiarán estos documentos. En resumen, las cosas que son necesarias para que los que no vivieron esos años históricos empiecen a comprender las lecciones de lucha revolucionaria que el pueblo cubano estaba escribiendo con sangre propia durante los meses que unieron la Primera y Segunda Declaración de La Habana.

Esas lecciones siguen tan vigentes hoy como lo fueron entonces, tan vigentes como lo han sido desde el Manifiesto Comunista. Con ese ánimo hemos publicado este libro. Y, como dice el prefacio, "es a quienes la usarán así que se les dedica".


NOTAS

1. El 17 de abril de 1961, 1 500 mercenarios cubanos invadieron Cuba por la Bahía de Cochinos en la costa sur. En menos de 72 horas de combate, los invasores fueron derrotados por las milicias, fuerzas armadas y policía revolucionarias de Cuba. Los últimos invasores se rindieron el 19 de abril en Playa Girón, nombre con el que los cubanos designan la batalla.

2. El Frente de Liberación Nacional (FLN) dirigió la guerra revolucionaria de 1954 a 1962 para derrocar el dominio colonial francés en Argelia. Tras la victoria contra París en 1962, llegó al poder un gobierno de trabajadores y campesinos en Argel, encabezado por Ahmed Ben Bella, uno de los principales dirigentes del FLN. En 1965 el gobierno de Ben Bella fue derrocado en un golpe de estado contrarrevolucionario dirigido por el coronel Houari Boumédienne.

3. Periodo Especial es el término usado en Cuba para describir la crisis económica y social que estalló en ese país a pricipios de los años 90, al cesar abruptamente la ayuda y el comercio bajo condiciones preferenciales con la antigua Unión Soviética y países de Europa oriental.
 

*****

POR MARIO RODRíGUEZ  
Muchas gracias. Esta edición ampliada y publicada en inglés y español, como bien se ha expresado aquí, no es una repetición. Precisamente nos ofrece, por la Pathfinder, documentos que tienen una trascendencia y una actualidad tremendas, que vienen a enriquecer el arsenal político de nuevas generaciones de revolucionarios que ya luchan hoy por su independencia, su soberanía y el socialismo.

Yo quería referirme al pueblo que proclamó esas declaraciones en la primera y segunda Asamblea Nacional General del Pueblo Cubano. Este pueblo se encontraba en el fragor apasionado de consolidar el poder revolucionario. Se enfrentaba a la realidad de un enemigo poderoso: el imperialismo norteamericano y sus lacayos en América Latina, que obstaculizaban incluso los primeros pasos que dimos: la aplicación de justicia a los verdugos y los asesinos de nuestros hermanos caídos en la lucha contra la tiranía sangrienta de Fulgencio Batista.

Muchos estábamos convencidos de que la justicia la aplicaríamos sin mucho trabajo, mas mucho trabajo costó. Fue precisamente el comienzo de las primeras campañas imperialistas de mentiras y de amenazas por hambre que implicaba la retirada de la cuota azucarera y de los suministros de petróleo, como bien se ha expresado aquí.1  
 
‘Nada nos detenía’
Nada, nada nos detenía. Aplicamos por primera vez, el pueblo lo hizo, la justicia revolucionaria en Cuba y en América Latina. Superábamos el revanchismo, la vendetta y la venganza de grupos. Establecíamos el poder revolucionario basado en la justicia revolucionaria, impartida por tribunales constituidos y públicos.

Al demoler las instituciones represivas armadas y civiles, el pueblo se organizaba en batallones, en compañías de milicias populares. Instruíamos nuestro ejército de estudiantes, campesinos, trabajadores, intelectuales, quienes empuñaban por primera vez las armas en una parte de América Latina para defender sus derechos, para defender sus libertades.

El 4 de marzo de 1960 había volado en pedazos el vapor La Coubre. Obreros, trabajadores portuarios, soldados rebeldes, policías nacionales, milicianos, entregaban sus vidas.2 Cuando humeantes aún se encontraban los restos de El Encanto, se organizaba el pueblo en sus organizaciones de masas, sus sindicatos. Se fortalecía el Ejército Rebelde, como expresión del nuevo poder en torno al cual todos nos uníamos y marchábamos, haciendo la revolución.

Adolescentes y hasta niños se enfrentaban a la gran proeza de alfabetizar a campesinos y obreros. Daban también su cuota de sangre generosa, sencillamente por enseñar a leer y a escribir en nuestras montañas y en nuestros campos. La tierra comenzaba a estar en manos de los que la trabajaban, con los primeros pasos de la ley de reforma agraria.3

El 2 de septiembre se proclama la Primera Declaración de La Habana en este ambiente, en este entorno revolucionario. Proclamábamos el derecho soberano a establecer relaciones con la República Popular China, de establecer las relaciones con la Unión Soviética, y aceptábamos la ayuda solidaria de ésta frente a la agresión imperialista y a la traición de los lacayos latinoamericanos.4 Traición que se produciría militarmente siete meses después por Playa Girón, encontrando las fuerzas mercenarias una fulminante derrota por el arrojo y el sacrificio de nuestros combatientes, que ya luchaban y caían conscientes por el socialismo.5  
 
El deber de todo revolucionario
En febrero de 1962 proclamábamos ante América y el mundo el deber que todo revolucionario tiene: hacer la revolución. Si esta fuera por cauces pacíficos o dolorosos, dependía de la reacción. Cuánta razón histórica tenemos para poder comprobar hoy, en los procesos recientes de Venezuela y de Bolivia, que depende precisamente de la reacción que no tengan los revolucionarios de esos países que enfrentar con la fuerza la defensa de su obra redentora.

En 1962 nacía nuestra Unión de Jóvenes Comunistas.6 Y en marzo de 1962, apenas a un mes de la Segunda Declaración, que fue en febrero, la Revolución Cubana defendía con sabiduría y sin tolerancias la unión que nos llevaba a la victoria, y que era dañada desde adentro. Atacábamos lo que nos separaba, lo que nos debilitaba. Denunciábamos con fuerza un mal que teníamos que extirpar de raíz, la concepción esquemática, burocrática de concebir la sociedad y su conducción alejada de las masas que hacían la revolución, alejada de sus valores: el sectarismo.

La unidad comenzó a fortalecerse entre las masas de obreros industriales de La Habana, de los trabajadores del campo y la ciudad, de los intelectuales y de los estudiantes que combatían y proclamaban ante el mundo que Cuba no fallaría. De ahí surgió precisamente la construcción del partido, del partido que, destinado a construir el socialismo y a marchar a la vanguardia del pensamiento y la acción política e ideológica de las masas, nos guiaría a la victoria y daría continuidad a la revolución.7

Quiso la historia que en octubre de ese propio año participáramos, como primera gran prueba de fuego, en los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre.8 Esos valores políticos y morales, de firmeza ideológica, de solidaridad, de ejemplaridad, que nos sirvieron de fundamento para construir ese partido, deben seguir siendo garantía de la existencia misma de la revolución que proclamó la Primera y Segunda Declaración de La Habana.

Toda esa enorme y justa causa americana, martiana, juarista, bolivariana, marxista,9 se expresa en cada letra, cada frase de la Primera y Segunda Declaración. No puede ser nunca letra muerta. Fueron concebidas al calor de la experiencia histórica, pero fundamentalmente fundidas en el crisol de la fuerza telúrica del pueblo cubano, que echaba las raíces del primer estado socialista de América, que enfrentaba, con su búsqueda de nuevas formas populares y democráticas, la explotación del hombre por el hombre, a 90 millas de la potencia imperialista más fuerte de la tierra.

La Primera y Segunda Declaración de La Habana son, como el Manifiesto Comunista, un ejemplo de que ni las recetas ni los manuales ni los dogmas conducen al triunfo de las ideas revolucionarias.

La Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana da las gracias a la Editora Política y a la Pathfinder por esta invitación.


NOTAS

1. En las semanas tras la victoria de la Revolución Cubana en enero de 1959, cientos de los más connotados asesinos de la tiranía de Fulgencio Batista, respaldada por Washington, fueron arrestados y enjuiciados por tribunales populares. Muchos de los que fueron declarados culpables fueron condenados a muerte y ejecutados. Washington se valió de la oposición vociferante, casi histérica, a los tribunales entre los contrarrevolucionarios cubanos como pretexto para lanzar una campaña internacional de propaganda contra el nuevo gobierno revolucionario y preparar el terreno para aumentar las sanciones políticas y económicas.

Por muchos años Washington había mantenido acuerdos con el gobierno cubano para que se comprara de Cuba una determinada cuota del azúcar importada a Estados Unidos. En julio de 1960, el gobierno norteamericano redujo la cuota en un 95 por ciento, y luego eliminó por completo la importación de azúcar de Cuba. En febrero de 1962, Washington impuso un embargo total contra el comercio con Cuba, medida que desde entonces se ha mantenido y arreciado, con apoyo bipartidista.

2. El 4 de marzo de 1960, el barco francés La Coubre, que transportaba municiones adquiridas por Cuba en Bélgica, hizo explosión en el puerto de La Habana, dejando muertas a 101 personas. El 13 de abril de 1961, un incendio desatado por contrarrevolucionarios destruyó la tienda por departamentos El Encanto en La Habana, muriendo una empleada.

3. En 1961 el gobierno revolucionario libró una campaña para eliminar el analfabetismo en un solo año. Para finales de año, más de 700 mil de cubanos habían aprendido a leer y escribir. Esto se logró principalmente mediante la movilización de 100 mil jóvenes que fueron al campo y a barrios obreros aislados, donde vivieron con los campesinos y trabajadores que estaban aprendiendo a leer. Durante la campaña, bandas contrarrevolucionarias organizadas por Washington asesinaron a nueve alfabetizadores voluntarios y estudiantes e hirieron a muchos otros.

4. En agosto de 1960 la Organización de Estados Americanos, compuesta de todos los gobiernos formalmente independientes de Latinoamérica y de Estados Unidos, votaron a favor de condenar el curso revolucionario de Cuba. En enero de 1962 la OEA expulsó a Cuba y abogó por medidas colectivas para contrarrestar la "amenaza" cubana. Posteriormente todos los gobiernos latinoamericanos salvo el mexicano rompieron relaciones diplomáticas con Cuba.

5. En la víspera de la batalla en Playa Girón, Fidel Castro, por primera vez, describió el carácter socialista de la revolución siendo realizada por el pueblo cubano, llamándolos a batallar en defensa de Cuba y el socialismo.

6. En abril de 1962 la Asociación de Jóvenes Rebeldes, respondiendo a una propuesta de Fidel Castro, adoptó el nombre de Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). La AJR se había fundado en diciembre de 1959 a iniciativa del Departamento de Instrucción del Ejercito Rebelde, encabezado por Ernesto Che Guevara. En octubre de 1960 se había fusionado con las alas juveniles del Partido Socialista Popular y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. En muchos sentidos, su trayectoria revolucionaria anticipó el camino que se tomaba al remplazar las Organizaciones Revolucionarias Integradas con lo que en 1965 se convertiría en el Partido Comunista de Cuba.

7. En diciembre de 1961 se formaron en Cuba las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), uniendo al Movimiento 26 de Julio, que dirigió la fusión; el Directorio Revolucionario 13 de Marzo; y el Partido Socialista Popular (PSP) de Cuba, de orientación pro-Moscú. El 26 de marzo de 1962, menos de dos meses después que el pueblo cubano aprobara la Segunda Declaración de La Habana, Fidel Castro dio un discurso televisado en que rechazó la trayectoria burocrática y sectaria de Aníbal Escalante, secretario de organización de las ORI. Si se permitía que continuaran tales prácticas en nombre de las ORI, dijo Castro, se alienaría a las masas de trabajadores y campesinos del gobierno y de la construcción de un partido revolucionario. Fidel anunció que se removía de su cargo a Escalante, quien había sido un dirigente central del PSP. Se comenzó el proceso de construcción de un partido comunista, y en 1965 asumió el nombre actual de Partido Comunista de Cuba. (El Militant, en su edición del 16 de abril de 1962, publicó extractos del discurso de Fidel Castro de marzo de ese año. El texto íntegro del discurso lo publicó unas semanas más tarde el predecesor de Pathfinder bajo el título Fidel Castro Denounces Bureaucracy and Sectarianism [Fidel Castro denuncia el burocratismo y el sectarismo]. Los partidarios de la Revolución Cubana en Estados Unidos hicieron una amplia campaña con ese folleto, junto con la Segunda Declaración de La Habana, también publicado por la editorial.)

8. Una referencia a la “crisis de los misiles” cubanos. Al escalar Washington sus preparativos de invadir a Cuba, el gobierno cubano firmó un acuerdo de defensa mutua con la Unión Soviética en base al cual se emplazaron misiles nucleares en la isla. En octubre de 1962, Washington ordenó un bloqueo naval contra Cuba, aceleró sus preparativos de invasión y puso a sus fuerzas armadas en alerta nuclear. Los trabajadores, campesinos y todo el pueblo de Cuba se movilizaron por millones para defender la revolución. Tras un intercambio entre los gobiernos de Estados Unidos y la URSS, el 28 de octubre el premier soviético Nikita Jruschov, sin consultar con el gobierno cubano, anunció el acuerdo de Moscú con Washington para retirar los misiles.

9. José Martí (1853-95), héroe nacional de Cuba, organizó la guerra independentista cubana contra el régimen colonial español a fines del siglo XIX. Benito Juárez (1806-72), héroe nacional de México, combatió la ocupación francesa de ese país. Simón Bolívar (1783-1830) dirigió una serie de rebeliones armadas que ayudaron a independizar de España a gran parte de América Latina. Carlos Marx (1818-83) fue dirigente fundador del movimiento obrero comunista moderno desde 1847.  
 
 
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